sábado, 15 de febrero de 2014

GUARDIA CIVIL ¡AQUELLOS VIEJOS ANUNCIOS DE PISTOLAS!



Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en la Revista "ARMAS", nº 216, correspondiente al mes de mayo de 2000, págs. 88-94. 
El original está ilustrado con veinticuatro fotografías en color.

En alguna ocasión se han publicado artículos sobre viejos anuncios de armas procedentes de revistas y catálogos comerciales de la época. Sin embargo en esta ocasión vamos a recuperar algo mucho más curioso: los anuncios de pistolas que se editaron en las décadas de los años 20 y 30 en los boletines oficiales de la Guardia Civil. Ha sido un trabajo lento y meticuloso pero estamos seguros de que ha valido la pena.

Introducción.

Aquellos años constituyeron sin duda alguna una época agitada y turbulenta, en los que el orden público español sufrió continuos sobresaltos y profundas crisis que terminaron por desembocar en nuestra trágica Guerra Civil.

Los principales fabricantes de pistolas de entonces, plenamente conscientes de las situaciones de continua inestabilidad que se estaban viviendo y que los miles de guardias civiles que integraban el principal Instituto armado de la nación, eran sus mejores clientes potenciales, no dudaron en anunciarse en cuantas publicaciones oficiales se editaban.

No hay que olvidar que por un lado la plantilla de la Guardia Civil en 1921, era de 1 general, 222 jefes, 975 oficiales y 24.542 clases e individuos de tropa (entonces no existía el cuerpo de suboficiales) y que por otro, en 1936, era de 5 generales, 224 jefes, 1.273 oficiales, 2.127 suboficiales y 30.742 clases e individuos de tropa.

Si además tenemos en cuenta que ley de 15 marzo de 1907, las reales ordenes de 29 de septiembre y 7 de diciembre de 1920 así como el reglamento sobre fabricación, comercio, uso y tenencia de armas, aprobado por orden circular de 13 de febrero de 1934, contemplaban la posibilidad de que los miembros de la Guardia Civil, pudieran poseer particularmente otras armas distintas de las reglamentarias, no es difícil entender el especial interés de los armeros sobre tan importante colectivo.

Repasando pacientemente dichos boletines vamos encontrándonos diversos y curiosísimos anuncios, que con mayor o menor ingenio publicitario intentaban reclamar la atención o interés del guardia civil de aquellos años.

Por ello hemos procedido a realizar una selección de los que hemos considerado como más originales, aún a pesar de la deficiente calidad de impresión y papel, ya color sepia, utilizado en la época. Algunos de los boletines consultados llevaban casi ochenta años "durmiendo" en la estantería de rancia madera de una biblioteca militar.

Los años 20.


Esta década puede definirse sin duda alguna como la del "furor" de las armas cortas de fuego en España. La 1ª Guerra Mundial había finalizado en 1918 y existían grandes excedentes de pistolas que en su día se habían fabricado principalmente para las fuerzas francesas. 

Su principal salida sería tanto como armas de defensa para el comercio civil como para el militar cuando vistiese de paisano o no deseara portar la reglamentaria, mucho más voluminosa y pesada.

Se anunciaban casi en cualquier sitio y a veces a unos precios irrisorios, dando todo tipo de facilidades con su venta a plazos mensuales, siendo su calidad en la mayor parte de los casos más que deplorable. 

No obstante existía un grupo de armeros que plenamente conscientes de la época de cambios que se avecinaba en cuanto a dotación de armas cortas para las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado, pugnaban por ofrecer un producto de calidad.

Su principal objetivo era alcanzar uno de los golosos contratos para dotar organismos oficiales y muy especialmente al Ejército, la Marina, la Guardia Civil o Carabineros del Reino. El benemérito Instituto, gracias a la persistencia de su director general, el teniente general Juan Zubia Bassecourt, sería el primero en materializarlo.

