Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 308 correspondiente al mes de febrero de 2008, de la Revista "ARMAS", págs. 80-86.
Durante el periodo 1937-39, en plena Guerra Civil,
se fabricó en la retaguardia republicana barcelonesa la Astra “anarquista”.
Cuando la firma Esperanza y Unceta presentó en
el mercado su pistola Astra modelo 1921, de 9 mm. largo, adoptada
reglamentariamente en real orden de 26 de septiembre de ese mismo año por el
Ejército español, poco podía pensar que sería objeto de diversas copias en la
década siguiente, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Dichas reproducciones no perseguían lucrativos fines
comerciales, sino que fueron fruto de las necesidades bélicas de autobastecerse
con armas propias. Así, durante nuestra Guerra Civil, se fabricaron copias, con
mayor o menor fortuna, en la zona gubernamental, también llamada republicana, y
concretamente en las provincias de Barcelona, Valencia y Alicante, mientras que
el conflicto chino de aquella época dio lugar a la aparición de una
reproducción de origen asiático.
Entre las primeras estarían las pistolas “Ascaso”
fabricadas en Tarrasa y Barcelona, objeto principal del presente artículo, las
R.E. (República Española) producidas en la localidad valenciana de Alginet, y
unas muy mediocres copias, carentes de marcas e incluso del característico
seguro de empuñadura, que no llegaron a ser siquiera bautizadas, procedentes de
unos talleres de la población alicantina de Ibi.
Entre las
segundas, se encuentran las llamadas “Orphan Astra”, fabricadas en algún punto
de la geografía china durante aquella década y cuyo conocimiento se limita
prácticamente al artículo publicado en agosto de 1970 por el comandante Dick
Keogh en la revista “GUN REPORT” y del que se hizo eco, junto a algunas
fotografías, el gran experto norteamericano Leonardo M. Antaris, en su
magnífica obra “Astra. Automatic pistols”.
También, aunque
ya anecdóticamente y más recientemente, citar las copias afganas, uno de cuyos
ejemplares fue encontrado por el autor de estas líneas en Irak hace cuatro
años, tras ser intervenida por las fuerzas españolas allí desplegadas, y que
hoy día se expone en la sala de armas del Museo de la Dirección General de la
Guardia Civil en Madrid (ver ARMAS núm. 270).
Las industrias bélicas en Cataluña.
Cuando
el 19 de julio de 1936 se produjo la sublevación militar en Cataluña, iniciada
dos días antes en Melilla y secundada en buena parte de la geografía nacional,
la industria de armamento era allí inexistente. Entre las 800 industrias
metalúrgicas más importantes de Cataluña no había ni una sola que se dedicara a
fabricar elementos de índole bélica ni estaban preparadas para ello.
El alzamiento
militar fracasó en Cataluña y la clave estuvo en Barcelona, gracias
principalmente a la inmediata reacción armada de las milicias de los partidos y
sindicatos vinculados con el Frente Popular, encabezadas mayoritariamente por
las pertenecientes a la CNT, así como la firme adhesión y lealtad de la Guardia
Civil al gobierno de la República.
Aplastada la
rebelión, el parque de Artillería y los cuarteles del Ejército en Barcelona se
encontraban prácticamente abandonados y saqueados. Las armas y sus municiones
se hallaban en poder de las milicias políticas y sindicales. Se trataba de la
máxima expresión del “pueblo en armas”
pero que dado el comienzo de un conflicto bélico de tal naturaleza y extensión,
era insuficiente para hacer frente al mismo, siendo necesario crear y organizar
un ejército regular republicano al que era imprescindible dotar de armamento.
Consecuente con
ello y conscientes de organizar en Cataluña la fabricación de toda clase de
armamento, se creó por Decreto de 7 de agosto de 1936, la Comisión de
Industrias de Guerra (CIG), presidida por el consejero de Finanzas de la
Generalitat, Joseph Tarradellas Joan (1899-1988), quien llegaría también a
presidir la misma (1954-1980).
El nuevo
organismo debía coordinar todas las actividades de fabricación de armamento en
Cataluña así como organizar la creación de las industrias que fueran necesarias
para la obtención del material de guerra indispensable para hacer frente a la
campaña que comenzaba.
