martes, 17 de septiembre de 2024

LA SANIDAD DE LA ARMADA EN LA CATÁSTROFE DE CÁDIZ EN 1947 (3).


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "DIARIO DE CÁDIZ" el 18 de agosto de 2024, pág. 10.


El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.


 

Con este tercer capítulo se continúa el relato iniciado hace ya dos aniversarios sobre la asistencia prestada por la Sanidad de la Armada, tras la trágica explosión acaecida en la noche del 18 de agosto de 1947 en la Base de Defensas Submarinas en Cádiz.

Como ya se ha venido exponiendo, los servicios sanitarios de nuestra Marina de Guerra, tanto los de las dotaciones de los buques fondeados en la Bahía de Cádiz como los de las instalaciones de tierra, acudieron, al igual que los médicos y sanitarios  civiles y militares de la ciudad, al inmediato auxilio de las víctimas. Hay que recordar que éstas fueron más de centenar y medio de personas fallecidas y unos cinco millares con heridas de diversa consideración. 

Gracias a la documentación inédita que supuso el cumplimiento de la orden general núm. 236, de 25 de agosto de 1947, dictada por el almirante Rafael Estrada Arnáiz, capitán general del Departamento Marítimo de Cádiz, puede continuarse conociendo quienes fueron y que es lo que hicieron tras la trágica y terrible explosión. El capitán de corbeta Pascual Pery Junquera y el teniente coronel de Infantería de Marina Antonio Ristori Navarro encabezaron el largo listado de héroes de aquella trágica y triste jornada.

Prosiguiendo con los informes emitidos entonces desde las diferentes unidades, dependencias y buques de la Armada española, merece especial mención el informe que firmó el 31 de agosto de 1947, el comandante naval de Cádiz, capitán de navío José de Dueñas Ristori, relativo a la actuación de sus subordinados.

En dicho documento expone destacaba “la labor del Primer Oficial de Servicios Marítimos (Teniente de Navío) D. José Coello Vallarino y Capitán de Sanidad D. Antonio Navas González que personados desde los primeros momentos en el lugar del suceso (Fábrica de Torpedos) estuvieron desescombrando heridos para conducirlos a los hospitales, utilizando en los primeros instantes sillas conducidas por Celadores de Puerto y marinería”.

En dicho informe también citaba al comandante médico Julio Cañadas Salcedo, por el cual, “se prestaron múltiples servicios y asistencias repartidas entre el Hospital Militar y esta Comandancia, de donde salió a prestar numerosos servicios, a veces en domicilios, dragaminas “Guadalete”, donde ingresaron heridos, y zona siniestrada, continuando la asistencia de heridos durante todo el día siguiente, en todos los cuales fue auxiliado por el Capitán de Sanidad D. Antonio Navas”.

Afortunadamente de la Comandancia Militar de Marina de Cádiz, al contrario que en otras unidades, y muy especialmente en la población civil gaditana, no hubo que lamentar fallecidos. Todo el personal de dicha Comandancia, “resultó ileso en esta catástrofe con la única excepción del Celador Mayor de Puerto y Pesca D. Francisco Ángel Arias que hallándose en el cumplimiento de su servicio en el muelle pesquero, en el momento de la explosión, recibió una herida en la cabeza de pronóstico reservado de la que ha sido asistido por el Comandante Médico Don Julio Cañadas”.

También resulta de gran interés el minucioso informe remitido dicho 31 de agosto por el capitán de fragata Manuel Lahera de Sobrino, como jefe de la “Flotilla de Lanchas Torpederas” y jefe del “Grupo de Lanchas Rápidas”. Anexó la extensa relación de servicios prestados “la noche del siniestro”, por el personal de la plana mayor de la “Flotilla de Lanchas Rápidas”, de las embarcaciones L.T. 23, L.T. 25, L.T. 26, del buque-nodriza cañonero “Calvo Sotelo” y de la “Base de Lanchas y Flotilla de L.A.S.”.

