Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 321 correspondiente al mes de marzo de 2009, de la Revista "ARMAS", págs. 76-82.
El original está ilustrado por veintinueve fotografías en color y tres en blanco y negro.
En la denominada “Sala Técnica” del Museo Real del
Ejército y de Historia Militar de Bruselas, se expone, entre otro material,
todo el armamento portátil reglamentario belga del siglo XIX y principios del
XX.
Cuando uno cree que
ya ha disfrutado de casi todo el contenido de este impresionante espacio
museístico dedicado a la historia militar y el armamento, que trasciende mucho
más allá de las fronteras de Bélgica, le aguarda todavía una muy grata
sorpresa. Se trata de la última sala, justo antes de acceder a la magnífica y
extensa tienda de recuerdos y regalos,
Una vez traspasada
la reproducción en mural de lo que fuera la fachada de la “Manufactura de Armas del Estado” -cuyos orígenes se remontan a 1838
en Lieja- el visitante se halla ante una sala de grandes dimensiones. En ella
se expone una privilegiada y completísima colección original belga compuesta
por más de un millar de armas -blancas y de fuego- de la que se ofrece una
selección fotográfica en estas páginas.
Dicho esto, hay que
precisar que hablar en “ARMAS” de Bélgica, es hablar de tradición armera, una
tradición, que al contrario que la española -la cual contaba con muchísima más
historia- ha sabido mantenerla, adaptarla a los tiempos actuales y lo que es
más difícil, afianzar su futuro, algo que lamentablemente no se ha sabido o no
se ha querido hacer en España.
Y para entender los
orígenes y razones de esa envidiable tradición armera, debe comenzarse recordando
que buena parte de lo que hoy conforma el territorio del estado belga –de
estratégica ubicación continental entre dos potencias enfrentadas- ha sido
durante siglos, uno de los principales campos de batalla de Europa, y no sólo
en las dos guerras mundiales del siglo XX, tal y como ha quedado acreditado en
anteriores artículos, sino también en las libradas durante el XVIII y XIX e
incluso anteriores.
Otro factor
determinante fue la existencia allí de materias primas como el carbón y el
hierro así como una buena red viaria que facilitara el comercio, la
accesibilidad a fuentes de energía y la disponibilidad de mano de obra
cualificada.
Todo ello facilitó
a partir del siglo XIV, el surgimiento de la actividad industrial armera en
ciudades como Bruselas, Tournai y Malines, entre otras. Sin embargo, su verdadero
esplendor comenzaría en Lieja con el siglo XVII y sus armas empezarían a ser
utilizadas por ejércitos de Francia, Prusia, Holanda, Austria, Baviera e
incluso de España.
A éste último
efecto no hay que olvidar que la mayor parte de lo que hoy es Bélgica, estuvo
integrado durante la segunda mitad del siglo XVI y todo el XVII en el Imperio
español y que por lo tanto, sus planes de fabricación, según afirma J.E.
Casariego en su “Tratado histórico de las
Armas” (Editorial Labor, 1982), fueron a veces de acuerdo con los de
nuestra fábrica de armas de Placencia (Guipúzcoa), la más antigua de las
fábricas del Estado español dedicadas a las armas portátiles de fuego y blancas.
Otra circunstancia
muy singular a tener en cuenta es que el Principado-obispado de Lieja, que era
un estado eclesiástico que existió entre el siglo X y XVIII y perteneciente al
Sacro Imperio Romano Germánico, siempre declaraba su neutralidad frente a los
conflictos bélicos de la época, gracias a lo cual, podía exportar su producción
armera a los diferentes países contendientes. Asimismo Lieja se convirtió en
uno de los puntos más importantes de reparación de las armas que sufrían el
lógico desgaste y deterioro de su uso en guerra.
El periodo francés.
