domingo, 16 de noviembre de 2014

LA “OTRA” VERDAD SOBRE LOS GENERALES LÓPEZ-PINTO Y VARELA.

Carta al Director escrita por Jesús Núñez y publicada en el nº 73/74 correspondiente a los meses de julio/agosto de 2006, de la "REVISTA ESPAÑOLA DE HISTORIA MILITAR", págs. 61-72. 
El original está ilustrado por dieciocho fotografías en blanco y negro.

Estimado Sr. Director de la “Revista Española de Historia Militar”:


En el nº 63 de su Revista, correspondiente al pasado mes de septiembre, se publicó un extenso artículo que además de portada ocupaba quince páginas, titulado “José López Pinto y Berizo. El General olvidado”, y cuyos autores firmaban como Gregorio Torres Gallego y Pablo San Juan.

Acostumbrado a la calidad y rigor de los artículos que habitualmente se publican en esa Revista, tengo que confesar que su lectura no sólo me decepcionó profundamente sino que en alguna de sus partes  -además de la falta de rigor histórico- me pareció un auténtico libelo.

La manifiesta falta de respeto a la verdad en parte de lo que allí se narra y la ausencia de referencias a fuentes documentales o de otro tipo que sostengan lo vertido en dicho artículo, hacen creer que ha sido escrito desde un inexplicado y absurdo rencor contra la figura del general José Enrique Varela Iglesias –al que gratuitamente se desacredita con falsas afirmaciones- impregnado todo ello de un profundo desconocimiento sobre lo acontecido en Cádiz respecto a la sublevación militar. En cambio si reconozco y felicito por ello la magnífica y privilegiada colección fotográfica que lo ilustra, que presupongo proceda de algún archivo familiar vinculado con el general López-Pinto.

Antes de continuar, debo precisar que llevo más de una década investigando sobre la Guerra Civil española en la provincia de Cádiz y la vida militar del general Varela. Fruto de ambos temas soy autor de dos libros, otro próximo a editarse (basado en el trabajo con el que acredité la suficiencia investigadora y finalicé mis estudios de Doctorado en el Departamento de Historia Contemporánea de la UNED), más otra obra en estado muy avanzado de elaboración así como numerosos artículos, comunicaciones, conferencias y ponencias, tanto dentro como fuera de España.

Con esto no quiero decir que esté en posesión de la verdad pero si creo saber de lo que hablo, habiendo consultado y estudiado cuanta documentación he podido localizar al respecto, estando por supuesto siempre dispuesto a revisar –y de hecho así lo hago constantemente como cualquier historiador- el resultado de mis investigaciones ante la aparición de nuevos elementos.

Consecuente con todo lo anterior, la figura de quien fuera comandante militar de Cádiz el 18 de julio de 1936 -el general López-Pinto- no me es en absoluto desconocida sino todo lo contrario. Es por ello mi franca sorpresa –por decir algo- ante frases como por ejemplo, las siguientes, vertidas en el referido artículo y que los autores no sustentan con soporte documental alguno a pesar de la gravedad de las imputaciones que contienen:

Parece ser que fue entonces cuando el general Varela, siendo mucho más conocido entre los alzados que López-Pinto, y gozando de mayor carisma personal, empezó a restarle protagonismo a nuestro hombre. Así, aunque el bilaureado general, que luego llegaría a ministro, partió unos días más tarde para dirigir las columnas que se dirigían a Córdoba, acabará pasando injustamente a la historia como el artífice del triunfo del levantamiento en Cádiz”; …; “Así, irónicamente, Varela, que le debía la libertad a nuestro general, se llevaba los méritos del triunfo de la sublevación en Cádiz, cuando lo único que hizo fue culminar la rendición de un edificio que ya había mandado a cercar nuestro protagonista”; …; o, “La actitud de Queipo fue siempre más correcta hacia López-Pinto que la de Varela. Así, mientras que el primero propuso a nuestro protagonista para que recibiese la Medalla Militar individual, el segundo, siendo ya Ministro del Ejército a principios de los años cuarenta, llegó a ordenar la modificación de una declaración jurada de López-Pinto sobre los acontecimientos vividos en Cádiz durante la sublevación, con la única finalidad de atribuirse mayor protagonismo en dichos sucesos”.

Pidiendo disculpas de antemano por la extensión de mi exposición, ruego no obstante su íntegra publicación así como de la reproducción documental que acompaño –ello último si es posible ya que son más de una veintena de fotografías- pues considero que la verdad no tiene más que un camino y aunque en este caso puede parecer que se trata de la “otra” verdad, creo que aportaré los elementos de juicio suficientes para que el lector a la vista de ambas versiones emita su propio parecer.

Asimismo quiero hacer constar que no se trata de acudir en defensa del único militar español que llegó a ostentar en su pecho dos Cruces Laureadas de San Fernando y al que se ha presentado poco más que como un avispado oportunista ávido de protagonismos y méritos sustraídos a otro. La figura de Varela contiene sus virtudes y sus defectos, pudiendo ser reconocido en algunos casos por sus acciones o méritos y en otros, criticado por sus decisiones o errores, pero desde luego el de apropiarse de supuestos méritos de terceros –si es que encabezar una sublevación con todo lo que ello implicó puede ser calificado como un mérito- no fue precisamente su estilo.

Sinceramente creo que no se debe ni se puede manipular la historia, algo que en general hemos sufrido durante mucho tiempo y que por desgracia sigue ocurriendo, a uno y otro lado, siendo la falta de objetividad y rigurosidad uno de los males que padece esta ciencia. También creo que la información inédita que facilito será de interés para los lectores ya que ilustra –casi como si fuera un artículo- sobre diversos aspectos históricos poco conocidos.

No obstante para no extenderme demasiado, no procederé en estas líneas a exponer y detallar los numerosos errores e inexactitudes apreciadas en el artículo sobre los sucesos vividos en Cádiz durante aquel aciago periodo en que ambos generales se sublevaron contra el gobierno legítimo de la República, demostrándose con ello que realmente no han sido investigados por los autores y se han limitado a copiarlo sin más de algún sitio. Cualquiera que haya estudiado siquiera medianamente la sublevación militar en Cádiz sabría que existe numerosa documentación en diversos archivos que acredita que quien lideró la conspiración y encabezó la rebelión militar allí fue Varela (46 años de edad), aunque éste fuera más moderno en el empleo de general que López-Pinto (60 años de edad).

