sábado, 24 de mayo de 2014

CONTRALMIRANTE NÚÑEZ: EL HOMBRE DEL EXPEDIENTE DEL "MAINE".




Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 267 correspondiente al mes de agosto de 2004, de la Revista "ARMAS", págs. 82-88.
Los originales están ilustrados por siete fotografías en color y once en blanco y negro.


"Tengo el profundo sentimiento de participar a V.E. que acaba de volar el crucero americano "Maine" surto en esta bahía, por incidente indiscutiblemente casual, creyendo sea explosión calderas dínamo ...".


Así comenzaba el histórico telegrama recibido en las dependencias del Ministerio de Ultramar en Madrid, a las dos horas y cincuenta minutos de la tarde del día 15 de febrero de 1898, remitido desde La Habana por el capitán general de Cuba, Ramón Blanco Erenas, y cuya copia se custodia en el Archivo-Museo "Don Alvaro de Bazán", sito en la localidad de El Viso del Marqués (Ciudad Real).

Su continuación no podía ser más elocuente respecto a la tragedia acontecida y que daría lugar a una desigual e injusta guerra entre España y los Estados Unidos de América: "... En el momento del siniestro acudieron al sitio para ofrecer auxilio y salvamento cuantos elementos disponibles y posibles hay en esta Capital, marinos, bomberos, fuerza pública, todos los Generales entre ellos el Jefe de Estado Mayor. Ha habido muertos y heridos: comunicaré detalles conforme los vaya adquiriendo. He mandado al Cónsul norte-americano un Ayudante para ofrecerle todos los auxilios que pueda necesitar".


A partir de ese instante y ante la manipuladora campaña lanzada por la prensa amarilla norteamericana que comenzó a verter graves y falsas acusaciones contra España, responsabilizándola del suceso -"La voladura del Maine fue debida a una mina colocada por cuatro españoles, los cuales recibieron la cantidad de 10.000 pesos"- se sucedieron una tras otra e infructuosamente las acciones diplomáticas españolas.

El "USS Maine" se trataba de un acorazado de 2ª clase que desplazaba 6.682 toneladas y que medía 97'23 metros de eslora, 17'37 de manga y 6'55 de calado, estando armado de 4 cañones de 254 mm. en dos torres dobles, 6 de 152 mm., 15 de tiro rápido, 4 ametralladoras y 4 tubos lanzatorpedos. Su comandante era el capitán de navío Charles Dwight Sigsbee y contaba con una tripulación de 354 hombres, de los que 266 perecieron y otros 50 resultaron heridos en dicha tragedia.

El 24 de marzo de 1898, ante las tendenciosas versiones publicadas, el Ministerio de Estado (antecedente histórico del actual Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación) encargaba por telégrafo al embajador español en Washington, proponer "la sumisión del litigio a jueces desapasionados". Al día siguiente dicha propuesta era ratificada en Madrid mediante la entrega del pertinente memorandum al embajador norteamericano.

Haciendo caso omiso a lo anterior el 28 de marzo, William Mac-Kinley, presidente de los EE.UU., publicaba un corto mensaje remitiendo al Congreso Federal el texto del Informe de la Comisión de Investigación Americana sobre la voladura del "Maine" dando por buenas las conclusiones de dicho documento y sin mencionar para nada las proposiciones de arbitraje formuladas por España. 

Los EE.UU. formularon sin más sus cargos contra nuestra patria, contestándosele el 31 de marzo por el Consejo de Ministros, presidido por Práxedes Mateo Sagasta, que se procediera a un arbitraje imparcial para aclarar lo sucedido realmente.

Desoyendo una vez más tan lógica y justa petición el presidente norteamericano formuló el 11 de abril por última vez sus cargos contra España, declarando terminantemente que no había querido dar respuesta alguna a las proposiciones de arbitraje españolas. Una semana después nuestro gobierno reiteraba que "los Americanos habían rehusado someter el casco del Maine a una investigación común y las negativas que hallaron nuestras proposiciones de arbitraje".

El 19 de abril el Congreso de los EE.UU. aprobaba la resolución mediante la que se declaraba el estado de guerra con España, hecho que aconteció oficialmente dos días después, fecha en la que el embajador norteamericano en Madrid, general Stewart Lyndon Woodford, abandonaba en tren la capital - escoltado por fuerzas de la Guardia Civil- y cruzaba la frontera hispano-francesa. 

Era el principio del comienzo del imperialismo yanqui y del final de nuestros territorios de Ultramar en Puerto Rico (donde se arriaría la bandera española el 17 de octubre de 1898), Cuba y Filipinas (donde se arriarían el 1 de enero de 1899).


El expediente español del "Maine".


Vista la actitud norteamericana el gobierno español había ordenado a las autoridades de la isla la realización de un minucioso informe que esclareciese la verdad de lo sucedido, siendo designado para su custodia y traslado en mano a España, el joven teniente de navío Francisco Núñez Quijano, ayudante personal del contralmirante Vicente Manterola Taxonera, Comandante General del Apostadero y Escuadra de las Antillas.

El 30 de marzo de 1898, Núñez zarpó del puerto de la Habana con el citado expediente a bordo del vapor "Buenos Aires" -tal y como recoge expresamente la minuciosa hoja de servicios de dicho oficial- desembarcando en Cádiz el 16 de abril para continuar su viaje hasta el Ministerio de Marina en Madrid.

