Ponencia de Jesús Núñez presentada en la Mesa "El espacio militar. El Ejército y la Guardia Civil contra el Maquis", moderada por el periodista José Manuel Diego Carcedo y formada junto al profesor Fernando Martínez de Baños, Emilio Ballesteros como testigo de aquella época y los antiguos guardias civiles protagonistas de dicho periodo, José Llavata y Alejandro Monleón, desarrollada el 4 de octubre de 2003 durante las IV Jornadas "El Maquis en Santa Cruz de Moya. Crónica Rural de la Guerrilla Española: Memoria histórica viva", organizadas por la Asociación "La Gavilla Verde" de Santa Cruz de Moya (Cuenca), en colaboración con la Universidad de Castilla-La Mancha.
En primer lugar agradecer a Pedro Peinado, presidente de "La Gavilla Verde", su amable invitación para participar en estas Jornadas y mostrar mi más sincera satisfacción por encontrarme en este bello paraje de Santa Cruz de Moya, población que por cierto tenía gran curiosidad por conocer pues fue testigo de las últimas operaciones militares de la Guerra Civil ya que dos días antes de su finalización fue escenario de las fuerzas del Cuerpo de Ejército de Castilla, mandado por el general José Enrique Varela Iglesias, según se cita en el apunte correspondiente al 30 de marzo de 1939, recogido en su Diario de Operaciones, cuya investigación acabo de finalizar y que próximamente será publicado por Almena Ediciones. Bien, entrando en el tema que nos ocupa y con las limitaciones de tiempo que nos han sido asignados a cada miembro de esta mesa, abordemos cual fue el papel de la Guardia Civil, que como es bien sabido, fue la principal fuerza del Estado encargada de la persecución y represión del maquis hasta su total erradicación, misión que cumplió con su tradicional eficacia hasta sus últimas consecuencias.
Por otro lado mostrar también mi profunda satisfacción por ver en la misma sala, a antiguos guardias civiles y miembros del maquis, protagonistas de aquella época que tan duramente vivieron enfrentados por imperativos del tiempo que les tocó vivir, algo impensable hace años y que considero como algo muy bueno así como señal de que avanzamos por el buen camino para la recuperación de la verdadera memoria histórica, con sus luces y sus sombras que existieron en ambos lados del monte y que necesariamente deben ser asumidas por todos. Mis felicitaciones nuevamente por ello a "La Gavilla Verde".
Desde el inicio de la sublevación militar del 18 de julio de 1936, la Guardia Civil en la zona rebelde (en la zona gubernamental desapareció como tal tras reconvertirse el 30 de agosto en la Guardia Nacional Republicana que finalmente fue disuelta al crearse el 26 de diciembre el Cuerpo de Seguridad, hecho que en mi opinión fue uno de los múltiples errores del gobierno republicano ya que debió mantener dicho Instituto cuidando de su organización y su tradicional eficacia y disciplina tal y como acreditó en aquellos lugares en donde permaneció leal al régimen vigente en las agitadas jornadas de julio de 1936) fue encargada de la persecución de los denominados "huidos", que eran aquellas personas pertenecientes o vinculadas a las diferentes organizaciones del Frente Popular que habían abandonado las localidades donde habitaban para evitar su detención y posterior encarcelamiento o fusilamiento, bien por su participación en la represión contra los protagonistas o simpatizantes de la sublevación durante los primeros días o por su mera adscripción ideológica.
En dicha misión y especialmente en determinadas zonas de la retaguardia sublevada donde el problema de los "huidos", bien por su elevado número o por su conflictividad, era de mayor incidencia, se contó con el apoyo de unidades regulares del Ejército, además del apoyo de las milicias y voluntarios locales. Sin embargo el empleo de las fuerzas castrenses se demostró poco eficaz dada su falta de preparación para tales misiones que realmente eran más propias de fuerzas policiales.