En cambio si me centraré y documentaré –con las correspondientes reproducciones fotográficas y citas textuales- la verdadera relación que creo existió entre los generales López-Pinto y Varela, avanzando ya que si ambos vivieran –el primero falleció el 11 de febrero de 1942 y el segundo el 24 de marzo de 1951- bien seguro se hubieran disgustado por la inexplicable polémica creada por los autores del artículo citado al intentar enfrentarlos sin razón.

Como creo que historiadores e investigadores debemos acreditar y exponer con absoluta transparencia las fuentes en las que nos basamos voy a hacer un cronológico y detallado recorrido por aquella correspondencia particular de interés –y hasta ahora inédita- que ambos generales se cruzaron entre 1936 y 1941 así como otra documentación de valor histórico.

Los originales de dichas cartas –y copias en su caso- se encuentran desde hace tres años localizadas en la Sección “Capitán General José Enrique Varela Iglesias” del Archivo Histórico Municipal de Cádiz, cuyos fondos fueron cedidos por sus hijos –Casilda y Enrique- estando a punto de finalizar su digitalización para su libre consulta por los miembros de la comunidad científica.

Antes de continuar he de precisar que tuve acceso a su consulta sin restricción alguna –por espacio de dos años- gracias a las facilidades que me dieron los hijos del general Varela cuando todavía dichos fondos eran de titularidad familiar, si bien ello no me impedirá faltar al rigor y la verdad en estas líneas.

La mayor parte de los documentos analizados y expuestos en estas líneas obran en el Expediente núm. 30, Caja núm. 148, de la Subsección de Expedientes Personales en la citada sección del archivo gaditano. Precisar que se trata de uno de los 1.119 expedientes que contienen la correspondencia particular mantenida o relacionada con el general Varela y otras tantas personas.

Las cartas que se conservan –por razones de espacio sólo he seleccionado las que considero más ilustrativas- se iniciaron el 28 de octubre de 1936 desde la localidad de Yuncos por el general Varela, quien había marchado de Cádiz el 4 de agosto anterior para el frente de Córdoba.

La primera se trataba de una breve carta mecanografiada y encabezada con la tradicional fórmula de cortesía castrense “Mi querido amigo y compañero”, mediante la que remitía una nota al general López-Pinto, confeccionada por la sección de información de la columna mandada por el teniente coronel de Infantería Francisco Delgado Serrano. Aunque no queda copia del contenido de aquella, dadas las palabras de Varela, debía de tratarse de una cuestión de gran interés directamente relacionada con Cádiz: “rogándote muy encarecidamente te sirvas dar las oportunas órdenes para proceder a la comprobación de la misma y, si fuere necesario, tomar la oportuna providencia”.

La siguiente carta de interés, donde se desprende la buena relación existente entre ambos, estaba manuscrita por López-Pinto y fechada el 16 de julio de 1937 en Burgos, donde se encontraba al frente del VI Cuerpo de Ejército desde diciembre del año anterior. Sorprende que los articulistas citados acusaran a Varela de “restarle protagonismo” a aquél cuando un simple repaso a las hemerotecas gaditanas y de los titulares de la prensa local, como la que fotográficamente ilustra a modo de ejemplo estas líneas, queda plenamente desvirtuado al ensalzarse y glorificarse su papel en aquella provincia. No obstante hay que precisar que ello sólo lo era por parte de los simpatizantes de la sublevación pues la reciente historiografía ha acreditado que el periodo más terrible de la represión –detenciones, desapariciones y fusilamientos- padecido en Cádiz se dio precisamente durante los meses en que López-Pinto fue su máxima autoridad militar.

Volviendo a la carta citada precisar que comenzaba con “Querido Enrique” y remitía con ella la información facilitada por un evadido de la zona republicana consistente en unos croquis donde se detallaba la ubicación de tres baterías de artillería enemigas situadas en el interior del casco urbano de Madrid y sobre las cuales nunca se hacía fuego.

Cinco días después -el 21- Varela desde Villa del Prado, le agradecía la valiosa información enviada y le informaba que se la había remitido inmediatamente al general jefe del Ejército del Centro, ya que él ya no mandaba entonces el sector de Madrid.

La siguiente carta a exponer fue escrita también desde Burgos por López-Pinto el 4 de septiembre siguiente, comenzando con el habitual “Querido Enrique”. En ella solicitaba a Varela que autorizase al teniente provisional de Artillería Fernando Gil Osorio, “hijo de un viejo Artillero a quien tengo muchos deseos de complacer”, perteneciente a la 7ª Batería de 13º Regimiento Ligero en La Granja (Segovia), para que pudiera efectuar su incorporación inmediata a su nuevo destino en el VI Cuerpo por motivos familiares, haciendo constar que “recurro a ti porque se que eres como yo hombre que dentro de lo posible y siempre dentro de la justicia atiendes a los buenos compañeros”.

Varela cumplimentó inmediatamente dicha petición y una semana después –el día 11- le contestaba desde Segovia, donde se encontraba al frente de la División de Avila, que ya había dado la orden correspondiente, despidiéndose con un “te envía un fuerte abrazo tu buen amigo y compañero”.

Tan sólo cuatro días más tarde, el 15, López-Pinto le quedaba en otra carta “muy agradecido” a Varela y aprovechaba para saludar “muy afectuosamente” a una de las hermanas de éste así como a un matrimonio de Cádiz amigo común de ambos, que se encontraban entonces de visita en Segovia. También le confesaría a Varela que “a mi también me agradaría mucho ir por esa para estar contigo pero por ahora y entretanto no llegue mi hija y mis nietos no lo hago pues comprenderás mi impaciencia por verlos y abrazarlos”.

Poco antes, el 9 de septiembre, López-Pinto había remitido otra carta a Varela pidiéndole la evacuación a San Sebastián del soldado Francisco Castillo Caballero, destinado en el Primer Batallón de Trabajadores de Villafranca del Castillo y convaleciente en el hospital de Valdemoro, al objeto de estar más cerca de sus familiares, despidiéndose con un “sabes es tuyo buen amigo y compañero que te abraza”.

El día 18 Varela le contestaba que ya había realizado las gestiones oportunas para complacerle, volviendo a hacerlo el 1 de octubre para informarle que el director del citado centro sanitario le había informado que dado el tipo de enfermedad contraído por el interesado, éste debía permanecer en reposo si bien cuando mejorase le serían concedidos 15 días de convalecencia para la capital donostiarra. El 16 de octubre Varela le escribió nuevamente para comunicarle que su recomendado había iniciado ya dicho permiso.

