Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", el 26 de julio de 2021, pág. 12.
El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.
El 27 de julio de 1936, hace prácticamente 85 años, tal y como se relató en el capítulo correspondiente, una columna republicana procedente de la provincia de Málaga, intentó ocupar San Roque, teniendo que batirse finalmente en desordenada retirada. Estaba formada por fuerzas muy heterogéneas, compuestas en su mayor parte de elementos civiles de diferentes partidos políticos y sindicatos pertenecientes al Frente Popular así como del Cuerpo de Carabineros y en mucho menor número, del Ejército y de la Guardia Civil.
Todos los componentes uniformados de dicha columna correspondían a unidades ubicadas en la provincia vecina, si bien el propósito inicial era que las fuerzas de Carabineros y de la Guardia Civil del Campo de Gibraltar que no se habían sumado a la sublevación militar, se integrasen en aquella.
Sin embargo, por razones que por el momento se desconocen, ello finalmente no sucedió. Los testimonios de la época refieren que la mentada columna estaba compuesta por unos dos mil efectivos. Número más que suficiente para haber sofocado los dos únicos focos de resistencia en San Roque, si no hubiera llegado el oportuno auxilio procedente de Algeciras encabezado por las fuerzas regulares indígenas: el acuartelamiento de Infantería y la casa-cuartel de la Guardia Civil.
Probablemente hubo dos razones principales para que no se unieran a dicha columna las fuerzas de Carabineros y de la Guardia Civil que se habían concentrado en Jimena de la Frontera. La primera era que dada la importante entidad numérica que la conformaba, se consideraría seguramente innecesario agregar poco más de una treintena de carabineros y guardias civiles, pues al marcharse dejarían a su vez bastante desprotegido el municipio donde quedaban en sus domicilios elementos civiles simpatizantes de la sublevación militar. Tampoco querría dejarse solos a los milicianos locales. La segunda razón pudo ser que la actitud de los guardias civiles acuartelados en Jimena levantó las sospechas de los responsables locales del Frente Popular sobre ellos, no siendo conveniente incorporarlos a la columna ni dejarlos sin vigilancia.
Y la verdad es que finalmente no resultaron de fiar. Con el sargento Antonio Casablanca Romero, comandante del puesto de Buceite, todos, a excepción del brigada Salvador Carrasco Zurita, comandante del puesto de Jimena, se replegaron sobre San Roque el día 31 de ese mes. Les acompañaron como familiares, dos mujeres y cuatro menores de edad.
En la hoja de servicios de Casablanca sólo se hace un breve referencia al trayecto que recorrieron a pie hasta llegar a San Roque. Sin embargo, en su extensa instancia redactada en 1962, continuó aportando información inédita hasta entonces sobre las vicisitudes que acontecieron y que dado su interés se reproduce textualmente:
“… salieron al campo por la puerta trasera del cuartel, con las armas preparadas, actitud que debió sorprender a los milicianos que vigilaban el edificio, puesto que solamente se atrevieron a balbucear frases entrecortadas preguntando que a dónde nos dirigíamos y al contestarles que a practicar un servicio de importancia, facilitaron la marcha, pero al ver que la dirección que llevabamos era la de San Roque, lo comunicaron al comité rojo y al amanecer el día 31, pudimos advertir que nos seguían los pasos un grupo numeroso de milicianos armados y a caballo, entonces el exponente ordenó hacer alto y desplegó sus fuerzas en guerrilla, lo que motivó que sus perseguidores hiciesen también alto, continuándose por nuestra parte la marcha siempre seguidos a prudente distancia por sus perseguidores; cerca ya de San Roque, hicieron su aparición dos aparatos rojos que en vuelo casi rasantes como si buscasen el grupo, exploraban el campo, pero no pudieron localizarnos, por cuanto quiso la Divina Providencia hacer coincidir su proximidad con un momentáneo descanso de la fuerza, a la sombra de unos arbustos y maleza en barranco próximo que sirvieron de refugio, aparatos que después de varias pasadas, se elevaron en dirección a San Roque donde descargaron sus bombas. A las 21 horas (en su hoja de servicios redactada en 1937 decía que a las 18 horas), después de un recorrido de más de 40 kilómetros fuera de caminos, con los niños y sus madres fatigados por la caminata, sin comer y el excesivo calor, llegamos al fin a alcanzar la Ciudad de San Roque, uniéndonos de lleno al Movimiento liberador, siendo el que suscribe felicitado por sus superiores, por el Señor Comandante Militar de la Plaza y por el Excmo. Señor General Jefe del Ejército del Sur en su diaria charla radiofónica correspondiente al día 2”.
En relación a esto último hay que significar que el general de división Gonzalo Queipo de Llano Sierra, inspector general del Cuerpo de Carabineros, tras detener en Sevilla al jefe de la Segunda División Orgánica, José Fernández de Villa-Abrille Calivara, y destituirle del mando de la misma, se puso al frente de las fuerzas sublevadas de lo que pasaría a ser denominado el Ejército del Sur.
Una de sus actuaciones más conocidas fueron sus “charlas” radiofónicas, a través de las cuales no sólo realizaba acciones de propaganda sino principalmente de lo que se podría denominar acciones de guerra psicológica. En ellas no se limitaba a realizar comentarios sesgados de todo tipo sobre las operaciones militares que se estaban desarrollando en los frentes, sino que buscaba provocar el pánico y el terror entre quienes se estaban oponiendo a la sublevación, al difundir el brutal y trágico final que les esperaba.
Dichas “charlas” se prolongaron en el tiempo, contra su pronóstico inicial, al fracasar la sublevación militar y degenerar en una guerra civil. Solían ser de periodicidad diaria y emitidas al inicio de la noche. Habitualmente el diario ABC, en su edición de Sevilla, acostumbraba publicar al día siguiente una transcripción resumida de su contenido.
Volviendo a la hoja de servicios de Casablanca, no vuelve a relatar más vicisitudes de interés salvo que permaneció, “prestando los servicios propios del Cuerpo”, en San Roque hasta que el 28 de septiembre siguiente tomó parte en la columna que ocupó la localidad de Jimena.
En dicha columna, cuyo grueso estaba formado por fuerzas regulares indígenas, mandadas por el comandante de Infantería Enrique García de la Herrán, iba el personal de dicho puesto y del de Buceite. Al llegar a la casa-cuartel de Jimena comprobaron que la misma había sido asaltada y saqueada. También se enteraron que “el Brigada Carrasco que se negó a evacuar el puesto había sido fusilado por los rojos por no haber denunciado al Comité la fuga de la fuerza”. En su instancia de 1962 añadiría que dicho suboficial “fue asesinado en unión de 2 religiosos y personas de orden”.
Al día siguiente, 29, salió para el núcleo urbano de San Pablo de Buceite, formando parte de la mentada columna, “liberándolo de la dominación marxista”. Cuando llegaron a la casa-cuartel, sita en los números 10 y 12 de la calle Jimena, la encontraron “saqueada e incendiada la documentación”. Con los mismos guardias civiles que había marchado de dicha barriada el 25 de julio (identificados hasta la fecha Francisco Gil Herrera, José Murillo Arroyo, José Nieto Jiménez y Juan Rocha Coronil), procedió a constituir nuevamente el puesto.