sábado, 30 de agosto de 2014

INFORME SECRETO. EL ARMAMENTO DEL EJÉRCITO ESPAÑOL ANTE LA 2ª GUERRA MUNDIAL (II). EXPLOSIVOS, MUNICIONES Y PÓLVORAS.


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 272 correspondiente al mes de febrero de 2005, de la Revista "ARMAS", págs. 64-70. 
Los originales están ilustrados por trece fotografías en color y cuatro en blanco y negro.

El 30 de agosto de 1939 la Unión Española de Explosivos emitía un informe confidencial para el general Varela, Ministro del Ejército, que comenzaba así: “La crisis internacional nos obliga a exponer la situación creada en lo que afecta a las fabricaciones de pólvoras y explosivos militares que nos están encomendadas, …”. 
Dos días después, tropas alemanas invadían Polonia. La 2ª Guerra Mundial acaba de comenzar ...
España había sufrido una fraticida guerra civil de casi tres años de duración y el tenso ambiente que se respiraba al otro lado de los Pirineos estaba a punto de estallar como consecuencia de la firme política expansionista germana ante la debilidad de las democracias liberales europeas.

La situación económica e industrial española era caótica, lo cual dificultaba los intentos de reorganización armamentística que se habían diseñado desde el madrileño palacio de Buenavista, sede del Ministerio del Ejército. Las restricciones de todo tipo que se padecían desde la finalización de la contienda y sus consecuencias, fueron reflejadas desde el principio del mencionado informe: “Ha sido absoluta la prohibición de importar materias primas, que lleva como inmediata consecuencia a parar el 10 de septiembre las fabricaciones de pólvoras de Guerra  que están en curso”.

Evidentemente la declaraciones el inicio de la contienda mundial distanció mucho más dicha fecha. La U.E.E. había previsto una alternativa consistente en la adquisición de “mineral Jelly”, un producto derivado de petróleos y de muy difícil sustitución, cuya composición en la pólvora debía ser al menos del 5%. España carecía del mismo pero si se podían obtener 100 toneladas, serían suficientes para producir 2.000 toneladas de pólvoras de cañón, que era la cantidad de reserva necesaria en los estudios realizados.

El informe, a pesar de la delicada situación del exterior, intentaba mantener una esperanzadora pero posibilidad de mejora ya que “si por fortuna tiene solución el problema internacional, la situación de acopios que se señala, tenderá a mejorar, …”. Sin embargo la situación no mejoró.

Respecto a la Trilita, el informe reconocía que si bien se estaba en esas fechas en disposición de producir 400 toneladas, “consideramos esta cifra como muy pequeña para las necesidades del Ejército y la Marina”. Otro material de singular importancia era el Tolueno, que “es de todos los productos empleados en fabricaciones de guerra, el primero que deja de exportarse ante el anuncio de la guerra, es el más estimable y la Nación que lo posea, estará tanto más preparada, cuanto más tenga de él”. España disponía de muy escasas reservas y su producción era mínima.

La Sociedad Unión Española de Explosivos, con las fábricas vizcaína de Galdácano así como la ovetense de Manjoya, “está atenta a estos problemas, que tanto afectan a la defensa, y hace lo necesario en la medida de sus fuerzas por acopiar materias primeras, y más tendría  si no existieran las obligadas restricciones en la adquisición de las divisas necesarias”.

El importe de las materias primeras (tolueno, nitrato de sosa y de amoniaco, acetona y algodón linters) que se disponían a fecha 30 de agosto de 1939 ascendía tan sólo a 4.500.000 pesetas y según los detallados estados de producción de explosivos y pólvoras de primeras materias que se adjuntaban al informe, la cuantía para adquirir los productos necesarios para uno o dos años de fabricación, debía de ser de 13 millones de pesetas en divisas para el primer periodo o de 29 millones en el segundo caso.

La U.E.E. se ofrecía a reintegrar en su caso dichos anticipos, con los créditos pendientes de percibir del Estado por suministros al Ejército. Si la propuesta era aceptada “el Estado podría contar con 3.285 Tns. de Trilita y 2.555 Tns. de pólvora en un año, o bien, con 6.570 y 5.110 Tns. de uno u otro producto, si la previsión alcanzara a dos años de fabricación continua”.

En el primer caso el coste total de producción de ambas sustancias superaría, según las cotizaciones del momento en el mercado, la cantidad de 75 millones de pesetas mientras que en el segundo caso la cifra se elevaría hasta casi los 152 millones, es decir, unas cantidades muy respetables para la época.

Y todo ello considerando dichas necesidades en tiempo de paz ya que tal y como finalizaba el informe, “evidentemente serían escasas en caso de guerra”. En definitiva, si España a muy duras penas podía cubrir en estas materias sus previsiones durante la posguerra civil, era difícilmente pensable que pudiera afrontar en este ámbito, salvo importantes ayudas del exterior, su participación en una nueva contienda bélica de la envergadura de la que comenzaría apenas 48 horas después de redactarse el mencionado informe.

A modo de curiosidad mencionar que otras sustancias de interés como la tetralita, la dimetilanilina, el siliciuro de calcio o la bentonita, cuyas cantidades y necesidades quedaban recogidas en el reiterado informe, no suponían una especial preocupación en cuanto a su adquisición. Asimismo se hacía referencia a la producción de una nueva pólvora de cuadradillos, que se encontraba en periodo de ensayo.
Producción de fábricas militares y civiles.
            
Otro informe de significativa trascendencia era el de “Producción de Fábricas Militares y Civiles y existencias de pólvoras y explosivos en parques y maestranzas”, que si bien no consta en el mismo su fecha de emisión ni identifica su productor, parece elaborado por la Dirección General de Industria y Material del Ministerio del Ejército en el segundo semestre de 1939.

