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martes, 21 de enero de 2020

LA GUARDIA CIVIL EN LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN (XLIX). SERVICIOS RELEVANTES DE LA BENEMÉRITA (1912-1921).

CLXXV Aniversario Fundación Guardia Civil (1844-2019).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 13, el 20 de enero de 2020.

El original contiene una fotografía en blanco y negro.

La Línea de la Concepción celebra este año su CL aniversario. Bueno es recordar algunos destacados servicios prestados por la Guardia Civil, complementando otros ya relatados en capítulos anteriores.
Desde 1845, veinticinco años antes de que la pedanía de La Línea de Gibraltar se segregara del municipio de San Roque para convertirse en La Línea de la Concepción, hay constancia de la presencia de la Benemérita. 
Abandonada por España la aspiración de recuperar el Peñón por la fuerza de las armas, se dejó paso a la mediación diplomática sin renunciar a nuestro legítimo derecho de soberanía. Ello facilitó durante el siglo XIX el desarrollo comercial y económico entre ambas partes.
Fue necesario establecer una aduana para el control y cobro de aranceles sobre las mercancías. Su resguardo fiscal se encomendó al Cuerpo de Carabineros, que desde 1829 venía velando por evitar la entrada de contrabando procedente de la colonia británica. Debe significarse que siempre hubo contrabandistas españoles y británicos, pues sin la coordinada e interesada concurrencia de ambos, nunca hubiera sido posible tal modalidad delictiva.
Por supuesto había también un próspero comercio lícito de géneros que entraban y salían tras su correspondiente despacho aduanero así como un importantísimo trasiego de personas, en su mayor parte por motivos laborales. Eran los hoy llamados “trabajadores transfronterizos”.
Desde la creación de La Línea se incrementó notable y rápidamente su población. Esto fue debido tanto a la importante actividad comercial que se generó con la colonia británica, como la cuantiosa oferta laboral derivada de lo anterior. 
Todo ello atrajo también a numerosos delincuentes de diversa clase y condición, razón por la cual se hizo imprescindible la presencia de la Guardia Civil al objeto de velar por el orden y la ley.  
Hasta la posguerra civil lo hizo como única fuerza de seguridad pública competente en el municipio. Posteriormente fue compartiendo progresivamente dicha competencia y responsabilidad, denominada hoy día de seguridad ciudadana, con el Cuerpo General de Policía y el de la Policía Armada, recién creados por la Ley de 8 de marzo de 1941. Estos, durante la Transición democrática, pasarían a denominarse respectivamente, Cuerpo Superior de Policía y Policía Nacional, por Ley de 4 de diciembre de 1978. El primero era heredero del antiguo Cuerpo de Vigilancia y el segundo lo era del antiguo Cuerpo de Seguridad, los cuales constituían la Policía gubernativa organizada por la Ley de 27 de febrero de 1908. Hay que decir que el Cuerpo de Vigilancia venía teniendo presencia con algunos funcionarios en La Línea, por razón de su competencia en materia de extranjería con la colonia británica, teniendo su oficina en el edificio de la aduana. 
En la actualidad la competencia de seguridad ciudadana en todo el municipio corresponde al Cuerpo Nacional de Policía, heredero de los cuerpos anteriores, con quien la Guardia Civil colabora y se coordina conforme establece la Ley Orgánica 2/1986, de 13 de marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
A partir de la Ley de 15 de marzo de 1940, que supuso la desaparición del Cuerpo de Carabineros, la Benemérita asumió también el resguardo fiscal aduanero, la persecución del contrabando y la vigilancia de costas y fronteras. Dichas competencias las continua manteniendo en la actualidad en todo el término municipal, junto a las de protección de la naturaleza y las derivadas de la legislación de armas y explosivos.