El teniente de navío Núñez había colaborado activamente en dicha investigación y fue uno de los oficiales de la Armada que participó activamente en las tareas de salvamento de las víctimas del "Maine", siendo además el autor de las históricas fotografías que ilustran estas páginas donde puede apreciarse al crucero norteamericano entrando el 25 de enero de 1898 en la bahía de La Habana -hacía tres años que no lo hacía un buque de la Armada norteamericana- así como de sus restos tras la explosión.

Como ayudante personal del contralmirante Manterola y por lo tanto hombre de su máxima confianza, se encargó además de cumplir y coordinar cuantas órdenes directas impartió éste respecto al auxilio y evacuación de los supervivientes recogidos y atendidos por diversos buques españoles fondeados en sus proximidades. 

Por su meritoria y destacada actuación fue recompensado con la Cruz de 1ª clase del Mérito Naval pensionada, la Medalla de Oro de los Bomberos de La Habana y la Medalla de Cuba.

Mientras el informe norteamericano, encabezado por el capitán de navío William T. Sampson, concluía el 21 de marzo de 1898 que "el Maine fue destruido por la explosión de un torpedo submarino que ocasionó la explosión parcial de dos o más pañoles de proa", el informe español, fechado el día siguiente y suscrito por capitán de fragata el Pedro del Peral Calvo, afirmaba que " ... acreditado con estos testigos y peritos la ausencia de todas las circunstancias que precisamente acompañan a la detonación de un torpedo, sólo cabe honradamente asegurar que a causas interiores se debe la catástrofe".

En 1911 los estadounidenses rescataron de las aguas del puerto los restos del "Maine" al objeto de efectuar un nuevo examen. Tras ello lo hundieron definitivamente en alta mar. El 25 de noviembre de 1975 el almirante Rickover, concluía el resultado de una nueva investigación de la Armada norteamericana: 

"No hemos encontrado ninguna certeza técnica en la documentación examinada de que una explosión externa iniciara la destrucción del Maine. Las pruebas disponibles están en consonancia únicamente con la explosión interna. Por tanto, llegamos a la conclusión de que una fuente interna fue la causa de la explosión. La más probable fue el calor de un incendio en la carbonera contigua al pañol de reserva de 152 mm.". 

Sin comentarios.


De aspirante a contralmirante.


Francisco Núñez Quijano había nacido en La Habana el 27 de diciembre de 1869 y era uno de los nueve hijos del matrimonio formado por el capitán de navío de 1ª clase -asimilado a contralmirante- Indalecio Núñez Zuloaga y de Daría Quijano Artacho, quienes se habían casado en San Juan de Puerto Rico el 3 de diciembre de 1865.

Siguiendo los pasos de su padre ingresó por oposición como aspirante en la Escuela Naval el 8 de diciembre de 1884 en donde permaneció hasta que por real orden de 5 de julio de 1886 fue nombrado guardia-marina de 2ª clase siendo destinado a la Escuadra de Instrucción y embarcando en diversos buques de la Armada como los cruceros "Castilla" y "Navarra", las fragatas "Numancia", "Blanca" y "Gerona", así como en la Corbeta "Nautilus".

Por real orden de 12 de diciembre de 1889 ascendió a alférez de navío habiendo estado destinado durante dicho empleo en el Arsenal de El Ferrol; cruceros "Reina Cristina" y "Velasco", con el que navegó por aguas de China y Filipinas; cañonera "Gardoqui" como comandante de la misma, también en aguas de Filipinas; Arsenal de Cavite; ayudante personal de los vocales Manuel de la Cámara y José Navarro del Centro Consultivo del Ministerio de Marina; acorazado "Pelayo", con el que navegó por aguas de Rusia; y ayudante personal del contralmirante Jesús de Martínez Espinosa, Jefe del Estado Mayor General del Ministerio de Marina. 

El 7 de abril de 1894 contrajo matrimonio en Madrid con María Dolores de Olañeta y Gordo, con quien tuvo tres hijos varones y cuatro hembras, una de las cuales, Julia, falleció al poco de nacer.

El 21 de abril de 1897, cuando contaba con 27 años de edad, ascendió a teniente de navío y fue destinado a La Habana como ayudante personal del Comandante General del Apostadero y Escuadra de Las Antillas, siendo el responsable del traslado y custodia desde su salida de Cuba el 30 de marzo a bordo del vapor "Buenos Aires" hasta el 16 de abril de 1898, del expediente sobre la voladura del "Maine", no pudiendo regresar a su destino a causa de la guerra iniciada por los EE.UU.

El 5 de mayo de 1898 embarcó en el crucero auxiliar "Rápido" con el que tras navegar por aguas africanas regresó a La Habana, incorporándose a su antiguo puesto de ayudante hasta el 11 de abril de 1899 en que marchó para Madrid como ayudante personal del vicealmirante Manterola. 

A partir del 2 de agosto de 1900 estuvo destinado en el crucero "Lepanto", como profesor; realizó el Curso de Torpedos realizando las prácticas en los torpederos "Rigel" y "Acevedo"; auxiliar de la Dirección General de Material del Ministerio de Marina; ayudante personal del capitán de navío de 1ª clase Leopoldo Boado Montes; auxiliar y secretario de la Dirección General de Personal del Ministerio de Marina; comandante del cañonero "Mac-Mahón"; vocal de la Delegación española de la Comisión de Límites de los Pirineos; secretario de la Sección Ejecutiva del Estado Mayor Central; ayudante personal del capitán de navío de 1ª clase Francisco Chacón y Pery, Jefe del Estado Mayor de la Jurisdicción en la Corte; y ayudante de Marina interino del Distrito de Pasajes y capitán de su puerto.