Dicha persecución de "huidos" se prolongó en el tiempo durante toda la Guerra Civil y se extendió por todo el territorio nacional, a medida que el avance de las tropas rebeldes iba ocupando la zona gubernamental, cada vez más reducida. A ese colectivo de "huidos" se fueron uniendo otros, formados por miembros del Ejército Popular de la República y otras organizaciones frentepopulistas que se habían ido quedado aislados como consecuencia del devenir de los acontecimientos tácticos, que habían evitado su captura, que se habían evadido de campos de prisioneros, etc.
Tras finalizar oficialmente la Guerra Civil el 1 de abril de 1939, el fenómeno de los "huidos" continuó sucediéndose así como su persecución, durante los años siguientes. Sus actividades, al igual que había ocurrido durante la contienda, eran más bien tendentes a lograr su supervivencia que de agresión contra las fuerzas policiales o militares enemigas que les perseguían, limitándose en todo caso a pequeñas acciones contra elementos aislados de aquellas o elementos civiles de significación política pertenecientes al incipiente régimen franquista.
Tras los acontecimientos transcurridos después de la invasión guerrillera procedente de Francia en el mes de octubre de 1944 por el Valle de Aran, y que ya ha sido abordada y detallada hace unos minutos por el profesor Fernando Martínez de Baños, es cuando propiamente se puede hablar del maquis, en similitud al "maquisard" francés desarrollado en el país vecino contra el Ejército alemán que lo mantenía ocupado en el marco del teatro de operaciones de la 2ª Guerra Mundial, y que en muchas ocasiones fue protagonizado por los antiguos combatientes republicanos españoles que siguieron luchando contra el fascismo.
Tras el desastre en que devino la invasión del Valle de Aran, se fue procediendo a la sucesiva infiltración en España de numerosas partidas guerrilleras que se fueron diseminando por la mayor parte del territorio nacional al objeto de iniciar sus actuaciones contra el régimen franquista, esperando encontrar un apoyo y calor popular que realmente nunca hallaron y en espera de que las potencias aliadas que habían combatido a los países del Eje en Europa, se decidieran a actuar e intervenir por la fuerza en España para restablecer la República, circunstancia que tampoco sucedió como pronto también pudieron comprobar, pues sus intereses serían otros bien diferentes.
Dado que el maquis tuvo su implantación mayoritaria en el ámbito rural, la Guardia Civil (cuya disolución había llegado a ser considerada por el propio general Franco por su decidida participación en la zona gubernamental al hacer fracasar la sublevación en lugares tan importantes como Barcelona por ejemplo) sería la principal protagonista en su persecución, desvinculándose prácticamente al Ejército en dichas actuaciones tras las operaciones de limpieza del Valle de Aran, ya que se consideró que las unidades regulares eran poco eficaces para hacer frente a esa especie de guerra de guerrillas autora de atentados, sabotajes y similares, tal y como había quedado demostrado en Francia poco tiempo antes, donde el Ejército alemán no había podido vencerla.
Asimismo por otra parte no se quería hipotecar al Ejército en dicha actuación, dándole un papel protagonista en un conflicto interno nada deseable después de una guerra civil, y que podía entenderse como una continuación de la misma o un reconocimiento de la gravedad de un problema de envergadura -realmente existente aunque se quisiera negar- prefiriéndose buscarle una solución policial, al enfocarse como un problema meramente de seguridad pública y no de seguridad nacional, considerándosele como un fenómeno más de delincuencia común, desvinculándola por supuesto de cualquier significación política de altura.
La Guardia Civil, de naturaleza militar, era evidentemente el Cuerpo más idóneo dadas sus singulares y tradicionales características tales como su organización, disciplina, despliegue territorial, así como su ya histórica experiencia en la persecución de "bandoleros". No hay que olvidar, además del tema de los "huidos" ya citado, que la Guardia Civil fue fundada en 1844 para afrontar un grave problema de seguridad pública creada por el bandolerismo rural surgido tras la Guerra de la Independencia y que con el paso del tiempo y diversos acontecimientos socio-políticos se había ido agravando. Posteriormente y tras las Guerras Carlistas, la Guardia Civil también fue la encargada de la persecución de las partidas carlistas que quedaron aisladas y de aquellas que se lanzaron al bandolerismo como único medio de supervivencia.