En ese momento las fábricas militares de pólvoras y explosivos en funcionamiento en España, se encontraban ubicadas en Granada, Murcia y Valladolid, bajo control y responsabilidad directa del Ejército, mientras que las fabricas civiles de Galdácano y Manjoya pertenecían a la U.E.E., bajo supervisión militar.

El informe, minucioso y con numerosos estadillos, está dividido en varios apartados. El primero trata sobre la capacidad mensual máxima de producción de pólvoras y explosivos (pólvora negra, nitrocelulosa, nitroglicerina, trilita, tetralita, amonal y dinamita). Así las capacidades máximas podían elevarse, caso necesario, hasta 75 toneladas de pólvora nitrecelulosa y 180 de trilita en Granada, hasta 180 toneladas de pólvora nitrecelulosa en Murcia, hasta 60 toneladas de trilita en Manjoya, hasta 405 toneladas de trilita en Galdácano y hasta 1.200 toneladas de amonal en Valladolid, “cuando la producción de aluminio en polvo lo permita”.

Otro apartado de significativo interés que constataba las carencias españolas eran las relaciones de necesidades de primeras materias para alcanzar la máxima producción de pólvoras y explosivos, con expresión de las cantidades concretas. Las de producción nacional nula eran las de nitratos amónico-potásico-sódico, acetona, vaselina, dimetilanina y estabilizantes mientras que se producían las de algodón, glicerina, difenilamina y toluol, aunque tal y como reconocía el informe, en cantidades insuficientes.

Otras sustancias necesarias para la fabricación de material de guerra –bajo control de la Jefatura de Material de Artillería, Armamento y Municiones- cuya capacidad de producción española era nula o insufiente eran las de chatarra de cobre e hierro, niquel, ferromanganeso, ferromolibdeno, ferrovanadio, cobalto, alumino, cobre, cobre y zinc electrolítico, estaño, widia, cromo, magnesita, piedras esmeril, carburos metálicos, vidrio óptico, celuloide transparente, amianto, caucho, crisoles de grafito, alambre de acero inoxidable, bismuto metal, cloruro de magnesio, acero amarillo y acero plata, cuyas cantidades se recogen también minuciosamente en otro de los apartados del extenso informe.

La situación real no podía ser más desalentadora aunque el informe no omite ninguna alternativa, pues “existen en España minerales más o menos pobres que si se pusieran en explotación bastarían en tiempo de guerra para compensar los déficits que existen actualmente”. Asimismo se contemplaban nuevas vías de suministro ya que “la instalación de la Real Compañía Asturiana de Minas, tendrá una capacidad de producción de zinc electrolítico de 6.000 Tm., al año, pero en el primer año no espera producir más que 4.000 Tm.”.

En el informe se detallaban qué materiales y en qué empresas y paises concretos se podían adquirir cada uno de ellos, tales como Alemania, Bélgica, Cuba, Estados Unidos, Francia, Holanda, Inglaterra, Italia, Portugal y Suecia. El inicio de la 2ª Guerra Mundial cerraría por razones obvias el acceso a todos estos mercados e incluso en el caso de las naciones amigas de ese momento –Alemania, Italia y Portugal- cuyas prioridades no contemplaban precisamente las nuestras.

Respecto a las municiones y artificios la capacidad de producción máxima diaria de las fábricas militares era de 4.400 granadas de obús/cañón, 5.500 espoletas, 6.000 estopines, 2.000 vainas de cañón, 300 granadas de morteros, 3.000 granadas de mano Laffitte, 2.500.000 cartuchos de 7 mm. y 7’92 mm., y 500.000 cartuchos de pistola. La capacidad máxima diaria de producción de la industria civil era de 29.580 granadas de obús/cañón, 48.760 espoletas, 31.669 estopines, 17.414 granadas de morteros y 36.183 granadas de mano Laffitte,. ¿Todo ello era suficiente para abastecer y reponer al Ejército sus consumos diarios si se entraba en el nuevo conflicto mundial?. Pues la respuesta es que en buena parte de los casos la situación sería bastante crítica.

Existencias en Parques y Maestranzas.

Cada tipo de munición necesita como carga de proyección una clase de pólvora diferente que varía en función del arma –obús, cañón, mortero, fusil y pistola- que se trate. Ello implica que además de una gran variedad de pólvoras, se disponga de las reservas necesarias así como de la suficiente capacidad de producción para atender satisfactoriamente las peticiones de dotación, consumo y reposición.

La Guerra Civil había motivado que a su finalización el Ejército tuviera una gran variedad de piezas de artillería de campaña que alcanzaba la cifra de 30 modelos diferentes (obuses de 240 mm., 210 mm., 155/13, 11/43; y cañones de 155 mm, 155 mm. ruso, 150 mm., 149/35, 149/12, 127 mm., 115 mm., 107 mm., 105/28, 105/11/22, 105 Krupp, 100/17, 80 mm., 77 mm., 77/24/32, 76 mm., 75/28, 75/27, 75/18, 75/13, 75 mm., 75 Ansaldo, 70/16, 65/17, 45 mm. y 20 mm.).  

El número de cargas de proyección existentes en parques y maestranzas difería mucho en función de cada modelo, pues si bien por ejemplo, para los cañones de 75/27 alcanzaba en todo el territorio la cantidad de 1.261.916 cargas, para los cañones de 115 mm. o para los obuses de 240 mm. sólo se disponían de 139 y 369 cargas respectivamente. Para buena parte de las piezas sólo se dísponían de cargas para unos cuantos días o semanas en caso de guerra.

