CLXXV Aniversario Cartilla Guardia Civil (1845-2020).
Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 12, el 2 de marzo de 2020.
El original contiene una fotografía en blanco y negro.
Una de las claves del éxito y prestigio de la Guardia Civil que desde el primer momento de su fundación le distinguió de todos los cuerpos dedicados a la seguridad pública que le precedieron, tanto civiles como militares, fue la muy estricta observancia y cumplimiento de su código deontológico, es decir la “Cartilla”, y sus reglamentos.
Otras instituciones creadas anteriormente habían desaparecido sin pena ni gloria, además de conjugarse razones e intereses de diverso tipo, por la falta de honestidad, eficacia y eficiencia de parte de sus miembros. Es por ello que el duque de Ahumada, perfecto conocedor de la milicia, no sólo situó el honor como la principal divisa del guardia civil sino que diseñó un acertado modelo de organización interna que rigurosamente jerarquizada velara por ello.
Si bien el carácter militar de la Guardia Civil había quedado perfectamente asentado desde el real decreto fundacional de 13 de mayo de 1844, faltaba aún para su complemento un reglamento militar. Además de las Ordenanzas generales del Ejército, que databan de 1768 y eran de obligado cumplimiento también para la Benemérita, se hacía indispensable “establecer algunas reglas particulares y especiales”.
Así, y centrándonos ya en el alférez Juan Morillas de Casas, jefe de la sección de caballería con cabecera en San Roque, que tenía encomendado el mantenimiento del orden y la ley en el Campo de Gibraltar, precisar que se le asignaron una serie de cometidos específicos, además de los contemplados en las mentadas Ordenanzas.
Recogidas en los artículos 6º y 7º del “Reglamento Militar para la Guardia Civil”, aprobado el 15 de octubre de 1844, consistían en “vigilar sobre todos los objetos del servicio respecto a sus inferiores, tanto de día como de noche, no perdiendo nunca de vista la conducta, porte y acciones de todos los individuos del cuerpo que les estén confiados”. Igualmente debía “visitar y recorrer por sí con mucha frecuencia los puestos que de su sección dependan, corriguiendo las faltas que notaren, y tomando repetidos informes sobre la conducta de sus individuos y exactitud en el servicio que les está encomendado, dando parte al Comandante de su compañía de cualquiera falta que hubiese, y de las providencias que para su remedio hubieren dictado”.
Fiel al cumplimiento de sus deberes, el alférez Morillas tuvo inicialmente bajo su mando los dos primeros puestos de la Guardia Civil que se establecieron en San Roque y Algeciras. Posteriormente, tras su ascenso a teniente el 21 de marzo de 1847, estuvo apenas tres meses destinado, de mayo a julio, en el 2º Tercio (Cataluña), regresando nuevamente a San Roque donde permanecería hasta el 12 de enero de 1857.
En ese periodo se crearon bajo su mando los puestos de Tarifa, La Línea de Gibraltar, Los Barrios y Jimena de la Frontera. De su sobresaliente labor ha quedado testimonio en numerosas publicaciones. Así, el periódico gaditano “El Comercio”, en su edición de 29 de mayo de 1845, reproducido por la “Gaceta de Madrid” (antecedente histórico del actual Boletín Oficial del Estado), se hacía eco de la intensa actividad desplegada por dicho oficial al frente de sus guardias civiles de caballería para garantizar la seguridad en los caminos para los asistentes a la feria de Ronda, procedentes de San Roque, Algeciras, Los Barrios y la colonia británica de Gibraltar.
Entre las numerosas referencias a su persona destacan siempre las relativas a la lucha contra las partidas de bandoleros. Sobresalen la felicitación del duque de Ahumada, fechada el 1º de febrero de 1848 por “la captura de varios forajidos” en el término municipal de Jimena de la Frontera, así como la de la reina Isabel II, gracias al “celo e inteligencia” demostrados dos años más tarde en la detención de una “cuadrilla de bandidos” que había asaltado y dado muerte a un propietario en la serranía de Ronda.
Eran tiempos muy duros en los que la Benemérita pugnaba por erradicar la lacra criminal del bandolerismo que asolaba las provincias de Cádiz y Málaga. El 20 de agosto de 1850, en la dehesa de la cortijada de Sambana, sita en Jimena, el cabo 1º Tomás García Duque, comandante de dicho puesto, mantuvo junto a cuatro de sus hombres un “reñido combate” con una partida de seis bandoleros, resultando muertos el guardia civil de 1ª clase Francisco Fernández García y el criminal Juan Salguero.
El “infatigable” teniente Morillas, “luego que tuvo noticia de este suceso, desplegó tal actividad en persecución de dichos bandidos, que el día 2 de octubre próximo pasado en el Campo de San Roque, por no tener pasaporte, capturó a Francisco Rojas Sanchez, uno de los que hicieron resistencia a los beneméritos Guardias de Jimena”.
Doce días más tarde el teniente del 7º Tercio (Granada), José Piñal, “lleno del mayor celo”, capturaba en Ronda, a otros dos bandidos, llamados Vicente León y Antonio Rojas, reclamados por el teniente Morillas, como fiscal de la causa, siendo puestos a su disposición.
En la madrugada del 14 de julio de 1851 el teniente Melchor Ortiz al frente de sus hombres había mantenido un enfrentamiento armado en la provincia de Málaga con tres miembros de la gavilla del peligroso bandolero Cristóbal Ruiz Bermúdez, alias “Zamarra”, resultando mortalmente heridos uno de ellos y el guardia 2º José Manescau.
La Gaceta de Madrid publicaba el 11 de septiembre siguiente que el teniente Morillas había informado que el “Zamarra”, acompañado de dos de sus secuaces se había refugiado en la colonia británica de Gibraltar, desde donde había sido expulsado huyendo vía marítima hasta la costa africana. Dicha Gaceta publicaría en su edición del 6 de octubre que el cónsul de España en Marruecos lo había puesto a disposición del comandante general del Campo de Gibraltar, en unión de uno de sus cómplices llamado José García.
El “Zamarra” terminaría siendo condenado a muerte por un consejo de guerra ordinario y públicamente ejecutado el 10 de noviembre de ese mismo año en la localidad malagueña de Igualeja, “centro del teatro de sus muchos crímenes y correrías”.
Esa misma fecha “El Guía del Guardia Civil” publicaba que el 13 del mes anterior el teniente Morillas, acompañado del cabo 1º José Santos y los guardias Juan Pulido, Pedro Benito y Agustín Fradejas, del puesto de San Roque, habían detenido a tres ladrones que la noche antes habían perpetrado en la casa de una huerta de la localidad, recuperando todos los efectos sustraidos.
El 6 de octubre de 1855 volvería a ser felicitado por Isabel II por capturar “a Juan Suarez (a) Lucas, uno de los cabecillas que capitaneaban la insurrección que tuvo lugar en la Campiña de Tarifa”.
Mucho más podría escribirse sobre dicho oficial que finalizaría su carrera militar como comandante en Granada y en cuyas últimas notas de concepto e instrucción, fechadas el 27 de diciembre de 1867 por el teniente coronel Antonio Vicente Goday, jefe accidental del 8º Tercio, se hacía constar su valor acreditado, sobresaliente disposición para el servicio, mucha aplicación, buena conducta y capacidad, así como mucho grado de instrucción en ordenanza, reglamentos, táctica, procedimientos de justicia, detall y contabilidad.
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