jueves, 28 de mayo de 2020

LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (XVI). BRIGADIER MIGUEL GUZMÁN CUMPLIDO (1819-1895). Séptima parte.

CLXXV Aniversario “Cartilla del Guardia Civil” (1845-2020).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", el 25 de mayo de 2020, pág. 30.

El original contiene una fotografía en blanco y negro.


El primer destino en la Guardia Civil de Miguel Guzmán Cumplido, al ingresar en 1857, fue el 12º Tercio cuya cabecera estaba ubicada en Vitoria. Tenía por demarcación las tres provincias vascongadas de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Al frente del mismo se incorporó ese mismo año el teniente coronel Manuel Gómez-Rubín de Celis Pérez. Éste, a finales de 1844 y ostentando el empleo de primer capitán había sido el primer jefe que tuvo el benemérito Instituto en la provincia de Málaga.

Guzmán apenas permaneció destinado el mes de abril, ya que a principios de mayo pasó al 7º Tercio cuya cabecera se hallaba establecida en la capital granadina. Comprendía las provincias de Almería, Granada, Jaén y Málaga. Su jefe era el coronel Toribio José Ansótegui Alzáa, cuyo anterior destino había sido precisamente, en el empleo de teniente coronel, el 12º Tercio de Vascongadas.

Como primer capitán de la Guardia Civil le fue encomendado a Guzmán el mando de la 3ª Compañía mixta de Infantería y Caballería del 7º Tercio citado, desplegada en la provincia de Málaga. Relevaba al de igual empleo Antonio Armijo Ibáñez, que había pasado destinado a encabezar la fuerza del Cuerpo en la provincia de Zaragoza. Dicho oficial figuraría en los anales de la Historia del benemérito Instituto por ser el jefe de la fuerza que acompañó en 1859 al Ejército de Operaciones en la Guerra de África, para desempeñar funciones propias de policía militar.

De la sobresaliente labor desarrollada por Guzmán en la provincia de Málaga contra el bandolerismo que asolaba la serranía ha quedado cumplido testimonio, no sólo en la prensa de la época sino también en el que está considerado el primer libro que se publicó sobre la historia de una institución de seguridad pública en Europa

Se trata de la obra titulada “La Guardia Civil. Historia de esta Institución y de todas las que ha conocido España con destino a la persecución de malhechores desde los tiempos más remotos hasta nuestros días”. Fue editada por fascículos para suscriptores entre 1858 y 1859. 

Sus autores fueron el abogado José Sidro Surga y el capitán de Infantería Antonio de Quevedo Donís. Éste último sería alcalde de Barcelona entre 1865 y 1866; gobernador civil en Logroño, Teruel, Burgos y Granada entre 1866 y 1874; así como  diputado a Cortes entre 1876 y 1878 por la provincia de Teruel. A nuestro protagonista le dedicaron la siguiente frase laudatoria: “El Comandante de la provincia de Málaga, señor Guzmán, puede estar satisfecho de su obra, contemplándola en el celoso desempeño de los indivíduos a sus órdenes”.

Continuó en dicho destino hasta fin de diciembre de 1861, cosechando importantes éxitos en la encarnizada lucha que se libraba entonces por erradicar el bandolerismo, uno de los principales males que asolaban el país.

Uno de los servicios más destacados fue reproducido el 2 de enero de 1860 en la Gaceta de Madrid, antecedente histórico del actual Boletín Oficial del Estado, y cuya crónica ya había publicado días antes la prensa de Andalucía. 

Fechada la crónica en Málaga el 28 de diciembre anterior, vale la pena la reproducción textual de su principal, para entender de la mano del periodista, la realidad del grave problema del bandolerismo que padecía una España que era entonces principalmente rural.

Por muchos elogios que se prodiguen al eminente servicio prestado al país por el Sr. Comandante de la Guardia civil D. Miguel Guzmán en la muerte de los bandidos Castilla y Cojo de Jáuja, todos serán escasos para ponderar con ellos el bien inmenso que ha dado a los habitantes de las provincias limítrofes a la Serranía de Ronda: los dos bandidos se hallaban en Benamejí; el Sr. Guzmán lo supo con tan exactos detalles que hasta conocía el número de armas que cada uno tenía consigo para su defensa; cercó repentina y sigilosamente su guarida, y los sorprendió cuando más descuidados y tranquilos se hallaban, fiados en sus mediddas de precaución y en su criminal valentía; como el rayo cayó sobre ellos con sus beneméritos guardias y les intimó la rendición; pero los facinerosos se resistieron hasta que, viéndose perdidos, Castilla arrojó su retaco en señal de sumisión; otro, menos experto y más confiado que el Sr. Guzmán hubiera creido la demostración del bandido; pero sabiendo que ésta no era su arma favorita, y que aún tenía guardadas otras, se le acercó con grave exposición de su vida, intimidándole que las soltara también, en cuyo acto le asestó traidoramente un tiro que gracias a un ligero movimiento del Jefe, dejó de darle para que no se consumara el inocuo atentado; entonces hizo fuego sobre ellos poniendo término a unas vidas que tantos crímenes y escándalos han causado en toda la comarca.