Así pasaron a
depender de la citada Comisión todas las fábricas, talleres, laboratorios y
centros de movilización industrial y experimentación técnica susceptibles de
ser útiles para la producción de armamento y material de guerra.
El coronel de
Artillería José María Manrique García y el historiador Lucas Molina Franco, en
su reciente y voluminosa obra “Las armas
de la Guerra Civil española”, afirman que ya el 15 de septiembre de 1936 el
control de dicha Comisión se extendía a unas 500 empresas de diversa entidad,
lo cual implicaba contar con más de 50.000 obreros y otros 30.000 de las
industrias auxiliares.
En sus inicios
la Comisión dependía de la Consejería de Economía y Servicios Públicos, pasando
poco después a depender directamente de la Presidencia del Consejo de la
Generalitat. Como vocales se nombraron representantes de las Consejerías de
Economía, Finanzas, Gobernación y Defensa.
Al objeto de
cumplir eficazmente la magna tarea encomendada, la Comisión se organizó en tres
secciones: la de químicas, que se encargaría de todo lo referente a pólvoras,
detonadores, explosivos, etc.; la de metalúrgicas, que trataría todo lo
relacionado con armas, espoletas de las municiones, vehículos, blindajes, etc.;
y la de aviación.
El Informe final de la Comisión.
El
17 de mayo de 1937, tras la llegada a la presidencia del gobierno de la
República el doctor Juan Negrín López y la constitución del Ministerio de
Defensa Nacional bajo la dirección de Indalecio Prieto Tuero, se abolió la Comisión
de Armamento y Municiones, creándose la Subsecretaría de Armamento y Municiones
como organismo de la dirección de la producción de guerra en toda la zona
republicana.
El
23 de septiembre siguiente se creó una delegación en Cataluña de dicha Subsecretaría
al objeto de coordinar allí la fabricación de armas y demás material bélico, lo
cual implicaba en la práctica la desaparición de la CIG, originándose el
consiguiente enfrentamiento entre los representantes estatales y catalanes que
disintieron abiertamente de dicha medida.
Tras ello la
Generalitat tuvo finalmente que ceder y tuvo que cesar en su actividad respecto
la gran mayoría de industrias bélicas que desde el verano de 1936 venía
controlando, a excepción –inicialmente- de una quincena de industrias que
financiaba directamente con sus propios presupuestos.
Al objeto de
poder acreditar la labor hecha por la CIG en ese periodo que acababa de
finalizar y desacreditar a su vez una serie de insidias y falsos rumores que
cuestionaban dicho trabajo, Josep Tarradellas elaboró, con difusión restringida
y confidencial, un informe de 70 páginas en las que se recogía, a grandes
rasgos, toda la actuación de la Generalitat en materia de industria de
armamento hasta el mes de octubre de 1937.
Final y
definitivamente, por Decreto de 11 de agosto de 1938, poco más de seis meses
desde que el gobierno de la República trasladara su residencia eventual desde
Valencia a Barcelona, se procedió por el mismo a la expropiación de las 15
fábricas bélicas que eran propiedad de la Generalitat, con el fin de garantizar
que toda la producción de armamento en la zona republicana seguía una única
directriz.
Aquella medida,
además de provocar una crisis de gobierno y la salida de los ministros de Justicia Manuel Irujo Ollo (Partido
Nacionalista Vasco) y de Trabajo, Jaime Ayguadé Miró (Ezquerra Republicana de
Cataluña), dio lugar a que Tarradellas elaborase un nuevo informe confidencial
y de mayor amplitud y detalle que el anterior, alcanzando un total de 118
páginas, que dejara bien claro el esfuerzo y magnitud de la labor realizada por
la CIG.
Dado el carácter
clasificado del nuevo informe, éste no vería la luz hasta ahora, casi siete
décadas después, mientras que parte del primero había terminado siendo
publicado por la CNT en 1939 desde Buenos Aires en un libro titulado “De Companys a Indalecio Prieto.
Documentación sobre las industrias de guerra en Cataluña”.