Todo lo cual supuso para la Guardia Civil culminar a lo largo del tiempo numerosos servicios. Si bien la mayor parte de los ciudadanos de ambos lados han sido honestos cumplidores de las leyes, también es cierto que había quienes no dudaban en transgredirlas delinquiendo del modo y forman que podían.
Podría escribirse un libro con los millares de servicios prestados allí por los guardias civiles en estos 175 años, pero por razón de espacio sólo se dedicará este capitulo y el siguiente, citando algunos de los más curiosos o representativos.
Así, el “Semanario Oficial de la Guardia Civil”, correspondiente al 1º de octubre de 1912, relata como el primer teniente Isidoro López de Haro Carvajal, auxiliado por los cabos Antonio Muñoz Benítez y Francisco Ruiz Armario junto a los guardias Ramón Vila Guerra y Cristóbal Andrade Jurado, había detenido en La Línea a los autores del hurto de 4 vacas. Perpetrado en el municipio malagueño de Genalguacil, se les intervino 42 ovejas adquiridas con la venta de los bovinos.
Por otra parte, el “Diario de la Mañana”, editado en La Línea y que se definía como “periódico de información hispano-marroquí y defensor de los intereses generales del Campo de Gibraltar”, daba cuenta el 30 de abril de 1921, de un importante servicio de la Guardia Civil.
En su detallada crónica se relataba la muerte en enfrentamiento armado, de un peligroso sujeto llamado Antonio Postigo Chaves, alias “Antoñito el lechero”. Éste era autor de numerosos hechos delictivos perpetrados en La Línea, destacando entre ellos el asesinato la noche del 21 en el paraje conocido por “Los Columpios”, del paisano Antonio Molina Padilla, alias “el banegero”, así como de las amenazas de muerte y petición de 500 pesetas al vecino José García Vega.
Establecido el correspondiente servicio para su captura, conforme a las instrucciones impartidas por el capitán Enrique Ventura Buscató, jefe de la Compañía de la Guardia Civil de Algeciras, se encargó de su dirección el teniente Enrique Benito Gómez, jefe de las fuerzas de los puestos ubicados en los municipios de La Línea y San Roque.
Fruto de ello, en la noche del 28, el sospechoso consiguió ser localizado en las inmediaciones del ventorillo sito en El Zabal Alto, por los componentes del puesto existente en dicha barriada. Estos eran el cabo Enrique Gómez González y los guardias 2º Benito Moreno Avilés, Antonio Majón López, José Martínez Romero y Juan Fernández Lupión. El fugitivo, al ser conminado a entregarse, abrió fuego con su revólver efectuando dos disparos e hiriendo en una oreja al guardia Moreno. Repelida la agresión el criminal resultó muerto.
El asesinato de Molina había suscitado otra detallada crónica publicada en el mismo diario tres días antes. Resultaba que en la noche del 21, el comandante de puesto de La Línea, sargento Miguel Ruiz García, acompañado de los guardias 2º Miguel Cárdenas Sáez, Pedro Velasco Durán y José Molero Mena, así como del corneta José Guerrero Peña, habían intentado sorprender infructuosamente una reunión clandestina de malhechores realizada en un patio a las afueras de la población.
Al regresar a la casa-cuartel les avisaron del hallazgo de un cadaver en los huertos de Rango que resultó ser el de Molina. Personado en el lugar el teniente Benito, acompañado del cabo José Pereira Flores y del guardia Andrés Guerra García, comenzó una ardua investigación.
Establecido inmediatamente el correspondiente dispositivo fue localizado cerca del hotel “Príncipe Alfonso” un primer sospechoso llamado José Fajardo Cortés, con antecedentes y desertor. Dado a la fuga terminó siendo detenido en el fielato de Cachón de Jimena. A su persecución se sumaron el guardacalle de la colonia de Campamento, José Orellana Cruz, el empleado de consumos Juan Figueroa Pérez y un vigilante de policía apellidado Infante. 