Respecto a las pólvoras, sus existencias se contabilizaban por kilogramos y se encuadraban en cuatro grandes clases: pólvoras negras, de pistola, de fusil y de cañón/obús. Las primeras correspondían a las filiaciónes 8, 9 y 10 con un total de 144.398 kgs.; para pistola se empleaba la de filiación 41 con 15.755 kgs.; y para fusiles había 296.494 kgs. para los de 7 mm. y 168.507 kgs. para los de 7’92 mm. Mayor complejidad entrañaban los 1.556.158 kgs. para los diferentes modelos de obús y cañón ya que las pólvoras no eran polivalentes y pertenecían a las clases A; B; C S P-2; E; F; J; K; L; LL; U.S.-3; U.S.-5; X 12.12.1,2; Y 10.10.1; 15.15.1,5; 20.20.2; 30.30.3; 35.35.3,5; así como de las filiaciones 35, 37 y 38.

Respecto a los explosivos se disponían en total de 3.956.964 kgs., entre explosivo C.M. (carga de granadas de mano y mortero), trilita (carga de granadas de artillería y bombas de aviación), tetralita (carga de multiplicadores y artificios), nitramita 80/20 (carga de granadas de mano y mortero), explosivo F.E. 3 (carga de granadas de artillería), amonal (carga de bombas de aviación), amatol (carga de granadas de artillería) y dinamitas (carga de destrucciones).


(Continuará)



FRANCISCO COSSI OCHOA (1898-1936), PRESIDENTE HONORARIO DE LA DIPUTACION PROVINCIAL DE CADIZ.


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "DIARIO DE CADIZ" el 10 de febrero de 2005, pág. 23.


Francisco Cossi, joven político portuense, nació en 1898 en el seno de una modesta familia numerosa, destacando por su afición a la lectura y a la música, además de ser habitual tertuliano del Círculo Mercantil y colaborador de la asamblea local de Cruz Roja. 

Afiliado a la UGT en tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera, se enroló en las filas del republicanismo, siendo uno de sus candidatos en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. 

Dos días después fue uno de los protagonistas de la proclamación de la República en El Puerto y el gobernador civil lo designó para formar parte de la comisión gestora municipal que se formó tras anularse los resultados iniciales.



Proclamado alcalde, las elecciones del 31 de mayo lo ratificaron en el cargo al ser el candidato más votado. Honesto y entregado al pueblo, dimitió un año después por puro agotamiento físico y plena desatención de sus asuntos particulares. 

En junio de 1933 fue reclamado para presidir nuevamente el ayuntamiento hasta que en febrero del año siguiente volvió a dimitir tras una agria polémica con los ediles socialistas, siendo en octubre de 1934 uno de los concejales cesados gubernativamente, no reponiéndosele hasta el triunfo del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936, al cual pertenecía como militante de Izquierda Republicana.

El 27 de dicho mes fue nombrado presidente de la comisión gestora de la Diputación, volcándose en cuestiones asistenciales y benéficas así como en promover el Estatuto de Andalucía de cuyo comité formó parte, acompañando a Blas Infante en los actos públicos que éste protagonizó en Cádiz el 12 de julio de 1936.

Cuando estalló la sublevación militar, ni huyó ni se escondió como otros. Su decisión fue permanecer junto a quien entonces ostentaba la legalidad y representaba al Gobierno. Fue detenido, encarcelado y procesado por el incoherente delito de rebelión militar contra la República, siendo sacado de la prisión sin conocimiento del juez militar y asesinado en un paraje desconocido, no habiéndose localizado todavía su cuerpo.

Su muerte, al contrario que la de otros y al igual que la de muchos, está todavía sin esclarecer. De hecho, Cossi constituye un símbolo para las víctimas de la represión. Se hace justicia nombrando a Francisco Cossi Ochoa Presidente Honorario, pero todavía no descansa en paz.

---------------   Versión completa no publicada     --------

FRANCISCO COSSI OCHOA,
PRESIDENTE HONORARIO DE LA DIPUTACION

La noticia de su próximo nombramiento como Presidente Honorario de la Diputación constituye un acto de dignidad y justicia, que rinde tributo a la memoria de quien hace ya casi siete décadas se encontraba al frente de la misma.

Francisco Cossi Ochoa nació el 24 de agosto de 1898 en El Puerto de Santa María, siendo el tercero de los cinco hijos de un modesto matrimonio que vivía en la calle Federico Rubio, el insigne médico y político republicano portuense del siglo XIX. 

Cursó estudios de comercio y estuvo trabajando en una farmacia y en una compañía de electricidad, destacando por su afición a la lectura y a la música, además de ser habitual tertuliano del Círculo Mercantil y voluntarioso colaborador de la asamblea local de la Cruz Roja.

Cuando falleció su padre se quedó al atento cuidado de su madre con la que siempre convivió pues no llegó a casarse aún a pesar de haber cortejado a una atractiva joven portuense llamada Mercedes.

Sus primeros pasos en la política los dio en la Asociación de Dependientes de Oficinas del Comercio, perteneciente a la UGT. Paralelamente y cuando todavía eran tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera, se enroló en las filas del republicanismo para convertirse en uno de sus candidatos de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931.

En primera fila protagonizó dos días después la proclamación de la República en el Puerto y el gobernador civil lo designó para formar parte de la comisión gestora municipal que se formó tras anularse los resultados que habían dado una anómala victoria a conservadores y monárquicos.

Sus compañeros lo proclamaron inmediatamente alcalde y las elecciones del 31 de mayo lo ratificaron en el cargo al ser el candidato más votado. Cossi, que poseía un alto sentido de la honestidad y sentía verdadera devoción por servir a los intereses del pueblo, se volcó en cuerpo y alma hasta tal punto en su labor que un año después dimitió por puro agotamiento físico y plena desatención de sus asuntos particulares.

Su huella se dejó sentir en la mejora del alumbrado, pavimentación y alcantarillado de numerosas calles así como en las obras realizadas en diversas escuelas públicas y edificios municipales.

Como concejal continuó participando activamente en política y en junio de 1933 fue reclamado para presidir el ayuntamiento hasta que en febrero del año siguiente volvió a dimitir tras una agria polémica con los ediles socialistas. 