La Revolución
francesa de 1789 y la posterior invasión de Bélgica durante las llamadas “Guerras Revolucionarias”, conllevarían
la ocupación y control militar del centro de producción armera de Lieja. Las
armas salidas de sus fábricas y talleres servirían en buena parte para
abastecer la maquinaria bélica del ejército francés, que prácticamente vivió en
un constante estado de guerra entre 1794 y 1814.
Un punto de
inflexión se produjo en 1795 con la creación en Lieja, de la mano de Jean Gosuin,
un antiguo fabricante y comerciante de clavos que simpatizaba con la Revolución
francesa, de la “Manufactura de Armas de
guerra”, siéndole concedido el monopolio de su fabricación durante los seis
años siguientes.
A partir de 1801
dicho monopolio fue continuado por la familia de célebres armeros franceses apellidada
Boutet. No obstante, dado el periodo de constante actividad bélica, se hizo
necesario también que la fabricación de armas siguiera subcontratada con los
pequeños talleres armeros de la zona, si bien sometidos al correspondiente
control de un inspector de artillería.
Tras años después,
en 1804, el gobierno imperial francés instaló también una fábrica de platinas,
y seis años más tarde, en 1810, la creación de un banco oficial de pruebas,
uniformó la calidad de las armas hechas en Lieja.
La producción fabril
en ese periodo fue tal que se fabricaron una media anual de 24.000 fusiles del
“modelo 1777 modificado año IX”, denominado
así por tratarse de una versión del fusil reglamentario francés “modelo 1777” que fue modificada y
adoptada en el noveno año de la Revolución francesa. Las necesidades bélicas
napoleónicas fueron elevando la media anual de producción belga citada hasta
alcanzar en 1813 la cifra de 44.000 unidades.
Con este modelo
modificado, Francia prácticamente culminó tres siglos de evolución en la
historia de su armamento de fuego. Utilizado por su infantería, protagonizó
prácticamente todos los conflictos armados en los que participaron hasta 1815,
incluida por lo tanto nuestra Guerra de la Independencia (1808-1814).
La caída de
Napoleón en 1814 conllevó el descenso de la producción armera y la desaparición
de la que fue conocida como la “Manufactura
imperial”, calculándose no obstante que se fabricaron en la zona armera de
Lieja durante el periodo 1821-1829 un total de 222.090 fusiles de guerra y se
probaron 1.206.727 cañones.
La soberanía belga.
La Revolución de
1830 dio lugar a la creación del estado nacional de Bélgica. Una de las
principales prioridades del gobierno provisional para mantener su independencia
y soberanía fue organizar y armar a su novel ejército, compuesto en agosto de
1831 por unos 30.000 soldados de infantería y unos 2.000 de caballería, a los
que se dotó como pudo de fusiles, mosquetones y pistolas.
Inicialmente se
contó con el armamento recuperado y con el que se contrató en los numerosos
talleres locales. Pero la gran diversidad de modelos, los retrasos e
incumplimientos reiterados de los proveedores y la ausencia de un único banco
de pruebas para todas las armas que asegurara y homogeneizara el nivel de
calidad y seguridad necesario, terminaron por motivar que en 1838 se creara la
“Manufactura de Armas del Estado”.
La nueva fábrica
estatal sería capaz de producir entre 10.000 y 20.000 fusiles anuales, cantidad
más que suficiente para las necesidades del nuevo ejército belga, motivo por el
cual parte de su producción se dirigió a la exportación a otros países. También
se dedicó a probar y ensayar nuevos tipos de armas y otros modelos utilizados
en ejércitos de diversos países.
La “Manufactura de Armas del Estado”
continuó con su producción a favor del ejército belga hasta que en 1940 fue
ocupada por las fuerzas alemanas que invadieron el país. Tras la liberación de
1944 por los Aliados, se fusionó con la “Fundición
Real de Cañones”, pasando a constituir el actual “Arsenal de Armamento Militar” ubicado en Rocourt.
