Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el núm. 36 correspondiente al mes de mayo de 2012, de la Revista "ATENEA", págs. 80-85.
“No hay duda de que su enorme personalidad imprimió a la Institución en conjunto y a cada uno de sus hombres en detalle, el trasunto fiel y desnudo de su pensamiento, de su modo de ser, de su capacidad para la renuncia”.
Palabras del caballero laureado y general de
división de la Guardia Civil Enrique Serra Algarra, en el prólogo de la
biografía “El Duque de Ahumada”, de Francisco Aguado Sánchez.
Francisco Javier Girón y Ezpeleta,
nacido en Pamplona el 11 de marzo de 1803, era el II Duque de Ahumada y V
Marqués de Las Amarillas, tratándose del único hijo del matrimonio formado por Pedro
Agustín Girón de Las Casas y Concepción Ezpeleta Enrile.
Su padre, sirviendo bajo las órdenes
de su tío, el general Francisco Javier Castaños Aragorri -vencedor de la
histórica batalla de Bailén- había alcanzado el generalato y fue condecorado
con la Gran Cruz de San Fernando. Precisamente el futuro II Duque de Ahumada,
siendo niño, pasó buena parte de la Guerra de la Independencia al cuidado de su
abuelo Jerónimo Girón y Moctezuma -antiguo virrey y capitán general de Navarra-
en Cádiz, donde fueron testigos del asedio francés y de la proclamación de la
Constitución de 1812 que este año celebra su bicentenario.
Expulsado el invasor galo del
territorio patrio, su padre era ya mariscal de campo y jefe del 4º Ejército,
marchando con él a la capital hispalense. A los doce años de edad Francisco
Javier comenzó su carrera en militar, siendo nombrado capitán de la Milicia
Provincial nº 28 de Sevilla.
Cinco años después tuvo su bautismo
de fuego, cuando combatía a los liberales en la provincia gaditana.
Concretamente el 10 de marzo de 1820, fecha en la que Fernando VII pronunció la
célebre frase de “marchemos francamente,
y yo el primero, por la senda constitucional”.
Fruto de la nueva situación política
surgida y la formación de un nuevo gobierno, su padre fue nombrado ministro de
la Guerra, marchando Francisco Javier a Madrid como su ayudante personal.
Concienciados del lamentable
estado en que se hallaba el orden público en España y lo perjudicial que
resultaba para el Ejército desgastarse en operaciones de tipo policial –misión
expresamente encomendada en 1814- trabajaron ambos en un ambicioso proyecto: la
creación de un nuevo Cuerpo de Seguridad Pública de ámbito nacional denominado
Legión de Salvaguardias Nacionales. Su espíritu inspiraría veinticuatro años
después el de la Guardia Civil. Presentado el proyecto a las Cortes el 30 de
julio, fue rechazado porque, en palabras de un diputado, “era una medida atentadora a la libertad y desorganizadora de la Milicia
Nacional”.
Mes y medio después, su padre
presentó la dimisión y Francisco Javier cesó en su cargo. Tras no pocas
vicisitudes y haber ejercido el mando de diversas unidades, ascendió el 17 de
marzo de 1834 a brigadier. Cuatro años más tarde pasó al nuevo Ejército de
Reserva de Andalucía, donde se le confirió el mando de la 3ª Brigada, que
organizó e instruyó. A su frente, participó en las campañas contra los
carlistas bajo las órdenes del general Ramón María Narváez, con quien
estableció una estrecha relación profesional y se hizo acreedor de su
confianza, cuestión que revestiría trascendental importancia en el futuro.
El 1 de enero de 1839 fue nombrado
comandante general de la División de Reserva de dicho Ejército y tras
distinguirse brillantemente en diversas operaciones, fue ascendido por méritos
de campaña a mariscal de campo. El 17 de mayo de 1842 falleció su padre tras
una prolongada enfermedad, convirtiéndose en el II Duque de Ahumada y V Marqués
de las Amarillas.
La
creación de la Guardia Civil.
La persecución del bandolerismo por el Ejército
seguía sin dar resultados satisfactorios, fracasando diversos intentos de crear
cuerpos armados que se encargaran de velar por la seguridad pública, tales como
el de Celadores Reales en 1823 y el de Salvaguardias Reales en 1833.
Hubo que esperar todavía una década más para que
viera la luz un proyecto sólido y con vocación de
futuro. El primer
paso se dio el 26 de enero de 1844, bajo el gobierno de Luis González Bravo, al
crearse por real decreto el Ramo de Protección y Seguridad, no dejando duda
alguna respecto a la preocupación del principal problema de la época: “El
Gobierno ha menester una fuerza siempre disponible para proteger las personas y
las propiedades; y en España, donde la necesidad es mayor por efectos de sus
guerras y disturbios civiles, no tiene la sociedad ni el Gobierno más apoyo ni
escudo que la milicia o el Ejército, inadecuados para llevar este objeto
cumplidamente o sin prejuicios”.
El segundo paso de importancia, todavía con
González Bravo, se concretó el 28 de marzo de 1844, cuando se dictó un real decreto
que disponía la creación del “Cuerpo de
Guardias Civiles”, de carácter civil y dependiente del Ministerio de la Gobernación y “con el objeto de proveer al buen orden y a la seguridad pública”.
El mérito de tal
denominación se debió a la entonces jovencísima Isabel II.
Como director de organización fue comisionado el
15 de abril el Inspector General del Ejército, el Duque de Ahumada, que gozaba
de acreditado prestigio para organizar y reformar tropas.