Con la Revolución de Octubre de 1934, Cossi fue uno de los concejales cesados gubernativamente, no siendo repuesto hasta el triunfo del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936, y al cual pertenecía como militante del Partido Republicano Radical Socialista Independiente, integrado en Izquierda Republicana, liderada por Manuel Azaña.

El 27 de dicho mes, con 37 años de edad, fue nombrado por aclamación de los vocales, presidente de la comisión gestora de la Diputación, volcándose en cuestiones asistenciales y benéficas así como en promover el Estatuto de Andalucía de cuyo comité formó parte, acompañando a Blas Infante en los diferentes actos públicos que éste protagonizó en Cádiz el 12 de julio de 1936.

Cuando seis días después estalló la sublevación militar, Cossi pudo haber evitado su tragedia si hubiera huido o se hubiese escondido como hicieron otros. Pero no, su decisión no fue esa, pues mientras se declaraba casi debajo de su balcón el estado de guerra y comenzaban los primeros disparos, optó por seguir trabajando en su despacho oficial.

Permaneció en su puesto y acompañó hasta el final a quien en ese momento ostentaba la legalidad y representaba al gobierno de la República, el gobernador civil. 

Detenido a la mañana siguiente, estuvo encarcelado en una prisión militar y en dos civiles, fue procesado por el incoherente delito de rebelión militar contra la República, no pudiendo ejercer el derecho a su defensa, y al final fue asesinado en un paraje, hoy todavía desconocido, haciéndose desaparecer su cuerpo, aún no localizado.

Se incautaron sus bienes materiales y sus familiares más directos fueron también perseguidos y encarcelados, llegando a alcanzar la brutalidad a su hermano Eduardo, padre de cinco hijos de corta edad, quien igualmente desapareció sin dejar rastro de la cárcel donde estaba preso.

Su muerte, al contrario que la de otros y al igual que la de muchos, está todavía sin esclarecer. De hecho, Cossi constituye un símbolo para las víctimas de la represión. Si en vida, como presidente de la Diputación, llegó a representar institucionalmente a todos los gaditanos, muerto, encarna a todos los que, fruto de la barbarie y el odio, desaparecieron sin volverse a saber nunca más de ellos. 

Se hace justicia nombrando a Francisco Cossi Ochoa Presidente Honorario, pero todavía no descansa en paz.

INFORME SECRETO. EL ARMAMENTO DEL EJÉRCITO ESPAÑOL ANTE LA 2ª GUERRA MUNDIAL (I).


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 271 correspondiente al mes de enero de 2005, de la Revista "ARMAS", págs. 60-66. 
Los originales están ilustrados por doce fotografías en color, cuatro en blanco y negro y un dibujo en color.

El 23 de octubre de 1940 se celebró en la estación francesa de Hendaya la histórica entrevista entre Hitler y Franco. 
El primero iba dispuesto a convencer al segundo de que España entrase en la contienda al lado de Alemania, hecho que finalmente no sucedió. Durante décadas los historiadores han especulado sobre cuales fueron las verdaderas razones de Franco para no dejarse convencer. 
Ahora y en exclusiva para ARMAS, el historiador y experto en armamento, Jesús Núñez, va a desvelar documentalmente por primera vez, una de las más importantes: las existencias, capacidades y necesidades de armamento y material de guerra del Ejército español así como todas sus clases y modelos.

