Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 351 correspondiente al mes de septiembre de 2011, de la Revista "ARMAS", págs. 86-91.
Los originales están ilustrados por ocho fotografías en color y doce en blanco y negro.
Doctor Ingeniero en Armamento y
autor del “Tratado de Cartuchería”
No hay experto en munición de armas portátiles ni aficionado al
coleccionismo de cartuchería que no conozca ese magnífico y voluminoso libro
que se convirtió, por derecho propio, en la “Biblia” de la munición española.
De hecho, editada en el año 1978 por la Imprenta Merino de Palencia, es
hoy día una codiciada pieza de biblioteca y consulta que ha visto multiplicado
geométricamente su valor económico original, como bien saben quienes han tenido
el privilegio de adquirir un ejemplar en los últimos años.
Su autor fue un militar y científico realmente excepcional, el coronel
y doctor ingeniero en armamento, Francisco Lanza Gutiérrez, perteneciente al
Cuerpo de Ingenieros de Armamento y Construcción del Ejército de Tierra. Estaba
destinado entonces como director de la Fábrica de Armas de Toledo, que por
aquel tiempo pertenecía a la Empresa Nacional “Santa Bárbara” de Industrias Militares S.A.
En su redacción, tal y como reconoce el propio autor en su
presentación, contó con la importante colaboración de los mejores expertos en
la materia, los entonces comandantes y también doctores ingenieros en armamento
Angel Molina López y Jesús Miñana Alba así como del capitán ingeniero técnico
de armamento Alfonso Orea Maestro. También cooperaron en esa edición los
tenientes coroneles e igualmente doctores ingenieros en armamento Francisco
Martínez Chacón y Jesús Pedraza Morrondo.
La magna obra del “Tratado de
Cartuchería”, dedicado a su padre, por quien sentía profunda admiración y
respeto, así como a sus hijos Paco y Jesús, que pronto serían oficiales del
Ejército, tenía su antecedente en 1969 con el “Catálogo Lanza de cartuchería de fabricación nacional (1893-1969)”.
Fue editado al año siguiente, previa autorización del Estado Mayor
Central, por la Empresa Nacional “Santa
Bárbara” de Industrias Militares S.A., y constituye hoy día también, una
preciada pieza de coleccionista. Entonces Lanza era teniente coronel y se
encontraba en situación de servicios especiales (grupo de destinos de carácter
militar) como jefe de producción en la Fábrica de Palencia.
En dicho catálogo, con sus centenares de fichas, se reunían “los elementos fundamentales y de mayor
utilidad para el trabajo de proyectistas y fabricantes de cartuchos para armas
de fuego rayadas portátiles y, sobre todo, se sientan las bases para unificar
la terminología y se expone un sistema para llegar a la deseada catalogación de
tan importantes municiones”.
El autor cedió a la empresa “Santa
Bárbara” todos los derechos de dicha obra y a cambio el consejo de
administración procedió a su publicación “para
ponerla al servicio de los estudiosos, de los técnicos de armamento, y de
cuantas personas se interesen por esta clase especial de productos”.
Si aquel primer “Catálogo Lanza”
de 1969 constituyó en su momento todo un acontecimiento y una novedad en la
materia, ocho años después el “Tratado de
Cartuchería” se convirtió en toda una revolución que traspasó las fronteras
españolas convirtiéndola, con su más de un millar de páginas de gran formato,
en una obra de obligada tenencia y referencia.
No se trataba de una simple actualización hasta el año 1976 del
catálogo anterior, sino que además de incorporarse varios centenares de fichas
de cartuchos más, en los que se mejoraba la metodología de clasificación y
descripción, introduciendo mucha más información de interés, se incluían nuevos
y muy documentados capítulos acompañados de sus correspondientes apéndices.
Entre los primeros estaban excelentes teóricas sobre una introducción a
la cartuchería, la cartuchería metálica actual, su nomenclatura, sus
características balísticas, su proceso de fabricación y control de calidad, los
diferentes tipos de armas y municiones utilizados entre los años 1380 y 1846
así como entre 1846 y 1893, las marcas y elementos identificativos de la
cartuchería española, la cartuchería metálica extranjera moderna así como la
cartuchería semimetálica de caza menor.
Y entre los segundos se encontraba detallada información sobre la
llamada cartuchería de cañón o “disparos”,
los defectos en armas y municiones, el coleccionismo de cartuchería, las armas
portátiles modernas, sus cintas, cargadores y eslabones así como la legislación
de interés.
Brillante historial militar y
científico
El coronel Lanza, cuyos méritos no se reducen sólo a ser el autor del “Catálogo” y “Tratado” citados, cuestión importante ya de por si, pertenece, tal
y como se va a ver a continuación, a ese selecto grupo de historiales que
acrisola con excelencia los conceptos de milicia y ciencia.
Nació en la localidad coruñesa de El Ferrol el 14 de agosto de 1921,
siendo sus padres Francisco Lanza Robles, militar del arma de Artillería, y
Mercedes Gutiérrez Graña.
El 1 de julio de 1936, cuando todavía tenía tan sólo 14 años de edad,
ingresó voluntario en el Regimiento de Artillería nº 2 de El Ferrol, donde
estaba destinado su padre como teniente.