Aquel mismo 9 de septiembre, López-Pinto le había pedido también a Varela en otra carta diferente, que intercediera por el médico militar Juan Galindo Fernández para que se le destinara a un hospital de vanguardia o a fuerzas de choque como Regulares, Mehal-la, etc. Varela le contestó  a esa el día 18 informándole que el interesado debería dirigir una instancia al general jefe de Movilización, Instrucción y Recuperación, finalizando con un “sabes el deseo que siempre tiene de servirte tu buen amigo y compañero que te abraza”.

Ese mismo día 18 sería Varela quien le solicitaría a López-Pinto en nueva carta que el soldado Santiago Moreno Martínez, perteneciente al 133 Batallón del Regimiento de Infantería San Marcial nº 22, afecto a la 106 División, pasara al Primer Batallón de dicho Regimiento, dependiente de la 117 División. Cinco días después, el 23, López-Pinto contestaba que dicho batallón había sido trasladado a Zaragoza, por lo que dependía ya del V Cuerpo de Ejército.

El 5 de noviembre siguiente y desde Segovia, Varela escribió a López-Pinto para que en el territorio de su jurisdicción se restableciera un determinado tipo de servicio que había sido suprimido. Dos semanas después López-Pinto le contestaba que haría todo lo posible por restablecer el servicio que le había pedido, despidiéndose con: “Ya sabes con cuanto gusto te atiende siempre, enviándote un fuerte abrazo tu buen amigo y compº que te desea mucha suerte y éxito en tu nuevo destino”.

Tal y como se puede apreciar en la correspondencia expuesta, la relación que existía entre ambos puede calificarse como de afectuosa y de plena confianza, llegando a tutearse, cosa que no se ha observado en las cartas cruzadas con otros generales. Desde luego este género epistolar no sería el mantenido entre dos personas en las que hubiera acontecido realmente lo expuesto por los autores del mentado artículo, máxime teniendo en cuenta que se trataban de dos militares con mucho carácter y personalidad, muy poco dados a hipocresías y remilgos.


El expediente de la Medalla Militar individual de López-Pinto.

 Tal y como consta en el expediente personal de López-Pinto –que se conserva en el Archivo General Militar de Segovia- a propuesta del general Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, formulada por escrito al general Franco el 23 de enero de 1938, le fue incoada la preceptiva información para la concesión de la Medalla Militar individual, “por su comportamiento el día 18 de julio de 1.936 y siguientes, en Cádiz, no obstante el tiempo transcurrido, por creer con ello realizar un acto de justicia al subsanar el olvido padecido”.

Si bien no se hacen constar con más detalle las causas por las cuales se tardó cerca de año y medio desde que ocurrieron los hechos acreedores a tal recompensa militar, tal vez estén relacionados con algo que el propio Queipo de Llano dijo en un discurso pronunciado con ocasión de un homenaje que le rindieron las diputaciones y alcaldes de Andalucía y Badajoz en la plaza de San Fernando de Sevilla en julio de 1939 y que fue trascrito tanto por la prensa de la época como por su nieta en la obra que ésta publicó en el año 2001 dedicada a su memoria:

Yo no pedí la Cruz Laureada que creo merecer, por tres motivos: primero; porque ante el alzamiento convinimos con Mola en no pedir recompensas; segundo, porque entonces no tenía jefe superior a mi, y tercero, porque en enero de 1938 se me dijo que no se me daba la recompensa porque no pareciera obra de compadrazgo, que se me daría al formar Gobierno”. (1).

Sin embargo con posterioridad a la finalización de la Guerra Civil si se le concedió primero la Medalla Militar individual, por Decreto de 15 de marzo de 1940, y después, la Gran Cruz Laureada de San Fernando, por Decreto de 26 de febrero de 1944.

Los méritos contraídos por López-Pinto a juicio de Queipo de Llano y expuestos en la propuesta de enero de 1938 elevada a Burgos, donde residía Franco con su cuartel general, eran los siguientes:

Siendo Comandante Militar de Cádiz, declaró el Estado de Guerra, el día 18 de Julio, en dicha Plaza, teniendo necesidad de vencer la resistencia que opusieron los elementos marxistas en el Gobierno Civil, Ayuntamiento y otros edificios, siendo necesario sitiarlos y bombardearlos, rindiéndose sus ocupantes el día 19, continuando la rebeldía de los elementos rojos en la Capital hasta el día 30. Fue el alma de la defensa de Cádiz, levantando la moral de la población, un tanto decaída a consecuencia de los frecuentes bombardeos de la Escuadra y Aviación rojas. Con las fuerzas de que disponía organizó columnas que ocuparon gran parte de las provincias de Cádiz y Málaga, asistiendo personalmente a la toma de Alcalá del Valle, El Gastor, Villaluenga del Rosario, Setenil, Jimena de la Frontera, Grazalema, Olvera, Cortes de la Frontera, Gaucín, Algatocín, Casares, Alpandeire, Faraján y Juzcar”.

Dejando a un lado la manifiesta enemistad que había entre Queipo y Varela, de lo cual también hay constancia, la verdad es que el contenido de esa propuesta en buena parte de sus extremos no dejó de sorprender al autor de estas líneas cuando leyó dicho documento, pues para empezar ninguno de los edificios en los que se habían atrincherado quienes permanecieron leales al gobierno de la República, fue objeto de bombardeo. Se sacó alguna pieza de artillería a la calle y se apuntó con ella pero nada más, librándose en cambio fuego de armas portátiles entre sitiados y sitiadores.

Los articulistas citados afirman que Varela “lo único que hizo fue culminar la rendición de un edificio que ya había mandado a cercar nuestro protagonista”. La verdad es que Varela tan pronto fue puesto en libertad del castillo de Santa Catalina –ese episodio daría por si para un artículo entero- y se puso de uniforme se presentó en la comandancia militar, solventando allí ciertas reticencias a unirse a la sublevación en marcha que se saldaron a instancias suyas con el arresto del teniente coronel Juan Sánchez Plasencia, jefe del estado mayor de López-Pinto, y casi con la del de igual empleo Vicente González García, jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, quien finalmente decidió adherirse a la rebelión.

Seguidamente Varela se personó en los acuartelamientos de los regimientos de Artillería e Infantería de la plaza -mandados respectivamente por los coroneles Pedro Jevenois Labernade y Juan Herrera Malaguilla- para instar y asegurar con su ejemplo –no hay que olvidar su prestigio como bilaureado, haber mandado anteriormente el regimiento de Infantería y ser natural de la provincia en donde era muy popular- que salieran las tropas a la calle para proclamar el estado de guerra y cercar el edificio del gobierno civil y otros (2).  Una vez logrado ello, Varela dirigió personalmente las operaciones llevadas a cabo por la ciudad y dando las órdenes oportunas al respecto.

