Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en la Sección "Historia" de la Revista profesional "GUARDIA CIVIL", núm. 678, correspondiente al mes de octubre de 2000, págs. 72-75.
El original está ilustrado por cinco fotografías a color.
"D.E.P., Juan Gallardo Saldaña, Guardia Civil que dio su vida por la Patria en el Campamento de Tarfesit, el 27 de diciembre de 1925. Los Jefes, Oficiales e Individuos de la Comandancia de Marruecos, orgullosos de su valeroso proceder, dedicaron sencillo homenaje a su memoria". Así reza una lápida del cementerio de Melilla y ésta es su historia.
Introducción.
En el mes de julio de 1921 el Ejército Español había sufrido en Annual el mayor desastre militar de su historia en las campañas de Marruecos. Miles de soldados perdieron la vida a manos de las cábilas rifeñas rebeldes que en su explotación del éxito llegaron hasta los arrabales de Melilla.
Cuatro años más tarde la situación era bien distinta y la suerte de Mohamed Ben Abdelkrim, El Jatabi, había cambiado de signo. Durante el mes de septiembre de 1925 se había llevado a cabo con gran éxito, el desembarco de fuerzas españolas en las playas de la bahía de Alhucemas y la plaza de Melilla hacía tiempo que estaba segura.
La Guardia Civil, cuya historia en aquellos territorios sigue siendo una gran desconocida, fue testigo y coprotagonista de todos aquellos hechos. Su presencia y actuación fue debida a dos causas bien diferentes.
Una era su tradicional despliegue territorial (Comandancia, Compañías, Líneas y Puestos) con las mismas funciones que en la Península. La otra, era la que entonces se denominaba prestar servicio de campaña y que básicamente consistía en ejercer misiones de policía militar en las unidades del Ejército a las que eran adscritas.
La Guardia Civil en Marruecos.
La presencia de la Guardia Civil en Marruecos había sido desde mediados del siglo XIX muy diversa y variable. Ya en septiembre de 1859, fuerzas del Instituto, constituidas por 1 capitán, 2 tenientes, 25 hombres de caballería y 36 de infantería, estuvieron a las órdenes inmediatas del Comandante General del denominado "Cuerpo de Observación sobre la costa de Africa".
Al mes siguiente, al fraccionarse esa gran unidad en tres cuerpos de ejército, una división de reserva y otra de caballería se ordenó la incorporación urgente de 45 guardias civiles más de caballería y 39 de infantería, al objeto de poder ser distribuidos por secciones entre los respectivos cuarteles generales.
Una vez firmado, en abril de 1860, el Tratado de Paz de Tetuán que dio fin a la llamada Guerra de Africa, las fuerzas de la Guardia Civil regresaron a la Península con el grueso de los ejércitos.
Posteriormente, en octubre de 1893, una sección del Instituto acompañaría al denominado "Ejército de Operaciones en Africa", que fue enviado desde la Península con ocasión de los graves sucesos acontecidos en Melilla. Al igual que ocurrió en la vez anterior fue necesario reforzar las fuerzas de la Guardia Civil con 1 capitán, 3 tenientes, 2 sargentos, 8 cabos y 64 guardias.
Terminada la campaña se dispuso en marzo de 1894 el regreso del grueso de las fuerzas expedicionarias, salvo una parte que se quedaría para reforzar la guarnición de la plaza, fijándose también que se quedara una sección del Instituto, perteneciente a la Comandancia de Málaga hasta que se dispusiera del crédito necesario para organizarla con carácter permanente. Una real orden de 2 de abril de 1894, dispuso que debían continuar 1 teniente, 1 sargento, 2 cabos y 22 guardias.
Poco después una real orden de 22 de septiembre de 1896 aprobó la presencia de una sección fija en Melilla, compuesta por 1 teniente, 1 sargento, 2 cabos, 2 guardias 1º y 20 guardias 2º, que pasaría a depender de la Comandancia de Málaga. Otra real orden de 1 de julio de 1898, creó una sección fija en la plaza de Ceuta, compuesta por 1 teniente, 1 sargento, 2 cabos, 2 guardias 1º y 30 guardias 2º, que se integraría en la Comandancia de Cádiz.