La Guerra Civil española había finalizado el 1 de abril de 1939 y la 2ª Guerra Mundial comenzó justo cinco meses después. Alemania e Italia, dos países que habían aportado importantes recursos humanos y materiales al bando vencedor, amén del vital apoyo diplomático, estaban ahora en guerra. La mirada internacional se volvió hacia España: ¿se uniría a sus antiguos aliados?.
Independientemente de razones de índole diplomática, económica, política o social, uno de los principales factores a desvelar es el militar. ¿España estaba capacitada en recursos bélicos para afrontar una contienda muy superior en desgaste a la que acaba de padecer?. La respuesta la irá encontrando el propio lector a través de la serie de trabajos de investigación que comienzan a publicarse a partir de este número y que servirán además para conocer todo el armamento que tenía España en aquella época. Cuando Franco se subió al tren de Hendaya ya tenía esa respuesta.
Los Informes Secretos del general Varela.
El decreto-ley de 8 de agosto de 1939 reorganizó la administración central del nuevo Estado y designó a los componentes del nuevo gobierno. Una de las carteras más importantes –el Ministerio del Ejército- le fue encomendada a uno de los militares de mayor prestigio del momento: el bilaureado general de división José Enrique Varela Iglesias, quien a lo largo de la contienda había mandado las fuerzas que habían liberado el Alcázar de Toledo, vencido en las batallas de La Granja y Brunete así como reconquistado Teruel.
El 12 de agosto Varela prestó juramento ante Franco y al día siguiente tomó posesión de su nuevo cargo en el madrileño Palacio de Buenavista. Su primera prioridad fue reorganizar el Ejército y una de las cuestiones era cuantificar y clasificar el armamento y demás material de guerra, propio y capturado, con el que se contaba al final del conflicto. Como consecuencia de ello se impartieron diversas órdenes que fueron ampliadas tras el inicio de la guerra en el teatro de operaciones europeo y se elaboraron minuciosos informes que fueron clasificados como secreto, en los que se abordó también la capacidad bélica española ante la posibilidad de intervenir en un nuevo conflicto.
Medio siglo después dichos informes, que bien seguro debieron ser despachados por Varela con Franco –fechados antes y después de la entrevista de Hendaya- fueron localizados en el Archivo privado “Capitán José Enrique Varela Iglesias” y concretamente en la Sección “Documentos del Ministerio del Ejército”, Subsección “Armamento”, caja nº 115, actualmente depositado en el Archivo Histórico Municipal de Cádiz como consecuencia del convenio suscrito el 20 de mayo de 2003 entre los hijos del bilaureado militar y la alcaldesa de la capital gaditana.
La carpeta inicial, con el sello en tinta roja de “Secreto” en su parte central, tiene rotulado el título de “Material de Guerra. Existencias y necesidades”, siendo su productor la 6ª Sección del Estado Mayor del Ejército. Los informes que contiene son:
Explosivos. Fabricación y necesidades”, emitido el 30 de agosto de 1939 por la Unión Española de Explosivos sobre suministros al Ejército y a la Armada por las fábricas de Galdácano (Vizcaya) y las asturianas de Lugones y Manjoya.
Producción de Fábricas Militares y Civiles y existencias de pólvoras y explosivos en parques y maestranzas”, emitido sin fecha y sin identificación del productor.
Producción de las Fábricas Militares”, emitido el 1 de enero de 1940 por la Dirección General de Industria y Material del Ministerio del Ejército.
Informe sobre nuevos modelos de piezas de Artillería”, emitido el 3 de enero de 1940 por la D.G.I.M.
Informe sobre proyecto de armamento”, emitido sin fecha por la 6ª Sección del E.M.E., relativo a sables, mosquetones, subfusiles, fusiles antitanque, granadas de fusil, fusiles ametralladores, ametralladoras terrestres y antiaéreas, piezas anticarros, morteros, carros de combate y cascos de guerra.
Cuadro de necesidades de fabricación de armamento de Infantería”, emitido sin fecha por la 6ª Sección del E.M.E., relativo a mosquetones, fusiles ametralladores, ametralladoras terrestres y antiaéreas, anticarros y morteros.
Cuadro de necesidades de fabricación de armamento de Artillería”, emitido el 3 de febrero de 1940 por la 6ª Sección del E.M.E., relativo a cañones y ametralladoras antiaéreas.
Estudios, proyectos y experiencias en curso sobre armamento y municiones”, emitido el 26 de marzo de 1940 por la Jefatura de Material de Artillería, Armamento y Municiones de la D.G.I.M., relativo a cascos, mosquetones, subfusiles, fusiles ametralladores, ametralladoras, cañones anticarro y de campaña, obuses, cartuchería, espoletas, pólvoras y explosivos.
Relación de armamento remitido a la Capitanía General de Canarias”, emitido por la D.G.I.M., en cumplimiento a lo ordenado el 5 de abril de 1940 por la 6ª Sección del E.M.E., relativo a fusiles, armas automáticas, morteros y antitanques, para las fuerzas de Ifni y Sahara.
Relación de armamento remitido a las Fuerzas Militares de Marruecos”, emitido por la D.G.I.M., en cumplimiento a lo ordenado el 6 de abril de 1940 por la 6ª Sección de E.M.E., relativo a fusiles, armas automáticas, morteros y antitanques, para las fuerzas de La Legión y de las Divisiones nº 92, 93 y 101.
Relación de armamento remitido a la Capitanía General de Baleares”, emitido por la D.G.I.M., en cumplimiento a lo ordenado el 9 de abril de 1940 por la 6ª Sección del E.M.E., relativo a fusiles, armas automáticas y antitanques.
Relación de armamento de artillería remitido a la Capitanía General de Baleares”, emitido por la D.G.I.M., en cumplimiento a lo ordenado el 13 de abril de 1940 por la 6ª Sección del E.M.E.
Informe sobre armamento, material de artillería, municionamiento, automovilismo y material de transmisiones en Marruecos y Baleares”, emitido el 15 de abril de 1940 por el general jefe del E.M.E.
Datos sobre armamento, material y municiones remitidos a Marruecos, Baleares y Canarias”, emitido el 23 de abril de 1940 por la 6ª Sección del E.M.E.
Transporte de material de guerra para Marruecos”, emitido el 1 de mayo de 1940 por la 6ª Sección del E.M.E.
Armamento remitido a Marruecos para completar las series A y B”, emitido el 18 de junio de 1940 por la D.G.I.M., relativo a fusiles, mosquetones, fusiles ametralladores, ametralladoras y morteros.
Notas sobre material en el Ejército”, emitido el 19 de junio de 1940 por la 6ª Sección del E.M.E. relativo a situación, existencias y recursos de fabricación, nuevos tipos de material, consideraciones sobre los planes a desarrollar y datos sobre necesidades.
Cuaderno de existencias de armamento y material”, emitido sin fecha por la 6ª Sección del E.M.E., relativo a todas las unidades y parques de todo el territorio nacional.
Informe sobre necesidades de primeras materias para fabricación de pólvoras y explosivos”, emitido el 22 de julio de 1940 por la D.G.I.M.
Existencias de pólvoras y explosivos”, emitido el 18 de octubre de 1940 por la D.G.I.M. con expresión del consumo diario en el periodo de campaña abril de 1938-marzo de 1939, existencias disponibles y número de días para los que habría existencias en caso de un nuevo conflicto.
Estado de días de existencia de municiones según los consumos máximos y medios de la Campaña de Liberación”, emitido sin día, en octubre de 1940 por la D.G.I.M., con un cuadro que especifíca las municiones remitidas y pendientes, las dotaciones inamovibles de las Grandes Unidades entidad Cuerpo de Ejército y Ejército, las existencias disponibles, los consumos máximos y medios de la Campaña de Liberación (Guerra Civil) y número de días de existencias de municiones que se estimaban según los anteriores consumos.
Existencias de armamento reglamentario y no reglamentario de repetición y automático así como morteros”, emitido sin fecha por la D.G.I.M., relativo a fusiles, mosquetones, fusiles ametralladores, ametralladoras y morteros.
Existencias de municiones”, emitido el 28 de noviembre de 1940 por la D.G.I.M., relativo tanto a unidades como a parques, respecto a granadas de cañón, mortero y de mano así como munición de ametralladoras antiaéreas y cartuchería.
Existencias de antitanques y ametralladoras antiaéreas de 20 mm.”, emitido el 29 de noviembre de 1940 por la D.G.I.M., con un cuadro que especifica las existencias en unidades y parques tanto en situación de servicio como en recomposición.
Existencias de material de Artillería”, emitido sin fecha, por la D.G.I.M., con un cuadro que detalla el material de campaña, costa y antiaérea.
Organización de la Artillería Antiaérea”, emitido sin día, en noviembre de 1940 por la D.G.I.M., con un cuadro que especifíca por regimientos y grupos, la distribución del material especificado en piezas.
Proyectos, Estudios y Experiencias en curso sobre armamento y municiones”, emitido el 9 de enero de 1941 por la D.G.I.M., relativo a armamento de Infantería, de Artillería de campaña, de costa y antiaérea, carros de combate, munición de cañón, cartuchería de fusil, espoletas, pólvoras, explosivos y cascos.
Como habrá podido observar el lector por el alto mando militar español se prestó especial atención por razones estratégicas obvias a nuestros territorios de Africa y a los archipiélagos balear y canario, los de mayor interés para ambos bandos.
Por otra parte significar que para la identificación de parte del armamento que se abordará durante los siguientes capítulos se utilizarán también los “Estados de clasificación de cartuchería, armas automáticas, fusiles, armas cortas y morteros” así como los “Estados de clasificación de espoletas, proyectiles, vainas, estopines y pólvoras”, publicados respectivamente el 21 de diciembre de 1940 y el 31 de diciembre de 1941 por el Servicio de Recuperación de Material de Guerra de la Región Centro.
(Continuará)