Existen multitud de testimonios sobre ello, eligiendo a modo de ejemplo el reproducido en uno de mis libros y cuyo original obra en el Juicio Sumarísimo nº 82/1936 del Juzgado Especial de Cádiz y que se conserva actualmente en el Archivo Histórico del Tribunal Territorial Militar núm. 2 de Sevilla. 

Se trata del parte manuscrito del capitán Juan María Muro Marcos, jefe de la 2ª Batería del Regimiento de Artillería de Costa nº 1, en el que con fecha 19 de julio de 1936 había participado al general López-Pinto que: “habiéndosele encomendado por el Excmo. Señor General D. José E. Varela, el asedio al edificio que ocupa el Gobierno Civil de la Provincia por su fachada de la Plaza de las Cortes de Cádiz, sostuvo fuego contra los ocupantes desde las 5 de la tarde del día 18 en que se inició su resistencia hasta las 7 horas del siguiente día en que cesó por haber aparecido en uno de los huecos de dicha fachada una bandera blanca, rindiéndose seguidamente sus ocupantes, habiendo tenido dos heridos a consecuencia del tiroteo a las fuerzas de mi mando".

Además del cerco de dicho edificio, Varela dirigió in situ diversas acciones que tuvieron por escenario las calles capitalinas en las que permaneció desde las cuatro de la tarde del sábado 18 hasta la mañana del día siguiente, en que desembarcaron los Regulares de Ceuta y se pudo controlar la ciudad. Insisto en que hay suficiente documentación en diversos archivos que así testimonian todo ello con la suficiente credibilidad y que si fuera necesario podrían exponerse, cosa que ahora no se hace por no alargar demasiado la presente.

Respecto a la rebeldía de los “elementos rojos” que continuó hasta el 30 de julio, Queipo debía referirse a los disparos aislados que desde algunas ventanas y azoteas se hacían en determinados barrios y que desde luego continuaron unos cuantos días más después de la fecha citada, remitiéndome a archivos y hemerotecas.

Por último, la asistencia personal de López-Pinto a la toma de las poblaciones que aludía Queipo era más que cuestionable por no decirse directamente que se faltaba a la verdad. Buena parte de dichas operaciones han sido estudiadas en profundidad por quien escribe estas líneas y está suficientemente documentado quienes mandaron y formaron las columnas que lo llevaron acabo.

Por otra parte es de justicia significar que el lugar lógico de López-Pinto, dada su condición de comandante militar de la plaza de Cádiz y su provincia, era desde el mismo momento del inicio de la sublevación, su despacho del edificio del gobierno militar, adoptando las decisiones de mando oportunas, coordinando las operaciones para la ocupación de las poblaciones donde la sublevación había fracasado y enlazando con la Marina de Guerra de San Fernando y el escalón superior, es decir Queipo de Llano. Evidentemente ello no fue impedimento para que con posterioridad efectuara diversas visitas a diferentes puntos de la provincia, de todo lo cual queda oportuna constancia documental y gráfica en archivos y hemerotecas locales.

El general Franco autorizó la incoación de la pertinente información, siendo designado como juez instructor el general de brigada Ignacio Auñón Chacón que tenía su sede en el sevillano Cuartel del Carmen.

Aunque no se ha podido localizar dicho expediente, ignorándose dónde se custodia actualmente, si se conserva en los archivos de Cádiz y Segovia diversa documentación de gran interés relacionada con el mismo. Así consta una petición formulada en sentido favorable a su concesión “por personal de los Astilleros de Cádiz con 317 firmas y periódicos locales”. También constaban solicitudes en igual sentido expresadas por el Ayuntamiento de Cádiz, por el jefe de la Misión Naval italiana “y finalmente múltiples declaraciones de Generales y Jefes, acordes todos en hacer resaltar la brillante actuación de este General en los difíciles momentos del principio de nuestra Cruzada”.

A la vista de ello no podría decirse que ni Varela ni nadie querían quitar a López-Pinto protagonismo alguno. El papel de Varela fue fundamental en el desarrollo de la conspiración y realmente fue el verdadero artífice del triunfo de la sublevación –encabezándola además físicamente- en la capital gaditana donde inicialmente existía, salvo excepciones, una guarnición indecisa e incluso en algunos casos reacia a la rebelión contra el gobierno de la República.

Pero pasadas las primeras jornadas fue López-Pinto, como comandante militar de la provincia, a quien competió la responsabilidad del aseguramiento del territorio ocupado y la culminación de las operaciones en el resto hasta su completo dominio. Sus papeles no fueron antagónicos sino complementarios por lo que cualquier polémica por desprestigiar a uno a costa de otro resulta absurda.

No obstante el propio Queipo de Llano –que como ya se ha mencionado no tenía simpatía alguna por Varela y viceversa- en su declaración durante el expediente hizo constar que “el General López-Pinto fue el único Oficial General que de una manera entusiasta y eficaz se ofreció a secundar el Movimiento, haciendo honor a su palabra sin titubeos y magníficamente, y consiguiendo dominar no solamente la ciudad de Cádiz, de la que era Gobernador Militar, sino también el Arsenal de la Carraca y la mayor parte de la provincia, gracias a sus acertadas disposiciones”.

A la vista del contenido de la información instruida y del parecer favorable del juez instructor, el teniente coronel Antonio Barroso Sánchez-Guerra, jefe de la 3ª Sección de Estado Mayor del “Cuartel General del Generalísimo” emitió en cuenta de fecha 1 de mayo de 1938 –cuyo original obra en el archivo segoviano- su parecer en el mismo sentido, considerando “que los méritos expuestos son a todas luces muy meritorios distinguidos y por ello se permite proponer sea concedida la Medalla Militar de referencia”.

Sin embargo cuando el expediente fue presentado a la vista del general Franco para su aprobación, éste lo consideró incompleto y el 10 de mayo lo devolvió para la práctica de nuevas diligencias, haciéndose constar al dorso del anterior escrito citado que:

S.E. al examinar este expediente nota que no han declarado en el mismo algunos significados testigos, como el General Varela y el Jefe del Arsenal. En su vista debe pasar este expediente al Auditor del C. General, para que lo examine e informe respecto a si, como parece, existen defectos de omisión o de otra clase en su tramitación”.

