Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR" el 19 de abril de 2021, pág. 11.
El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.
La mayor tragedia del siglo XX que padeció San Roque fue la Guerra Civil. No sólo por los trágicos y sangrientos hechos que se vivieron en la localidad sino por todo lo posteriormente sucedido, incluida la larga represión que se padeció.
Hubo mucho dolor y sufrimiento no debiéndose jamás volver a repetir. Corresponde por lo tanto a los historiadores seguir investigando y desvelando, con objetividad y rigor, los documentos que todavía permanecen inéditos en archivos públicos y privados. Su conocimiento y estudio servirán para aportar luz y verdad sobre aquella sinrazón que fue nuestra incívica contienda.
Si bien en 2013 el cronista oficial Antonio Pérez Girón publicó con la Fundación Municipal de Cultura Luis Ortega Bru, su obra “San Roque, guerra civil y represión”, de muy recomendable lectura, queda todavía mucho por seguir aportando.
De hecho, en este capítulo se comienza a exponer un documento muy interesante que ha permanecido inédito hasta hoy. Se trata de un informe que emitió el 29 de julio de 1936 el teniente de la Guardia Civil Odón Oscar Aranguren Alonso, jefe de la línea de San Roque. Relata el ataque que sufrió dos días antes la casa-cuartel por una columna procedente de la provincia de Málaga y alguno de los sucesos acaecidos.
Iba dirigido al inspector general del benemérito Instituto de lo que había pasado a ser el bando sublevado, autodenominado “nacional”. Se trataba del general de brigada Federico de la Cruz Boullosa, jefe la 3ª Zona de la Guardia Civil, con residencia oficial en Valladolid. Fue el único de los cinco generales del Cuerpo que secundó la rebelión militar.
Tras el fracaso del golpe de estado del 18 de julio de 1936 la situación derivó en una guerra civil que duraría hasta el 1º de abril de 1939. La Guardia Civil, al igual que ocurrió en el resto de instituciones civiles y militares de la República se fracturó y dividió en dos. Inicialmente poco más de la mitad de las unidades de la Benemérita permanecieron leales al gobierno legalmente constituido, cumpliendo así la tradición del Cuerpo desde su etapa fundacional.
En el bando gubernamental el inspector general era el general de brigada de Caballería Sebastián Pozas Perea, que el 19 de julio fue nombrado ministro de la Gobernación. Le sustituyó el general de brigada de la Guardia Civil José Sanjurjo Rodríguez de Arias, hasta entonces jefe de la 4ª Zona (Madrid). Sin embargo, la Benemérita tendría un efímera vida oficial en dicho bando. Por decreto de 30 de agosto siguiente se dispuso reorganizarla, pasando a denominarse Guardia Nacional Republicana. Transcurridos cuatro meses se procedió a la disolución del mismo con motivo de crearse el nuevo Cuerpo de Seguridad.
Hasta el 19 de julio no se declaró el estado de guerra en San Roque, siendo proclamado por Fuerzas del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas núm. 3 de Ceuta, desembarcadas ese mismo día en el puerto de Algeciras. Las fuerzas locales del Ejército, de la Guardia Civil y de Carabineros secundaron la sublevación militar. El alcalde Luis Ortega López fue detenido y destituido siendo nombrado presidente de la nueva comisión gestora municipal José Sánchez Velasco, alférez de la Guardia Civil en situación de retiro por haber cumplido la edad reglamentaria.
Tal y como relata Pérez Girón en su obra, la tragedia no se inició en San Roque hasta el amanecer del 27 de julio siguiente. Y es aquí donde enlazamos con el mentado informe inédito suscrito por el teniente Ojanguren en relación a lo acaecido aquella aciaga jornada. Dado que fue emitido tan sólo dos días después de los hechos, aporta una información de sumo interés sin contaminar por otros factores.
Según consta en el mismo, a las 6 horas de esa jornada fue observado por los guardias civiles que estaban prestando servicio de vigilancia en la casa-cuartel, sita en la calle Herrería núm. 14, “que en dirección a la misma y por la carretera general de Málaga, se acercaban rápidamente a la población varios automóviles y camiones ocupados por bastante personal, enarbolando bandera roja”. Posteriormente se contabilizarían hasta 25 camiones además de un número indeterminado de vehículos ligeros, estimándose en unos dos mil los componentes de la columna que llegó a San Roque.
El comandante de puesto, Juan Colodrero Vergara, avisó inmediatamente al teniente Ojanguren, quien por razones de seguridad ya no pernoctaba en su vivienda de alquiler en la localidad, haciéndolo en la casa-cuartel. En esos momentos se encontraban en el edificio el guardia 1º Antonio Ruiz Sánchez y los guardias 2º Rodrigo Vázquez Villalobos, José Pareja Gámez, José Espinosa Sánchez, José Montes Gil, José Barragán Vega, Manuel Medina Martín, Antonio Pacheco Sánchez y José Corbacho Franco.
El teniente ordenó inmediatamente que dicho personal y los familiares que se encontraban en ese momento en el acuartelamiento, pasasen a ocupar los lugares que previamente se habían establecido en el plan de defensa. Los guardias fueron distribuidos por las ventanas conforme su distinción de tiradores con arma larga mientras que las familias se refugiaron en las zonas más seguras, protegidas por colchones, cestas, sacos terreros, etc. que se habían preparado desde días antes en previsión de un ataque.
Parapetados y con los fusiles preparados quedaron en espera del desarrollo de los acontecimientos. Observaron que al frente de un centenar de personas armadas que de forma bastante compacta habían tomado posiciones en las proximidades, iba un cabo del Cuerpo de Carabineros que portaba un brazalete rojo. Éste intimidó a voces la rendición de la casa-cuartel procediendo seguidamente a disparar su fusil contra una de las ventanas.
A partir de ese momento se procedió al intercambio de disparos entre atacantes y defensores. Buena parte de aquellos eran carabineros siendo el resto paisanos. El cabo mentado cayó enseguida herido, pero los atacantes a pesar del fuego que se hacía sobre ellos fueron avanzando hacia la puerta principal del acuartelamiento. Al serles lanzada por el teniente Ojanguren una granada de mano tipo Lafitte que al explosionar les ocasionó varias bajas, cesaron su progresión.
Continuó el tiroteo desde sus respectivas posiciones durante una hora y media aproximadamente, utilizando los atacantes incluso varias ametralladoras. Una de estas quedó anulada como consecuencia de los disparos de los guardias civiles. También fueron alcanzados, resultando dañados, tres de los vehículos ligeros que habían empleado para trasladarse.
Transcurrido el tiempo citado cesó el fuego al presentarse como parlamentario el hijo mayor del comandante de puesto. Tenía 15 años de edad y se llamaba Juan Colodrero Madrigal. La familia del brigada había sido tomada como rehén por los atacantes. Fueron capturados su esposa, Leocadia Madrigal Calderón, y sus cuatros hijos menores de edad, llamándose los otros tres José, Natividad y Rosario. Como no había pabellón disponible en la casa-cuartel ya que eran familia numerosa, habitaban una vivienda de alquiler en la localidad. Algún vecino de San Roque debió informar en dónde vivían.
La petición que traía el adolescente para los defensores de parte de los atacantes era la “de rendirse en el término de diez minutos, y de no ser así, le darían muerte a todos y bombardearían el Cuartel”.
(Continuará).