Por real orden de 11 de diciembre de 1911 ascendió al empleo de teniente de navío de 1ª clase, cambiando dicha denominación por real decreto de 10 de enero de 1912 por la de capitán de corbeta. Fue destinado como ayudante personal del vicealmirante Chacón, General Jefe del Estado Mayor Central; comisionado en Berlín para la recepción de torpedos automóviles; 3º comandante del acorazado "España"; jefe de la Estación Torpedista de El Ferrol y vocal de la Comisión Inspectora de construcción y recepción de las minas Vickers.

En septiembre de 1917, durante la 1ª Guerra Mundial se encargó de la vigilancia y custodia en el Arsenal de EL Ferrol del submarino alemán UB-23 internado en ese puerto así como de desactivar minas alemanas que aparecieron en aguas de Bermeo (Vizcaya).

Por real orden de 27 de marzo de 1918 ascendió a capitán de fragata siendo nombrado 2º comandante del acorazado "Jaime I"; después 2º comandante del crucero "Cataluña"; posteriormente 2º comandante del acorazado "Pelayo"; y por último comandante del Aviso "Giralda", yate real de los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.

Por real orden de 30 de noviembre de 1920 fue promovido a capitán de navío, ocupando sucesivamente los cargos de jefe de la Base Naval de "La Graña"; jefe de Estado Mayor Interino del Departamento de El Ferrol; comandante del crucero "Carlos V"; Comandante de quilla del crucero "Príncipe Alfonso"; comandante del crucero "Princesa de Asturias", buque insignia de las Fuerzas Navales del Norte de Africa, y de las que llegó a ser su jefe interino, participando activamente en las operaciones navales de las Campañas de Marruecos correspondientes al periodo 1925-1927.

Como colofón a su brillante carrera militar fue ascendido por real decreto de 30 de octubre de 1927 a contralmirante, habiéndosele concedido la Placa y Cruz de San Hermenegildo; la Cruz de María Cristina Naval de 2ª clase; seis Cruces del Mérito Naval, una roja de 1ª clase y cinco blancas de 1ª, 2ª y 3ª clase; dos Cruces del Mérito Militar, una roja de 3ª clase y una blanca de 2ª clase; la Medalla Militar de Marruecos con pasadores de Melilla y Tetuán; la Medalla de Oro de los Bomberos de La Habana; la Medalla de Cuba; la Medalla de Alfonso XIII; la Medalla de Los Sitios; Caballero de la Legión de Honor de Francia; Comendador de San Carlos de Mónaco; Comendador de San Benito de Avis de Portugal y numerosas felicitaciones por "su celo, inteligencia y laboriosidad en el cumplimiento de las órdenes recibidas".

Asimismo estaba en posesión de la Especialidad de Torpedos y fue coautor, junto Federico Monreal Fernández-Rodil, de la obra "Torpedos Automóviles" editada en 1904 por el Ministerio de Marina y declarada de texto para su Escuela de Aplicación.


El fallecimiento del Contralmirante Núñez.


La muerte le sorprendió el 5 de octubre de 1928 en Madrid, durante su convalecencia tras un accidente de automóvil, siendo jefe de la Sección de Personal del Ministerio de Marina, cuando contaba 58 años de edad, no llegando por lo tanto a conocer la tragedia que se cebaría años después sobre su familia como consecuencia de la trágica Guerra Civil.

Su hijo Indalecio, casado con Josefina Quijano Bausá, sería asesinado junto a otros oficiales en Valencia el 29 de agosto de 1936, siendo capitán del Regimiento de Infantería Guadalajara nº 10; su hijo Narciso, casado con María del Carmen García Pérez, teniente de navío y comandante del submarino B-1, sería asesinado el 3 de agosto de 1936 en Mahón junto a un centenar de jefes y oficiales de la Armada y el Ejército en la matanza de la fortaleza de La Mola; su hijo Francisco, casado con María Josefa Lacaci Morris, combatiría en la contienda como alférez y teniente de navío, llegando a alcanzar posteriormente el empleo de contralmirante; su hija Sofía se casaría con Hipólito Fernández Palacios, quien siendo comandante de Infantería y al frente del 3º Tabor de Regulares nº 1 de Tetuán sería condecorado con la Medalla Militar Individual por la acción del paso del río Jarama el 12 de febrero de 1937, llegando posteriormente a alcanzar el empleo de teniente general; su hija María Dolores se casaría con el capitán de Infantería Manuel Martínez Ballesteros, quien pasó toda la contienda encarcelado en el bando republicano, alcanzando posteriormente el empleo de coronel; y su hija María del Carmen se casaría con Juan de la Fuente Casares, ingeniero naval, que a lo largo de la guerra civil sufriría prisión en ambos bandos.

El sable del contralmirante Núñez que ilustra el presente artículo también tiene su propia historia. Tras su fallecimiento fue heredado por su hijo Narciso quien solía utilizarlo en determinados actos oficiales. 