sábado, 2 de agosto de 2014

LAS PRIMERAS ESPADAS Y SABLES DE LA GUARDIA CIVIL.





Artículo publicado por Jesús Núñez en la Sección "Historia" de la Revista "GUARDIA CIVIL", núm. 729, correspondiente al mes de enero de 2005, págs. 80-83. 
El original contiene cinco fotografías en color y dos en blanco y negro.

Circular de 4 de agosto de 1846: "Varias veces algunos Guardias han desenvainado sus sables contra paisanos desarmados. Para llegar a este extremo es necesario que haya una grande necesidad de apelar a él, pues todo Guardia Civil debe tener muy presente el lema de las antiguas espadas españolas, -no me saques sin razón, ni me envaines sin honor- y pocas veces puede haber causa para desenvainarla contra el paisano desarmado".


Hacía un mes que había comenzado su andadura el recién creado Cuerpo de la Guardia Civil, bajo la dirección del Duque de Ahumada, cuando se dictó la primera norma sobre las armas blancas que tenían que ser adjudicadas y empleadas en su servicio peculiar. 

Concretamente se trataba de la Real Orden de 15 de junio de 1844, donde se disponía textualmente que para las fuerzas de Infantería del nuevo Instituto se adoptase un "Sable de los que usa la Infantería del Ejército" mientras que para las de Caballería, se asignase una "Espada de Línea" sin que se precisase más detalles.


Así y siguiendo la costumbre de la época en donde era habitual que los cuerpos e institutos del Ejército –y del que la Guardia Civil entonces formaba parte- tuvieran en muchos casos sus modelos exclusivos, se procedió a diseñar y fabricar espadas y sables para ser portadas por los guardias civiles, adoptándose diversos modelos en función de que los afectados pertenecieran a unidades de Infantería o de Caballería y ostentaran los empleos de oficial, sargento o tropa, pues todavía quedaba bastante tiempo para la creación de la categoría de suboficiales.

Consecuentemente con lo anterior las primeras armas blancas en nuestro Cuerpo fueron las denominadas "Espada de ceñir modelo 1844 para Oficial de la Guardia Civil", la "Espada de montar modelo 1844 para Oficial de la Guardia Civil", la "Espada de ceñir modelo 1844 para sargento de la Guardia Civil" y el "Sable modelo 1818 para tropa de Infantería", manufacturadas todas ellas en la prestigiosa Fábrica de Armas Blancas de Toledo.

Llegado a este punto hay que significar muy especialmente que para el Duque de Ahumada siempre fue de gran preocupación el correcto y honroso empleo por sus hombres de las armas y por supuesto el de las blancas que eran las que siempre se portaban en todo momento, incluso cuando no se estaba expresamente prestando el servicio peculiar.

Así el 4 de agosto de 1846 dictó la siguiente circular que tuvo su origen en la repetición de un hecho que había desagradado en mucho al fundador del benemérito Instituto.

"Varias veces algunos Guardias han desenvainado sus sables contra paisanos desarmados. Para llegar a este extremo es necesario que haya una grande necesidad de apelar a él, pues todo Guardia Civil debe tener muy presente el lema de las antiguas espadas españolas, -no me saques sin razón, ni me envaines sin honor- y pocas veces puede haber causa para desenvainarla contra el paisano desarmado".

No obstante y a pesar de que la norma fundacional preveía dotar como ya se ha dicho a todos los guardias civiles, fuesen de Infantería o Caballería, de su correspondiente sable o espada, habrían de pasar todavía varios años por razones principalmente presupuestarias para que ello fuese una realidad. 

Prueba de ello es la R.O. de 25 de agosto de 1848, que dimanante del Ministerio de la Guerra y a instancia del propio Duque de Ahumada se dirigió al Director General de Artillería, determinando que cuando el Real Cuerpo de Alabarderos hubiera recibido las espadas nuevas, los sables que dejase fueran entregados al Inspector General de la Guardia Civil "a fin de que los distribuya a los individuos del Cuerpo a su cargo, que carecen de esta arma".


Espada de ceñir modelo 1844 para Oficial de la Guardia Civil.


Esta espada de sobrias pero elegantes líneas tenía su hoja recta, con bigotera, filo corrido al exterior y lomo redondo en los dos primeros tercios al interior, con canales y vaceos mientras que en el último tercio presentaba dos filos y tres mesas. 