Enseguida hizo conducir sus cadáveres a Puente Genil, donde quedaron entregados a la justicia, después de identificadas las personas; y no es posible pintar el alborozo de todos los habitantes de los pueblos por donde pasaban; una vez enterados de quienes eran los cadáveres, salían a las calles y abrazaban a los guardias, ofreciéndoles dinero, que no aceptaron, bendiciendo al Sr. Guzmán, y manifestando de mil maneras su alegría.

Tales demostraciones manifiestan cuán señalado y relevante es el servicio prestado por el Sr. Guzmán, y cuanto el trabajo y aún sacrificios que le ha costado, haciendo más que el cumplimiento de su deber para librar a la sociedad de unos facinerosos que habían logrado dominar el ánimo público y difundir el terror en los campos”.

Además de los problemas relacionados con el bandolerismo surgieron otros de naturaleza social y política, fruto del descontento y explotación de los sectores más desfavorecidos del campo andaluz, que en ocasiones dieron lugar a sucesos sediciosos o revolucionarios.

Tal fue el caso del movimiento encabezado a finales de junio de 1861 en la localidad granadina de Loja por uno de sus vecinos, Rafael Pérez del Álamo, con el apoyo de una “sociedad secreta”, que disponía de armas y correligionarios dispuestos a empuñarlas contra el régimen monárquico representado por Isabel II.

Si bien la Gaceta de Madrid correspondiente al 1º de julio de 1861 dio cuenta del inicio del movimiento sedicioso, alertado por el capitán general de Granada y que sería conocido popularmente como la “Revolución del Pan y del Queso”, su entidad terminaría siendo de mucho mayor gravedad que la inicialmente valorada.

Finalmente, al extenderse no sólo por toda la comarca sino recibir incluso numerosos apoyos de provincias limítrofes, fue necesario el empleo de importantes fuerzas del Ejército mandadas por el mariscal de campo Luis Serrano del Castillo, incorporándose también las del 7º Tercio de la Guardia Civil cuyo jefe era el coronel Manuel Gómez de Barreda Ruiz de Mazmela, relevado ese año por León Palacios Ortega. 

Desde Málaga acudió también con fuerzas de su provincia, el primer capitán Miguel Guzmán, destacándose en las operaciones que se desarrollaron. Por tal motivo, por real orden de 31 de agosto siguiente se le concedió la encomienda de Isabel la Católica, “por los servicios prestados en el mes de Julio, concurriendo a sofocar la rebelión republicana socialista de Loja”.

(Continuará). 




miércoles, 20 de mayo de 2020

LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (XV). BRIGADIER MIGUEL GUZMÁN CUMPLIDO (1819-1895). Sexta parte.

CLXXV Aniversario “Cartilla del Guardia Civil” (1845-2020).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", el 18 de mayo de 2020, pág. 26.

El original contiene una fotografía en blanco y negro.


A fin de febrero de 1856 Miguel Guzmán Cumplido cesó en su destino de 2º jefe del 2º Batallón del Regimiento de Infantería Burgos núm. 36. Acababa de ascender al empleo de primer comandante por méritos de guerra contraídos en las operaciones de Melilla acaecidas el mes de noviembre pasado, relatadas en el capítulo anterior.

La situación de dicha plaza norteafricana, española desde 1497, hoy ciudad autónoma, aunque mejoró algo tras las mentadas acciones dirigidas por el general Prim, no tardó en continuar sufriendo las hostilidades rifeñas. Para reforzar con carácter permanente su guarnición, y no depender tanto de la proyección temporal de unidades procedentes de la Península, se había dispuesto por real orden de 11 de diciembre de 1855, la organización de un “batallón de disciplina”. Éste estaba compuesto por seis compañías y dependía directamente del capitán general de Granada.

No obstante, continuaron produciéndose bajas aisladas de soldados españoles como consecuencia de ataques rifeños puntuales, aunque en ocasiones también se sucedían enfrentamientos de mucha mayor entidad con numerosas bajas por ambas partes. Gabriel de Morales en su referida obra “Efemérides de la Historia de Melilla (1497-1913)”, relataba precisamente el acaecido el 9 de septiembre de 1856 con motivo de una salida al campo exterior.

Resultaron muertos los segundos comandantes de Infantería Antonio Salsó Busnadiego y José Gálvez Villanueva así como el subteniente José del Gras Díaz, 3 sargentos y 11 cabos y soldados, pertenecientes todos ellos a las compañías disciplinarias. Además resultaron heridos el propio gobernador militar de Melilla, ya brigadier Manuel Buceta del Villar, que como se dijo anteriormente sería comandante general del Campo de Gibraltar en 1878-79; 5 oficiales y 63 de tropa, dos de los cuales fallecerían pocos días después. 

Mientras tanto la Infantería española había vuelto a ser objeto de una nueva reorganización. Pasó a constituirse en 41 regimientos de a dos batallones cada uno y de 15 batallones de cazadores. Cada batallón de línea se componía de seis compañías, de las cuales una era de granaderos, otra de cazadores y las demás de fusileros.

