Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 315 correspondiente al mes de septiembre de 2008, de la Revista "ARMAS", págs. 86-94.
El original está ilustrado por nueve fotografías a color y veintiuna en blanco y negro.
El original está ilustrado por nueve fotografías a color y veintiuna en blanco y negro.
En las publicaciones oficiales del Instituto se ofertaba de todo: pistolas, escopetas de caza, fundas de armas, uniformes, correajes, gorras, botas, banderas, condecoraciones, comestibles, maquinas escribir, gafas, relojes, libros, radios, pensiones, etc.
Hace ya más de
una década, concretamente en ARMAS nº 186, hablábamos del histórico Cuerpo de
Carabineros con ocasión de celebrar el setenta y cinco aniversario de la
adopción reglamentaria, por Real Orden Circular de 13 de octubre de 1922, de la
pistola Astra modelo 1921, de 9 mm. largo.
Las encargadas
al fabricante para tal fin, eran fácilmente reconocibles por llevar estampado
el emblema de dicho Instituto en la parte superior delantera de la corredera,
tal y como se aprecia en alguna de las fotografías que ilustran este artículo,
habiéndose convertido con el paso del tiempo en codiciado objeto de
coleccionistas.
El Cuerpo de Carabineros.
Respecto a tan
histórico como desaparecido Instituto, hay que recordar que su antecedente más
inmediato había que buscarlo en el Real Cuerpo de Carabineros de Costas y
Fronteras creado por Decreto de 9 de marzo de 1829, encargándose su
organización al mariscal de campo José Ramón Rodil, Marqués de Rodil.
Al
nuevo Cuerpo se le dotó de una estructura netamente militar, quedando bajo
dependencia y amparo del Ministerio de la Guerra en lo concerniente al servicio
específico, haberes, gratificaciones; y del Ministerio de Hacienda sólo
respecto a la coordinación de las gestiones. Por Real Decreto de
25 de noviembre de 1834 se dispuso su fusión con el Resguardo Civil (encargado
de la vigilancia interior del fraude), haciéndolos depender de la Dirección
General de Rentas Estancadas, dando lugar así a la creación del Cuerpo de
Carabineros de la Hacienda Pública.
Pero esa
dependencia de un órgano civil no llegó a dar los resultados esperados, por lo
que con la llegada de Espartero a la Regencia y siendo ya Presidente del
Gobierno, el Marqués de Rodil pudo asentar definitivamente su proyecto. Por R.D.
de 6 de agosto y 11 de noviembre de 1842 se creó un nuevo instituto de carácter
militar denominado Cuerpo de Carabineros del Reino, correspondiendo su
organización al mariscal de campo Martín José de Iriarte.
Finalmente, por
R.D. de 15 de mayo de 1848 dicho Cuerpo fue integrado como uno más, en el
Ejército, dependiendo del Ministerio de la Guerra en su organización y
disciplina, y del Ministerio de Hacienda en cuanto al servicio y percibo de
haberes se refiere. Se establecieron once Comandancias –de ámbito provincial-
con un total de 26 jefes, 367 oficiales y 8.555 carabineros de infantería y
caballería.
Con el cambio de
régimen, tras los comicios locales del 12 de abril de 1931, el Cuerpo de
Carabineros del Reino pasó a denominarse Cuerpo de Carabineros de la República.
Al comenzar un lustro después la Guerra Civil, su plantilla era de 15.238
hombres, 33 maestros armeros y 65 matronas.
Pero tras
recordar su evolución histórica, volvamos a tan benemérito Instituto para
tratar sobre el contenido de las secciones de anuncios de sus publicaciones
oficiales y muy especialmente los dedicados las armas y sus complementos.
Y hemos dicho
benemérito, por que igual que concurría en el de la Guardia Civil, el Cuerpo de
Carabineros se ganó muy honrosamente el derecho a ese título. Así por Real
Decreto del Ministerio de la Gobernación, de fecha 7 de septiembre de 1929, el
Rey Alfonso XIII, dictó:
“Vengo en conceder la Gran Cruz de la Orden civil de la Beneficencia al Cuerpo de Carabineros, con distintivo negro y blanco, por los múltiples actos y servicios abnegados, humanitarios y heroicos que los individuos pertenecientes al mismo llevan realizados con motivo de incendios, inundaciones y salvamento de náufragos”.