Su guarnición era de latón constituida por un pomo con trofeos militares en relieve, aro y cruz de gavilanes rectos así como una doble concha alternada en cuyo anverso figuraba el escudo nacional rodeado por un ramo de laurel y otro de roble entre las iniciales "GC", correspondientes a la Guardia Civil. Su puño era de madera negra con junquillo y torzal de cobre mientras que la vaina era de cuero con brocal y contera de latón dorada.

Un hecho curioso es que al ser declarados plazas montadas los oficiales de Infantería del Instituto, se planteó la cuestión de si debían portar la espada de ceñir o la específica de montar, destinada exclusivamente a los oficiales de Caballería de la Guardia Civil, cuando prestasen servicio a caballo, persistiendo la polémica bastantes años tal y como ha quedado reflejado en diferentes circulares. 

Finalmente y dado el mayor coste económico de esta última así como sus mayores dimensiones y peso, lo cual le hacía más incómoda si se usaba a pie, se decidió mediante la Circular nº 193 de 2 de diciembre de 1857, permitir a los de Infantería continuar con la de ceñir en cualquier caso, salvo si marchasen al frente de fuerzas de Caballería.

Diferentes y periódicas reales órdenes del Ministerio de la Guerra, dedicadas a fijar los precios de las armas blancas empleadas por los diversos cuerpos e institutos del Ejército, detallaron el coste de este modelo de espada. 

En todos los casos se trataba del arma completa, es decir, hoja, vaina, juego, guarnición y montura. Así por ejemplo, la del 5 de marzo de 1856, estableció la cantidad de 93 reales, mientras que la del 7 de junio de 1871 fijaban un total de 20'25 pesetas.

Los oficiales de la Guardia Civil, independientemente de la entrada en vigor de los modelos Puerto-Seguro, estuvieron usando la espada de ceñir hasta la entrada en vigor del Reglamento de 1943, casi un siglo después. 

Mencionar como curiosidad que durante la existencia del Cuerpo de la Guardia Civil del Perú, creado a imagen y semejanza del nuestro y desaparecido hace unos años al ser integrado en un único cuerpo policial peruano, sus mandos portaban una espada de ceñir idéntica a nuestro modelo 1844.


La espada de montar modelo 1844 para Oficial de la Guardia Civil.


Los oficiales de las unidades de Caballería de la Guardia Civil fueron dotados, continuando la costumbre de la época, de un modelo exclusivo de espada de montar. 

Su hoja era recta y en su primer tercio tenía vaceos, canales y lomos redondos, mientras que en los otros dos tercios, presentaba tres mesas y dos filos hasta la punta. 

Su guarnición era de latón con monterilla corrida, virola y guardamano con aro, tres gavilanes y el escudo nacional entre las iniciales "GC" del Instituto. 

El puño era de madera y estaba alambrado mientras que la vaina era de hierro y tenía dos abrazaderas con sus correspondientes anillas para su sujeción al cinto.

En relación a esta espada, se dictó por la Sección Central de la Inspección General de la Guardia Civil, la Circular de 12 de septiembre de 1845, dirigida a los jefes de Tercio, adjuntándose a la misma un diseño del puño de la espada que debían usar los jefes, ayudantes y oficiales de Caballería del Cuerpo. 

La copia de la nota había sido presentada por el espadero de Madrid, Benito Martín, expresiva de su coste en general y de las tres partes en que podía dividirse. Todos los que estuviesen dotados de dicha espada, debían proceder a arreglarla conforme al citado modelo reglamentario, teniendo que estar provistos de ella para el 1 de enero de 1846.

Por otro lado la espada de montar tuvo bastante aceptación entre los oficiales de Infantería de la Guardia Civil, llegándola a preferir respecto a la que les correspondía que era la de ceñir, motivo por el cual, fue necesario que el 13 de enero de 1846 se insistiera desde la Dirección General del Instituto, sobre la cuestión y se ordenase a los jefes de Tercio que "vigilasen que en el de su mando no se usase otra espada de ceñir que la reglamentaria, las cuales si no se pudiesen adquirir en la capital del mismo se encargarán donde las haya".

Sin embargo y a pesar de ello, cuando llegó a conocimiento del propio Duque de Ahumada que algunos primeros y segundos capitanes e, incluso subalternos de su Infantería, continuaban usando la espada de montar, dictó la Circular de 24 de junio de 1848, aclarando el uso de los tipos de espadas existentes en el Instituto y, en consecuencia, prohibir a aquellos oficiales de Infantería el uso del primer tipo de espada.

Diversas y periódicas reales órdenes dedicadas a fijar los precios de las armas blancas, detallaron el coste de este modelo de espada. Así por ejemplo la del 7 de junio de 1871 estableció la cantidad de 27'50 pesetas.


Espada de ceñir modelo 1844 para sargento de la Guardia Civil.


Los sargentos del Instituto fueron dotados, también en similitud a los de otros cuerpos del Ejército, de un modelo propio de espada de ceñir. 

Su hoja, idéntica a la del modelo para los oficiales, era recta, con bigotera y filo corrido al exterior, cuyos dos primeros tercios presentaban lomo redondo y llevaba canales y vaceos. 

El otro tercio con filo al interior ofrecía tres mesas. La empuñadura era toda de latón, con pomo, puño, aro, cruz de gavilanes rectos y doble concha alternada, siendo en algunos casos la posterior movible a charnela. 

Sobre la del anverso ostentaba el escudo nacional entre las iniciales "GC" del Instituto. Su vaina era de cuero con broncal y contera de latón.

Como consecuencia de la nueva organización dada al Cuerpo, fue necesario que por los Parques de Artillería se dotara de armamento a aquellas unidades que les faltara y se recogiera allí donde sobrara, siendo ello una constante durante bastantes años sin que se llegara al acanzar la plantilla prevista.