La reserva del Ejército activo había sido creada por la ley de 31 de julio de 1855 y desarrollada por reales decretos de 21 de agosto y 13 de noviembre siguientes, bajo la denominación de “Milicia Provincial”. Conforme a todo ello se dispuso la creación de 24 batallones nuevos y la formación de otros 56 sobre los terceros de los regimientos de línea y las compañías 5ª y 6ª de los batallones de cazadores.

A cada batallón se le asignó un distrito y su fuerza se componía de 8 compañías debiendo establecerse el mando y plana mayor de aquél en la localidad que diera nombre a la unidad. Las compañías a su vez desplegarían en la demarcación de cada distrito.

Dos de esos batallones de la Milicia Provincial se organizaron en la provincia gaditana: el Cádiz núm. 37 y el Algeciras núm. 79. El primero se constituyó sobre la base del Tercer Batallón del Regimiento de Infantería Astorga núm. 44, de guarnición en la capital, donde Guzmán había estado destinado anteriormente. Sus compañías se desplegaban por el resto de la provincia a excepción del Campo de Gibraltar.

El segundo fue de nueva creación, asentándose mando y plana mayor en la ciudad de Algeciras, desplegando sus compañías en la comarca campogibraltareña. De su mando se hizo cargo al inicio del mes de marzo de 1856, el ya primer comandante Miguel Guzmán, relevando al de igual empleo, Pedro de la Garza y del Bono.

A modo de curiosidad decir que conforme al artículo 33 de la ley citada, los sargentos, cabos y soldados de la Milicia Provincial debían permanecer solteros durante los cuatro primeros años de servicio, Después y cumpliendo los requisitos necesarios, podían contraer matrimonio con permiso del jefe de batallón. Éste a su vez debía dar cuenta y remitir el correspondiente expediente al director general de la Milicia Provincial que era el mismo que el de Infantería, con residencia en Madrid.

Cuando todavía se estaba desarrollando el nuevo modelo de la reserva del Ejército, se produjo un cambio del gobierno presidido por el general Joaquín Baldomero Fernández-Espartero Álvarez de Toro, por el del también general Leopoldo O’Donnell Joris. Ello supuso el fin del llamado Bienio Progresista (1854-1856).

Se dictó entonces una nueva reorganización por real decreto de 20 de octubre de 1856, dimanante del ministerio de la Guerra, cuyo primer párrafo de la exposición que se hacía a Isabel II, no podía ser más explícito: “Con el ejército activo que hoy existe no hay la fuerza que se necesita para las atenciones militares, ni la que reclama la proporción de que debe haber con la de las otras naciones, principio regulador observado desde la creación de los ejércitos permanentes. La Institución de Milicias provinciales, que tantos días de gloria dio a los reinados de vuestros Augustos predecesores como reserva del ejército, necesita para existir otra organización política”.

Con la nueva normativa la Infantería del Ejército pasó a tener 41 regimientos, incluido el Fijo de Ceuta, y 20 batallones de cazadores. Dichos regimientos se compondrían de 3 batallones de 8 compañías cada uno, de las que una sería de granaderos, otra de cazadores y las 6 restantes de fusileros. Los 20 batallones de cazadores también constarían de 8 compañías cada uno. 

Para reforzar en tal entidad el Ejército activo era necesario suprimir la mitad de los batallones de Milicia Provincial que constituían la reserva, pasando sus compañías a integrarse en los regimientos. La otra mitad de los batallones cedería a su vez la mitad de sus compañías para reforzar el resto de regimientos. Los 40 batallones de Milicia Provincial que quedaron pasarían a denominarse “Cuadros de Reserva”. 

Dado que el de Algeciras era uno de los que se suprimían, Guzmán pasó a mandar el ubicado en la capital gaditana, que cambió su denominación por la de “Cuadro de Reserva núm. 15”. Apenas había estado seis meses destinado en el Campo de Gibraltar, donde se encontraba San Roque y la hacienda de “El Almendral”, residencia de la familia de su esposa Dorotea Shakery. 

Poco tiempo permanecería también en Cádiz, apenas siete meses, pues a fin de marzo de 1857 cesaba en su mando para ingresar voluntariamente en las filas del Cuerpo de la Guardia Civil. 

Había transcurrido ya más de una década desde la creación del benemérito Instituto y se trataba de un cuerpo militar de seguridad pública, perfectamente consolidado y que gozaba de gran prestigio, tanto entre la población civil como entre el Ejército.

A Guzmán le fue concedido por real orden de 18 de febrero anterior, el empleo de primer capitán de la Guardia Civil. Dejaba atrás la vida sedentaria y familiar de las unidades de reserva y guarnición que había mandado en las ciudades de Algeciras y Cádiz. Quien había sido recompensado en cuatro ocasiones con la cruz de San Fernando de 1ª clase por su heroico valor, estaba llamado a asumir responsabilidades superiores. ¡Y qué mejor camino tomar entonces que el de ser uno de los hombres del duque de Ahumada!.

(Continuará).