jueves, 27 de junio de 2019

LA GUARDIA CIVIL EN LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN (XIX). LA GUERRA CIVIL (1936-1939)

CLXXV Aniversario Fundación Guardia Civil (1844-2019).
Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 16, el 24 de junio de 2019.

El original contiene una fotografía en blanco y negro.

Los hechos acaecidos en La Línea de la Concepción durante el trágico periodo 1936-1939 siguen constituyendo una asignatura pendiente para la historiografía de la Guerra Civil, que 80 años después de su finalización, sigue huérfana de su propia monografía.

Bien es cierto que ninguna otra localidad del Campo de Gibraltar entraña tanta complejidad para una exhaustiva y rigurosa investigación. Pues a los factores comunes de conspiración, sublevación, represión, etc, se une uno tan complicado de profundizar como fueron las muy variadas connotaciones derivadas de su vecindad con la colonia británica de Gibraltar.

Una de ellas, la más visible, fue que se convirtió en refugio de quienes huían de posibles represalias. En las primeras horas los protagonistas fueron algunos de los partidarios de la sublevación y sus familias, al objeto de protegerlas ante un eventual fracaso del alzamiento militar. Y a partir de los días siguientes fue una masa ingente, no sólo de La Línea, sino de toda la Comarca e incluso de otros puntos de la provincia, temerosos de la represión de los sublevados.

La mayoría de los que cruzaron la Verja no fue para asentarse en la colonia britanica, que desbordada tuvo que organizar campamentos de refugiados, sino para desde su puerto seguir huyendo hasta alcanzar vía marítima la zona peninsular republicana o el protectorado francés en Marruecos, siendo Málaga y Tánger los principales destinos. 

Fueron personas de muy diversa condición y procedencia cuyas historias bien merecen ser algún día rescatadas del silencio y el olvido, entre las que por cierto hubo también guardias civiles y carabineros del Campo de Gibraltar.

Las vicisitudes de los componentes de la Benemérita vinculados con La Línea, de uno y otro bando, durante los tres años de la contienda fueron muy variadas, siendo imposible por razones de espacio relatarlas en este artículo. No obstante, sí se pueden dar algunas pinceladas de dos de ellos. 

Tras la muerte del teniente Valeriano Silva Franco, acaecida el 25 de agosto de 1936, el teniente coronel Vicente González García, jefe de la Comandancia de Cádiz, nombró el 1º de septiembre siguiente para sustituirle, al teniente Odón Ojanguren Alonso. Éste era desde abril de 1935 el jefe de la línea de San Roque, de la cual dependían los puestos de la residencia, Algeciras y Almoraima. 

Ojanguren, que con el paso del tiempo llegaría a alcanzar el empleo de general de brigada, tenía entonces 28 años de edad. Era natural de la localidad asturiana de Trubia y estaba casado con María Miguelina Soulié Faget, natural y vecina de La Línea de la Concepción. Tenían entonces sólo una niña de casi dos años de edad llamada María del Carmen, estando embarazada su esposa del segundo de los seis hijos que tuvieron. 

Conoció a su esposa siendo teniente del Regimiento de Infantería núm. 15, de guarnición en Algeciras, donde se había incorporado en septiembre de 1931. Casi cinco años después dicha unidad se denominaría “Pavía núm. 7” y lideraría la sublevación militar en el Campo de Gibraltar.

Destinado en él desempeñó, entre los meses de noviembre de 1931 y junio del año siguiente, los cometidos de comandante militar de La Línea, juez eventual de causas, oficial de transportes y jefe de la comisión de custodia del cuartel de Ballesteros. 

En marzo de 1934 ingresó en la Guardia Civil siendo destinado al mando de la línea de Fraga, de la Comandancia de Huesca, si bien realizó las prácticas de oficial en la 2ª Compañía de Algeciras, de la Comandancia de Cádiz, entre los meses de abril y julio siguientes. A finales de marzo de 1935 fue destinado a esta Unidad, adjudicándosele el mando de la línea de San Roque.

Incorporado como titular a La Línea de la Concepción tuvo a su cargo los puestos de la residencia, Atunara y Campamento, siéndole agregada la línea de San Roque. El 19 de octubre siguiente su antigua unidad pasó a depender, ante la falta de oficiales, de la línea de Tarifa, haciéndose por otra parte cargo también, accidentalmente, de la de Jimena de la Frontera, la cual tenía encuadrados los puestos de la residencia, Buceite y Tesorillo.

Entre los servicios en que se distinguió durante ese periodo destaca uno muy curioso y vinculado a la vecindad de la colonia británica, escenario de intereses muy contrarios y nunca nada claros. 

El 23 de julio de 1938 el teniente general Emilio Fernández Pérez, inspector general de la Guardia Civil, con sede en Valladolid, trasladaba al jefe de la Comandancia de Cádiz, una felicitación del jefe del Servicio Nacional de Seguridad, teniente coronel de Estado Mayor José Medina Santamaría.

