Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR" el 15 de febrero de 2021, pág. 20.
El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.
En el Boletín Oficial de la Guardia Civil núm. 14 de 13 de mayo de 1935, se publicó la Orden General del Cuerpo, dada en Madrid el 25 de abril anterior, abriendo expediente de juicio contradictorio para el ingreso en la Orden Militar de San Fernando, a favor del ya cabo Pedro Salvo Pérez, natural de San Roque.
En dicho boletín oficial se publicaron cinco órdenes generales, todas ellas dictadas por el inspector general del benemérito Instituto, general de división Miguel Cabanellas Ferrer. La primera estaba dedicada a ensalzar el ofrecimiento altruista que había realizado el Patronato de los “Asilos de San Juan y Santa María” del Orfanato Nacional, ubicado en la localidad madrileña de El Pardo. Se trataba de un establecimiento de beneficencia del Estado que acogía a niñas y niños huérfanos entre 4 y 10 años de edad. Los trágicos sucesos revolucionarios del mes de octubre de 1934 habían costado la vida a 111 miembros de la Guardia Civil, además de 182 heridos, en su mayor parte en Asturias. El Patronato había ofertado, “espontánea y generosamente”, 20 plazas para aquellos que habían perdido a sus padres en dichos sucesos, defendiendo el orden y la ley.
Las otras cuatro órdenes generales estaban dedicadas a la apertura de expedientes individuales a los cuatro heroicos defensores de la casa-cuartel de Casas Viejas. El juez instructor de todos ellos, capitán de la Guardia Civil Federico Montero Lozano, había tomado ya las declaraciones que tanto él, como su antecesor, capitán Pablo Incera Vidal, nombrado por Orden General de 5 de abril de 1933, habían considerado oportunas en averiguación de los méritos contraídos.
Concluidas las actuaciones lo elevó el 11 de abril de 1935, dos años después de su inicio, al inspector general del Cuerpo como autoridad que había ordenado su instrucción, siendo entonces el general de brigada de Artillería Cecilio Bedia de la Cavallería.
Conforme lo dispuesto en el reglamento entonces vigente, la autoridad ordenante procedió dos semanas más tarde a su publicación en la correspondiente orden general, exhortando a los generales, jefes y oficiales, clases e individuos de tropa del Ejército, Marina e Institutos o Cuerpos armados que supieran algo en contrario o capaz de modificar la apreciación de los hechos publicados, a que se presentasen a declarar ante el juez instructor en el plazo de diez días.
La apertura del juicio contradictorio había sido solicitada mediante instancia por el propio interesado, entonces guardia 2º de infantería. El expediente estaba encabezado con la orden de proceder y el parte-informe que había elevado el coronel Ricardo Salamero Ortiz, jefe del 16ª Tercio (Málaga), en el que estaba encuadrada la Comandancia de Cádiz, como responsable interino de la 2ª Zona, tras el cese del general de brigada Manuel Gómez García por su presunta vinculación en la intentona golpista de agosto anterior.
Dicho escrito comenzaba exponiendo: “El expresado Guardia defendió la Casa-cuartel del Puesto de Casas Viejas en unión de otro solo Guardia, despues de haber quedado fuera de combate el Sargento que lo mandaba y otro individuo; continuando ellos dos solos la defensa, que ejecutaron con valor y tesón ejemplar durante el lapso de tiempo comprendido entre las siete de la mañana que empezó el asedio, hasta la una y treinta de la tarde, cercados por gran número de revolucionarios armados que tenían rodeado el edificio y deseaban apoderarse de sus armamentos, hasta que a dicha hora llegaron refuerzos del Cuerpo, procedentes de Medina Sidonia, que hicieron huir a los rebeldes y los auxiliaron a todos, habiendo resultado dicho Guardia herido levemente de arma de fuego en una pierna”.
Continuaba informando que el guardia 2º Salvo era de estado casado, con un hijo, y 32 años de edad, contando 16 años, 3 meses y 9 días de servicio en el Cuerpo así como que carecía de notas desfavorables en su historial, observando buena conducta y mereciendo buen concepto.
Entre los documentos que se aportaron al expediente destacaban cuatro sendas felicitaciones del director general de la Guardia Civil, teniente general Juan Zubia Bassecourt, cuando se encontraba destinado en el puesto de Algeciras.
La primera, fechada el 23 de febrero de 1921, era “por su brillante comportamiento en la inundación habida en la aldea de Palmones por desbordamiento de los ríos Guadarranque y Palmones, en los días 12 al 15 del actual, cooperando en unión de sus compañeros a salvar de las corrientes del agua a los habitantes de ella, y sus enseres”.
La segunda, datada el 24 de enero de 1922, fue por un benemérito servicio prestado en Algeciras. Se le concedió “por lo noble y acertadamente que procedió, secundando las órdenes de su Capitán, extrayendo de entre los escombros de un edificio que se derrumbó cuando estaba en construcción, a once obreros que en él trabajaban”.
La tercera correspondía al 24 de julio de ese mismo año, “por los relevantes servicios prestados en la feria de Algeciras, en unión de la demás fuerza, granjeándose el elogio de las Autoridades civiles”.
La cuarta, formulada el 8 de enero de 1923, fue “por el celo y actividad desplegados en conseguir descubrir y detener a los autores de un robo con escalo cometido el 22 del anterior, en el domicilio de Juan Jiménez Gómez, vecino de Algeciras, rescatando todos los efectos robados”.
La declaraciones que fueron prestándose a lo largo del expediente fueron de gran interés, aunque no tuvieron trascendencia pública, para conocer lo que realmente aconteció durante el ataque en el interior de la casa-cuartel, un pequeño edificio de dos plantas en régimen de alquiler. Gracias al contenido de las mismas se supo que el pabellón de Pedro Salvo se convirtió en el principal baluarte de la resistencia. Situada en la planta superior, dominaba perfectamente la plaza y la calle frontera al acuartelamiento.
En la manifestación prestada por el otro superviviente, guardia 2º Manuel García Rodríguez, se detallaba como subió al dormitorio de Salvo, abrió la ventana lateral derecha y rodilla en tierra disparó con su fusil contra los atacantes, recibiendo un impacto de perdigones en la mejilla izquierda. A su espalda estaba el guardia 2º Román García Chuecos que al igual que el sargento Manuel García Álvarez, cayeron mortalmente heridos por el fuego de los atacantes. Transcurrido un rato cesó temporalmente el tiroteo, momento que aprovechó para gritar a Salvo, que estaba en la planta baja defendiendo la puerta de entrada, para que subiera y le ayudase con los heridos.
Según relató, entre los dos acostaron a Román, que presentaba un impacto de gravedad en la cabeza, en la cama de Salvo. Dejó a éste la defensa desde la ventana y él pasó a hacerlo desde el descansillo de la escalera, lugar que dominaba la parte posterior del edificio, al objeto de evitar que los atacantes pudieran materializar el asalto por esa zona.
Mientras tanto el sargento, que inicialmente había caido al suelo tras recibir un disparo en la cabeza comenzando a sangrar, se levantó y se puso a alentarles y darles ánimos, negándose a acostarse en la cama, a pesar de las reiteradas peticiones de ambos guardias.
(Continuará).
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