Al comienzo de la Guerra Civil la Guardia Civil tenía una plantilla de tropa, según el Anuario Militar de España de 1936 editado por el Ministerio de la Guerra, de unos 30.000 efectivos. Inicialmente quedaron la mitad en cada una de las dos zonas. Parte de los procedentes de zona gubernamental, se fueron pasando a la rebelde por propia iniciativa o tras la correspondiente depuración, volvieron a incorporarse al servicio activo tras finalizar el conflicto.
Dado que durante la Guerra Civil no se incorporaron nuevos miembros para cubrir las bajas producidas por diferentes causas durante dicho periodo al objeto de evitar infiltraciones de cualquier naturales, fue necesario convocar las existentes para cubrir la plantilla presupuestaria existente que fue ampliada inicialmente en 10.000 guardias civiles más que fueron ocupadas en su mayor parte por los sargentos provisionales desmovilizados y que aportaron una indudable experiencia de campaña que resultaría muy útil a la hora de combatir al maquis.
Asimismo tras la entrada en vigor de la Ley de 15 de marzo de 1940, se produjo la incorporación de los antiguos integrantes del desaparecido Cuerpo de Carabineros, procedentes de la zona sublevada o que habían superado satisfactoriamente la correspondiente depuración, alcanzando entre todo ello a principios de 1941 una plantilla de tropa de unos 54.000 guardias civiles aproximadamente.
La estrategia que se diseñó tenía por finalidad desvirtuar socialmente y destruir físicamente al maquis, al objeto de que fueran considerados ante el resto de los españoles y naciones extranjeras como "bandoleros", ajenos a cualquier reivindicación política, ocultándose a la opinión pública sus acciones victoriosas (atentados, sabotajes, etc.), dándose publicidad en cambio de los hechos considerados más brutales y propicios de provocar rechazo entre la población, así como de las diferentes desarticulaciones, muertes y detenciones de miembros del maquis, todo ello para contribuir a eliminar toda posibilidad de apoyo social.
En este punto hay que significar que coexistió en el tiempo y en el espacio una verdadera delincuencia común, sin significación ideológica alguna, que materializó numerosos actos delictivos contra la vida y la propiedad pública y privada, haciéndose pasar incluso en muchas ocasiones por miembros del maquis incluso para extorsionar económicamente a las gentes más pudientes, lo cual contribuyó a ser explotado adecuadamente en beneficio de la imagen global de "bandoleros" que tanto le interesó al aparato de propaganda franquista.
También es cierto que al maquis, además de incorporarse personas contrarias al régimen franquista (especialmente comunistas y anarquistas) y que decidían dar un rotundo paso al frente en su lucha, se incorporaron en algunos casos otras que intentaban evitar la acción de la justicia por hechos de naturaleza criminal nada vinculadas a la cuestión ideológica, produciéndose una amalgama que en nada benefició al matiz épico de la guerrilla.
El Estado, en el aspecto táctico, procedió a reforzar y aumentar las plantillas de las unidades de la Guardia Civil ubicadas en las zonas de mayor actividad guerrillera, concentrar efectivos, crear destacamentos fijos y móviles completando el tradicional despliegue territorial de compañías, líneas y puestos, en aquellos parajes donde en ocasiones ni existía población pero que revestían gran interés por ser por ejemplo zonas de actuación o de paso así como dotarles del armamento más adecuado y eficaz.
Sin embargo la verdadera eficacia en la lucha contra el maquis vendría con la creación de las contrapartidas. Estas estaban formadas por grupos composición variable de guardias civiles que vestían y vivían en el monte como los guerrilleros, haciéndose pasar por ellos ante la población civil de la zona y especialmente ante los sospechosos o factibles de poder prestarles apoyo o ser sus enlaces.
Su actuación creó una profunda e irreversible inseguridad, rompiendo el principio de confianza y actuando con gran rigurosidad contra quienes confiaran en ellos creyendo que verdaderamente se encontraban ante auténticas partidas del maquis y les ayudaban o encubrían su presencia en la zona.
Las numerosas detenciones que se fueron practicando y los consiguientes encarcelamientos fueron socavando definitivamente la escasa colaboración que hasta entonces habían tenido en sectores muy concretos de la sociedad rural de la época, hasta el punto de llegar a quedar casi aislados.