Tras los sucesos del 18 de julio de 1936 y ser detenido y encarcelado en La Mola, todos los uniformes y efectos militares que guardaba en el camarote de su submarino fueron saqueados y sustraídos, entre ellos su sable de oficial de la Armada y sus condecoraciones -Medalla Militar de Marruecos con los pasadores de Melilla y Tetuán, Cruz de Guerra Francesa, Cruz Roja del Mérito Naval, Cruz Roja del Mérito Militar, Medalla del Homenaje a SS. MM. Los Reyes y la Medalla de la Paz de Marruecos- no sabiéndose nunca más de todo ello. 

Su pistola, una Astra modelo 300 de 9 mm. corto fue arrojada por su viuda a un pozo de la vivienda en que habitaban al objeto de evitar que fuera encontrada en uno de los habituales registros de los milicianos. 

El sable de su suegro fue celosamente escondido y milagrosamente salvado del expolio, continuando hoy día en poder de sus descendientes y más concretamente en el autor de estas líneas.


sábado, 10 de mayo de 2014

LA MUERTE DEL ALFÉREZ DÍAZ.


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en la Sección "Historia" de la Revista profesional "GUARDIA CIVIL", núm. 723, correspondiente al mes de julio de 2004, págs. 74-78. 
El original está ilustrado con cuatro fotografías en color y cinco fotografías en blanco y negro.

Decreto de 24 de enero de 1936 del Presidente Niceto Alcalá-Zamora: "Habida cuenta de que este doble atentado ha sido cometido por elementos rebeldes al Régimen, contra el personal de la Guardia Civil, Institución armada al servicio de la República, de acuerdo con el Consejo de Ministros y a propuesta del de la Gobernación, vengo a disponer que los hechos ocurridos en Jerez de la Frontera y Arcos, ambos de la provincia de Cádiz, en los días 17 y 18 de Enero de 1936, respectivamente, sean declarados como de guerra a todos los efectos que esta declaración pueda producir".


La Segunda República fue uno de los periodos de mayor inestabilidad política y social del siglo XX, en el que la Guardia Civil -como institución pública de seguridad- y sus componentes -como representantes y garantes de la ley y el orden- fueron objeto de numerosos ataques y atentados. 

Así mientras se cuestionaba por determinados sectores la propia existencia del Cuerpo, exigiendo incluso su disolución, los guardias civiles sufrían constantes agresiones. Los hechos que a continuación se relatan son un ejemplo de ello.

Atardecía el 17 de enero de 1936 en Jerez de la Frontera -un mes antes de las elecciones que llevaría al poder al Frente Popular- cuando comenzaron unos graves sucesos que conmocionaron la provincia gaditana y que fueron tratados ampliamente por la prensa local, regional y nacional de la época.

El guardia civil José García Vera, perteneciente al puesto de la residencia y que se encontraba prestando servicio de requisitorias, caía gravemente herido en un establecimiento de bebidas ubicado en la plaza del Carbón, tras ser alcanzado sin previo aviso por cinco disparos efectuados por la espalda por tres pistoleros –hoy diríamos terroristas- que se dieron seguidamente a la fuga. También resultaron heridos su acompañante, el jefe accidental de la Policía Municipal Manuel Aranda Aguilar, así como un cliente llamado Juan Román Marín, de 60 años de edad y que falleció minutos después. Una de las armas empleadas en el atentado era una pistola ametralladora.

Alertados todos los puestos de la Comandancia se intensificó la vigilancia en las poblaciones más próximas. Sobre las 11 horas del día siguiente el alférez de la Guardia Civil José Díaz Pérez, jefe de la Línea de Arcos de la Frontera, fue informado por el policía municipal Joaquín Lozano Muñoz, de que tres desconocidos sospechosos se encontraban en la taberna de Manuel Garrido Gil, sita en el nº 21 de la calle Romero Gago, por lo que acompañado de la pareja compuesta por el guardia 1º Antonio Campanario Sánchez y el guardia 2º Modesto Moreno Medina, que se encontraban de servicio en la barriada de San Francisco así como del policía municipal Diego Pardo Gil, se dirigió al lugar para proceder a su identificación.

Sin embargo ello no fue posible ya que según consta textualmente en la hoja de servicios del alférez Díaz, al penetrar "decididamente en dicho edificio y previa la intimación a los sujetos de "manos arriba" recibió simultáneamente varias descargas de los pistoleros, sin que a pesar de ello y con arrojo digno de los mayores elogios ya herido gravemente disparó su revólver contra aquellos hasta agotar la dotación de cartuchos, arrojándose sobre uno de ellos en esta circunstancia y luchando con él hasta que la pérdida de sangre le produjo un desvacenimiento, siendo cogido por el guardia municipal Diego Pardo, simultáneamente que la pareja del Cuerpo que le acompañaba hacía fuego sobre los pistoleros, ocasionando la muerte instantánea a dos de ellos y heridas graves al tercero, siendo trasladado seguidamente el citado oficial a la casa de socorro para recibir asistencia, donde al llegar ya había fallecido, resultando como consecuencia de esta refriega también herido de pistola, el guardia 1º Antonio Campanario Sánchez".

Cuando minutos después llegó al lugar el comandante del Puesto de Arcos –sargento Andrés Barrios González- acompañado de los guardias Alfredo Vivas Torres y Francisco Rodríguez Gutiérrez así como del trompeta Miguel Cuevas Gutiérrez, poco más se pudo hacer que avisar a la autoridad judicial e interrogar a los presentes. 