Posiblemente tanta exaltación de la figura de López-Pinto por parte de Queipo, al que Franco tenía muy pocas simpatías, siendo recíproco dicho sentimiento, contribuyó a dicha decisión así como la natural extrañeza de que en la información instruida se omitieran dos testimonios de relevancia: el del otro general del Ejército que había participado activamente en la conspiración y sublevación militar de la capital gaditana así como del almirante que mandaba el arsenal naval de La Carraca.

Fruto de esa decisión de Franco se remitió el 18 de mayo por el general Auñón a Varela -entonces general jefe del Cuerpo de Ejército de Castilla- y por conducto de la Sección de Justicia del Cuartel General del Ejército del Norte, el correspondiente interrogatorio.

Concretamente se le pedía “que manifestase cuanto sepa de los hechos realizados por el Excmo. Sr. General don JOSE LOPEZ PINTO BERIZO, durante el día 18 de Julio de 1.936 y siguientes, con expresión de los mismos” así como que dijera “si por los hechos en cuestión por dicho Excmo. Sr. General lo considera merecedor a la MEDALLA MILITAR”.

Desgraciadamente en el archivo gaditano no se pudo localizar la copia de dicha manifestación, lo cual no significa que no se conservara en otra caja o carpeta no consultada. A este respecto hay que significar que cuando los fondos citados pasaron a ser de titularidad municipal se suspendieron los trabajos de investigación que se venían realizando para procederse a su catalogación y digitalización, quedando todavía y tras dos años de estudio, más de medio centenar de cajas de documentos por consultar. Tan sólo se pudo acreditar que Varela remitió el 30 de julio siguiente al juez instructor la declaración solicitada y que éste le acusó recibo de su recepción el 8 de agosto.

No obstante si fue localizada copia manuscrita del interrogatorio correspondiente al entonces coronel habilitado de Infantería Manuel Baturone Colombo, compañero de promoción de Varela en la Academia de Toledo, que el 18 de julio de 1936 se encontraba destinado en la capital gaditana como comandante en el Regimiento de Infantería nº 33. Su declaración jurada se había efectuado en calidad de testigo como consecuencia del exhorto remitido desde Sevilla el 16 de marzo de 1938.

Ello le fue remitido a Varela el 3 de junio siguiente junto a una significativa carta manuscrita de Baturone cuando éste se encontraba en Azuaga al mando de la 112 División del Ejército del Sur. El original se conserva en el Expediente núm. 118, Caja núm. 148 de la Subsección de Expedientes Personales de la mentada Sección del archivo gaditano,  y le decía entre otras cosas:

… te escribo para enviarte copia de mi declaración en el expediente de M.M. del Gral. López-Pinto. Se trata de un Señor a quien quiero y de quien he recibido muchas atenciones, pero no puedo sustraerme a decir la verdad y por ello te mando copia porque me entero de que han devuelto el expediente para que te tomen declaración a ti y al Gral. del Departamento de Cádiz. No se si como dicen se llegará a la revisión de algunas M.M. concedidas en este Ejército. Como comprenderás yo no me quejo pues me han dado demasiado, pero creo no estará mal esa revisión”.

Dado su interés histórico, lo inédito de su contenido, que también ve la luz por primera vez, y la relevancia del personaje que la practica –fue recompensado con la Medalla Militar individual por la toma de Castro del Río y alcanzó el empleo de teniente general- amén por supuesto de su directa relación con el tema que nos ocupa, se transcribe textualmente a continuación la parte que afecta:

Que no presenció la actuación personal del Gral. López-Pinto el 18-7-36, pero le consta que dicho Gral. estaba dispuesto a secundar el movimiento, como lo efectuó al recibir la orden de Sevilla, poniendo en libertad al Gral. Varela que desde la noche anterior estaba detenido en el Castº Sta. Catalina y deacuerdo con éste declaró el estado de Guerra en Cádiz a las 16 h. tomando el Gral. Varela el mando de las fuerzas que salieron a efectuarlo (1 Bón. de Cádiz 33 y una bª del Regtº de Costa nº 1) con las que rodeó el gobierno civil ordenando al jefe que declara fuera a intimar la rendición del Gobernador a lo que se negó en vista de lo cual se rompió el fuego sobre el edificio sobre el edificio siendo contestado por los guardias de asalto, carabineros, policías y obreros armados que había en el citado gobierno civil. A las 18 horas volvió el jefe que declara a entrar en el Gobierno Civil para autorizar la salida del mismo de los heridos, las mujeres y niños, y como se volvió a negar a la rendición se continuó el fuego, teniendo por nuestra parte varias bajas entre las que hubo 2 soldados muertos (3),  y heridos el Tte. Luis del Cerro (4) y varios soldados. A las 20 h. empezaron los incendios y como no se disponía de más fuerzas y al marchar hacia el Gobierno Civil se intervino una orden del Tte. Coronel de Carabineros (5) que ordenaba que fueran atacadas nuestras fuerzas por las de aquel Cuerpo, el Gral. Varela no consideró oportuno distraer fuerzas y continuó el cerco del Gobierno Civil, dando el Gral. Varela constantes pruebas de su reconocido valor temerario permaneciendo en los puestos de más peligro a escasos metros del Gobierno Civil. A las 12 de la noche se presentó un grupo de falangistas con los que el Gral. Varela recorrió las calles de Cádiz para levantar el ánimo de la población consiguiendo se sumaran algunos más a los 25 falangistas que se habían presentado y continuando el fuego durante toda la noche contra el Gobierno y las fuerzas sitiadoras. Al amanecer el Gral. Varela acompañado de algunos oficiales y falangistas se dirigió al muelle a recibir a las fuerzas que llegaban de Africa en cuyo momento se rindió el Gobernador Civil y personas que le acompañaban. Entonces el Gral. Varela al frente siempre de las fuerzas se dirigió a ocupar el Ayuntamiento, Casa del Pueblo, Id. de Correos y locales de los diversos Sindicatos con lo que se consiguió el triunfo de nuestras fuerzas en Cádiz. Que en los días sucesivos el Gral. López-Pinto sobreponiéndose al dolor producido por encontrarse presos en Cartagena sus hijos, dio constantes pruebas de abnegación, serenidad, inteligencia y gran entusiasmo por la Causa resolviendo deacuerdo con el Gral. Varela cuantas situaciones difíciles se presentaron, que fueron muchas.

Que fueron testigos presenciales de la actuación del Gral. López-Pinto, además del Gral. Varela el Comte. de E.M. D. Jaime Puig (6) y el Cap. D. M. Fdez. de la Puente.(7).Que estima que en caso se concediese la M.M. al Gral. López Pinto, debe concederse también al Gral. Varela por los hechos que deja relatados.