No obstante hay que
hacer constar que en 1889 se creó en Bélgica la “Fábrica Nacional de Armas de Guerra”, sita Herstal, junto a Lieja, convirtiéndose
con el transcurso del tiempo en un serio competidor la “Manufactura”. El primer ejemplo de ello fue la fabricación del
fusil máuser modelo 1889 para dotación de su ejército y de la guardia cívica. Hoy
día sus siglas “FN” son internacionalmente conocidas y constituyen garantía de
un acreditado prestigio en mundo del armamento.
Los fondos de la “Sala Técnica”.
Una selecta y bien
conservada representación de todas las armas de fuego belgas fabricadas a lo
largo del siglo XIX y principios del XX, pueden contemplarse en esta sala del
Museo de Bruselas, constituyendo un magnífico y didáctico ejemplo de los
progresos técnicos realizados durante ese largo periodo.
Cuando el visitante
accede a dicha sala no sólo va a contemplar más de un millar de armas de fuego –cortas
y largas- y blancas, perfectamente expuestas en vitrinas y panoplias
artísticamente elaboradas que están acompañadas de pequeños carteles donde se
informa de sus características técnicas.
Se persigue también
que quien visita la sala, salga plenamente informado de la historia de la industria
armera belga y sus más variados productos. Y ello se consigue gracias no sólo a
esa exposición de las armas y sus características ya citadas, sino a los numerosos
paneles informativos que detallan los diferentes sistemas de armas que se
estudiaron y ensayaron, su proceso de producción e incluso la historia de sus
fábricas y demás avatares.
Así, pueden contemplarse,
por ejemplo y a título de curiosidad entre otras cosas, el mapa de los centros
de producción y de comercio armero (armaduras, armas blancas, artillería así
como de pólvora y otros ingredientes) durante los siglos XV-XVIII, el mapa de
distribución geográfica y porcentual de los “obreros ocupados en los talleres de fabricantes de armas, de
traficantes de armas y de armeros a domicilio” en 1899, grabados y
fotografías de las antiguas fábricas de armas, las diferentes marcas (del
gobierno belga, del inspector, de pruebas, de control y de inutilización) usadas
entre 1880 y 1890 por la “Manufactura de Armas del Estado”, planos de la
maquinaria utilizada en la fabricación de armas, etc.
Respecto al proceso
de fabricación se hallan expuestas sobre sus paredes una variada colección de
panoplias donde se puede comprobar paso a paso el cambio que va experimentando
cada una de las piezas desde el principio hasta el final, destacando la del
armamento mauser modelo 1889 y su munición (de guerra, de ejercicio, de
seguridad y de fogueo).
En relación a las
armas de fuego, el recorrido comienza con las que los belgas denominan de “pletina de silex” y que en España
llamamos de “llave de chispa”, porque
al producirse ésta, como consecuencia de la fricción del silex o piedra, se
provocaba la ignición de la pólvora.
El arma más
característica de este periodo es precisamente el ya citado modelo 1777
modificado, que por cierto estuvo también de dotación hasta 1840
aproximadamente en otros ejércitos europeos. Sería relegado al irrumpir las
armas de “percusión”, como dicen los
belgas, o de “pistón”, como también
las llamamos los españoles. Y con el tiempo llegaron los sistemas de retrocarga
y de repetición, de los que las vitrinas de la sala contienen numerosos
ejemplares.
Aunque se valoraron
sistemas ideados por armeros belgas como por ejemplo, Stevens y Comblain, se
siguieron estudiando otros modelos basados en diferentes sistemas, diseñados en
su mayor parte en otros países. Así los belgas fueron estudiando y probando los
Dreyse, Chassepot, Wetsley-Richards, Peabody, Martini-Henry y Remington entre
otros.
Por cierto, éste
último recibió la medalla de plata en la Exposición Universal de Paris de 1867.
Los belgas no lo adoptaron finalmente pero los hermanos Nagant lo fabricaron en
Lieja y se lo vendieron a partir de 1868 a la Guardia Pontifical durante las
guerras de unificación de Italia.
