viernes, 27 de febrero de 2015

SEMBLANZA DEL TENIENTE MARCIAL SÁNCHEZ-BARCAIZTEGUI GIL DE SOLA (1903-1937).


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en El CORNETÍN, núm. 48, correspondiente al mes de marzo de 2015, págs. 26-27.

Muchos han leído la carta* que el Fundador de La Legión escribió en 1926 al entonces Caballero Cadete de Infantería, Marcial Sánchez-Barcaiztegui Gil de Sola, respondiéndole a su petición de destino en tan gloriosa y heroica Unidad, tan pronto obtuviera su despacho de oficial.
Pero sin embargo, no son muchos lo que conocen cuales fueron sus vicisitudes desde que salió de la Academia de Toledo hasta que encontró la muerte, siendo teniente de la Guardia Civil, como consecuencia de las heridas sufridas en combate vistiendo la camisa legionaria al frente de la 16ª Compañía de la IV Bandera.
Posiblemente Millán Astray tampoco lo supo y mucho menos quien escribe estas líneas hasta que me crucé con su vida –y su muerte- durante dos investigaciones de carácter histórico. Una cuando escribí el libro sobre el Diario de Operaciones del bilaureado General José Enrique Varela Iglesias durante la Guerra Civil Española; y la otra cuando investigaba diversa documentación para mi tesis doctoral sobre la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz en la citada Contienda.
Marcial Sánchez-Barcaiztegui Gil de Sola había nacido el 4 de septiembre de 1903 en la ciudad coruñesa de Ferrol. Siendo hijo del comandante de Infantería Marcial Sánchez-Barcaiztegui y Gereda, ingresó el 28 de septiembre de 1923 como alumno de la Academia de Infantería de Toledo.
Como se trata tan sólo de una breve semblanza y no de su biografía, que bien la merecería, me centraré sólo en algunos de los aspectos más relevantes de su vida castrense.
Su hoja de servicios relata que tras haber estado destinado en su deseado Tercio de Extranjeros, los gravísimos sucesos revolucionarios de principios de octubre de 1934 le sorprendieron como teniente en el Regimiento de Infantería núm. 10, de guarnición en Barcelona, habiendo participado al frente de su sección, según consta textualmente, “en el asalto al Ayuntamiento y Generalidad de Cataluña, sufriendo y contestando al fuego de los rebeldes que causaron a las fuerzas asaltantes tres muertos y trece heridos”.
Ya para entonces hacía tiempo que había solicitado su ingreso en el Cuerpo de la Guardia Civil, obteniéndolo en dicho empleo el 19 de octubre de 1934, es decir, muy pocos días después de haberse sofocado la rebelión independentista catalana.
Destinado en la Comandancia del benemérito Instituto en Marruecos, ejerció el mando de la Línea de Sidi Ifni, siendo felicitado el 25 de mayo de 1936 por el Inspector General de la Guardia Civil por haber donado sangre por dos veces consecutivas para el teniente coronel de Infantería Benigno Martínez Portillo, delegado gubernativo de Ifni el cual se encontraba gravemente enfermo, sin que con ello lograra finalmente salvarse su vida.
Por Orden del Ministerio de la Gobernación, de 22 de junio de 1936, fue destinado a la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz, siéndole asignado cinco días más tarde por el coronel jefe del 16º Tercio de Málaga, el mando de la Línea de Olvera, de la cual dependían los Puestos de Olvera, Torre-Alháquime, Alcalá del Valle y Setenil de las Bodegas.
 Sin embargo no llegó a incorporarse a la misma ya que desde el día 24 de dicho mes se encontraba ingresado en el hospital militar de Tetuán como consecuencia de las secuelas de un accidente que había sufrido el año anterior en acto de servicio.
El 18 de julio le sorprendió todavía hospitalizado y según consta en su hoja de servicios, abandonó ese mismo día el centro sanitario y se unió a las fuerzas del Ejército, como cuadro de mando de una de las columnas que marcharon a la Península.
Comenzó participando en diversas operaciones llevadas a cabo en las provincias de Córdoba y Badajoz, incorporándose el 6 de agosto al 2º Tabor de Regulares de Tetuán para cubrir la baja de un teniente de Infantería fallecido en combate en Los Santos de Maimona.
El día 25 de dicho mes, sin dejar de pertenecer a la Guardia Civil, pasó a mandar la 16ª Compañía de la IV Bandera del Tercio de Extranjeros con la que combatió en el frente de Madrid, siendo el 24 de octubre siguiente habilitado para el empleo de capitán al frente la citada unidad legionaria.
Herido gravemente en combate durante la Batalla del Jarama, falleció el 13 de febrero de 1937,  según consta en una relación nominal de bajas suscrita el 26 de abril siguiente por el coronel de Infantería Eduardo Sáenz de Buruaga.
Bien seguro que si Millán Astray llegó a conocer la historia de aquel joven cadete que le escribió en 1926, se debió sentir muy orgulloso de él.

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* Texto de la carta:

Ceuta, 18 de marzo de 1926.

Señor Caballero Alumno de la Academia de Infantería Don Marcial Sánchez Barcaiztegui Gil de Sola.