Ahora, gracias a
Pagès Editors, que lo ha publicado, se ha tenido acceso íntegro al informe
final de agosto de 1938, además del de octubre de 1937. La editorial leridana
ha lanzado en octubre de 2007 una edición en catalán, limitada a poco más de un
millar de ejemplares, lo cual lo convierte en preciado objeto de colección para
un bibliófilo del mundo de las armas. A ello hay que sumarle que está ilustrado
con un total de 230 fotografías inéditas de la época relativas al armamento y
demás material bélico que se fabricó bajo el control de la CIG.
El libro, que
cuenta con 202 páginas y cuya portada está ocupada precisamente por una imagen
de la pistola Ascaso, cuyo medallón de la cacha derecha ha sido sustituida por
el logotipo de “Industries de Guerra de Catalunya” y las cuatro barras
catalanas, puede adquirirse directamente en Internet a través de la web del
editor –www.pageseditors.com- por el precio de 14 euros más gastos de envío a
domicilio.
Esta obra,
prologada por Josep Alegre Vilas, abad del monasterio tarraconense de Poblet y
con una introducción del historiador Javier de Madariaga Fernández, está basada
en los fondos del Archivo “Monserrat
Tarradellas i Macià”. El 31 de diciembre de 1981, Joseph Tarradellas
procedió a donar su impresionante archivo particular, que poco después adoptó
el nombre de su hija.
Los fondos Tarradellas
están constituidos por más de dos millones de páginas de documentos, 11.032
libros, 6.035 publicaciones periódicas, 38 películas del periodo (1936-1952) y
33.844 fotografías, de las que 1.182 corresponden a la actividad relacionada
con la Comisión de Industrias de Guerra en Cataluña. Posteriormente dichos
fondos se han ido enriqueciendo con aportaciones procedentes de otras personas
coetáneas al que fuera presidente de la Generalitat.
La producción de guerra.
En
ambos informes se aporta abundante información y datos sobre producción y
estadísticas de las diferentes armas, municiones y demás productos bélicos
fabricados en los diferentes centros que estaban bajo control de la CIG. No
obstante, en algunos casos, y dado el hecho de haberse emitido ambos informes
en plena guerra civil, se hacía constar que se omitían los relativos a algunas
de aquellas, por razones obvias de seguridad, dado que no quedaba garantizado
el debido secreto ante la difusión de los mismos, por muy restringida que fuera
ésta.
Por
tal motivo, no se aporta información estadística de producción, aunque si se
reconoce la misma y su importancia, relativa a la fabricación del armamento
portátil que es el de mayor interés para el lector de ARMAS, tales como las
pistolas Ascaso, las “pistolas
ametralladoras” Fontbernat, Labora y Schmeisser, los fusiles, mosquetones y
carabinas máuser, así como de piezas para las ametralladoras Hotchkiss y Colt,
además del fusil ametrallador Hotchkiss II.
Sin
embargo en ambos informes si se entra con mayor profundidad, no sólo en la
organización y funcionamiento de la CIG, sino también en la fabricación de las
industrias químicas (fulminantes, trilitas y tetralitas, dinamitas, pólvoras,
mechas, celulosas, gases, caretas antigas, etc.), de las industrias
siderometalúrgicas (municiones de armas portátiles y piezas de repuesto para
éstas, lanzagranadas, morteros, espoletas, granadas de mano, mortero y
artillería de campaña y de marina, bombas de aviación, vehículos blindados,
etc.) y el material de aviación.
También
se aporta información de interés relativa a las 15 fábricas que fueron de
titularidad de la Generalitat hasta su incautación por el gobierno de la
República, su ubicación, su actividad y su producción.