Más tarde
continuarán probando los sistemas Lee, Mosin-Nagant, Krag, Schmidt-Rubin y
Mannlincher, frente al novedoso Lebel francés, si bien finalmente el sistema
que terminó por adoptarse con todas las consecuencias fue el Mauser germano y
que también terminó triunfando en la mayoría de los países europeos aunque en
calibres diferentes. Bélgica fue el primero –fuera de Alemania- en adoptarlo en
1889, siendo seguido por Turquía en 1890, por Argentina en 1891, por España en
1893, por Brasil en 1894, Chile en 1895, Suecia en 1896, Serbia en 1899, y así
un largo etc.
Las ametralladoras
también tienen su espacio en esta sala. Como es bien sabido, dieron sus
primeros pasos en la segunda mitad del siglo XIX. En 1861 el norteamericano
Gatling ideó un modelo de cañones giratorios municionados con un sistema de
extracción mecánica, capaz de alcanzar una velocidad de 500 disparos por minuto
y un alcance de 500 m. En 1881 su compatriota Hiram Maxim pensó en aprovechar
la fuerza de retroceso para recuperar una parte de los gases producidos por la
explosión de la carga y emplearlo para expulsar la vaina e introducir un nuevo
cartucho, invento que daría lugar al nacimiento de la ametralladora de tiro
ininterrumpido, antepasada de todas las armas que conocemos con este nombre.
Pues Bélgica
también tiene su pequeña página de historia. Ya en 1867, un obrero armero de
Bruselas apellidado Montigny, construyó junto a un compañero llamado Christophe,
un lanzador de salvas equipado de 37 tubos de acero que se cargaban por la
culata. Los cartuchos iban colocados en láminas o planchas que facilitaban su
carga directa en la máquina. Al disponerse de 8 láminas de 37 cartuchos, se
alcanzaba la velocidad de 296 disparos por minuto y un alcance máximo de 1.500
m.
Esta máquina, con
algunas mejoras introducidas, dio un buen resultado práctico y comenzó a
fabricarse y exportarse a países como Francia, Sajonia, Austria o Prusia. Su
bautismo de fuego sería la Guerra Franco-Prusiana de 1870 y a pesar de ser poco
numerosas y no explotarse adecuadamente hicieron estragos devastadores sobre
las líneas prusianas.
Muchas más páginas
podrían seguir escribiéndose sobre las armas expuestas en dicha sala y
especialmente sobre las cortas de fuego y las blancas, pero que razones de
espacio lo impiden, si bien sirva de botón de muestra las fotografías que
ilustran este artículo
Aunque el mejor
consejo que se puede dar al lector es que algún día visite personalmente el
Museo para disfrutar de su contenido, se recomienda, para quien quiera saber
más sobre las armas belgas y su historia, el libro “Cinq siécles d’armurerie liégeoise” cuyo autor, Claude Gaier, es
doctor en historia y director del magnífico museo de Lieja, otro espacio que
también merece la pena conocer.
Quisiera saber el origen de un arma antigua
ResponderEliminarquiero informacion so re una escopeta n. lajot si me responde le envio fotos
ResponderEliminarTengo una escopeta yuxtapuesta cal. 16 marca Leroy Liege. ue se sabe de ella? Gracias.
ResponderEliminarEstoy estudiando el proceso por el asesinato del general Prim y al detener a unos conspiradores les encuentran unas armas que las definen así: "un revólver de cuarta y tercia de largo, poco más o menos, con nueve senos ocho de los cuales cargados con sus correspondientes cartuchos metálicos, saliendo del centro de su cilindro un cañón unido por bajo del que recibe las balas de dicho cilindro, al dispararse, aunque más corto y de mucho mayor calibre que aquel siendo el que se denomina ametrallador, también cargado al parecer, cuya (arma) es de Fábrica Extranjera en el que se lee (Collattemont Brte.)" este revolver ametrallador es de origen belga, según se dice, pero no logro encontrar esta fábrica. ¿Podría darme alguna pista? Gracias
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