Así el Ministerio de Gobernación aprobaba y obtenía el 4 de noviembre de 1920 un crédito extraordinario para adquirir una importante partida de pistolas destinadas a las clases e individuos de tropa de la Guardia Civil. Aquellas, en un número de 3.850, corresponderían al denominado modelo 1920, fabricado por la firma eibarresa de Bonifacio Echeverría Orbea.

Al año siguiente, Star introducía diversas modificaciones y desaparecía el seguro de punzón partido, añadiéndosele un seguro de empuñadura, que daría lugar al modelo 1921. Apenas un año después, eliminaba este último mecanismo de seguridad y se quedaba sólo el de aleta, dando así paso al denominado modelo 1922. 

Por fin, cuando ya se llevaban adquiridas más doce mil unidades procedentes de esa fábrica, el 5 de octubre de 1922, se declaraba reglamentaria para las clases e individuos de tropa de la Guardia Civil, el uso exclusivo de la pistola Star de 9 mm. de calibre para cartucho largo.

Sin embargo ya para entonces se había resuelto el concurso convocado el 9 de febrero de 1921 por el Ministerio de la Guerra para adoptar la nueva pistola reglamentaria del Ejército. Anteriormente había convocado el 21 de mayo de 1919 y el 7 de abril de 1920 otros dos, pero ambos habían sido declarados desiertos.

La seleccionada fue, el 26 de septiembre de 1921, la pistola Astra, de la firma vizcaína Esperanza y Unceta, modelo 1921, posteriormente denominado modelo 400. El Cuerpo de Carabineros del Reino y la Marina de Guerra harían lo mismo el 13 de octubre de 1922 y el 24 de septiembre de 1923, respectivamente.

Pero a pesar de tanta adopción reglamentaria y publicación de su normativa legal, la realidad sería que el Estado no dispondría inicialmente de los recursos económicos suficientes para dotar de pistola a todos los efectivos de sus Fuerzas Armadas y de Seguridad, que por plantilla de armamento así les correspondía.

Por lo tanto se tuvieron que publicar diversas disposiciones, mediante las que se autorizó la adquisición y empleo por los guardias civiles y carabineros, de pistolas del modelo reglamentario, con cargo a su propio sueldo, para poder utilizarlas durante el transcurso del servicio.

Claros ejemplos de ello fueron las reales órdenes de 5 de octubre de 1922 y de 14 de junio de 1923, mediante las que se autorizaba a los miembros de la Guardia Civil y de Carabineros, respectivamente, el uso y adquisición particular de las pistolas Star oAstra, hasta que el Estado pudiera hacerlo con sus presupuestos.

Los años 30.


Si la década de los años 20 fue en esta materia, la del "furor" de las armas, la que le siguió fue la de su "brutal empleo" que terminaría por culminar la tragedia de una guerra civil, no por las propias armas en si, sino, como por desgracia ocurre siempre, por la irracionalidad de quienes las tienen en sus manos.

Los últimos momentos del reinado de Alfonso XIII y la corta vida de la 2ª República estarían plagados de continuos conflictos sociales y revolucionarios, en los que la posesión de armas de fuego, aunque estuviese prohibida y sancionada penalmente para quienes no estuvieran expresamente autorizados, era una nota común de habitualidad para muchos de los españoles de aquella época.

Unos para cometer actos delictivos o revolucionarios de cualquier signo y otros para defenderse o evitar sus efectos, el caso es que las armas, y muy especialmente las pistolas, tanto nacionales como extranjeras, fueron una constante en los seis primeros años de esa década. Después, con el inicio de la Guerra Civil, quedarían relegadas a un segundo plano, en aras de otras de mayor capacidad destructiva.

La publicación y entrada en vigor del decreto de 13 de septiembre de 1935, mediante el que se aprobaba el nuevo reglamento de armas y explosivos, intentaría regular y poner orden en la materia, pero como ocurre siempre en situaciones como aquella, es inútil legislar sino existe capacidad para velar por su cumplimiento.