Finalmente y dado que respecto a las espadas de los sargentos el número total de las existentes era todavía inferior al que se necesitaba, se dispuso que por los citados parques se entregaran un total de 41 espadas y que por el Director General de Artillería se ordenara el 27 de enero de 1872 que se construyeran las que fueran necesarias hasta completar la plantilla, siendo todo ello comunicado por la 5ª Sección de la Dirección General de la Guardia Civil a las unidades territoriales mediante la circular número 9 de 5 de febrero de dicho año.

Por otra parte y respecto a su financiación se dispuso en R.O. de 4 de diciembre de 1878, dictada por el Ministerio de la Guerra, que los sables de sargento y los machetes para músicos y gastadores, se diesen por cuenta del Estado en vez de serlo con cargo a los fondos de los Cuerpos, tal y como hasta la fecha venía sucediendo.

Al año siguiente, por R.O. de 12 de abril de 1879, dimanante del Ministerio de la Guerra, se ordenó su sustitución por el sable modelo 1818, denominado a partir de entonces modelo 1879 para sargentos a pie. Sin embargo, casi un mes después, el 7 de mayo, se dispuso por otra real orden que el cambio se llevara a cabo cuando se agotaran las existencias del modelo 1844 para sargentos.

Ya por aquel entonces y según una circular de 19 de mayo de dicho año, dimanante de la Dirección General de Artillería, se encontraban depositadas en la Fábrica de Armas Blancas de Toledo y en los parques de Artillería, más de 450 espadas del modelo 1844 para sargentos de la Guardia Civil. Su precio establecido en la R.O. de 18 de julio de 1857 era de 96 reales, mientras que la del 8 de febrero de 1877 lo fijaba en 16'25 pesetas.


Sable modelo 1818 para tropa de Infantería.


Tal y como expone el coronel Bernardo Barceló Rubí en su obra "Tres siglos de armamento portátil en España", editada en 2002, bajo esta denominación se agrupó a un buen número de sables que eran iguales en su empuñadura y forma de la hoja, presentando sólo pequeñas diferencias en cuanto a las dimensiones de la última o a la forma de su vaina.

Así podían encontrarse por ejemplo el modelo 1816 para granaderos de Infantería, el modelo 1818 para granaderos y cabos de Cazadores, el modelo 1818 para Reales Guardias Valonas, el modelo 1824 para cazadores de Infantería o el modelo 1818 para tropa de Infantería siendo este último el escogido para dotar a la Infantería de la Guardia Civil y que fue utilizado hasta bien entrado el siglo XX. Intentos de ser sustituido por otro tipo de arma blanca como el machete modelo 1859 para Guardia Civil resultaron un fracaso.

La hoja era un poco curva, con bigotera, lomo redondo en algo menos del primer tercio al exterior y hasta la pala de caras curvas al interior, vaceos muy ligeros de la misma longuitud que este último y mesa muy estrecha formada al filo. 

Su empuñadura estaba constituida por una sola pieza de latón, con el puño provisto de gallones y, simulada sobre él, una monterilla corrida de la que salía el aro que acababa en un galluelo rematado por una bola. La vaina era de suela con brocal y contera de latón.

La duración de cada sable de este modelo fue establecida en 20 años por R.O. de 22 de febrero de 1853 y su precio se fijó en otra R.O. de 7 de junio de 1871 en 10'25 pesetas, citándose como curiosidad que en la R.O. del Ministerio de la Guerra de 25 de noviembre de 1876, se dispuso que fueran sustituidos los cordones de pelo de cabra que se usaban en los sables la tropa por los de cuero.


Espada modelo 1832 para tropa de Caballería.


Si bien para los oficiales de Caballería del Instituto se diseñó un modelo exclusivo de espada, la tropa montada de la Guardia Civil adoptó como modelo reglamentario el aprobado por la R.O. de 5 de febrero de 1832, para toda la Caballería de línea del Ejército, incluidos los coraceros y granaderos de la Guardia Real. 

Dicho modelo se trataba realmente de una combinación nacida de la unión de la hoja del modelo 1796 y la guarnición y la vaina del modelo 1815.

Su hoja era recta con bigotera corta y dos filos a tres mesas en el resto hasta la punta. La guarnición era de latón y se componía de monterilla, guardamano formado por aro, tres gavilanes curvos muy separados entre si y un galluelo liso y ancho doblado hacia la punta y virola. 

Su puño era de madera forrada de piel y estaba alambrado mientras que la vaina era de hierro, con boquilla sujeta por dos tornillos y llevaba dos abrazaderas con sus correspondientes anillas para su sujección al cinturón mediante el correaje pertinente.

La R.O. de 22 de febrero de 1853 dispuso que dicho modelo de espada debía tener una duración mínima o de vida útil de 12 años. Si bien con el paso del tiempo y la entrada en vigor de nuevos modelos fue pasando a guardarse en los parques de Artillería, una R.O. de 15 de diciembre de 1893 resolvió que se volvieran a entregar a los cuerpos de Caballería cuando no hubiese existencias del sable modelo 1860-88. Respecto a su precio, según la R.O. del 7 de junio de 1871 era de 19'50 pesetas.


Epílogo.


Por último y a modo de curiosidad y ejemplo de que las imitaciones o falsificaciones no sólo son propias de nuestros tiempos sino que acontecen desde hace siglos, resaltar que el Duque de Ahumada dictó el 5 de noviembre de 1850 una circular con los precios de las armas blancas fabricadas en Toledo, dando la orden de que los pedidos se hicieran por los propios jefes de los Tercios a la fábrica directamente y que se fijaran si las armas que utilizaba la fuerza llevaban el lema verdadero del establecimiento, pues en muchos "talleres del reino y del extranjero" se falsificaban poniéndoles el rótulo "Fábrica de Toledo".