Preguntado por el Juez Gral. Solans,(8) si estimaba que el Gral. L. Pinto había realizado hechos más meritorios que los demás Grales y Jefes que se habían lanzado al movimiento. Que estima que los hechos realizados por dicho Gral. son análogos a los de los demás que el primer día se lanzaron al Movimiento.Que en vista de lo relatado, que demuestra que la Guarnición de Cádiz combatió durante más de 12 horas y tuvo bajas estima que al igual que a la de Sevilla  (9) debe concedérsele la medalla militar Colectiva”. 

Aunque se desconoce cual fue el número y contenido de las nuevas declaraciones incorporadas, si hay constancia en el archivo segoviano de que el 24 de febrero de 1939, tras ser estudiado dicho expediente por la Junta Superior del Ejército, presidida por el general Franco y celebrada en Burgos en dicha fecha, “se acordó proponer se deje vista la información instruida para la concesión de la Medalla Militar al Excmo. Sr. General de División D. JOSE LOPEZ PINTO BERIZO”. 

Con dicha fórmula o similar pasaban a “dormir” numerosos expedientes de concesión de altas condecoraciones que normalmente nunca llegaban a “desempolvarse”, no concediéndose por lo tanto la recompensa propuesta. De hecho en el archivo gaditano existen algunas referencias concretas a otros casos similares.

A este respecto tan sólo añadir que curiosamente en relación a los hechos acontecidos en la ciudad de Cádiz el 18 de julio de 1936 y siguientes no se concedió la medalla militar individual a ninguno de los participantes en la sublevación capitalina, mientras que por los de la vecina San Fernando se concedieron ocho. 

Concretamente fueron concedidas el 2 de junio de 1939 al comandante de Artillería de Marina Guillermo Medina Fernández de Castro y el 16 de julio de 1942 al contralmirante Manuel Ruiz de Atauri, capitán de fragata Angel Jáudenes Bárcena, teniente de Infantería de Marina Rafael Barrionuevo Pérez, teniente de navío Juan Antonio Gener Cuadrado, oficial 1º de Artillería de Marina Juan Espinosa Piedra, alférez de navío Juan Carlos Fernández-Loaisa Viniegra y oficial 2º de Artillería de Marina Tomás Tocornal Lacalle. 

Todos ellos –no exentos también en algunos casos de polémica- por los acontecimientos vividos principalmente en la noche del 21 de julio de 1936 en el Arsenal de La Carraca, con motivo de la sedición vivida en el cuartel de marinería y la rebelión de las dotaciones de los cañoneros “Cánovas” y “Lauria”, allí atracados, que según Queipo de Llano supuestamente había conseguido dominar López-Pinto.

También citar, respecto al resto de la provincia gaditana, que se concedió tan preciada recompensa militar individual por los hechos sucedidos con ocasión de la sublevación militar en Algeciras al teniente coronel de Infantería Manuel Coco Rodríguez, el 6 de marzo de 1939, y por los de Jerez de la Frontera, al comandante de Caballería Salvador Arizón Mejías, el 13 de abril de 1939. En los dos casos fueron quienes declararon el estado de guerra por orden de López-Pinto y encabezaron el alzamiento en sus respectivas localidades.

Las relaciones de López-Pinto con el ministro Varela.

Tras finalizar la Guerra Civil con la victoria por las armas de quienes se habían sublevado contra el gobierno de la República, ambos generales continuaron manteniendo una fluida correspondencia tal y como lo acredita el archivo gaditano. Varela como ministro del Ejército, nombrado para el cargo el 8 de agosto de 1939, y López-Pinto que continuaba en Burgos como capitán general de la 6ª Región Militar y jefe del Cuerpo de Ejército de Navarra.

Así el 7 de marzo del año siguiente, Varela le remitía una afectuosa carta en la que le comunicaba que “tengo la satisfacción de notificarte que ha sido resuelto el expediente concediendo la Medalla Militar a las guarniciones de Cádiz y San Fernando”. 

Cuatro meses más tarde, concretamente el 20 de junio, se dictaba al respecto la correspondiente Orden Circular del ministerio del Ejército donde conforme al artículo 1º de su reglamento ,(10) se concedía colectivamente “como recompensa ejemplar e inmediata de los hechos y servicios muy notorios y distinguidos realizados frente al enemigo”. (11).

Tras el relato de méritos se hacía constar la relación nominal de las unidades que componían las citadas “Fuerzas de la Guarnición”: Gobierno Militar de la plaza y provincia de Cádiz y personal civil presentado (12); Regimiento de Infantería Cádiz núm. 33; Regimiento de Costa núm. 1; Escuela Central de Tiro del Ejército (sección de Artillería de Costa); Regimiento de Infantería de Marina; Jefatura de Intendencia; Caja de Recluta núm. 13; Hospital militar de Cádiz; Departamento marítimo de Cádiz y Comandancia de Marina; 16º Tercio de la Guardia Civil; 11ª Comandancia de Carabineros (Cádiz); y Primer Tabor y 2º Escuadrón del Grupo de Regulares de Ceuta número 3, estos últimos incluidos en la ampliación de la O.C. de 29 de julio de 1940. (13).

En contra de lo que pudiera creerse la propuesta de su concesión no se formuló ni aprovechó siendo Varela ministro del Ejército sino con anterioridad. Una vez más gracias a los fondos del archivo gaditano hay puntual constancia documental de lo sucedido. 

El asunto había sido tratado en Madrid durante el mes de mayo de 1939 por Varela con Franco, remitiéndole directamente por orden de éste el parte-propuesta el 9 de junio siguiente a su secretario personal.

Cuando llegó el momento de la imposición de la corbata de dicha condecoración a las banderas de las unidades militares recompensadas –acontecida en Cádiz el 18 de julio de 1940- el acto fue presidido por Varela, quien además de contar con la presencia del general Eliseo Alvarez-Arenas –entonces director general de la Guardia Civil- y los almirantes José Gámez Fossi y Manuel Ruiz de Atauri –respectivamente jefe de la base naval de Cádiz y jefe del arsenal de La Carraca el 18 de julio de 1936- estaría a su lado el general López-Pinto, a quien según la prensa de la época, dedicó en su discurso unas emotivas palabras personales por su actuación cuatro años antes. Es decir Varela reconoció públicamente y una vez más la actuación de López-Pinto.

