Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR" el 8 de mayo de 2017, pág. 11; y en "DIARIO DE CÁDIZ" el 19 de mayo de 2017, pág. 29.
El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.
Prestaron servicio en Algeciras, Cádiz, La Línea y
Tarifa.
Al entrar en vigor
la Ley de 15 de marzo de 1940 la Guardia Civil absorbió a Carabineros,
asumiendo el resguardo fiscal y la vigilancia de costas y fronteras. Respecto a
las matronas, algo novedoso para la Benemérita, hubo de transcurrir una década
para que se revisara su normativa.
Por Decreto de 14
de julio de 1950, del ministro de Gobernación Blas Pérez González, firmado por
Franco como jefe del Estado, se aprobó el "Reglamento para el
reclutamiento, disciplina y servicios de Matronas de la Guardia Civil". El
director general era el teniente general Camilo Alonso Vega.
Introdujo
importantes diferencias respecto a Carabineros. Hizo más restrictivo el acceso,
limitándolo sólo a viudas y huérfanas solteras de la Benemérita. La Guerra
Civil y la lucha contra "los del monte" habían motivado que aumentase
muchísimo su número y las pensiones eran insignificantes. Si bien su sueldo era
inferior al de un guardia civil, constituía un imprescindible sostén económico.
Mantuvo la edad
mínima de 25 años para ingreso y rebajó la máxima a 45. Al resto de requisitos
de salud, aptitud y una única matrona por familia ya existentes, se le añadió
el de acreditar buena conducta político-social, como el resto de funcionarios
de la época.
Los escalafones de
aspirantes se reorganizaron en dos registros que comprendían a su vez tres
escalas. El primero para viudas y huérfanas de jefes y oficiales, y el segundo
para las de suboficiales y clases de tropa.
Cada registro
comprendía tres escalas: viudas y huérfanas de muertos en acción de guerra,
fusilados por el enemigo o en actos del servicio o a consecuencia de heridas
recibidas en cada caso; las de los fallecidos de muerte natural que no fueran
pensionistas del estado, provincia o municipio; y las que si lo eran.
A igualdad de fecha
de solicitud se priorizaba según el número de familiares que tenían a su cargo.
De cada cinco vacantes se adjudicaba una a las viudas y huérfanas de jefes y
oficiales, y cuatro a las de suboficiales y clases de tropa.
El examen de
aptitud se hacía en cada comandancia ante un tribunal compuesto por su jefe, un
capitán y un teniente. Las aprobadas eran anotadas en el registro y escala que
les correspondía en espera de vacantes, razón por la cual se tardaban varios
años en ingresar.
Trascendental fue
la ampliación de la edad de retiro hasta los 65 años para que pudieran percibir
una pensión. A partir de los 56 y de dos en dos hasta la jubilación, debían
superar un reconocimiento médico. Un decreto de 16 de junio de 1966, del
ministerio de Hacienda, les reconoció su carácter funcionarial.
Sin embargo, se les
continuó obligando a mantener su viudez o soltería, ya que la finalidad
principal, además de contar con personal de absoluta confianza para detectar
contrabando oculto en la ropa o cuerpo de mujeres, era ayudar con un pequeño
sueldo a quiénes carecían de ingresos suficientes. Si se casaban se tenían que
licenciar. Todo ello y la dureza del servicio hacía desistir a muchas.
Se les permitió
vivir en casas-cuarteles pero no podían ausentarse de la demarcación sin
permiso de su jefe, teniendo derecho a las mismas vacaciones que los guardias
civiles. Se prohibió expresamente que pudieran emplearse "en servicio
doméstico de ninguna Autoridad ni funcionario público".
El nuevo reglamento
siguió regulando sus expedientes personales, anotándose vicisitudes
profesionales, premios y castigos. Dada la importancia que tenía la moralidad y
honestidad en el servicio se incluyeron artículos muy explícitos, basados en la
“Cartilla del Guardia Civil”: "Bajo ningún pretexto recibirán regalos,
bien sea en dinero, alhajas, ropas o manjares, pues estas demostraciones son
siempre el precio a que se compra la infidelidad. Se abstendrán
escrupulosamente de todo trato con personas sospechosas de dedicarse al
contrabando o fraude, así como de malos antecedentes, y guardaran absoluto
sigilo sobre los asuntos relacionados con su peculiar servicio, bajo las
sanciones establecidas".
Las faltas
disciplinarias se endurecieron, clasificándose en leves, graves y muy graves.
Las primeras eran la falta de puntualidad en el servicio, el poco aseo de su
persona y traje, así como "las infracciones o defectos que, por su
naturaleza, pueden estimarse lógicamente excusables". Su comisión se
sancionaba con amonestación, verbal o escrita; apercibimiento o multa de 1 a 15
días de haber.
Las graves eran la
indisciplina, la desconsideración al público y a las autoridades en el
servicio, las que afectasen al decoro social o profesional y "la
resistencia al cumplimiento de la misión que le está encomendada". El
castigo era "traslado a un destino más penoso" o suspensión de empleo
y sueldo de 15 días a dos meses.
Y las muy graves
eran el abandono del servicio, la insubordinación, la falta de probidad, la
negligencia o lenidad en el cumplimiento del deber, la confabulación con los
infractores o perjuicio a las "Rentas Públicas", y todas las demás
que pudieran constituir delito conforme la legislación vigente. Se sancionaba
con la expulsión, sin perjuicio de otras responsabilidades.
Caso de caer
enfermas, aún justificadamente, más de tres meses en el año natural, eran
calificadas de "salud poca". Si reincidían dos años consecutivos o
cinco alternos, causaban baja definitiva en el Cuerpo.
El servicio se
prestaba en horas de despacho de las Aduanas o en las que les señalase su jefe,
vistiendo la bata reglamentaria que consistía en un guardapolvo de gabardina de
algodón color gris verdoso con el emblema de la Guardia Civil, sujeto por un
alfiler imperdible, "colocado en el costado y altura en que se llevan las
condecoraciones militares".
Con el paso de los
años les fue sustituido por un traje-chaqueta con falda-pantalón por la rodilla
color verde, gorro, camisa y corbata verde, con los emblemas reglamentarios,
así como zapatos negros, medias beige y guantes blancos. En verano usaban
camisa verde de manga corta reglamentaria.
Procuraban "no
causar molestias a las personas que debían reconocer, con las que usarán buenos
modales, urbanidad y trato decente". Igualmente tenían que extremar su
celo en el servicio, "pues si sus Jefes dispusieran un segundo
reconocimiento, y del resultado de éste se patentizaran deficiencias del
primero, se impondrá la correspondiente corrección a la Matrona que lo hubiera
efectuado".
La mejor definición
de aquellas 93 matronas (6 de 1ª clase y 87 de 2ª) más otras 12 que hubo
procedentes del antiguo Protectorado de Marruecos, la escribió en 1983 el
capitán Celso Lamela López: "Mujer de intachable conducta en todos los
órdenes, perteneciente al Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, que presta sus
servicios en Unidades de Especialistas Fiscales en Aduanas tanto Terrestres
como Marítimas, encargadas de efectuar los registros al personal femenino y que
para su ingreso es preciso que su corazón esté roto y vestido de luto por haber
sufrido la pérdida de un ser querido".
En nuestra
provincia prestaron servicio en los puertos de Algeciras, Cádiz y Tarifa así
como en la Verja de La Línea de la Concepción con Gibraltar.
En 1987 se implantó
un nuevo y efímero sistema de ingreso pero eso es otra próxima historia.