Posteriormente sus orgánicas fueron variando y evolucionando en función de la situación militar y política de la zona, alcanzando entidades de Compañías, Comandancias e incluso Tercio para volver otra vez a disminuir de nivel y pasar a depender nuevamente de las mencionadas comandancias peninsulares y así sucesivamente hasta que se estabilizaron en la situación actual.
En 1925, la Comandancia de Marruecos, que había sido creada por real orden de 25 de marzo de 1919, era mandada desde Ceuta por el Teniente Coronel José Aranguren Roldán. Se componía de 4 compañías de infantería (Ceuta, Tetuán, Melilla y Larache) y 1 escuadrón de caballería (Ceuta-Tetuán). Las compañías de Melilla y Larache contaban además con una sección de caballería.
Su plantilla, aprobada por real orden circular de 5 de agosto de 1922, estaba compuesta por 562 hombres (1 teniente coronel; 2 comandantes; 5 capitanes de infantería y 1 de caballería; 10 tenientes de infantería y 4 de caballería; 4 alféreces de infantería y 2 de caballería; 5 suboficiales de infantería y 1 de caballería; 16 sargentos de infantería y 6 de caballería; 33 cabos de infantería y 16 de caballería; 18 cornetas de infantería y 6 trompetas de caballería; 20 guardias 1º de infantería y 9 de caballería; 282 guardias 2º de infantería y 118 de caballería así como 2 herradores para los 179 caballos que tenían).
Al objeto de cubrir por un lado las bajas de los heridos o enfermos, que no llegaban a ocasionar vacante así como muy especialmente, para prestar el servicio de campaña requerido por las unidades expedicionarias del Ejército en Marruecos, se solía concentrar temporalmente a personal procedente de las comandancias peninsulares.
El ataque a Tarfesit.
El campamento de Tarfesit estaba situado en una zona próxima a Melilla, encontrándose acantonado en el mismo un pequeño destacamento de guardias civiles que prestaban servicio de campaña a las unidades del Ejército allí estacionadas.
Aunque las fuerzas españolas iban avanzando victoriosamente y manteniendo la iniciativa en las operaciones militares, se seguían produciendo ataques aislados y de escasa entidad por parte de las cábilas rifeñas rebeldes. Dichas acciones solían realizarse buscando la sorpresa y aprovechando el amparo que brindaba la oscuridad de la noche.
Así cuando tan sólo hacía media hora que había comenzado el día 27 de diciembre de 1925 y reinaba la calma en el campamento, el silencio de la noche se vio roto por el estampido de un disparo de cañón y el estruendo causado por la explosión del proyectil al impactar en sus proximidades. Era la señal del inicio de un ataque rifeño. Inmediatamente los guardias civiles y los soldados se prestaron a la defensa respondiendo al fuego de fusilería enemiga.
El cañón vuelve a tronar y esta vez el disparo cae en el interior del campamento explotando en su interior. La mala fortuna quiso que uno de los cascos de metralla segara la vida del Guardia 2º de Infantería Juan Gallardo Saldaña, quien había sido uno de los primeros defensores en tomar su fusil máuser y hacer fuego en dirección a los fogonazos de los atacantes.
Cesado el ataque se procedió al recuento de las bajas comprobándose que la única mortal era el joven guardia civil. Sus compañeros no pudieron hacer nada por salvar su vida ya que la metralla había desgarrado brutalmente su cuerpo. Al amanecer se decidió evacuar sus restos a Melilla, en donde en la mañana del día 29 recibieron cristiana sepultura, siéndole rendidos los honores militares correspondientes.
El Comandante General de la plaza envió un telegrama urgente al teniente coronel jefe de la Comandancia de Marruecos informándole de lo sucedido. Asimismo dicho jefe remitió a su vez otro, en idéntico sentido, al Director General del Cuerpo, que por aquel entonces era el Teniente General Ricardo Burguete Lana.
Por su parte, el teniente Germán Corral Castro, encargado de la compañía de Melilla, procedía a participar por escrito dicha novedad tanto al superior centro directivo como al Teniente Coronel Antonio Lozano Díaz, primer jefe de la Comandancia de Cádiz, ya que el Guardia 2º Gallardo pertenecía a la misma y se encontraba concentrado, con carácter voluntario, en la de Marruecos.