El ofrecimiento de importantes recompensas de tipo económico, en una etapa de carencia de casi lo imprescindible para sobrevivir donde por ejemplo el sueldo mensual de un guardia civil apenas llegaba a las 400 pesetas a mediados de los años 40, o de otro tipo de prestaciones, contribuyó a favorecer la colaboración y la delación de las actividades y movimientos del maquis entre la población e incluso los propios colaboradores, enlaces o guerrilleros. Por último el ofrecimiento de salvar la propia vida o de benévolas condenas de prisión, en un tiempo en que los integrantes del maquis fueron abandonados a su suerte por sus respectivas direcciones, cómodamente instaladas en el extranjero que dejaron de enviar sus suministros y apenas hicieron por extraerlas, terminó por cuadrar dicho círculo.
Otro aspecto importante a tener en cuenta fue que la dirección de los servicios contra el maquis fueron encomendados a un grupo de jefes de la Guardia Civil, designados expresamente por su Director General para tal misión, bien como responsables de las Comandancias -unidades territoriales de ámbito provincial- o de sectores creados a tal efecto y cuya demarcación abarcaba parte de varias provincias diferentes.
Todo ello unido a que las partidas que fueron quedando aisladas en el interior y que no pudieron huir a Francia o Marruecos, terminaron avocadas a cometer actos propios de la delincuencia común, tales como secuestros, robos y asaltos para poder exclusivamente obtener dinero o alimentos con los que sobrevivir, convirtió finalmente a unas personas que por su idealismo ideológico contra el régimen franquista se habían echado al monte para luchar contra quien consideraban su enemigo, con el consiguiente sacrificio y riesgo personal, en auténticos y verdaderos bandoleros, cada vez más aislados del entorno social, haciendo impracticable aquel principio maoísta que preconiza que el guerrillero debe moverse en el pueblo como pez en el agua.
Cuando el 29 de mayo de 1955, quien había iba sido durante los doce años anteriores el Director General de la Guardia Civil -Teniente General Camilo Alonso Vega- y máximo responsable de la represión del maquis, se despidió de su cargo, reconoció que aquello había constituido para el Estado un problema nacional de gran trascendencia y que gracias al sacrificio y abnegación de los guardias civiles de aquella época se pudo salvar la delicada situación que llegó a crearse.
En definitiva había sido una guerra silenciosa y silenciada la que se había librado durante más de una década contra el maquis. Lejos de resultar beneficiados por la gratitud del Estado, la vida de aquellos guardias civiles había sido muy dura, con inflexible disciplina, rebosante de austeridad en todos los sentidos de la palabra, con horarios interminables de servicio que superaban las doce horas diarias y muy escasamente retribuida económicamente y militarmente, tal y como lo prueba en este último aspecto que se concedieran durante el periodo 1943-1952 por tal motivo tan sólo 908 cruces del mérito militar y 970 citaciones en las órdenes generales del Cuerpo, tras haber librado más de un millar de enfrentamientos armados y más de seiscientas bajas propias entre muertos y heridos.
Evidentemente sobre dichos guardias civiles viene recayendo desde la desaparición del régimen franquista un manto de muy negra espesura dada su actividad represora ejercida contra el maquis sin descanso y sin cuartel, como también lo fue la actividad de su enemigo. Fueron tiempos muy duros para todos, guerrilleros y guardias civiles. Los primeros luchaban por un ideal, aunque en ocasiones las acciones cometidas desdijeran mucho de ello, y los segundos cumplieron con lo que creían su deber. En esta mesa tenemos dos testimonios vivos de dos guardias civiles que fueron protagonistas y prefiero que sean ellos quienes hablen al respecto.
