Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 13, el 28 de octubre de 2019.
El original contiene una fotografía en blanco y negro.
Entre la “Verja” británica y la “alambrada española” fue necesario construir una serie de garitas desde las cuales los guardias civiles encargados de su vigilancia pudieran prestar su servicio y resguardarse sobre todo del sol, la lluvia y el viento, pues respecto al calor y el frío que padecían de día o de noche, según la estación del año en que se encontrasen, poco podía hacerse a decir verdad.
El levantamiento de dichas garitas, actualmente inexistentes desde hace varias décadas, no fue exclusivo de la vigilancia sobre la colonia británica de Gibraltar, sino que era algo habitual en numerosos puntos de la costa, no sólo de nuestra Comarca, sino de buena parte del litoral español que fuera proclive a sufrir alijos de contrabando.
El servicio de vigilancia de costas y fronteras en la Guardia Civil, heredado del desaparecido Cuerpo de Carabineros, era uno de los más duros y penosos que había en el Campo de Gibraltar. Asumido en 1940 por la Guardia Civil, convirtiéndose por lo tanto también en una “Policía de Fronteras”, término por cierto muy usado actualmente por la Agencia FRONTEX de la Unión Europea, fue practicado a pie durante casi cuatro décadas.
Los servicios de doce horas seguidas de duración que prestaban los carabineros fueron igualmente realizados por los guardias civiles hasta que con el paso del tiempo se redujeron hasta turnos de ocho horas. Como la Guardia Civil entonces apenas disponía de vehículos oficiales, las parejas de servicio salían de las casas-cuarteles a pie con su fusil o subfusil al hombro, y vigilaban el tramo de costa encomendado montando la correspondiente posta, diurna o nocturna.
Las postas solían establecerse en puntos de visión privilegiada que les permitía vigilar visualmente, y en ocasiones con ayuda de prismáticos, una zona que solía ser escenario de potenciales alijos de contrabando procedentes principalmente de la colonia británica de Gibraltar. Cuando los puestos de la Guardia Civil comenzaron a disponer de algún vehículo, ya entrados los años 70 del siglo XX, aquél se utilizaba principalmente para trasladar a sus miembros hasta las proximidades de las mentadas postas, recogerlos a la finalización del servicio y llevarles su relevo.
Se trataba de un servicio muy duro por el elevado número de horas que estaban expuestos a toda clase de inclemencias meteorológicas, careciendo de resguardo o protección alguna. Ello terminó motivando que en algunos casos los propios guardias civiles terminaran por construirse artesanalmente pequeños chamizos, casetas e incluso garitas con trozos de madera que iban encontrando o sacando de cualquier lado.
Dicha imagen realmente era poco decorosa pero como también era cierto que eran prácticas y necesarias, se dispuso la construcción de garitas de mampostería que al menos tuvieran unas condiciones mínimas de dignidad y seguridad. Estas se construyeron por los equipos de entretenimiento de la 337ª Comandancia de Algeciras y de su 2ª Compañía de La Línea de la Concepción con fondos económicos de la Dirección General de la Guardia Civil y previa autorización del general gobernador militar del Campo de Gibraltar.
Así, por ejemplo, en la demarcación de la citada compañía, mandada entonces por el capitán Eustaquio Rodríguez Tinoco, se tiene constancia gracias a un informe de fecha 27 de julio de 1951, que había un total de doce garitas situadas en la demarcación de los puestos de la cabecera, Aduana, San Felipe, Espigón y Cachón.
Uno de los problemas de dichas garitas eran los daños que a menudo sufrían por las adversas condiciones climatológicas que azotaban la zona, tal y como se exponía en el referido informe: “necesitando algunas de ellas urgente reparación del piso por estar montadas sobre una plataforma de cemento que el temporal se lo ha comido, otras están agrietadas y algunas con parte de la techumbre destruida, teniendo que ser enlucidas todas y blanqueadas por su interior y exterior; cuyo importe de todo ello, no rebasaría de 10.000 pesetas”.
Otro ejemplo de ello se tiene en un escrito de fecha 30 de marzo de 1954, suscrito por el capitán Emilio Silva Plaza, entonces jefe de la mentada compañía, dando cuenta que cinco días antes, “debido al fuerte temporal reinante fue derribada y arrastrada por las olas desapareciendo en su totalidad”, la garita enclavada en el sitio conocido por “La Zanja”. Igualmente daba cuenta de los desperfectos sufridos en las puertas y ventanas, con rotura total de los cristales en otras dos garitas más, ubicadas en los en los puntos conocidos por “Vilches” y “Teniente Silva”. Éste último llamado así en memoria de quien fuera jefe de La Línea de la Concepción, Valeriano Silva Franco, herido mortalmente en acción de guerra el 13 de agosto de 1936 y fallecido doce días después.
Un último ejemplo que acredita las duras condiciones en que prestaban su servicio los guardias civiles, y mucho más cuando montaban a la intemperie los servicios de postas, se refleja en la novedad participada el 6 de noviembre de 1967 por el capitán José Martín Moreno, jefe entonces de la 7ª Compañía de La Línea de la Concepción, poniendo en conocimiento que dos días antes, “debido al fuerte temporal de poniente, la garita de mampostería del Cuerpo, que se encontraba situada en la Playa de Poniente de la demarcación del Puesto de Alambradas de esta Unidad, sita junto al Boquete de San Felipe, por las olas fue socavada su cimentación, derrumbándose ésta y quedando totalmente destruida”.
Pero no sólo se construyeron garitas en primera línea de costa para detectar posibles alijos de contrabando por mar, sino también a lo largo de la “alambrada española” y en las inmediaciones de la “alambrada inglesa”, tanto para prevenir el contrabando procedente de la colonia británica como para evitar el paso clandestino de personas a ambos lados de la “verja” por puntos no habilitados.
A partir de 1968, la situación cada vez más tensa entre los gobiernos de España y Reino Unido por la soberanía del Peñón, motivó la construcción de más garitas en las inmediaciones de la “Verja”.
Así, el capitán Martín Moreno informaba con fecha 18 de abril de dicho año el inicio de la construcción de varias garitas por personal de la empresa “Entrecanales y Távora”, para su uso por la Guardia Civil, “en el Campo Militar Español, para la vigilancia a lo largo de toda la alambrada inglesa”. Tres meses más tarde dicho oficial participaba la finalización de dichas obras: “estas garitas han sido situadas próximas a la alambrada inglesa, tres en la parte de Levante del Campo Militar Español y una en la de Poniente.”
Tras el cierre de la “Verja” acaecido el 8 de junio de 1969 se procedería poco después por la Guardia Civil a dejar de prestar servicio en la “alambrada española”, que se encontraba en un estado pésimo al haberse dejado de hacer cargo de su mantenimiento el ministerio de Hacienda, terminando por desmantelarse. Por el contrario, tal y como se verá próximamente se potenciaría la vigilancia sobre la “alambrada inglesa”, donde las garitas desempeñarían un importante papel.
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