No obstante y en cuanto al objeto de estas líneas se refiere, hay que destacar su artículo 43, en el que se disponía que los generales, jefes, oficiales, suboficiales y asimilados del Ejército, Armada, Guardia Civil, Carabineros y Seguridad; los que pertenecieran al Cuerpo de Investigación y Vigilancia así como las clases e individuos de la Guardia Civil, Carabineros y Seguridad, estaban facultados para llevar armas cortas o largas rayadas sin necesidad de licencia, siempre y cuando portasen su carnet, cartera o tarjeta de identidad profesional y estuviesen de servicio o en situación que se estimara como tal.

En el caso concreto de los miembros de la Guardia Civil, al considerar expresamente su reglamento, que siempre estaban de servicio, aunque no tuvieran ninguno encomendado en ese momento, resultaba que podían portarlas sin mayor problema. Ello sería enseguida aprovechado, como se puede apreciar en alguno de los anuncios que ilustran estas páginas, para reiterarlo públicamente y animar a los componentes del Instituto a la adquisición de sus pistolas.

Los anuncios.


La publicación de anuncios comerciales en los boletines oficiales de la Guardia Civil, ha ido variando a lo largo de su más que centenaria historia, en función de las diferentes disposiciones internas que estaban en vigor. 

Realmente cumplían una doble función. Por un lado, poder recaudar ingresos por publicidad que ayudaran a sufragar los gastos de la propia edición de los boletines, pues hay que recordar que los presupuestos del Instituto fueron habitualmente, los más austeros de la Administración del Estado.

Por otro, era la mejor forma de dar a conocer a los guardias civiles diseminados por todo el territorio nacional, aquellos productos, efectos, útiles y cosas, que podían ser de su interés e incluso necesidad, así como su procedimiento de adquisición. Hay que tener además en cuenta las dificultades de desplazamiento y comunicación de aquella época.

Como ejemplo de la diseminación de la Guardia Civil de entonces, no muy diferente de la actual, sirva decir que en enero de 1936 estaba distribuida en 24 Tercios, 58 Comandancias, 209 Compañías, 8 Escuadrones, 738 Líneas y 3.139 Puestos.

En aquellos años, la recepción del boletín oficial en cada Puesto de la Guardia Civil, implicaba por imperativo interno, su lectura por el comandante del mismo en presencia de todos sus guardias, asegurándose de esta forma que todo el mundo quedaba enterado de su contenido.

Las páginas finales de los mismos estaban dedicadas normalmente a los anuncios. En ellos se ofertaban no sólo armas, sino uniformes, correajes, grilletes, sombreros, libros de materias profesionales, calzado militar y civil, relojes, plumas estilográficas, emblemas, condecoraciones, vestuario civil, mantas para viaje, máquinas de afeitar, artículos de ferretería y droguería, etc. Un común denominador a todos ellos eran las facilidades de pago en cómodos plazos y su petición y recepción por correo.

Respecto a los anuncios de pistolas, los más habituales en ambas décadas, correspondían a la marca Star, algo que no debe extrañar al lector, ya que excepto los jefes y oficiales, el resto de sus componentes tenían sus modelos 1920, 1921 y 1922 como reglamentarios y el Cuerpo de la Guardia Civil era su mejor cliente.

No obstante se pueden encontrar también algunos anuncios de las pistolas Astra, pertenecientes inicialmente a la ya mencionada firma Esperanza y Unceta, y posteriormente a partir de 1925 a Unceta y Cía.; las pistolas Llama de la firma Gabilondo y Cía. en los tiempos en que tenía sus talleres en la localidad guipuzcoana de Elgoibar; las pistolas Benemérita, fabricadas por el eibarrés Antonio Aldazabal para el madrileño Ortega de Seija así como las pistolas Martian pertenecientes al también vecino de Eibar, Martín Bascarán.

Los curiosos dibujos y textos de los anuncios que ilustran estas páginas, constituyen un interesante ejemplo de como era la publicidad de las armas ante los organismos oficiales de aquella época.

Por último, agradecer al Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil las facilidades que ha dado para la redacción del presente artículo.

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