Dado que el Guardia 2º Gallardo era de estado soltero y no había otorgado testamento, se procedió a incoar por el teniente Eusebio Martínez Izquierdo, auxiliado por el Sargento Carlos Guillén Esteban, ambos pertenecientes a la compañía de Melilla, el oportuno expediente de abintestato.
La Comandancia de Marruecos, que siempre honró a sus muertos, encargó para perpetuar su memoria y reconocer su servicio prestado a España, una gran lápida de mármol blanco con la inscripción detallada al inicio de estas líneas.
El Guardia 2º de Infantería Juan Gallardo Saldaña.
Juan Gallardo Saldaña había nacido el 24 de abril de 1893 en la localidad gaditana de Paterna de Rivera, partido judicial de Medina-Sidonia. Poco se sabe de su familia y sus padres, salvo que se llamaban Manuel Gallardo Medina e Isabel Saldaña Aguilar y que estuvieron viviendo hasta 1903 en Paterna de la Rivera y Alcalá de los Gazules. A partir de ese año la familia se trasladó a Jerez de la Frontera, fijando su domicilio en el número 31 de la calle Campana.
Cuando con 19 años de edad estaba aprendiendo el oficio de carpintero, fue filiado por su ayuntamiento como quinto del reemplazo de 1914, ingresando el 19 de enero del año siguiente, como artillero 2º, en la 4ª Batería de la Comandancia de Cádiz. Poco más de un año después, el 1 de mayo de 1916, ascendió a Cabo continuando su servicio militar en la misma unidad.
Hecho a la milicia decidió continuar profesionalmente en ella y se decidió a solicitar, en enero de 1917, mediante instancia su ingreso en la Guardia Civil y con preferencia para la comandancia gaditana.
El 20 de abril se examinó en el acuartelamiento capitalino del Instituto, situado por aquel entonces en el número 1 de la calle Barrocal, superando con éxito las pruebas de caligrafía, dictado y operaciones aritméticas de suma, resta, multiplicación y división. Su talla fue llevada a cabo por el Guardia 1º Miguel Soler Torrejón en presencia del Teniente Coronel Pedro Jiménez Topete, primer jefe de la Comandancia de la Guardia Civil.
Asimismo fueron satisfactorios los tradicionales y eficaces informes reservados de conducta del aspirante y su familia, emitidos por el sargento Rogelio Sarroche Bonillo, comandante del Puesto de Medina-Sidonia (al que pertenecía la localidad de Alcalá de los Gazules); el Guardia 2º Francisco García Candón, comandante del Puesto de Paterna de Rivera así como del sargento comandante del de Jerez de la Frontera, que contaban con los correspondientes VºBº de sus tenientes jefes de Línea.
Finalmente el 20 de diciembre de 1917 se le concedió por real orden, el ingreso en la Guardia Civil siendo destinado a la Comandancia del Oeste ubicada en Barcelona. En el mes de marzo de 1920 pudo pasar a la de Cádiz en donde permaneció hasta que cinco años después marchó concentrado, con carácter voluntario, a la Comandancia de Marruecos, siendo agregado a la 3ª Compañía (Melilla) para prestar servicio de campaña.
Epílogo.
El Boletín Oficial del Cuerpo en su número 1 correspondiente al año 1926 le dedicaba, entre otras, las siguientes palabras: "... Gallardo murió, murió en el acto, murió como los buenos, en el campo del peligro, en el campo del honor. Sus restos fueron trasladados a Melilla e inhumado en el cementerio de aquella población, donde tantos héroes reposan, mezclados entre aquellos, por ser uno más de los que sin distinción de uniforme, Cuerpo, ni procedencia, juraron defender su Bandera hasta perder la última gota de su sangre. ¡Nos honró!, ...".
Setenta y cinco años después, el mármol de la tumba del Guardia 2º de Infantería Juan Gallardo Saldaña sigue estando impoluto y desde entonces cada 2 de noviembre, Día de los fieles Difuntos, la Comandancia de Melilla, hija de aquella de Marruecos, sigue depositando, al igual que el resto de unidades militares que guarnecen la Ciudad Autónoma lo hacen con sus muertos, una ofrenda floral.
Los fondos documentales utilizados proceden del Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil.
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