“Vengo en conceder la Gran Cruz de la Orden civil de la Beneficencia al Cuerpo de Carabineros, con distintivo negro y blanco, por los múltiples actos y servicios abnegados, humanitarios y heroicos que los individuos pertenecientes al mismo llevan realizados con motivo de incendios, inundaciones y salvamento de náufragos”.
Dado que al
Instituto de la Guardia Civil también le fue concedida tan importante
condecoración –R.D. de 4 de octubre de 1929- reconociéndose así su carácter
benemérito, al producirse la absorción del Cuerpo de Carabineros en
cumplimiento a lo dispuesto por la Ley de 15 de marzo de 1940, bien podría decirse
que desde entonces, el Cuerpo que fundó el Duque de Ahumada en 1844, es
doblemente benemérito.
“El Guía del Carabinero”.
El medio más
importante de cuantos se editaban en el Instituto era un boletín que se llamaba
“El Guía del Carabinero”, considerado
su periódico oficial desde el año 1851 y que bajo los conceptos de “moralidad y lealtad” y “valor y disciplina”, solía tener una
periodicidad semanal y más concretamente los días 7, 14, 21 y 28 de cada mes.
Constaba de dos
partes perfectamente diferenciadas. La llamada “Sección oficial” que contenía las circulares de que emanaban de su
Dirección o Inspección General, las órdenes del Ministerio de Hacienda, los
ingresos y bajas, ascensos, cambios de situación, etc., las disposiciones de
interés para Carabineros que ya habían sido publicadas en la Gaceta de Madrid
(antecesor histórico del Boletín Oficial de Estado) o en el Diario Oficial del
Ministerio de la Guerra, así como los avisos oficiales.
La otra parte se
llamaba “Sección no oficial” y
comprendía tanto la correspondencia mantenida con los carabineros suscriptores
como los anuncios de particulares, sirviendo éstos para generar unos ingresos
que servían a su vez para sufragar los costes económicos que suponía la edición
de dicha publicación.
Aunque hubo
algunos periodos en los que no se aceptó publicidad ya que se trataba de un
medio oficial y no se consideraba adecuado insertar anuncios comerciales, tal y
como hacía habitualmente la prensa civil, la realidad era que la penuria que
con frecuencia padecían los organismos del Estado obligaba a buscar otros
ingresos alternativos.
Las dos o tres últimas
páginas eran las que solían dedicarse a la promoción comercial de una amplia
variedad de efectos y productos, destinada a una clientela muy específica y singular:
los carabineros y sus familias. Empresarios e industriales, pequeños y grandes,
intentaban así captar a una clientela bastante numerosa pero muy diseminada que
padecía una capacidad adquisitiva bastante limitada.
Y esto último
era –desde los tiempos fundacionales- una triste realidad. Resultaba que
quienes tenían por principal misión velar por evitar cualquier clase de fraude
a la Hacienda Pública y defender por lo tanto los intereses del Estado en esta
materia, padecían unos sueldos escasísimos y vivían en unos acuartelamientos
cuyas condiciones de habitabilidad solían ser lamentables. Por ello la
posibilidad de adquirir determinados productos a precios más asequibles que los
de la calle y con mejores facilidades de pago era una opción muy atractiva para
muchos.
Los anuncios.
La
Sección de anuncios “por cuenta y
responsabilidad de los señores anunciantes” era de lo más variado, si bien
predominaba lógicamente todo cuanto pudiera estar relacionado con la profesión
militar de carabinero. Es decir prendas de uniformidad, complementos y
armamento.
Dado
que había bastante competencia en determinado tipo de géneros y efectos,
algunos de los anunciantes no sólo intentaban ofrecer mejores precios y
condiciones de pago sino que también agudizaban su ingenio al objeto de captar
clientes, máxime si se tiene en cuenta que estos eran a distancia, dado sobre
todo el despliegue costero y fronterizo del Instituto.