Aún quedaron algunas partidas y componentes aislados que fueron siendo eliminadas o capturadas durante los diez años siguientes hasta que el 6 de agosto de 1963, murió a los 55 años de edad el último guerrillero, Ramón Vila Capdevila, alias "Caraquemada", en un enfrentamiento contra la Guardia Civil de Manresa acontecido en el pequeño término municipal de Castellnou de Bages (Barcelona), cuando se dirigía a destruir con explosivos torres del tendido eléctrico, ocupándosele dos pistolas, una granada de mano, un rollo de mecha y explosivos. Podía haber estado viviendo tranquilamente en Francia, donde formó parte de la Resistencia contra el Ejército alemán, pero prefirió seguir combatiendo a su manera contra el régimen franquista.
A continuación y para ir terminando esta breve exposición quiero ofrecer unas cifras globales correspondientes al territorio nacional durante el periodo 1943-1952 que obran en los archivos del Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil, que sin dejar de ser levemente cuestionadas por algunos investigadores, no deja de arrojar una imagen bastante orientativa de la magnitud y alcance de lo que ello supuso.
Respecto a las bajas habidas entre los miembros de las fuerzas de orden público y fuerzas armadas, se evidencia la mayor actividad y actuación de la Guardia Civil, que tuvo entre sus filas la mayor parte de ellas.
Guardia Civil | Policía | Ejército | |
Muertos | 257 | 23 | 27 |
Heridos | 370 | 39 | 39 |
Sobre las bajas entre las filas del maquis y quienes le apoyaban las cifras disponibles son las siguientes, acreditándose la guerra sin cuartel que se les dio:
Muertos | 2.173 |
Heridos | 467 |
Detenidos | 2.374 |
Presentados | 546 |
Enlaces detenidos | 19.444 |
En relación a la actuación del maquis las cifras relativas e imputadas al mismo durante dicho periodo son las siguientes:
Asesinatos | 953 |
Secuestros | 845 |
Sabotajes | 538 |
Atracos | 5.963 |
Enfrentamientos | 1.826 |
Sobre armamento intervenido a las partidas del maquis, donde puede apreciarse que se trataba sólo de portátil como es lógico a su tipo de actuaciones:
Ametralladoras y fusiles ametralladores | 24 |
Subfusiles | 516 |
Pistolas | 3.075 |
Fusiles y mosquetones | 2.003 |
Escopetas y rifles | 1.522 |
Granadas | 7.904 |
Por último no quiero terminar sin al menos mencionar, dada la falta de tiempo y no querer sobrepasar el asignado en beneficio de escuchar los dos testimonios vivos que vienen a continuación, dos cosas.
En primer lugar la figura de los guardias civiles que estuvieron al otro lado del monte, participando activamente en el maquis como integrantes del mismo e incluso en algunos casos, a liderar las partidas y organizaciones guerrilleras. Tal es el caso de Bernabé López Calle (alias "Comandante Abril"), veterano guardia civil de la Comandancia de Málaga hasta el inicio de la Guerra Civil y que llegó a alcanzar el empleo de mayor (comandante) en el Ejército Popular de la República. Dirigió la "Agrupación Fermín Galán" cuya zona básica de actuación fue la provincia de Cádiz y que terminó por encontrar la muerte en la madrugada del 30 de diciembre de 1949 en un enfrentamiento con sus antiguos compañeros en un paraje del término municipal de la localidad gaditana de Medina Sidonia, tras ser denunciado en la casa-cuartel de la misma por uno de los miembros de su propia partida. Su ideología anarquista, antítesis de lo que representa la Guardia Civil, añade todavía más contradicción e interés a esta figura.
En segundo lugar recomendar expresamente la lectura del libro "Memorias del sargento Ferreras", - Gabriel Ferreras de Luis- quien se distinguió en la persecución de la partida de "Girón" y que aborda de una forma amena, directa, honesta y sencilla como fue la lucha de un guardia civil contra el maquis, constituyendo un testimonio excepcional, ya que quienes participaron activamente en ello se han venido absteniendo de publicar sus recuerdos. De hecho las citadas memorias han sido publicadas por el hijo del protagonista varios años después del fallecimiento de su padre.
Que todas estas historias de guardias civiles y maquis sólo sean patrimonio de la Historia y que nunca más vuelvan a repetirse, pues estoy convencido que ni unos ni los otros las querrían otra vez. Muchas gracias a todos por su atención e interés.
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