Casi tres semanas después estalló la sublevación militar del 18 de
julio y a partir de entonces se vió inmerso en las vicisitudes bélicas de su
unidad, participando durante la Guerra Civil en numerosas acciones, primero en
la propia ciudad de guarnición y su provincia, y después en los frentes de
batalla.
Durante los primeros meses de la contienda permaneció prestando los
servicios propios de su unidad. El 1 de mayo de 1937 marchó voluntario al
frente de León para incorporarse a la 35ª Batería expedicionaria de su
regimiento, en la cual combatió durante los siete meses siguientes en el sector
de “La Vecilla” y próximos, como fuerza de infantería por falta de piezas de
artillería.
En diciembre de ese mismo año fue trasladado a la 29 ª Batería de su
regimiento, pasando a prestar sus servicios en la Comandancia principal de
Artillería del Cuerpo de Ejército de Galicia, con el que participó en numerosas
acciones de guerra que le llevaron desde La Rioja hasta el frente de Levante.
Allí, cuando todavía contaba tan sólo 17 años de edad y ya en el empleo de
cabo, le alcanzó el 1 de abril de 1939 el final de la Guerra Civil.
Como reconocimiento a sus méritos contraidos durante la contienda fue
recompensado con el uso del distintivo de la medalla militar colectiva, una
cruz de guerra, una cruz roja del mérito militar y una medalla de la Campaña
1936-1939.
En octubre regresó a su guarnición ferrolana donde permaneció prestando
servicio hasta que en marzo de 1940 fue destinado al Regimiento de Artillería
nº 28, de guarnición en la también localidad coruñesa de Santiago de Compostela.
Siempre preocupado por su formación académica, que se había visto
interrumpida por la contienda, aprovechó el cambio de ciudad para matricularse
y estudiar en su universidad la licenciatura en ciencias químicas.
En su faceta militar, continuó prestando los servicios propios de su
empleo hasta que transcurridos dos años más, se presentó con éxito al examen
del primer curso de sargentos, siéndole además reconocido “por sus conocimientos culturales, su amor al servicio y gran espíritu
militar”, su derecho a nombramiento de aspirante a oficial de complemento.
Realizado aquel curso desde julio de 1943 hasta febrero de 1944, obtuvo
el primer puesto de su promoción y fue promovido al mes siguiente al empleo de
sargento de complemento de Artillería. También en ese año finalizó sus estudios
universitarios y obtuvo el título de licenciado en ciencias químicas.
Con Europa en plena Segunda Guerra Mundial y los alemanes retirándose
de Francia, se produjo en el mes de octubre, el intento de invasión de España
por el Valle de Arán de unos cuatro mil guerrilleros antifranquistas que habían
combatido anteriormente en la “Resistencia”
gala.
Inmediatamente fueron enviados a esa región pirenaica numerosos
efectivos del Ejército, siendo uno de ellos el sargento Lanza que al inicio de
noviembre fue comisionado al Regimiento de Artillería nº 29 de guarnición en
Huesca para reforzar las patrullas de vigilancia en ese sector. En febrero de
1945 finalizó su concentración y regresó a su unidad en Santiago de Compostela.
Diez meses después se presentó a los exámenes de alférez de complemento
y realizó el correspondiente curso, consiguiendo nuevamente el primer puesto de
su promoción.
El 30 de agosto de 1946 y con el nuevo empleo de oficial obtenido, tras
diez años de servicio militar cumplidos, pasó a la situación de licencia
ilimitada por haber sido desmovilizado su reemplazo, finalizando así su “mili”
y reincorporándose a la vida civil.
Sin embargo, con ello no terminaba su vida militar sino que nuestro
protagonista, decidido a continuar la carrera de las armas, decidió dar un
salto cualitativo y hacerse profesional. Así, el 17 de mayo de 1947, tras
superar los correspondientes exámenes, fue nombrado alumno de la 7ª Promoción
de la Escuela Politécnica del Ejército, pasando a cursar sus estudios en la
rama de ingenieros de armamento.
Durante los cinco años siguientes cursó los correspondientes estudios
de su especialidad, realizando prácticas propias de la misma en los Talleres de
Armamento y Aviación sitos en Pinto (Madrid), la Fábrica Militar de Valladolid,
la Maestranza de Artillería de Madrid, la Fábrica Nacional de Trubia (Asturias)
o la Pirotecnia Militar de Sevilla entre otros centros.
Finalmente, el 27 de marzo de 1952, “por haber terminado con aprovechamiento sus estudios en la Escuela
Politécnica del Ejército, se le concede el ingreso en el Cuerpo de Ingenieros
de Armamento y Construcción del Ejército con el empleo de Capitán en la Rama de
Armamento y Material”, siéndole expedido el 17 de abril siguiente el correspondiente
título de Ingeniero de Armamento y Material.
(continuará)
Si este hombre hubiera nacido en Francia, Inglaterra o en USA sería recordado como un héroe nacional!.
ResponderEliminarSi este hombre hubiera nacido en USA,las empresas fabricantes de cartuchería se lo
Eliminarrifarían.Habria ganado una fortuna y le habrian dado todos los homenajes y recono-
cimientos.Es la diferencia entre un país que reconoce el talento y otro que que lo ignora