Resultaba que se había recibido copia de “información-atestado”, instruido por la Guardia Civil con motivo de una compra-venta clandestina que se intentaba realizar de libras esterlinas. A consecuencia de ello fueron detenidos y puestos a disposición de la autoridad militar competente, “como incursos en el delito de auxilio a la rebelión, el súbdito británico Horacce Posso y Enrique Lamas Ortega, español”.

Dicho servicio había sido dirigido por el capitán Eduardo Comas Añino, jefe de la 2ª Compañía de la Guardia Civil de Algeciras desde noviembre de 1937, y el referido teniente Ojanguren, “quienes merecen una amplia felicitación por haber cumplimentado con todo celo y actividad las órdenes que sobre el particular recibieron, llevando el servicio a feliz término e impidiendo con ello que se realizara la evasión de capitales de referencia”.

La otra cara de la historia está protagonizada por uno de los guardias civiles que cruzaron la Verja para pasarse a la zona republicana. Se trata del guardia 2º Fernando Núñez Villatoro, destinado en en el puesto de Jimena de la Fontera desde 1926. Era natural de La Línea, tenía 38 años de edad y estaba casado con Lucía Delgado Gavilán, natural y vecina de La Línea.

El 18 de julio de 1936 se encontraba de vacaciones en su localidad natal y al tener conocimiento de la sublevación militar en vez de presentarse en la casa-cuartel de la calle Jardines, tal y como hicieron otros, para ponerse a las órdenes del comandante de puesto, cruzó la Verja, vestido de paisano y con su pistola reglamentaria, internándose en la colonia británica.

Era masón, pertenecía a la Logia “Fenix” de Jimena y sabía que sería represaliado si se quedaba. Fue uno de los muchos centenares de linenses que huyeron aquellos primeros días a Gibraltar para desde allí pasar cuando fuera posible a la zona republicana. El 25 de agosto siguiente, tras no pocas peripecias, pudo llegar vía marítima al puerto de Málaga donde se presentó en la Comandancia de la Guardia Civil, siendo agregado como excedente de plantilla a la 2ª Compañía.

Reconvertida en Guardia Nacional Republicana continuó allí hasta la ocupación por los sublevados de la capital malagueña el 8 de febrero de 1937, siguiendo sus vicisitudes por diversas provincias, formando parte en la sección uniformada del nuevo Cuerpo de Seguridad que se creó, alcanzando el empleo de sargento. En marzo de 1939 marchó a Francia siendo internado en el campo de refugiados de Montalieu. Sus peripecias siguieron …



jueves, 20 de junio de 2019

LA GUARDIA CIVIL EN LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN (XVIII). EL INICIO DE LA GUERRA CIVIL (1936).

CLXXV Aniversario Fundación Guardia Civil (1844-2019).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 11, el 17 de junio de 2019.

El original contiene una fotografía en blanco y negro.

Si bien existen muy buenas publicaciones respecto a lo acaecido durante la Guerra Civil en algunas localidades del Campo de Gibraltar, la historiografía tiene pendiente todavía una rigurosa obra de conjunto sobre nuestra Comarca.

La clave inicial de la sublevación estuvo en el Regimiento de Infantería Pavía núm. 7, mandado por el recien destinado coronel Emilio March López del Castillo, que a la vez ostentaba el cargo de comandante militar del Campo de Gibraltar. No obstante, el verdadero responsable de la conspiración era su segundo, el teniente coronel Manuel Coco Rodríguez.

Dicho regimiento tenía su jefatura, plana mayor y primer batallón en Algeciras mientras que su segundo batallón, mandado por el comandante Luis Chacón Lozano, estaba en La Línea de la Concepción, excepto su 2ª Compañía destacada en San Roque. 

La otra fuerza de importancia en el Campo de Gibraltar, si bien dispersa, era la 10ª Comandancia de Carabineros de Algeciras, mandada por el teniente coronel Manuel Córdoba García y con una plantilla de 864 efectivos. Estaban encuadrados en cinco compañías de las que dos tenían sus cabeceras en la aduana de la Línea y La Atunara. 

La siguiente era la 2ª Compañía de la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz, con cabecera en Algeciras y compuesta por una plantilla de 142 efectivos para toda la Comarca, de los cuales 27 estaban en La Línea.

Finalmente, la Policía Gubernativa, tenía 29 funcionarios del Cuerpo de Investigación y Vigilancia, de los que 14 estaban en Algeciras y 15 en La Línea. Estos últimos estaban dedicados principalmente al control de documentación y labores de información relacionadas con el paso de personas por la Verja y la colonia británica de Gibraltar. También había una sección uniformada del Cuerpo de Seguridad, cuya treintena de agentes estaba distribuida entre ambas ciudades, perteneciente a la compañía de Cádiz.