Respecto a la rápida reacción de los pistoleros que hicieron fuego con sus armas nada más entrar el alférez por la puerta, parece ser según manifestación del testigo Andrés Durán Escors, que los clientes de la taberna –donde habitualmente se jugaba a los prohibidos- fueron alertados instantes antes de la llegada de la Guardia Civil, pensando que se trataba de una simple redada.

Los pistoleros muertos resultaron ser Julio Jiménez Correa (a) "El Chipi", de 20 años de edad, y Antonio Franco Orellana (a) "El Burriana", ambos vecinos de Jerez . Estaban fichados como "anarquistas de acción y sujetos muy peligrosos", siendo el primero responsable de un tiroteo con el agente de policía Isidro Sáez mientras que el segundo lo era de haber disparado contra un contratista de obras. El tercer pistolero, que había resultado herido grave, era conocido por el alias de "El Raspadura" y reconoció ser los autores del atentado de la tarde anterior.

El entierro del alférez Díaz, acontecido al día siguiente, constituyó tal y como reflejan las fotografías y crónicas de la época, una de las mayores expresiones de dolor que hasta entonces había conocido la población de Arcos de la Frontera. 

Se cerraron los establecimientos en señal de duelo y multitud de vecinos acompañaron al impresionante cortejo fúnebre por las principales calles, encabezado por el gobernador civil –Luis Armiñán Odriozola-, el gobernador militar –general de brigada de Infantería Julio Mena Zueco-, los alcaldes de Arcos y Jerez –Andrés Escors Garrucho y Juan Narváez Ortega- y el jefe de la Comandancia –teniente coronel Sebastián Hazañas González-, hasta el cementerio municipal de San Miguel.

Pocos días después, el 24 de enero, el gobierno recompensaba a título póstumo al alférez con el grado de Oficial de la Orden de la República. Justo un mes más tarde el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora y Torres, firmaba un decreto en el que se disponía que "habida cuenta de que este doble atentado ha sido cometido por elementos rebeldes al Régimen, contra el personal de la Guardia Civil, Institución armada al servicio de la República, de acuerdo con el Consejo de Ministros y a propuesta del de la Gobernación, vengo a disponer que los hechos ocurridos en Jerez de laFrontera y Arcos, ambos de la provincia de Cádiz, en los días 17 y 18 de Enero de 1936, respectivamente, sean declarados como de guerra a todos los efectos que esta declaración pueda producir".

Según un acuerdo del ayuntamiento arcense, adoptado el 7 de febrero, consternado por "la agresión de unos desalmados inconscientes que quitó la vida al bizarro Jefe de esta Línea de la Guardia Civil, el Alférez Don José Díaz Pérez, modelo de caballeros, y uno más que ha ido a aumentar la innumerable lista de héroes de ese benemérito Cuerpo, honra de España y admiración del extranjero", cuya reseña fue publicada en el Boletín Oficial del Cuerpo del día 20 de marzo siguiente "y con el fin de ofrecer una ofrenda póstuma" a su memoria, concedió a perpetuidad el nicho, se hizo cargo de los gastos del sepelio, sufragó el importe de la lápida donde la Corporación municipal, tal y como se puede leer actualmente "rinde tributo al heroico cumplimiento del deber", y por último la calle conocida por "Salida a Jerez" pasó a denominarse "Alférez Díaz Pérez".


El alférez Díaz.


El infortunado oficial, que tenía entonces 48 años de edad y había ascendido apenas un mes antes al empleo de alférez, era natural de la localidad gaditana de Algar, siendo hijo del matrimonio compuesto por el guardia civil 2º Manuel Díaz Gómez y Leonarda Pérez Vallejo. 

Su vida transcurrió en dicha población hasta que tras comenzar su carrera militar el 1 de agosto de 1908 en la Caja de Reclutas de Jerez de la Frontera, fue destinado por real orden de 5 de febrero del año siguiente a la 5ª Batería de la Comandancia de Artillería de Ceuta.

Apenas transcurrido un año fue ascendido por elección al empleo de cabo en su propia unidad, donde continuó hasta finales de 1911, siendo licenciado y regresando a su pueblo natal, si bien dos meses después fue nuevamente movilizado y tuvo que retornar a Ceuta por espacio de dos meses más hasta que por fin pasó a la situación de reserva activa. 

Poco después de volver al hogar paterno le notificaron que dadas sus buenas aptitudes acreditadas durante el servicio militar en Africa había sido ascendido a sargento de la reserva.

Siguiendo la tradición paterna ingresó en la Guardia Civil el 1 de abril de 1912, siendo destinado a la Comandancia del Este, con cabecera en Barcelona y perteneciente al 21º Tercio, donde cuatro años después ascendió al empleo de cabo y contrajo matrimonio con Sofía Victoria Rey. 

Durante ese periodo de 1916, según consta en su hoja de servicios, "le fueron dadas las gracias por su comportamiento digno del mayor elogio en la ejecución de todos los servicios que prestó con motivo de las huelgas de obreros ocurridas en esta capital desde el 3 de enero al 20 de abril" y "S.M. el Rey se ha servido dar las gracias por el comportamiento digno de mayor elogio en la ejecución de los extraordinarios servicios que prestó con motivo de las huelgas de obreros ferroviarios ocurrida del 11 al 20 de julio".

En marzo del año siguiente pasó destinado al Protectorado español y concretamente a la sección de Larache que dependía por aquel entonces de la Comandancia de Cádiz hasta que en marzo de 1919 se creó la propia de Marruecos. Tras prestar servicio en los puestos de Castillejos y Río Martín se le concedió la medalla militar de Marruecos con el pasador de Tetuán y después de los trágicos sucesos de Annual acontecidos en el verano de 1921, quedó concentrado en Xauen hasta el mes de octubre.