Sin perjuicio de ello, resaltó expresamente la tragedia familiar acaecida al oficial 1º Manuel Sánchez-Romate Sambruno, de la Reserva Naval Militar: “una vez curado de sus heridas y rescatadas de entre los escombros sus hijas, una fallecida y otra herida, se me presentó para quedar a mis órdenes, ordenándole se trasladara a la Base de Puntales para acompañar a su hija fallecida y una tercera ilesa que allí fueron evacuadas por orden de esta Jefatura”.

Respecto a los informes anexados merece especial atención el emitido por el capitán de corbeta Rafael Prat Fossi, jefe de la “Base y Flotilla de L.A.S.”, sobre la actuación del comandante médico Ernesto Fernández Ruiz. Éste, al ocurrir la explosión, se encontraba en el Club Náutico de Cádiz en unión de su esposa y de unos amigos. Tras dejarla en el domicilio familiar y comprobar que no le había ocurrido nada a sus hijos estuvo llamado infructuosamente por teléfono a la base de “Defensas Submarinas”. En la creencia de que el suceso había acaecido en la estación del ferrocarril se dirigió hacía allí para prestar sus servicios como médico, pero al pasar por la calle Canalejas escuchó que la explosión había acaecido en la barriada de San Severiano, llegando a la base sobre las 22,15 horas.

Tras presentarse al capitán de fragata Lahera marchó hacia los edificios situados en la parte baja, que era donde se alojaba la marinería. A mitad de camino se encontró al capitán de fragata Miguel Ángel García-Agulló Aguado, jefe de la base, “quien le ordenó fuese precisamente al lugar donde se dirigía, pues existían marineros heridos a quienes prestar auxilio”.

Cuando llegaron a los escombros de lo que había sido el alojamiento de la marinería, se encontraron “cinco o seis marineros que estaban materialmente enterrados pero con vida”. Tras ser desenterrados les realizó unas primeras curas con un botiquín que habían enviado del cañonero “Calvo Sotelo”, disponiendo seguidamente su envío al hospital militar. 

Cuando estaba en dichas tareas apareció el almirante Estrada que iba recorriendo los principales lugares de la tragedia. Tras participarle la labor sanitaria que estaba realizando, le comunicaron que habían encontrado bajo los escombros los cuerpos de otros dos marineros. Reconocidos inmediatamente comprobó desgraciadamente que eran ya cadáveres y “dadas las dificultades que existían para extraerlos, ordenó se aplazase hasta la amanecida, como así se hizo”.

Una vez terminado el rescate de los heridos se dirigió a la entrada de la base para prestar atención médica a los heridos que iban trayendo de las casas siniestradas en dicha barriada. En dicha función, a la que se sumó, ya se encontraban allí los comandantes médicos José Benavente Campos, Antonio Ruiz Lara y Manuel Pérez Pujazón que procedían de San Fernando, así como el capitán médico Juan Roquete Igueravide, “que desde los primeros momentos estuvo al frente de un puesto de socorro situado frente al Transval”.

Durante el día siguiente continuó su labor como médico en la citada base, donde “se extrajeron cuatro cadáveres”. El 20 de agosto se continuó en la búsqueda de más cuerpos de los fallecidos, encontrándose dos más, entre ellos el del teniente de navío José Fernández Muñoz, destinado en el Instituto Hidrográfico. 

En dicho informe se detallaba también la actuación del sanitario mayor Manuel Cortejosa Haro, el cual, al ocurrir la explosión se encontraba en su domicilio de San Fernando. Por mediación de un control de la Guardia Civil en La Ardila pudo subirse a un camión que le llevó hasta Cádiz. Tras no pocas vicisitudes se incorporó a su destino y prestó un valioso apoyo a la esposa y dos hijas supervivientes del oficial Sánchez-Romate, llevándolas al domicilio de un hermano de éste.


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