Tres meses más tarde se produciría la única incidencia que se ha podido localizar entre ambos generales y que los autores del artículo referenciado manipulan interesadamente –no citando o aportando el documento en el que se basan- al afirmar que el ministro Varela “llegó a ordenar la modificación de una declaración jurada de López-Pinto sobre los acontecimientos vividos en Cádiz durante la sublevación, con la única finalidad de atribuirse mayor protagonismo en dichos sucesos”.

La “otra” verdad, bien diferente de la que se contó anteriormente en estas páginas, partió de la necesidad de reconstruir la hoja de servicios de López-Pinto, al igual que las de otros muchos cuadros de mando en circunstancias similares, “con datos sacados del Archivo del Consejo Supremo de Justicia Militar y con certificado expedido por el interesado, por haber sido destruida su anterior hoja matriz durante el periodo rojo”, tal y como certificó el 29 de enero de 1941 el general Camilo Alonso Vega, entonces subsecretario del ministerio del Ejército.

Resultó que el 16 de octubre de 1940, a petición de Varela, López-Pinto le había remitido la declaración jurada de sus servicios como general “desde el 18 de Julio de 1.936, fecha del Glorioso Alzamiento”.

Sin embargo la lectura de su contenido no debió ser de la aprobación de Varela ya que con fecha 6 de diciembre siguiente le escribió una firme pero afectuosa carta personal a López-Pinto, manifestándole que:

He leído detenidamente tu declaración jurada de servicios desde el 18 de Julio de 1.936 y habiendo advertido algún error, te la devuelvo para rectificación en la parte que no corresponde exactamente al relato de los acontecimientos ocurridos en Cádiz en la expresada fecha. Dado el tiempo transcurrido, no son de extrañar estos involuntarios errores y de ello me doy perfecta cuenta. Te agradeceré me remitas lo antes posible la nueva declaración y con el saludo cordial te abraza tu amigo y compañero”.

No se ha podido localizar la respuesta ni la nueva declaración remitida aunque hay que suponer que es la que consta actualmente en su hoja de servicios, que copiada en la parte que interesa dice:

Ordenó la salida del Castillo donde se hallaba arrestado de orden del Gobierno Rojo el General Don José Enrique Varela y una vez que se le presentó tomó el citado General -Varela- el mando de las fuerzas de la guarnición en los Cuarteles y al frente de ellas salió y luchó hasta dominar la situación”.

Es evidente que entre una y otra versión hay una gran diferencia. No obstante dicha “incidencia” que tanto se ha pretendido presentar absurdamente por ambos articulistas como un abuso de autoridad de Varela para atribuirse un mayor protagonismo en aquellos hechos -¿pero realmente lo necesitaba?- en ningún momento debió empañar la amistad y buena relación existente desde años atrás entre ambos generales, tal y como queda acreditado a continuación.

Un año más tarde, el 30 de octubre 1941, cuando López-Pinto se encontraba próximo al final de su vida militar, escribió a Varela la carta más personal y afectuosa de cuantas se localizaron en el archivo gaditano. Su contenido –aunque no muy extenso- es muy esclarecedor y bien merece su trascripción íntegra, pues su lectura resultará muy ilustrativa sobre la situación militar y personal entonces de López-Pinto, amén de la reiterada relación de amistad y confianza que había entre ambos generales.

Mi querido General y amigo: Por si hubiera, antes de yo poderte ver, alguna combinación de mandos y en este pudiera yo entrar de Consejero del Supremo, te ponga esta carta para rogarte que me atiendas y me des este destino de Consejero, que ya una vez me ofreciste.

Yo llevo más de cincuenta y un años de servicio día por día, siempre he estado con tropas, fuera de diez años que estuve de Profesor y Jefe de Estudios en Segovia.Me queda muy poco de vida militar en activo (unos cuatro meses), ya que lo de ascender comprendo no es posible por lo que tu me dijiste, y yo necesito ocuparme de mis asuntos y más teniendo a mi hija viuda (a su marido lo asesinaron como sabes en Cartagena) y cinco nietos, así es que me conviene mucho el cesar ya en este mando (donde llevo cinco años) y conseguir una vacante de mi empleo en el Supremo con lo cual además se me haría menos doloroso el pase a la reserva ya que al llegar éste podría, si tu quieres, continuar de Consejero.

Te repito que mi agradecimiento sería grande al darme este destino y dado caso que por ahora no tuvieras ninguna combinación entre manos para complacerme podrías dejarme a tus órdenes inmediatas el poquísimo tiempo que me queda de servicio en activo, o sea hasta Marzo del próximo año.Yo así podría ocuparme de mi hija que por tener el chico delicado tiene que separarse de nosotros y tomar casa en el Escorial  también me podría ocupar de mis asuntos particulares y mi casa de Cartagena.Perdóname la molestia pero piensa que únicamente tú, verdadero amigo, puedes complacerme en esto que te pido y que creo justo al cabo de cincuenta y un años de servicio.

Ni que decir tiene, que en activo y en la reserva siempre, Franco y tu, contareis siempre con la lealtad, con el cariño y con deseo de serviros de tu amigo y subordinado”.

Una semana después, el 8 de noviembre, Varela acusaba recibo de dicha carta, contestando que quedaba informado de las razones que López-Pinto le exponía para obtener destino en el Consejo Supremo de Justicia Militar, tomando buena nota de sus deseos “para momento oportuno”. Tras agradecer su ofrecimiento para dicho puesto finalizaba deseando que su hija se restableciera.

Varela una vez más debió acceder en lo que pudo a lo solicitado por López-Pinto, pues según consta en la hoja de servicios de éste, por Decreto de 2 de enero de 1942, se dispuso su cese como capitán general de la 6ª Región Militar y quedó a las órdenes directas de aquél, pudiendo desplazarse entonces a la provincia de Murcia para atender sus “asuntos particulares”, tal y como pedía en la carta anteriormente citada.

Poco antes de la publicación oficial del cese, conocido lógicamente con suficiente antelación por el propio interesado que inició semanas antes la tradicional ronda de despedida de sus subordinados, Varela recibió en su despacho una nota informativa fechada el 18 de diciembre de 1941, cuyo origen era el jefe del Servicio de Información de Burgos, es decir un subordinado del propio López-Pinto, y cuyo original se conserva actualmente en el archivo gaditano. 

Textualmente, en la parte de interés se decía: “Las Guarniciones han visto con agrado la marcha el General Sr. López-Pinto y la fundamentan en que el referido General había relegado a segundo término sus actividades como tal Capitán General y al decir de dichos Jefes los asuntos de resolución caían en el olvido por la sucesión de Mandos. Con motivo de la marcha de este General ha visitado las Guarniciones, despidiéndose de los Jefes y Oficiales y en dichos actos ha hecho presente lo mucho que lamentaba que la edad tope, que acepta como buena, por ser un fiel subordinado, lo separe de su cargo para el que, según él, aún mantiene sus facultades, pues se nota tan joven como cuando tenía veinte años”.