Así,
respecto a los anuncios de prendas de uniformidad liderados por las sastrerías,
se podía encontrar de todas las tendencias. Desde la más clásica y tradicional
como la madrileña “Sastrería militar de
Carlos Pascual, hijo y sucesor de la viuda de J. V. Pascual, Casa fundada en
1814, contratista de vestuario de Carabineros y la Guardia Civil desde la creación
de ambos Institutos”, pasando por las más modernas como la “Sastrería Neoyorquina”, que comunicaba
su traslado desde Cuenca a la capital de España y que estaba especializada en
la confección de uniformes y capas impermeabilizados, para terminar llegando a
los más oportunistas, que aprovechando la implantación de la Segunda República,
bautizaban a su negocio en Alicante con el nombre de “14 de abril” y aseguraban que
era “la preferida por el personal
del Instituto de Carabineros”, ofreciendo “géneros de calidad inmejorable, esmeradísima confección y precios
reducidos”. En su mayoría ofrecían también la posibilidad de confeccionar
prendas de paisano e incluso para niños en algunos casos.
También
había promociones de “máquinas para
escribir, oficina y viaje” por la firma “Smith Premier” así como anunciantes de joyería, orfebrería,
relojería y artículos de regalo, entre los que destacaban la madrileña firma A.
H. Tejedor, proveedor oficial de la Cooperativa del Ministerio de la Guerra”,
que ofrecía al personal del Instituto de Carabineros, “hasta 20 mensualidades de crédito en toda clase de ventas”.
Y por supuesto
no podían faltar las tiendas de alimentos como la gaditana de ultramarinos “La Inglesa”, que promocionaba sus “comestibles baratos” y daba “facilidades de pago”, garantizando que “los señores Carabineros de la provincia que
se surten de esta casa pueden dar fe de esta verdad”, las tiendas de
óptica, que como la madrileña “Santa
Olalla”, vendía “gafas, monturas y
lentes de todos los modelos”, ofreciendo un “20 por 100 de descuento al contado a los señores Carabineros y sus
familias”.
Pero los
anuncios más curiosos e interesantes para los lectores de “ARMAS”, son sin duda
alguna, los relacionados con las armas y sus accesorios. Primero estaban los dedicados
a promover la adquisición de la pistola reglamentaria, pues recuérdese que no
había armas suficientes para toda la plantilla, luego estaban los que buscaban
que su pistola de otra marca se convirtiera en el arma que se portase cuando se
estaba fuera de servicio, también estaban las escopetas para los carabineros
aficionados a la caza y por último los accesorios y complementos.
Los primeros
pertenecen evidentemente a la marca Astra, de la firma de Guernica Esperanza y
Unceta inicialmente y a partir de 1925, de Unceta y Compañía, que siempre deja
muy claro que se trata de la “pistola
nacional única reglamentaria en el cuerpo de Carabineros”, dándose
facilidades de pago, tanto al contado como a plazos, así como recordando a los
carabineros que “la Inspección concederá
licencia gratuita para llevar arma corta en traje de paisano”, asegurando
que “nada mejor para ello que la pistola
Astra mod. 300 (reglamentaria por R.O. de 24 de septiembre de 1923) cal. 9 m/m
corto.”
Entre los
segundos estaban las pistolas Star, de la firma eibarresa Bonifacio Echeverría,
reglamentarias “en el Instituto de la
Guardia Civil y otros Cuerpos Armados”, que recordaba también que se
trataba de una “pistola nacional” y
que era “universalmente reglamentaria”,
ofertando a los carabineros sus modelos E y CO de 6’35 mm.; I e H de 7’65 mm.;
H, I, D y A de 9 mm.; M de .45; y F de .22, cuyos precios oscilaban entre 55 y
125 pesetas.
También estaban
anunciantes multiproductos como por ejemplo la firma madrileña José Sáez
Martín, que se promocionaba como “primera
casa en sables, condecoraciones, galones bordados, fajas, bastones de mando,
dragonas, ceñidores, roses, gorras, banderas, emblemas, botones y pistolas de
las mejores marcas”.