No
obstante la información más precisa y rica en pormenores debe encontrarse en
las 28 publicaciones técnicas y numeradas que editó la CIG durante la guerra
civil, relativas a las granadas rompedoras de 70, 75, 105 y 155 mm., la
granadas de metralla de 105 y 155 mm., los morteros de 50 y 81 mm. con sus
granadas, las granadas de acero de 45 mm., las granadas antiaéreas, espoletas,
cartuchos, bombas de aviación de 12, 70, 250 y 500 kg., bombas de mano,
lanzagranadas LG 1 y sus granadas, la pistola Ascaso, la “pistola
ametralladora” Fontbernat, el mosquetón máuser y las pólvoras sin humo,
habiendo quedado en preparación más de una veintena más de publicaciones que
con el devenir negativo de la contienda y la incautación gubernamental, no
llegaron a ver la luz.
Para
hacerse una idea del contenido de dichas publicaciones, tan sólo mencionar que
la núm. XXIII, correspondiente a la pistola Ascaso tiene más de 200 páginas y
53 esquemas y planos de piezas del arma a escala, mientras que la núm. XXIV,
relativa a la “pistola ametralladora” Fontbernat, comprende más de 100 páginas
y 102 esquemas y planos a escala.
Hay
que significar que dado el limitadísimo número de ejemplares publicados y la
pérdida de parte de ellos como consecuencia de las vicisitudes de la guerra, se
han convertido en preciadísimas piezas de colección, que están llegando a
alcanzar la cotización de 6.000 €, aptas sólo para potentados privilegiados e
instituciones públicas.
La pistola Ascaso.
Una de las armas
que se produjeron a partir de 1937 bajo control de la CIG fue una copia de la
pistola Astra de 9 mm. largo, antiguo modelo 1921 y ya denominado modelo 400,
fabricado entonces en Guernica por la firma Unceta y Cía., tras la marcha de Juan
Esperanza en 1925.
Dicha pistola
era el arma corta reglamentaria del Ejército, la Marina y Carabineros, por lo
que se optó para su fabricación, máxime después de la ocupación por el enemigo
de la fábrica de Guernica a finales de abril de 1937, con lo que la República
perdió tal fuente de abastecimiento, y la llegada a Cataluña de un grupo de
operarios y técnicos de la misma, además de otros talleres armeros de Eibar y
Elgoibar, que habían podido escapar a tiempo.
Esta copia de la
pistola Astra fue bautizada con el nombre de “F. Ascaso”, en homenaje al
dirigente anarcosindicalista Francisco Ascaso Abadía, fallecido en el 20 de
julio de 1936 en el asalto al acuartelamiento de las Atarazanas en Barcelona.
Aunque no se
tienen datos exactos de su producción parece ser que llegó a alcanzar los 8.000
ejemplares que se fabricaron en la localidad barcelonesa de Tarrasa, si bien el
coronel Manrique y el historiador Molina afirman en su obra que unas 1.000
pistolas Ascaso se produjeron en los talleres Confederales nº 1, sitos en la
calle Badal de Bacelona. Tras la incautación de la fábrica principal por la
Subsecretaría de Armamento, pasó a denominarse la núm. 290.
Su calidad y
acabado no llegó a ser el de las originales vascas de antes de la guerra, dada
la carencia del tiempo, materias primas y maquinaria necesarias para ello, pero
que no obstante pede definirse como aceptable.
El
experto norteamericano Leonardo M. Antaris asegura en su obra que en los
primeros ejemplares se detectó un problema con el muelle helicoidal recuperador
que envolvía el cañón de la pistola en el interior de la corredera, ya que era
excesivamente duro y dificultaba el correcto retroceso y funcionamiento,
cuestión que pronto fue subsanada.
Por
su parte, el coronel de artillería Bernat Barceló Rubí expone en su magna obra
“3 siglos de armamento portátil en España”,
que el adversario aplicó –posiblemente con finalidad de acción psicológica- a
dicha pistola, la denominación que ya años antes se habían ganado los revólveres
de baja calidad producidos por la industria vasca, es decir, el de “neutrales”,
por aquello de que lo mismo causaban baja del enemigo como la del que
disparaba. Sin embargo el propio autor se muestra disconforme con tal
afirmación y no cree que su calidad fuese tan baja que tuviera tendencia a
reventar, “siempre que se usase en
condiciones normales y con la munición apropiada”.