Caballero Alumno:

Acaban de entregarme la carta que me envías solicitando ingreso en la gloriosa Legión, para cuando salgas de oficial, e invocando como título para ello; tu noble apellido, la sangre que corre por tus venas y tus entusiasmos militares; no es pequeño el ofrecimiento; tu apellido es símbolo de españolismo probado por guerreros que lo llevaron e hicieron ilustre; tu sangre es garantía de que cuando llegue el momento hervirá con todo el ardor necesario para derramarla gozoso; tus entusiasmos serán resortes preciosos para sufrir contento las penalidades de la vida de campaña y para encontrar en el tropiezo con las balas la satisfacción que borra los dolores físicos; pero para que vengas a la Legión son aún necesarias más condiciones, y esas condiciones las proporcionarán con la esplendidez ya legendaria en los infantes españoles, ahí, en esa santa casa, donde recibimos las bases fundamentales de nuestro espíritu militar.

Habrás de rendir culto al HONOR, culto que te obligará a que tu conducta en todos los órdenes, militares y civiles, sea pura e inmaculada, depurada en sus conceptos, siempre inclinada al bien, evitando siempre los falsos pasos, las conductas dudosas y las compañías perniciosas.

Culto al VALOR, que te sobrepongas a las flaquezas humanas y al instinto de conservación, para ofrendar con gusto tu vida y mirar a la muerte cara a cara; pero este valor ha de ser sereno, tranquilo, ecuánime, Sin exaltaciones, ni depresiones, sin desprecio al enemigo si fura poco, sin temerle cuando sea mucho, y sin que este valor sirva para emplearlo en las discusiones con los compañeros ni en las peleas con los paisanos.

Culto a la CORTESÍA, para que tus actos se rijan siempre por la exquisitez de los caballeros Españoles; dulce en el trato, afable con todos, respetuoso para con los superiores, galante con las damas, singularmente amante y entusiasta del soldado, al que has de cuidar constantemente, vigilándole, encauzándole y atendiéndole con fraternal cariño cuando se encuentre enfermo o herido, o cuando su espíritu decaiga por tristezas o recuerdos de su vida ciudadana.

Culto AL REY, como Jefe Supremo del Ejército, como encarnación de la institución que rige a España, con reverencia, admiración y adhesión hasta la muerte a Alfonso XIII de Borbón, modelo de soldados y caballeros, cuya alma entusiasta ha probado repetidas veces ante la metralla su valor de soldado, y cuyos entusiasmos y cuyos alientos para sus vasallos le hacen que reúna todas las condiciones que necesita el Rey y el caudillo.

Y, como final, culto a la PATRIA, altar en donde has de ofrendar cuanto seas, cuanto poseas, cuanto puedas valer, y como compendio y suma de los ofrecimientos, entregar en ese santo altar tu vida, con la seguridad también de que si mueres por ella, serás amorosamente recogido por los brazos de Dios, y pasaras a la INMORTALIDAD, como todos aquellos soldados que hacen grande a su Patria con la ofrenda generosa de sus vidas.

Dichos los fundamentos, quedan solo los detalles, que también son convenientes para que tu vida militar se desarrolle dentro de la sana alegría que debe presidir los actos de la vida de los que son felices: OPTIMISMO, que te lleve a pensar siempre bien, que disipe las tinieblas de tu espíritu en los momentos de angustia o de duda, que te haga olvidar las fatigas, que evite el que te fijes en la cantidad del alimento cuando este sea escaso, o en la dureza del lecho cuando éste sea sólo la madre tierra, que te haga mirar con serenidad y sin horror las tragedias de la guerra, que en los momentos de abatimiento haga surgir la copla o el chiste oportuno, y que cuando los hombres te miren a los ojos, porque las circunstancias no sean favorables, encuentren en el brillo de los tuyos una esperanza fundada de que tu a1ma está bien templada, y siempre piensas en la victoria; exagerada corrección en el MANEJO DE LOS CAUDALES que te confien como administrador de tus soldados; interés exagerado por la ALIMENTACIÓN DE TU TROPA; igual interés por su HIGIENE; y como compendio, el cuidado constante de su ESPÍRlTU y de su MORAL, para mantenerlos a ellos también siempre contentos, gozosos y afanosos de ser empleados en las ocasiones de peligro, para emular las hazañas de los antiguos infantes, para dar esplendor a la INFANTERÍA de ahora y para ceñir nuevos laureles a la bandera de su Cuerpo.

Si a todo eso estás dispuesto, si haces así profesión y fe de cumplirlo, si a ello unes el juramento sagrado de ser fiel y leal a tus compañeros, entendiendo por espíritu de compañerismo el de ayuda, el de sostén, el de amparo, el de buen consejo, el de favor, el de disimulo de sus faltas, el de encauzar a los descarriados, el de ayudarles con tus medios económicos, el de inyectarles tu elevada moral cuando la suya decaiga, y sin que nunca traduzcas el espíritu de compañerismo en la reunión de varios para castigar a uno que delinquió -aún siendo obligación que impone la salvaguardia del honor militar, y que todos debemos estar dispuestos a cumplirla, pero ocultando serenamente las lágrimas de nuestros ojos y los dolores de nuestro corazón-, porque esa manifestación jamás será de compañerismo, sino de sacrificio para mantener incólume el esplendor del honor militar.

Piensa en lo que escribo, cultiva tu espíritu leyendo las obras del arte militar y estudiando con fe y ahínco los reglamentos que has de manejar para conducir tus soldados a la victoria, cuida de tu cuerpo para que esté fuerte y vigoroso, y no dejes de pensar en que el cumplimiento exacto de tus deberes religiosos es también necesario para mantener la conciencia tranquila y el alma libre de pecado.

Millán Astray



1 comentario:

  1. Gracias por el artículo. Ignoraba este episodio de un antepasado mío. Por cierto ¿podría facilitar más datos de la madre, una Gil de Sola?.

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