Al iniciarse la sublevación, el general de división Gonzalo Queipo de Llano Sierra, inspector general de Carabineros, que se hizo cargo en Sevilla del mando de la 2ª División Orgánica tras detener a su titular, José Fernández de Villa-Abrille Calivara, ordenó al coronel March la declaración del estado de guerra. Y éste a su vez, al comandante Chacón que era también el comandante militar de La Línea, quien no sin grandes dudas y conflictos internos en su propia unidad, lo terminó declarando en la noche del 18 al 19 de julio.

Dicha declaración revestía gran trascendencia para los sublevados ya que conforme la Ley de Orden Público, de 28 de julio de 1933, existían tres tipos de situaciones excepcionales: de prevención, cuando se sospechase de un ataque al orden público; de alarma, cuando éste alcanzase efectividad; y de guerra, cuando las autoridades gubernativas se vieran desbordadas por la situación. En este último caso, si la autoridad civil no pudiera “dominar en breve término la agitación y restablecer el orden”, el mando lo asumía entonces la autoridad militar, si bien la única que lo podía declarar era la autoridad civil y no la militar. Esta cuestión, tan importante, fue obviada por los sublevados.

Por otra parte, el gobernador civil de la provincia, Mariano Zapico Menéndez-Valdés, nombró el 17 de julio como delegado gubernativo para el Campo de Gibraltar al comandante de Infantería Joaquín Gutiérrez Garde, mayor del Regimiento Pavía núm. 7, al objeto de que tomara las medidas oportunas para evitar el posible triunfo de la sublevación militar si se producía. No tuvo oportunidad alguna de éxito y fracasó en el empeño.

Respecto a la Guardia Civil hay que decir que los organizadores de la sublevación en la provincia de Cádiz no contaron en sus planes conspiratorios con los mandos de la Comandancia ni de sus cinco compañías, no dándose por lo tanto instrucción previa alguna por su jefe, el teniente coronel Vicente González García. 

Realmente no confiaban en ellos dada la tradicional lealtad de la Benemérita al poder legalmente constituido, por lo que optaron por esperar su adhesión, o al menos su no violenta oposición, tras la proclamación del estado de guerra y dictarse el correspondiente bando en el que todo y todos quedaban sometidos a la autoridad militar.

Y eso fue lo que sucedió en el Campo de Gibraltar. El capitán Miguel Romero Macías, jefe de la 2ª Compañía en Algeciras, de la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz, sin posibilidad de contacto con su teniente coronel, acató el bando de guerra dictado por el comandante militar del Campo de Gibraltar.

En La Línea hizo lo mismo el teniente Valeriano Silva Franco respecto al bando dictado primero por el comandante Chacón, y posteriormente por el comandante de Infantería Rodrígo Amador de los Ríos Cabezón, jefe del 2º Tabor del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Ceuta núm. 3, que sublevado había desembarcado en Algeciras.

En la mañana del 13 de agosto siguiente, hallándose operando con la columna de Regulares que mandaba el comandante de Infantería Enrique Rodríguez de la Herrán, “sobre el río de Guadiaro y Tesorillo en la que iba como práctico del terreno”, resultó herido de gravedad a consecuencia de recibir dos disparos, siendo evacuado al hospital civil de La Línea, donde quedó ingresado, falleciendo en el mismo el día 25 de dicho mes.

El 5 de septiembre siguiente, su jefe de comandancia daba cuenta por escrito de dicho fallecimiento, al inspector general de la Guardia Civil, general de brigada Federico de la Cruz Boullosa, cuya cabecera se había establecido en Valladolid. Dejaba viuda a María Tomás Gómez y huérfanos a sus nueve hijos: Francisco de 22 años, Carmen de 17, Daniel de 16, Marcelo de 14, Fernando de 12, Valeriano de 10, África de 9, Concepción de 7 y Carlos de 4.

La suerte del resto de los citados fue muy dispar. El coronel March fue sustituido el 8 de octubre, por el coronel Francisco de María de Borbón y de la Torre; el teniente coronel Coco continuaría ascendiendo hasta alcanzar con el paso de los años el empleo de teniente general; el teniente coronel Córdoba, dada su pasividad respecto a la sublevación, fue encarcelado el 11 de septiembre, siendo condenado posteriormente a un año de prisión y separado del servicio, haciéndose cargo del mando de la Comandancia de Carabineros el comandante José Toledo Iradier; el comandante de infantería Chacón también sería posteriormente juzgado en consejo de guerra, condenado a prisión y separado del servicio; el comandante Gutiérrez sería detenido en Algeciras junto al alcalde Salvador Montesinos Díaz, siendo fusilados el 24 de septiembre y 17 de agosto respectivamente; el comandante Amador falleció en combate el 24 de diciembre en el frente de Madrid; y el capitán Romero, que fue sustituido por el capitán Antonio Vázquez Vergara, al ser nombrado cajero de la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz, falleció de un infarto el 13 de marzo de 1938, cuando se encontraba en el frente de Teruel como jefe de la compañía de ametralladoras del 10º Batallón, que entonces mandaba accidentalmente, del Regimiento de Infantería Bailén núm. 24.