Para los que conocimos a Juan, que se nos fue el pasado día 8, tras varios años, demasiados, de lucha sin cuartel contra una endemoniada y cruel enfermedad, lo primero que diríamos de él, es que era un buen hombre y un hombre bueno, calificaciones que en muchas personas no tienen por qué coincidir. Juan era de esos que siempre intentaba ser parte de la solución y nunca parte del problema. Virtud por cierto, que ojalá fuera mucho más extendida pues ello contribuiría, sin duda alguna, a que la vida de todo el mundo fuese mucho mejor.
Su familia más directa, es decir, sus hijas Paqui, Melchi, Mari y Juani, así como sus nietas Sandra, María José, Rocío, Claudia y Alejandra, dirían que fue un esposo y un padre maravilloso así como un abuelo estupendo y generoso. Y Diego, su pequeño bisnieto, si pudiera también diría lo mismo de su bisabuelo. María, su esposa que lo estaba esperando en el Cielo desde hacía años, bendeciría todo ello. Muchos más familiares lo ratificarían sin dudarlo un momento.
Y como Juan era capitán de la Guardia Civil, los que fueron sus superiores, sus compañeros de empleo (incluido su hermano Pepe que mandó la Compañía de Villamartín) y sus subordinados, dirían que fue un inmejorable profesional, haciendo gala del artículo 1º de la “Cartilla” del benemérito Instituto aprobada en 1845, pues siempre tuvo el honor como principal divisa. También dirían que fue inmejorable ejemplo de lo que rezaba el artículo 5º de dicho código deontológico, ya que siempre fue prudente sin debilidad, firme sin violencia y político sin bajeza. Igualmente, procuró en todo momento ser un pronóstico feliz para el afligido, tal y como prescribía el artículo 6º. Siempre se desvivió por ayudar al que pedía auxilio. Es decir, Juan era todo un Guardia Civil, de los de verdad y con mayúsculas.
Para quienes no lo conocieron les contaría que nació en la casa-cuartel de la Guardia Civil de Marbella el 1º de febrero de 1943. Eran años de posguerra civil y de hambre de todo tipo así como de plena contienda mundial.
Cuando contaba tan sólo 16 años de edad marchó a Valdemoro e ingresó como alumno en el Colegio de Guardias Jóvenes, ubicado entonces en “El Corralillo”, sobre cuyo solar se levanta actualmente el parque Duque de Ahumada. El organizador de la Benemérita lo había creado en 1853 “para premiar en los hijos las virtudes de los padres”, ya que todos los colegiales, llamados cariñosamente “polillas”, eran huérfanos e hijos de dicho Instituto.
Así, con su pequeña estatura física pero con un corazón más grande que todo su cuerpo, comenzó a vestir el 5 de octubre de 1959 el honroso uniforme de color verde. Y lo portaría con honor y orgullo hasta el 1º de febrero de 2008, fecha en la que cumplió 65 años de edad y por imperativo legal pasó a la situación militar de retiro. Es decir, 48 años, 3 meses y 26 días sirviendo a España en lo que era su mayor pasión, ser Guardia Civil.
En 1962, con 19 años edad, habiendo obtenido la calificación de sobresaliente y a punto de no alcanzar la estaturá mínima obtuvo su nombramiento de guardia civil de 2ª clase, siendo seguidamente destinado al puesto de Casasota, perteneciente a la Comandancia de Málaga, pasando posterior y sucesivamente a los de Benahavis y San Pedro de Alcántara en la misma provincia.
El 1969, tras realizar el correspondiente curso, ascendió a cabo pasando destinado al puesto de El Puerto de Santa María donde alcanzaría un año más tarde el empleo de cabo 1º, marchando entonces al Grupo de Información de Jerez de la Frontera donde permanecería durante 17 años. Allí ascendería sucesivamente a sargento y sargento 1º.
En 1987 y recién alcanzado el empleo de brigada, tras superar el correspondiente curso en el Centro de Instrución ubicado en Madrid, recibió el despacho de teniente, siendo destinado a mandar la línea de la aduana del muelle de Algeciras. Dos años más tarde fue destinado a mandar la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Comandancia de Algeciras, donde ascendería al empleo de capitán en 1991, permaneciendo una década en la misma hasta su pase a la situación de reserva.
Es de justicia, y nunca mejor dicho, resaltar el prestigio que alcanzó entre jueces y fiscales del Campo de Gibraltar por su extraordinaria labor, su honestidad y su acendrado espíritu de servicio, obteniendo grandes éxitos policiales. De hecho, entre la docena de condecoraciones que le fueron concedidas durante su carrera militar, destaca la cruz de San Raimundo de Peñafort, la cual fue creada “para premiar el mérito a la Justicia y recompensar hechos distinguidos o servicios relevantes, de carácter civil, en el campo del Derecho”. Otorgada por el ministro de Justicia, muy pocos guardias civiles la han tenido.
Como los homenajes de corazón y verdad deben celebrarse en vida de los interesados, costumbre por desgracia no muy habitual entre los españoles, pues solemos celebrarlos cuando el finado no se encuentra ya presente en este mundo, el capitán Juan Osorio lo recibió en vida.
Fue el 5 de octubre 2019 en el salón “Duque de Ahumada” de la Comandancia de Algeciras. Allí vistió por última vez en vida el uniforme de guardia civil. Al resguardo de sus compañeros que estaban en servicio activo, estuvo rodeado de su familia, de muchos veteranos y de grandes amigos. Entre estos últimos merecen mención especial el magistrado Manuel Gutiérrez Luna, el coronel Juan Lara Gómez y el comisario Fernando Calleja García. Los ojos del capitán Osorio no fueron los únicos que aquel día se empañaron de lágrimas llenas de emoción.
Desde el pasado día 8 fueron otros muchos más ojos los que se llenaron de lágrimas al conocer la triste noticia. Habían acabado varios años de dolor físico y lucha incansable contra la cruel enfermedad. Sin embargo Juan Osorio nunca se doblegó ni perdió ese singular espíritu que siempre le caracterizó hasta el último día de su vida.
De hecho, hasta el último momento siguió enviando a su numerosisímo grupo de wasap cuantos enlaces, textos y fotografías encontraba en las redes sociales relacionadas con el benemérito Instituto. Además de su pasión por su familia, llevó hasta el final su gran amor por la Guardia Civil, siendo amortajado con el uniforme de gala y cubierto por la enseña nacional y su sombrero negro acharolado. DEP.
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