No
obstante hay que significar que su calidad si bien fue ligeramente inferior a
la de la otra copia “gubernamental” de la Astra, fabricada en la localidad
valenciana de Alginet, bajo la denominación de “R.E.” (República Española), en
cantidad de 15.000 ejemplares aproximadamente, fue muy superior a la corta
producción de la copia manufacturada en la alicantina de Ibi.
A
diferencia de la pistola Astra, la Ascaso presentaba un pavonado azulado más
oscuro y brillante –similar al de la R.E.-, una diferencia lógica ya que el
proceso de oxidación artificial se efectuaba por inmersión de las piezas en el
baño de pavón –como era y es habitual en la práctica totalidad de las armas-,
mientras que en las Astra el pavonado se aplicaba “a brocha” y sólo en el
exterior de la corredera y el armazón, motivo por el que su resultado es bien
distinto y permite saber, además, si una de estas pistolas ha sido
repavonada por el procedimiento más tradicional.
Volviendo a nuestra
protagonista, ésta tiene la identificación “F. ASCASO TARRASA CATALUÑA” en un
logotipo circular estampado justo detrás del punto de mira. Sus cargadores,
sencillos o también de gran capacidad, tal y como recoge el CIG en su informe,
están marcados “ASCASO TARRASA 9 LARGO” en sus base. Las cachas, fabricadas en
plástico negro, lleván en su medallón el logo “F. ASCASO”.
Pero
la principal diferencia técnica no es apreciable desde el exterior, ya que se
trata del paso del estriado del ánima, siendo de una vuelta en 24 cm en la
Astra original, y de 31 en la Ascaso, cifra que se reduce a 26 para el
tallado en los tubos de las R.E.
Para
terminar citar al menos que hubo otra pistola fabricada también en Cataluña
pero asemejada a la norteamericana Colt modelo 1911, y de la que el experto
Juan Luis Calvó se hace eco en su obra “1840-1940.
Cien años de pistolas y revólveres Españoles”. Se trataba de la denominada
“Isard” (Rebeco), también de 9 mm. largo, que se produjo al menos en 1938 en el
parque móvil de la Generalitat, en Barcelona. Sus cachas de madera, lisas y
abombadas, ostentaban, escudo de la Generalitat, conformado por las cuatro
barras catalanas en relieve dentro de un óvalo. Curiosamente algún ejemplar
lleva estampado el nombre de “Pistola Tarradellas” en el lugar del de “Isard”.
Nota.
Se agradece expresamente la colaboración prestada por Lourdes Oliveras en representación
de Pagès Editors.
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Francisco ASCASO ABADÍA (1901-1936).
Nacido el 1 de abril de 1901 en la pequeña localidad
oscense de Almudevar, se convirtió desde muy joven en el arquetipo de la
violencia revolucionaria anarquista que por muchos fue definida en la prensa de
su época como el más puro ejemplo del “pistolerismo”.
Tal y como recoge el profesor Antonio Padilla Bolívar en su
libro “El movimiento anarquista español”,
esa violencia revolucionaria que a
comienzos de la década de los años 20 del siglo pasado, azuzó las
circunstancias socioeconómicas de Cataluña, España y el mundo entero, lanzó por
la senda terrorista a hombres de los grupos anarcosindicalistas más activos,
siendo Francisco Ascaso uno de ellos.
Fueron tiempos muy duros que engendraron una violencia
sectaria muy difícil de entender y justificar hoy día, donde los sectores más
extremos del movimiento obrero y la patronal se enfrentaron a sangre y fuego,
dejando tras de si una larga espiral de dolor y terror.
Ascaso, que procedía de una familia campesina, se trasladó
en unión de la misma a Zaragoza cuando corría el año 1913, siendo en su juventud
–trabajó como panadero y camarero- cuando ingresó en la Confederación Nacional
del Trabajo (CNT) y empezó a contactar con algunos de los grupos anarquistas que lo integraban y que estaban dispuestos a proyectar la acción
directa basada en la violencia revolucionaria, implementando dicha vinculación
con su cambio de residencia a Barcelona en 1922.