Transcurridos tres años, en febrero de 1924, abandonó Marruecos y fue destinado al puesto de Rota de la Comandancia de Cádiz en el que permaneció hasta que en mayo del año siguiente ascendió al empleo de sargento y pasó al mandar el puesto de El Campillo perteneciente a la Comandancia de Huelva. 

Transcurridos otros cuatro años, en febrero de 1928, fue destinado nuevamente a Barcelona, donde le comunicaron la concesión de la medalla de la paz de Marruecos por los servicios allí prestados.

Tras los sucesos revolucionarios de diciembre de 1930 y la frustrada sublevación militar republicana de Jaca se le anotó en su hoja de servicios que "el Rey ha tenido a bien disponer se signifique, haciéndose constar en las documentaciones del personal, la satisfacción con que el Gobierno ha visto y apreciado en todo su valor el alto espíritu y actuación de las fuerzas del Instituto en defensa del orden público, así como la disciplina, lealtad y abnegación que han evidenciado en cuantas ocasiones se han visto precisado a intervenir en defensa del orden y de las Instituciones".

Sin embargo los acontecimientos eran ya imparables y el sargento Díaz sería testigo en Barcelona de la proclamación el 14 de abril de 1931 de la 2ª República, firmando la promesa de fidelidad a la misma que prevenía el decreto del día 22 siguiente, trámite obligatorio para todos aquellos que desearan continuar en servicio activo.

El 18 de julio de 1932 ascendió al empleo de suboficial y fue destinado a mandar el puesto de Puigcerdá de la Comandancia de Gerona aunque apenas permaneció en el mismo tres meses ya que retornó nuevamente destinado a Barcelona. 

Al año siguiente ascendió al empleo de subayudante y fue destinado a la Intervención de Armas de la Comandancia de Tarragona. 

De allí pasó en febrero de 1934 a la plana mayor del 3º Tercio y tras ascender a subteniente en mayo fue destinado a la Comandancia de Barcelona aunque no llegó a incorporarse por ser inicialmente concentrado y posteriormente destinado a la de Gerona para hacerse cargo del mando de la Línea de Palamós.

En noviembre de ese año fue destinado a su provincia natal, siéndole asignada provisionalmente durante un mes la Línea de Bornos y después la de Arcos de la Frontera, a cuyo frente encontraría la muerte el 18 de enero de 1936, dejando viuda y cuatro huérfanos, llamados Leonarda, Manuel, Eduardo y Esperanza. El tercero llegaría a ser guardia civil y la última, que era la de menor edad, es la única que actualmente vive.

Un mes después del suceso el Frente Popular ganaba las elecciones del 16 de febrero y cinco meses más tarde comenzaba la fraticida Guerra Civil. 

La calle dedicada a la memoria del alférez Díaz perduró durante todo el periodo franquista hasta que con la primera corporación democrática de la Transición, en el pleno celebrado el 27 de julio de 1979, corrió la misma suerte que las dedicadas a los generales Franco, Queipo de Llano y Mola –que habían encabezado el alzamiento militar iniciado justo seis meses después de su muerte- siendo sustituido su nombre por el de Manuel Muñoz Vazquez –alcalde local durante la 1ª República- que unía la plaza de España con la calle de Miguel Mancheño.

Por otra parte en la fachada de la vivienda de Algar donde nació, sus vecinos colocaron tiempo después una placa con la siguiente inscripción: 

"En esta casa nació el 19 de diciembre de 1887 el Sr. D. José Díaz Pérez, heróico Oficial del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil que murió vilmente asesinado en el cumplimiento de su deber en Arcos de la Frontera el día 18 de enero de 1936. Sus paisanos todos dedican este recuerdo al que fue modelo de caballeros y supo añadir una nueva página de gloria al Cuerpo que pertenecía".

Dicha placa, hace unos años, al cambiar la vivienda de titular y no desearla en su fachada fue retirada y recogida por los familiares del alférez Díaz que la siguen conservando. 

No obstante Algar, al contrario que Arcos, no ha olvidado a su hijo y una céntrica plaza sigue hoy día dedicada a la memoria de "quien generosamente sacrificó su vida en defensa de la paz social", tal y como expresó en un oficio de 29 de enero de 1936 el propio subsecretario del ministerio de la Gobernación.

NotaSe agradece expresamente la colaboración de los hermanos Juana y Manuel Díaz, sobrinos del citado alférez así como de Alfonso Durán Díaz, nieto del mismo y del guardia civil Fernando Gil Sierra.


FRANCISCO COSSI OCHOA: UNA MUERTE SIN ESCLARECER.


LXVIII aniversario de la Guerra Civil en Cádiz (1936-2004).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "DIARIO DE CADIZ" el 18 de julio de 2004, pág. 12. 
El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.

Todavía se ignora cuándo, donde y quiénes asesinaron al Presidente de la Diputación Provincial de Cádiz en 1936. Su cuerpo nunca apareció.

La Democracia y los historiadores tenemos en Cádiz muchas asignaturas pendientes y una de ellas se llama Francisco Cossi Ochoa, presidente de la comisión gestora de la Diputación Provincial el 18 de julio de 1936 y que un mes después desapareció de la prisión sin dejar rastro. A pesar de que han transcurrido casi siete décadas desde entonces todavía no se tiene constancia de lo sucedido.