Sumamente
llamativo es el anuncio de las escopetas “Hércules”
–fábrica eibarresa Hijos de Víctor Aramberri- y sus diez modelos diferentes en
calibres de 12, 16, 20 y 28, con precios que oscilaban entre 66 y 240 pesetas,
que presentaba la imagen de un carabinero correctamente uniformado pero con su
zurrón de caza y su escopeta.
Por último,
entre los proveedores de accesorios y complementos, estaban quienes anunciaban
“correajes los más bonitos y mejor
construidos” y fundas para las pistolas Astra “corta” (modelo 300) y “larga”
(modelo 400), como la firma de calzados “La
Corona”, ubicada en El Escorial.
Las Circulares de Armamento.
Anuncios
aparte, la lectura de los antiguos ejemplares de “El Guía del Carabinero”,
proporcionan una interesante información –para estudiosos y curiosos- sobre
toda su normativa interna dimanante de la Dirección General o Inspección
General del Instituto, en su caso, dedicada a su armamento reglamentario y que
por lo tanto no se publicaba en otros boletines ni diarios oficiales.
Así
por ejemplo encontramos en “El Guía del Carabinero” núm. 25 correspondiente al
7 de julio de 1935, la Circular núm. 51, de 18 de junio de dicho año, dictada
por su Inspector General, el general de división Gonzalo Queipo de Llano y
Sierra, mediante la que se dictaban instrucciones para el cumplimiento del Reglamento
de armamento y municiones del Instituto. Este había sido aprobado por Orden del
Ministerio de Hacienda de 30 de abril de 1934 y publicado en la Gaceta de
Madrid núm. 127.
La
instrucción 2ª de la citada Circular, revela que todavía no se podía dotar a
todos los carabineros de pistola propiedad del propio Instituto, por lo que la adjudicación de las
mismas debía seguir haciéndose como hasta entonces. Es decir, que se
adjudicaran entre aquellos que no la tuvieran de propiedad particular.
Los formularios que se adjuntaban
como anexos, constataban que en el Cuerpo de Carabineros, además de carabinas (modelo
1895 para las unidades de caballería) y mosquetones (modelo 1916 para las
unidades de infantería), cuchillos-bayonetas y machetes para las mismas y
sables de caballería modelo Puerto Seguro, se encontraban todavía de dotación
en las unidades, junto a las pistolas propiedad del Instituto de la marca Astra,
las veteranas Campo-Giro, que ya contaban casi con dos décadas de servicio como
media.
Dado que debieron surgir algunas
dudas sobre su correcta interpretación y aplicación, la Inspección General de
Carabineros se vio obligada a dictar un “aviso
oficial” en el que se aportaban cuestiones de interés para los usuarios de
entonces y de curiosidad para los lectores de hoy día.
En ella se precisaba que “la
única pistola declarada reglamentaria en el Instituto era la marca Astra,
calibre 9 mm. cañón largo o corto, indistintamente”. Es decir que además de
la ya conocida de 9 mm. modelo 1921 o modelo 400, que es como fue denominada
poco después por el propio fabricante, también estaba autorizada la modelo 300,
de 9 mm. corto.
Asimismo se continuaba dictando que “no obstante, se seguirán utilizando hasta extinguir, las antiguas
pistolas marca Campo-Giro” y que “en
consecuencia, sólo estas dos marcas de pistolas, precisamente de calibre 9 mm.,
serán las que puedan usarse legalmente en los actos de servicio que
reglamentariamente deban practicarse con pistola en vez del mosquetón máuser.”
Sin
embargo se dejaba la puerta abierta para que en su momento también pudieran ser
declaradas reglamentarias otras marcas así como que se aprovechaba para
autorizar el uso de pistolas y revólveres por “las clases e individuos” de tropa de Carabineros, fuera de los
actos de servicio y con licencia de uso de armas, de “la marca y calibre que sea de su predilección”, pero “siempre de producción nacional”.
Buena
forma a decir verdad, de proteger la industria armera nacional, pero si dicha
circular estuviera hoy vigente entre nuestras fuerzas y cuerpos armados, …,
funcionaría muy bien el vetusto mercado de segunda mano, porque otra cosa …
¡Qué
tiempos aquellos … y qué anuncios …!.
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