CLXXV Aniversario “Cartilla del Guardia Civil” (1845-2020).
Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 26, el 6 de abril de 2020.
El original contiene una fotografía en blanco y negro.
El 19 de septiembre de 1879 el teniente general Fernando Cotoner Chacón, director general de la Guardia Civil, remitió al ministerio de la Gobernación para su aprobación la nueva “Cartilla del Guardia Civil”. Su texto incluía “las alteraciones y modificaciones que se han considerado necesarias para instrucción de los individuos del Cuerpo en los deberes de su Instituto y mejoras en el servicio”.
Mediante real orden de 30 de octubre siguiente, el ministro Francisco Silvela de Le Vielleuze comunicó que “S. M. el Rey (que Dios guarde) ha tenido a bien aprobarla, y disponer su publicación e impresión en la forma de costumbre”.
Se trataba de la tercera modificación, y no sería la última, que tenía la “Cartilla” fundacional que de la mano del duque de Ahumada había sido aprobada por real orden de 20 de diciembre de 1845.
Una de las claves del éxito de la Guardia Civil ha sido siempre su capacidad de adaptación a la evolución de los tiempos. Ello la ha terminado convirtiendo en la institución de seguridad pública más antigua de España, que de forma ininterrumpida, manteniendo la misma denominación y código deontológico, lleva ya 176 años velando por la ley y el orden.
La primera modificación, siempre sin variar un ápice sus pilares éticos, se llevó a cabo por real orden de 29 de julio de 1852, que sirvió entre otras cuestiones para zanjar la complicada relación con los comisarios y celadores del Ramo de Protección y Seguridad que tantos quebraderos de cabeza venía dando.
La segunda modificación se aprobó mediante real orden de 9 de agosto de 1876. Tenía por objeto adicionar a la “Cartilla” y reglamento para el servicio de la Guardia Civil una serie de artículos referentes a la dependencia que debía haber entre el ministerio de Fomento y la fuerza de dicho Cuerpo, encargada de prestar el servicio de guardería rural y forestal. Todo ello con motivo de la ley aprobada el 7 de julio anterior que disponía que el benemérito Instituto recibiese el aumento necesario de personal, hasta 20.000 efectivos, para que pudiese desempeñar por completo el servicio de seguridad y policía rural y forestal en todo el reino.
Mientras se iban produciendo todas esas modificaciones normativas, siempre buscando un servicio más eficaz y eficiente, la Guardia Civil en San Roque seguía velando por el orden y la ley, siendo “pronóstico feliz para el afligido”.
En el boletín oficial del Cuerpo continuaron publicándose toda clase de servicios relevantes prestados por los guardias civiles de dicho puesto. Así, en el de fecha 16 de diciembre de 1882 se daba cuenta de que el sargento 2º Francisco Manceras, auxiliado por los cabos 2º Fernando Fernández Palacios y Marcial Aragón Cabero junto al guardia 1º Vicente González Gómez, había procedido a la detención de siete individuos como presuntos autores del robo de 20.000 pesetas sustraídas al vecino Cristóbal Colorado. Parte del dinero pudo ser recuperado tras encontrarse enterrado en el patio de la casa de uno de los sospechosos. El director general de la Benemérita, teniente general Tomás García-Cervino López de Sigüenza, “enterado con satisfacción de este servicio”, dispuso “que se den las gracias en su nombre a los individuos que lo han prestado y se les anote en la filiación”.
Un buen ejemplo del carácter benemérito de la Guardia Civil fue la humanitaria actuación publicada el 16 de julio de 1883. El guardia 1º Cecilio Alonso Peña acompañado del guardia 2º José Salvo Viera habían prestado “los más eficaces auxilios al anciano Francisco Giménez Peñas, al que encontraron enfermo y en el más lamentable estado de desnudez y desfallecimiento, abrigándole con sus capotas y conduciéndole al hospital, después de haberle proporcionado toda clase de alimentos”. Tan benemérito servicio fue expresamente felicitado por el director general del Cuerpo.
Apenas un mes más tarde, recogido en el boletín de 24 de agosto siguiente, se difundía que el teniente Manuel Peinado López, auxiliado por el mentado cabo 2º Aragón, lograron tras practicar “las más activas diligencias”, el rescate de tres mulos que habían sido sustraídos a vecinos de San Roque y devolverlos a sus respectivos dueños. Nuevamente el director general del Cuerpo dispuso que se les dieran las gracias en su nombre y se les anotase en las respectivas hojas de hechos y filiación.
Un mes justo más tarde se publicaba otro destacado servicio del puesto de la localidad. El ya citado cabo 2º Fernández, auxiliado por el también mentado guardia 1º González y el de igual clase, Blas Castaño, junto al guardia 2º Bartolomé Caravaca, detuvieron y pusieron “bajo el fallo de la ley” a Antonio Aguilera Ponce y Pedro Fernández Giménez. El primero por dedicarse a expender moneda falsa y el segundo por haber herido gravemente al vecino Antonio Ortega Moca, quedando enterado el director general del benemérito Instituto con satisfacción de dicho servicio.
El 16 de diciembre siguiente se daba cuenta en las páginas del boletín de un nuevo servicio meritorio. El citado Vicente González, ascendido ya a cabo 2º, auxiliado del guardia 2º Juan Martínez Gómez, había procedido a la detención de Manuel Viredo Berenguer y de José Rodríguez Rosales, como presuntos autores del robo de 30 pesetas sufrido por la vecina Josefa Barragán Vega, ocupándoseles parte de dicha cantidad, dos navajas y una cartera con varios papeles. Esta vez el director general que les felicitó se trataba del teniente general Agustín de Burgos Llamas, que había tomado posesión de su cargo el mes anterior.
Una semana más tarde, en el boletín del día 24 de ese mismo mes se informaba de la detención por el mentado cabo 2º Fernández, auxiliado por el guardia 1º Juan Pérez Arenillas, de cuatro individuos como presuntos autores de los daños causados en la vía férrea que se estaba construyendo entre Jerez y Algeciras. Dicha pareja fue igualmente felicitada por el mentado director general del Cuerpo.
Al año siguiente, en el boletín correspondiente al 16 de agosto de 1884, se publicaba que el reiterado cabo 2º González, auxiliado del guardia 2º José Valderrama Medina, “después de muchos días de continuas indagaciones”, había logrado averiguar que el autor del incendio de 19 colmenas acaecido en el cortijo Salomón, propiedad de Pedro Morales, había sido Francisco Sánchez Galiano, “a quien capturaron y entregaron a los tribunales de justicia”. Quien en esta ocasión los felicitó fue el teniente general Remigio Moltó Díaz-Berrio que tan sólo diez días antes había sido nombrado director general del Cuerpo, sustituyendo al brevísimo Ramón Fajardo Izquierdo, de igual empleo, designado capitán general de Puerto Rico.
Finalmente, el boletín correspondiente a la semana siguiente, día 24, ponía en valor el importantísimo servicio llevado a cabo por el también reiterado cabo 2º Fernández, auxiliado por el ya citado guardia 1º Alonso y el guardia 2º Sebastián Pérez Pérez, que tras activas investigaciones había detenido a Antonio Morales Giménez, presunto autor del asesinato del vecino Andrés Ojeda Guillén, perpetrado nueve años antes. Tan relevante actuación no sólo fue felicitada por el director general del Cuerpo sino que se dispuso su anotación en sus respectivas filiaciones.
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