Tan sólo cinco días después remitió a los
ministros de Estado y Guerra un documento trascendental en el que expuso con
toda claridad y contundencia sus enmiendas y reparos al proyecto que acababa de
aprobarse. Desaprobó expresamente la implicación en el servicio, régimen
interior, disciplina, ascensos, nombramientos, etc., bajo la libre designación
de los jefes políticos de las provincias (figura antecesora de los gobernadores
civiles) donde los guardias civiles prestarían sus servicios, la carencia de un
inspector general, lo mezquino de sus sueldos, etc., al considerar que todo
ello perjudicaría la perdurabilidad del nuevo Cuerpo.
Fue tan convincente en su exposición y motivación
que fue autorizado a redactar una nueva propuesta que el propio interesado
nominaría como “Bases necesarias para que
un General pueda encargarse de la formación de la Guardia Civil”.
Llegados a este punto se produjo un hecho vital
para el futuro de la nueva institución que se estaba perfilando. El mariscal de
campo Narváez asumió el 3 de mayo el poder y no sólo dispuso la continuidad de
su compañero y amigo, el Duque de Ahumada, sino que apoyó de forma determinante
su propuesta.
Diez días después se daba el tercer y
definitivo paso para la creación del Cuerpo de la Guardia Civil. Conforme al
real decreto de 13 de mayo de 1844 el nuevo cuerpo, esta vez de naturaleza
militar, quedaba sujeto al “Ministerio de
la Guerra en su organización, personal, disciplina, material y percibo de
haberes”, mientras que “en su
servicio peculiar debe entenderse con las autoridades civiles, y depender por
lo tanto del Ministerio de Gobernación”.
Con la idea de desplegarse por toda la geografía
española y convertirse en la primera institución del Estado que llegara a todos
los ciudadanos, se dispuso inicialmente la creación de 14 Tercios integrados a
su vez por 39 Compañías de Infantería y 9 Escuadrones de Caballería, estando
compuesta su primera plantilla por 14 jefes, 232 oficiales y 5.769 de tropa.
En el mes de octubre de ese mismo año se
aprobaron los reglamentos militar y de servicio, y el 20 de diciembre de 1845,
la "Cartilla del Guardia Civil",
redactada por el propio Duque de Ahumada y que puede definirse como el auténtico
código deontológico del Instituto. Su primer artículo pasaba a convertirse en
la cimentación ética del nuevo Cuerpo: “El
honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil; debe por consiguiente
conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás”. La impronta
de su articulado fue tal que después de más de siglo y medio, sigue teniendo
plena vigencia moral.
La gran eficacia del nuevo Instituto en
la erradicación del grave problema del bandolerismo motivó al Gobierno para aumentar
su plantilla y potenciar su despliegue, convirtiéndose, tal y como han
reconocido prestigiosos historiadores, en un instrumento clave en la
construcción del Estado Moderno.
El 7 de noviembre de 1846 el Duque de
Ahumada fue promovido al empleo de teniente general, continuando al frente de
la Guardia Civil hasta el 1 de agosto de 1854, fecha en la que como
consecuencia de “La Vicalvarada” y el
regreso al poder del general Espartero, pasó a la situación de cuartel.
Finalizado el “Bienio Progresista” y ocupada nuevamente la presidencia del
gobierno por su amigo el general Narváez, éste volvió a confiar en él y lo
repuso al frente del Cuerpo, volviendo a dirigirlo por real decreto de 12 de
octubre de 1856. Cuando un año más tarde el general Leopoldo O’Donnell ostentó
la presidencia, lo mantuvo hasta el 1 de julio de 1858.
Pasado otra vez a la situación de
cuartel, fue nombrado el 2 de junio de 1862, también con O’Donnell, comandante general del Cuerpo
de Alabarderos, desempeñando dicho cargo hasta el 15 de julio de 1866. Casi
tres años después, falleció en Madrid el 18 de diciembre de 1869, a la edad de
66 años.
Había matrimonio el 6 de enero de
1834 con Nicolasa Aragón Arias Saavedra, de cuyo matrimonio tuvo nueve hijos
llamados Pedro (teniente general), Javier, Inés, Agustín (teniente general),
Luis (general), Concepción, Sancha, Rodrigo y Rafael (falleció como comandante
en Cuba en 1896).
La permanencia del Duque de Ahumada al
frente de la Guardia Civil durante la primera década de su existencia fue vital
para forjar su perdurabilidad en el tiempo. Sus acertadas disposiciones y el
acendrado sentido de la disciplina que le inculcó así como la acreditada
eficacia en la implantación del orden y la persecución del bandolerismo que
hasta entonces asolaba los caminos de España, convirtieron al nuevo Cuerpo en
la institución de seguridad pública más importante y valorada de nuestra
Historia.
Transcurridos 168 años de la creación
de la Benemérita, sobrenombre con el que fue bautizada por los ciudadanos, la
impronta y legado del Duque de Ahumada perduran hoy día en la Guardia Civil,
compuesta actualmente por más de 80.000 efectivos desplegados en más de 2.000
instalaciones, manteniéndose la naturaleza militar de la que tan acertadamente
le invistió.
Cargos y condecoraciones del II Duque de Ahumada.
-
Senador del Reino.
-
Vicepresidente del Senado.
-
Gentil hombre de Cámara de S.M.
- Cruz
de 1ª clase y Placa de 3ª clase de la Real y Militar Orden de San Fernando.
- Cruz
y Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.
- Gran
Cruz de la Real Orden de Carlos III.
- Gran
Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.
- Cruz
de Fidelidad de 1ª clase.
-
Legión de Honor de Francia.
- Flor
de Lis de Francia.
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