No fue el único caso sino que hubo muchos más en nuestra provincia, fruto del odio y la sinrazón. Su compañero y alcalde de Puerto Real, José Mª Fernández Gómez, (ver DIARIO DE CADIZ de 30-04-2003), fue otro más de los que desaparecieron en esas fechas para siempre.

Isabel de Azcárate Ristori publicó hace cuatro años un magnífico libro titulado "Tomás de Azcárate, Capitán de Fragata. Su muerte por fin esclarecida (1889-1936)", dedicado a la memoria de su padre, compañero de infortunio de Cossi. Desgraciadamente respecto a éste hoy día no se podría escribir todavía un libro similar ya que su muerte y otras muchas más cosas todavía están por esclarecer.

Francisco Cossi Ochoa había nacido en El Puerto de Santa María el 24 de agosto de 1898 y era el tercero de los cinco hijos del matrimonio formado por José Jacinto Cossi Pérez y Mª Luisa Ochoa Zaldívar. Cursó estudios de comercio y trabajó en una compañía de electricidad y en una farmacia, habiendose afiliado a la UGT y al Partido Republicano Radical Socialista, siendo además activo colaborador de la Cruz Roja portuense.

Sus primeros pasos de relevancia en la política los dio el 29 de abril de 1931, cuando tras la proclamación de la 2ª República, fue designado para formar parte de la comisión gestora del ayuntamiento portuense.

En las elecciones municipales celabradas el día 31 del mes siguiente, como consecuencia de la anulación de las del 12 de abril en aquellas localidades que se incoaron expedientes de protesta, Cossi resultó proclamado alcalde con el voto favorable de 18 de los 24 concejales que componían la corporación. 

En dicho cargo permaneció hasta el 25 de mayo de 1932, fecha en la que dimitió por razones estrictamente particulares, no sin antes solicitar que fueran publicadas las cuentas de su gestión, el estado de las obras realizadas así como sus inversiones. Reclamado por sus correligionarios para la alcaldía, la ocupó nuevamente el 22 de junio del año siguiente.

Su huella se dejó sentir en la mejora del alumbrado público, pavimentación y alcantarillado de numerosas calles portuenses así como en las obras realizadas en diversas escuelas públicas y edificios municipales.

El 27 de febrero de 1936, dos semanas después del triunfo electoral del Frente Popular, fue designado por aclamación, presidente de la nueva comisión gestora de la Diputación de Cádiz, perteneciendo ya por aquel entonces a la formación Izquierda Repúblicana que estaba encabezada por Manuel Azaña Díaz y que había surgido en abril de 1934 de la fusión de diversos partidos.

Sublevación, prisión y desaparición.

Cuando en la tarde del 18 de julio de 1936 el edificio que albergaba el gobierno civil y la diputación provincial fue sitiado por las fuerzas sublevadas del Ejército, Cossi se encontraba allí, permaneciendo en todo momento junto al gobernador Mariano Zapico y no quiso abandonarlo cuando al anochecer se dio dicha oportunidad a quienes voluntariamente desearan hacerlo.

La defensa del edificio, protagonizada por medio centenar de guardias de asalto al mando del capitán Antonio Yáñez-Barnuevo y varios centenares de militantes del Frente Popular, cesó al amanecer del día siguiente con el desembarco de fuerzas regulares indígenas procedentes de Ceuta, deteniéndose a todos los que se encontraban en su interior.

Cossi, junto a Zapico, Azcárate, Yáñez-Barnuevo, el teniente coronel de Carabineros Leoncio Jaso y otros de significada relevancia fueron inicialmente encarcelados en el castillo de Santa Catalina. 

El 20 de julio los paisanos fueron trasladados a la prisión provincial si bien parte de ellos, al aumentar el número de detenidos lo fueron también al penal de El Puerto de Santa María así como al buque carbonero "Miraflores" que tuvo que habilitarse a partir del 25 de julio como prisión flotante. Dos dias después Cossi fue trasladado a las bodegas de dicho buque, donde permaneció hasta el 29 para regresar a la prisión provincial.

La maquinaria judicial de los sublevados se puso en marcha y el 22 de julio se inició la instrucción del juicio sumarísimo nº 82/1936, incoado paradójicamente por el delito de rebelión militar. Los encartados fueron Cossi, Zapico, Azcárate, Jaso y Yáñez-Barnuevo así como Antonio Macalio Carisomo, secretario particular del gobernador, y Luis Parrilla Asensio, oficial de telégrafos.

El 2 de agosto se elevó a plenario respecto a Zapico, Jaso, Yáñez-Barnuevo y Parrilla, siendo fusilados el día 6 en el castillo de San Sebastián, mientras que sobre Cossi, Azcárate y Macalio se ordenó deducir testimonio e iniciar un nuevo procedimiento.

Cossi y Macalio designaron como defensor al letrado Andrés López Gálvez pero éste rehusó alegando que "no es prudente desde el punto de vista profesional hacerse cargo de la misma". 

Sin embargo y por razones todavía no conocidas el general Queipo de Llano ordenó que Azcárate y Macalio fueran fusilados el 16 de agosto, sin conocimiento del juez instructor, junto al capitán de Infantería retirado Antonio Muñoz Dueñas, el diputado del PSOE Rafael Calbo Cuadrado y el obrero Julián Pintos Uriarte. La ejecución se llevó a cabo en los fosos de Puerta de Tierra y durante mucho tiempo hubo la errónea creencia de que Cossi había perecido junto a ellos.

