LXXVII
Aniversario Guerra Civil en Cádiz (1936-2013).
Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "DIARIO DE CADIZ" el 18 de julio de 2013, pág. 10.
El original está ilustrado por dos fotografías en blanco y negro.
Varela fue reprochado por Queipo de Llano
Testimonio inédito de un guardia civil en 1936
El general Queipo de Llano, inspector
general de Carabineros, encabezó el 18 de julio de 1936 la sublevación militar
en Andalucía contra el gobierno de la República. Detuvo al general
Villa-Abrille y se hizo cargo del mando de la Segunda División, de la que
dependía la provincia de Cádiz.
Conforme a sus memorias,
publicadas por Jorge Fernández-Coppel, la primera guarnición a la que telefoneó
para que se sumara a la rebelión fue la de Cádiz, a cuyo frente estaba el
general López Pinto.
Liberado el general Varela que se
encontraba detenido en el castillo de Santa Catalina y sacadas a la calle las
tropas sublevadas de infantería y artillería que guarnecían la capital, se
procedió a sitiar bajo su mando el centro neurálgico de la resistencia
gubernamental: la casa de la aduana, donde se encontraban el gobierno civil y
la diputación provincial.
Queipo volvió a llamar a López
Pinto para saber como iban las cosas, enterándose de que se llevaban varias
horas atacando dicho edificio, sin que se empleasen las dos piezas de
artillería que tenían allí, “le encargué
ordenase a Varela que se dejase de tonterías e hiciese fuego de cañón sobre
aquel edificio”.
Queipo no entendía por qué no se
ha habían disparado desde el primer momento para acabar la resistencia. Él lo
acababa de hacer en Sevilla: “le ordené
que dijese al capitán de la batería que abriese fuego contra el Hotel
Inglaterra, hasta abrir brecha que permitiera batir directamente el edificio
del Gobierno Civil”.
Previamente había rendido a
cañonazos la Telefónica de Sevilla, resultando muertos una decena de
resistentes. El hotel corrió igual suerte, provocando la rendición del gobierno
civil. Sus defensores, en su mayoría de la Guardia de Asalto, fueron detenidos
y sus mandos fusilados.
Sin embargo Varela, a pesar del
profundo disgusto de Queipo, en cuyas memorias rebosa desprecio, odio y rencor
hacia el bilaureado militar gaditano, no hizo fuego de cañón.
¿Por qué?. Pues por muy diversas
razones y desde luego muy alejadas de las descalificaciones que Queipo vertió
contra Varela.
La primera y más vital fue que
Varela tuvo desde el primer momento del asedio, información privilegiada
gracias a un guardia civil que acababa de escapar del gobierno civil.
Este testimonio inédito afloró
durante la elaboración de la tesis doctoral sobre la Comandancia de la Guardia
Civil de Cádiz durante la Guerra Civil.
Josefa López y Ángeles López
facilitaron al autor una copia de la declaración jurada formulada por el
entonces guardia 2º Francisco López Márquez-Lajarín, hermano y padre suyos
respectivamente.
Conforme se detalla en la misma,
Francisco estaba el 18 de julio de 1936 destinado en el puesto de la capital
gaditana.
Sobre las tres de la tarde de
aquella calurosa jornada, cuando se encontraba descansando por haber estado
toda la noche de servicio, fue despertado por su hermano José, que también era
guardia civil para que acompañara a su padre, Éste era el teniente jefe de su
unidad.
Resultó que el teniente José
Antonio López Lajarín había sido reclamado telefónicamente desde el gobierno
civil de parte de su jefe de Comandancia, el teniente coronel Vicente González
García, al objeto de que se presentara allí lo antes posible.
La realidad es que dicho mando no
se encontraba a esa hora en la casa de la aduana sino en el gobierno militar,
ante los generales Varela y López Pinto, dilucidando si se sumaba o no a la
sublevación. Pero eso no lo sabían entonces ni el teniente López Lajarín ni sus
hijos.
Según hizo constar el guardia 2º
Francisco, cuando llegó al gobierno civil acompañando a su padre, comprobaron
que el teniente coronel no se encontraba allí. En cambio, observaron la
presencia de numerosos guardias de Asalto y militantes destacados de
izquierdas, que pedían armas a grandes voces, reinando gran confusión en el
interior del edificio.
Vista la situación se dispusieron
a marcharse pero el propio gobernador civil, Mariano Zapico, que estaba
acompañado de varios individuos, les comunicó que quedaban detenidos y que
pasaran a su despacho. Allí ya se encontraban otras personas, entre ellos
algunos oficiales del ejército, que habían corrido igual suerte.
Aprovechando el caos que
imperaba, el teniente ordenó a su hijo que intentara salir de allí como pudiera
y se llegara hasta su acuartelamiento de la calle Conde O’Reilly, al objeto de
que previniera que bajo ningún concepto se enviaran allí más guardias civiles,
evitándose así que fueran también retenidos.
Una vez cumplida dicha orden
permaneció en el cuartel hasta que las fuerzas del Regimiento de Artillería de
Costa nº 1 salieron a la calle para declarar el estado de guerra y dirigirse a
la plaza de las Cortes, desplegándose frente al gobierno civil.
Viendo que a su frente se
encontraba el general Varela, el guardia 2º Francisco se presentó
inmediatamente y le relató todo lo que había visto en el interior del edificio,
incluida la existencia de rehenes en su interior, entre los que estaba su
propio padre.
Gracias a tan privilegiada
información Varela fue consciente de que la resistencia no podía ser muy tenaz
ni disponían de más armas que las de los propios guardias de asalto. También se
enteró de la existencia de los detenidos así como de varias mujeres y niños, ya
que habían algunas viviendas en su interior.
Por el testimonio de su hermana
Josefa, se sabe además que el guardia 2º Francisco al ver que se emplazaba una
pieza de artillería apuntando hacia el gobierno civil, se volvió angustiado
hacia el general Varela, recordándole que su padre se encontraba en el
interior, Éste le tranquilizó, contestándole que no tenía intención alguna de
dispararlo y que sólo se usaría para intimidar.
Y Varela cumplió su palabra. El
asedio duró toda la tarde y la noche con intercambio de disparos de armas
ligeras entre sublevados y gubernamentales. La única baja mortal fue el joven
corneta Rafael Soto Guerrero, asistente del propio bilaureado.
Se produjeron algunos altos el
fuego para que salieran las mujeres y los niños así como los que querían
abandonar la resistencia, cuestión también duramente criticada por Queipo en
sus memorias.
Al amanecer del día siguiente el
avistamiento de los cañones del destructor “Churruca”, que se aproximaba al
muelle de Cádiz con refuerzos rebeldes procedentes de Ceuta, motivaría la
rendición del gobierno civil.
La orden de Queipo no se cumplió
y no se cañoneó el edificio, si bien su venganza no tardó en producirse. El 5
de agosto, un día después de la marcha de Varela a combatir al frente, Queipo
ordenó celebrar el primer consejo de guerra contra los responsables de la
defensa del gobierno civil. A la tarde siguiente fueron fusilados con Mariano
Zapico a la cabeza.
La justicia de Queipo había llegado a Cádiz.
La justicia de Queipo había llegado a Cádiz.
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