La muerte de López-Pinto y la ayuda a su viuda.

Sin embargo López-Pinto no pudo culminar sus proyectos pendientes y falleció al mes siguiente de su cese, concretamente el 11 de febrero de 1942. Su muerte dejó sumida a su viuda, Carmen Gómez Sevilla, en una delicada situación económica que las menguadas pensiones de la época poco podrían paliar. Por tal motivo desde Cartagena y con fecha 24 de marzo siguiente, elevó una instancia a Varela, solicitando que se le concediera una pensión extraordinaria.

Dicha petición la fundamentaba en que había quedado “sumida en una situación angustiosa, ya que tiene que hacer frente a todas las necesidades de la vida, agravadas por los cuantiosos gastos que lleva consigo una enfermedad crónica y por haber sufrido saqueo o devastación por los rojos de todos los bienes que poseía, con la exigua viudedad que la Ley la otorga”.

Varela apoyó e hizo suya dicha petición con la que el general Franco, como jefe del Estado, estuvo plenamente deacuerdo. Fruto de ello fue que “a propuesta del Ministro del Ejército y previa deliberación del Consejo de Ministros” se le concedió a la viuda la pensión extraordinaria de 10.000 pesetas anuales, siendo aprobada con urgencia por Ley de 13 de abril siguiente y publicada en el B.O.E. núm. 116 de día 26 de ese mismo mes.

Poco después y por Orden de 10 de julio siguiente, publicada con posterioridad en el B.O.E. núm. 292, el Consejo Supremo de Justicia Militar reconocía en virtud de la ley citada el correspondiente derecho a pensión en la cuantía fijada así como a la masada de supervivencia. 

Para poder hacer una valoración comparativa sobre la cuantía de las 10.000 pesetas anuales generosa y privilegiadamente asignadas, sólo decir que en la misma disposición que encabezaba la viuda de López-Pinto se publicaban las pensiones anuales correspondientes a otras personas. Así por ejemplo la de una viuda de un coronel del Cuerpo Jurídico se fijaba en 3.000 pesetas y la de un guardia civil en tan sólo 1.000 pesetas.

Además de dicha pensión en la exposición de motivos de la ley, propuesta por Varela, se hacía una verdadera loa al difunto y cuyo contenido habla por si sólo:

La dilatada carrera militar del que fue General de División Don José López-Pinto Berizo, se caracterizó siempre por su alto concepto del patriotismo y honor. Al advenir el Glorioso Movimiento Nacional, su adhesión previa al Movimiento y su comportamiento en el mismo fue tan fervoroso y entusiasta que contribuyó con la eficacia de su labor y triunfo de aquel en Cádiz, de cuya Plaza era Gobernador Militar en Julio de 1.936, desarrollando posteriormente su actuación en otros servicios de campaña y de responsabilidad, confirmando en ellos su gran lealtad y excelente concepto”.


Conclusión.

Es evidente que el artículo reiterado nunca hubiera sido del agrado del general Varela pero también creo que tampoco hubiera contado con la aprobación del general López-Pinto, por mucho que la intención fuera sacarle del “olvido”. Había otras formas más elegantes y veraces de rescatar su memoria sin necesidad de recurrir a ciertas estratagemas.

Esperemos que quien se decida a afrontar el reto de escribir “una biografía más extensa y detallada” de dicho general, tal y como insisten los autores en su artículo, se documente bastante mejor y sea más riguroso que ellos. La verdad y el propio personaje se lo merecen.


Notas de pie de página.
  1. QUEVEDO Y QUEIPO DE LLANO, Ana. Queipo de Llano. Gloria e infortunio de un general. Barcelona: Editorial Planeta, 2001, p. 463.
  2. El 10 de enero de 1938 López-Pinto en un retrato suyo escribió la siguiente significativa dedicatoria: “Al 1er Rgto de Artª de Costa, en recuerdo de su actución, con el de Infantería de Cádiz nº 33 en el Glorioso Levantamiento Nacional, el 18 de julio de 1936, en el que con tanta lealtad y entusiasmo lo hicieron todo, cuando los puse a las órdenes del laureado General Varela”. Información facilitada por el investigador gaditano Miguel García Díaz.
  3. Realmente sólo hubo un soldado muerto, el corneta Rafael Soto Guerrero, alcanzado por un disparo de fusil cuando se encontraba junto al general Varela. Hubo otro que resultó gravemente herido pero no falleció aunque tal vez así lo creyera el comandante Baturone.
  4. Teniente de Infantería Luis Martínez del Cerro Picardo, perteneciente al Regimiento de Infantería Cádiz nº 33.
  5. Teniente coronel de Carabineros Leoncio Jaso Paz. Sería fusilado junto a otras autoridades civiles y militares republicanas gaditanas el 6 de agosto de 1936.
  6. Comandante de Estado Mayor Jaime Puig Guardiola. El 18 de julio de 1936 estaba destinado como capitán en la comandancia militar de Cádiz, haciéndose cargo de la jefatura del Estado Mayor tras el arresto ya relatado del teniente coronel Sánchez Plasencia.
  7. Capitán de Infantería Manuel Fernández de la Puente Gómez, perteneciente al Regimiento de Infantería nº 33 de Cádiz y que fallecería en acción de guerra durante la contienda.
  8. General de brigada Luis Soláns Labedán, quien había sustituido al general López-Pinto al frente del gobierno militar de Cádiz en diciembre de 1936.
  9. A la ciudad de Sevilla le había sido concedida dicha recompensa colectiva el 29 de septiembre de 1937.
  10. Aprobado por Real Orden Circular de 12-3-1920, Colección Legislativa del Ejército núm. 87, pp. 141-142.
  11. Reglamentos de la Real y Militar Orden de San Fernando y de la Medalla Militar”, Burgos, 1938, p. 58.
  12. En este apartado fueron incluidos también, falangistas, requetés y funcionarios del Cuerpo de Investigación y Vigilancia destinados en la Comisaría de Cádiz, circunstancia esta última inédita pero que ha sido constatada por el autor al consultar los expedientes personales de los interesados en el Archivo Central del Ministerio del Interior-Fondos de la División de Personal de la Policía.
  13. Diario Oficial del Ministerio del Ejército núm. 170, 1-8-1940, p. 438.

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