Lo cierto es que el lugar, fecha y autores de su muerte y sepultura siguen siendo casi siete décadas después unas grandes incógnitas. En el Registro Civil de Cádiz no se realizó la inscripción de su defunción ni tampoco en el de El Puerto de Santa María, donde residía como soltero en el domicilio de su madre. Tampoco consta su enterramiento en los cementerios de dichas ciudades.

En los archivos de la antigua prisión provincial de Cádiz (actual "Puerto II") la última anotación que le consta en su expediente es que fue conducido el 17 de agosto a la "Fábrica de Torpedos" (actual Instituto Hidrográfico de la Armada). ¿Sería verdad?. Nunca más se supo de él.

Por otra parte y gracias a la historiadora Alicia Domínguez Pérez se tiene constancia de que el 13 de septiembre de 1938 se le instruyó expediente por la Comisión Provincial de Incautaciones y que por resolución de 31 de mayo de 1941 del Juzgado de Instrucción Provincial de Cádiz de Responsabilidades Políticas, fue declarado como fallecido en "los primeros días del Movimiento".

Su familia también sufrió la represión. Sus hermanos Eduardo y José Jacinto fueron encarcelados al igual que su cuñado Pablo Cerdá Simó. De Eduardo, casado y con seis hijos de corta edad, tampoco se supo nunca nada más. 

Si aparece en cambio la inscripción de su muerte, acontecida a causa del "Glorioso Movimiento Nacional" precisamente el 16 de agosto de 1936, habiéndose realizado fuera de plazo el 12 de noviembre de 1938 en virtud de carta-orden del juez de instrucción de El Puerto de Santa María como consecuencia del auto dictado para la declaración de "desaparecido".

Francisco Cossi Ochoa, que fuera presidente de la Diputación y dos veces alcalde de El Puerto de Santa María, donde por cierto tiene una de las calles menos conocidas por los portuenses, sigue esperando a que algún día sus restos sean localizados y puedan descansar dignamente en paz.


GUERRA CIVIL EN MÁLAGA, 1936-1937. REVISIÓN HISTÓRICA.



Recensión publicada por Jesús Núñez en la "Sección Libros y Revistas" de la "REVISTA GENERAL DE MARINA",  Tomo nº 255 (Julio 2004).

RAMOS HITOS, Juan Antonio: Guerra Civil en Málaga, 1936-1937. Revisión histórica. Editorial Algazara S.L.. Málaga, 2003. 694 págs., 138 ilustraciones. 20 euros. ISBN: 84-87999-82-4.

El capitán de la Guardia Civil Juan Antonio Ramos Hitos, actualmente en situación de Reserva, es el autor de la presente y voluminosa obra, un magnífico ejemplo de objetividad e investigación seria y rigurosa al margen del sectarismo que por desgracia se viene observando en los últimos tiempos.

Con pluma ágil y estilo directo, que facilita la amenidad de la lectura, se procede a abordar los hechos que acontecieron en Málaga desde las elecciones de febrero de 1936 hasta los sucesos acontecidos tras su ocupación militar el 8 de febrero de 1937.

Para ello y con impecable imparcialidad ha reflejado a lo largo de centenares de páginas el fruto de varios años de investigación en archivos y fuentes tan variados como los del Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil, Prisión Provincial de Málaga, Gobierno Civil de Málaga, Juzgado Militar Territorial de Sevilla o de los Juzgados Togados Militares de Málaga y Granada, entre otros muchos, tanto públicos como privados.

Se trata de una verdadera y objetiva recuperación de la memoria histórica malagueña durante ese periodo que tras ser prologado por Francisco Javier Mata Tejado, se adentra en las jornadas de la conspiración, sublevación y revolución sufridas en Málaga y algunas de las localidades cercanas, aportándose datos inéditos hasta ahora.

La represión ejercida por ambos bandos se detalla y cuantifica, incluso nominalmente en muchas ocasiones, en los capítulos siguientes con rigor y sin concesión alguna a la manipulación, tratándose también la sufrida en la Armada, tanto a bordo en los buques como en los fusilamientos de jefes y oficiales en tierra firme, destacando la reproducción de algunas cartas escritas por los marinos a sus seres más queridos momentos antes de ser asesinados.

El aspecto militar de aquellos meses de guerra civil también es desarrollado minuciosamente por el autor durante casi doscientas páginas volviendo a ser la Armada otra vez una de las obligadas protagonistas y muy especialmente la flota republicana que tenía allí una de sus bases de operaciones.

Finalmente se desmenuza a lo largo de medio centenar de páginas el intereseante y poco conocido proceso que se siguió a los responsables republicanos de Málaga por el Tribunl Supremo de la República al considerarse que habían cometido un delito de alta traición al abandonar la ciudad en manos de enemigo.

Por último y de gran interés son también los anexos documentales y la ilustradora colección fotográfica, inédita en su mayor parte al proceder de archivos privados y que comprende entre otras, diversas imágenes de la marinería republicana durante su presencia en Málaga en aquel periodo.

En definitiva se trata de una obra de gran interés y obligada lectura para quien al margen de cualquien contaminación sectaria, quiera conocer lo verdaderamente acontecido en Málaga durante los años 1936 y 1937.