El joven
aragonés comenzó así a conocer y tratar con quienes serían los principales
representantes del anarcosindicalismo revolucionario: Buenaventura Durruti,
Ricardo Sanz, Antonio Ortiz, Juan García Oliver, Aurelio Fernández y Gregorio
Jover, entre otros. Recordado por sus propios compañeros como un hombre frío, racional
y calculador, fue siempre más un activista de primera línea que de doctrina y
organización.
Convencido
comunista libertario, dispuesto a derramar y hacer derramar la sangre en su
lucha contra el estado y el capitalismo, su nombre pasó bien pronto a formar
parte de las fichas policiales de numerosos países, siendo considerado como uno
de los activistas anarquistas más peligrosos de la época. Detenido y
encarcelado en diversas ocasiones, habiendo logrado escapar más de una vez,
también fue deportado a Canarias y Guinea, teniendo que exiliarse a varios
países europeos e hispanoamericanos, donde al participar en acciones violentas
de grupos anarquistas locales, lo que motivó que terminara por ser expulsado o
prohibida su entrada a la mayoría de aquellos.
No obstante, cualquier
libro sobre armas que cite la pistola “Ascaso” se limitará a decir que dicho
nombre fue adoptado en recuerdo a la figura de un dirigente anarquista de la
época, sin entrar en mayores detalles.
La verdad es que
no se puede negar la polémica que envuelve a dicho personaje. Visionado como un
líder y un héroe para los suyos o, como un “pistolero” y un asesino para los
otros, la realidad es que fue fruto y protagonista de su tiempo y que los
libros de historia lo recuerdan tanto por su ímpetu revolucionario como por su
participación en numerosas acciones violentas tales como los asesinatos del
redactor jefe del “Heraldo de Aragón” en 1920 y del arzobispo de Zaragoza en
1923, el intento frustrado contra Alfonso XIII en París en 1926, la voladura de
la Jefatura Superior de Policía de Barcelona en 1933 así sus enfrentamientos a
tiros contra los “pistoleros” contratados por la patronal o los atracos a
bancos, tanto en España como en algunos de los países en los que estuvo
exiliado.
En 1934 sería
nombrado secretario general del comité regional de la CNT en Cataluña, fijando
desde entonces su residencia en Barcelona, donde le sorprendería dos años
después la sublevación militar que al fracasar daría inicio a la Guerra Civil.
Consecuente con sus ideales y siendo miembro del Comité de Defensa Confederal
de Cataluña, tomó inmediatamente las armas al frente de sus hombres para
participar en su sofocación, resultando muerto de un disparo en la frente el 20
de julio de 1936 durante el asalto al cuartel de las Atarazanas.
Como todos
aquellos líderes que mueren jóvenes luchando en el combate por sus ideales, sean
los que fueran, Ascaso pasó a engrosar la leyenda de los héroes, en este caso
el de los libertarios, siendo desde entonces, elevado por los suyos a la
categoría de mito. Prueba de ello fue, entre otras cosas, que además de
bautizar con su nombre a la pistola objeto del presente artículo, se le dio
también a una de las columnas de milicianos anarquistas catalanes combatientes
que se organizaron en los primeros días de la Guerra Civil o que la localidad
alicantina de San Juan fuera conocida en la zona republicana como “Villa
Ascaso”.
La temprana
muerte de su amigo y correligionario Durruti –fallecido de un disparo en el
frente de Madrid el 20 de noviembre de 1936- motivaría diversos homenajes conjuntos,
destacando entre todos el llevado a cabo al año siguiente en la inauguración
del mausoleo erigido a la memoria de ambos en el cementerio barcelonés de
Montjuich y que seria destruido al finalizar la contienda.
Hoy día la
figura de Ascaso continúa siendo objeto de memoria en los diferentes foros del
anarcosindicalismo, si bien ya no tienen la fuerza ni la implantación que aquél
en vida conoció. En el año 2001 se presentó públicamente su biografía con
motivo de la conmemoración del centenario de su nacimiento, en las Jornadas
Culturales de Otoño organizadas por su ayuntamiento local. Asimismo su recuerdo
se sigue manteniendo vivo, entre otros, en el centro cultural “Ascaso-Durruti”, sito en la localidad
francesa de Montpellier.
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