jueves, 16 de enero de 2020

LA GUARDIA CIVIL EN LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN (XLVIII). EL PUESTO DEL CAMPAMENTO DE BENALIFE (1928-1968).

CLXXV Aniversario Fundación Guardia Civil (1844-2019).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 18, el 13 de enero de 2020.

El original contiene una fotografía en blanco y negro.


El 9 de junio de 1928 volvió a cumplimentarse la tarjeta de estadística del puesto de la Guardia Civil de Campamento de Benalife. Creado apenas tres años antes tenía encomendada la seguridad ciudadana de la pedanía donde estaba ubicada su casa-cuartel y la de la vecina barriada de Puente Mayorga. El censo conjunto de ambas barriadas era entonces de 2.480 habitantes y de 620 vecinos, es decir, cabezas de familia o unidades familiares.

Mandado por un sargento y con cuatro guardias de 2ª clase a su cargo, el acuartelamiento tenía un total de cinco pabellones para personal casado y la capacidad de la sala de armas permitía el alojamiento de hasta tres solteros. Aquellos que tuvieran dicho estado civil no podían entonces ocupar pabellón de casados aunque éste no estuviera utilizado, salvo que se tratase del comandante de puesto. 

La cesión del inmueble, sito en la entonces denominada calle Pozo, antigua calle Cuartel, continuaba siendo con carácter gratuito para el Estado y figuraba como propietario Arturo Patrón Canepa. Dicho edificio no existe en la actualidad, habiéndose procedido hace años a su derribo y levantado sobre su solar un moderno edificio de viviendas. La calle se llama hoy día Doctor Fleming.

Encuadrado en la 8ª Compañía de Algeciras de la Comandancia de Cádiz, dependía del teniente jefe de la línea de La Línea de la Concepción junto a los puestos de dicha residencia, La Tunara y San Roque. Su demarcación limitaba a su vez con la de los puestos de Los Barrios, San Roque, La Tunara y La Línea de la Concepción.

En su demarcación no había estación de telégrafo si bien habían algunas viviendas particulares de personas acomodadas así como el cercano hotel Príncipe Alfonso que sí disponían de teléfono, de lo cual carecía por cierto la casa-cuartel.

Los caseríos, fincas y cortijos existentes en ambas pedanías eran los de Benalife, Buena Vista, Tejar de Faba, Huerta de Rango, Huerta de Francia y El Almidón. Las casas de campo eran las de Pendolita, Viña Eusebio, Venta de Castañeda, Venta de las Cuevas, Venta del Serio y Venta de Tizón.

Prácticamente no hay constancia de ninguna vicisitud de interés relativa a la casa-cuartel del puesto del Campamento de Benalife hasta ya bien entrado el año 1934, en plena Segunda República. Su plantilla había visto sustituida la plaza de sargento por la de cabo y se había incrementado en otros dos guardias de 2ª clase, de tal forma que el número total de efectivos se había elevado a siete.

Era su comandante de puesto entonces el cabo Manuel Valle Valle, natural de San Roque, en cuyo puesto había estado destinado hasta que el 22 de enero del citado año se había incorporado al mando del de Campamento. Unos años antes había contraído matrimonio con una joven natural de Ubrique llamada Rosario y tenía dos hijos de corta edad.

El 31 de julio siguiente había sido citado en una orden general del benemérito Instituto, “como distinguido por su acertada intervención en los sucesos ocurridos en Arroyomolinos de León (Huelva) el 6 de octubre de 1932”. Cuando acaecieron aquellos violentos hechos en los que cerca de un centenar de vecinos de dicha localidad atacaron, desarmaron e hirieron a cuatro guardias civiles, dos de ellos de gravedad, el cabo Valle era allí su comandante de puesto. 

El jefe de la Comandancia de Huelva era entonces el teniente coronel Arturo Blanco Horrillo, que en 1908, siendo primer teniente, había estado al frente de la Guardia Civil en La Línea de la Concepción y había suscrito el contrato de alquiler del inmueble utilizado como acuartelamiento en la calle Jardines.

La vicisitud de interés consistía en un curioso ofrecimiento relacionado con la casa-cuartel que había sido efectuado por los ingleses residentes en la barriada del Campamento de Benalife. Como se recordará en uno de los capítulos anteriores ya se había dicho que aquel lugar podía considerarse como el Sotogrande de aquella época, donde gustaba vivir a algunas de las familias más acomodadas de la colonia británica de Gibraltar.

En escrito de fecha 6 de diciembre de 1934, el coronel Fulgencio Gómez Carrión, jefe del 16ª Tercio (Málaga), daba cuenta de dicha propuesta al general de brigada Cecilio Bedia de la Cavalleria, inspector general de la Guardia Civil.

Según le había informado a su vez el teniente coronel Sebastián Hazañas González, jefe de la Comandancia de Cádiz, el cabo Manuel Valle había recibido una propuesta efectuada por un británico que era vecino de dicha barriada llamado Jaime Russo O’Riely. La proposición la había formulado en su propio nombre y en representación del resto de ingleses que residían en ese lugar.

Resultaba que había tenido conocimiento del incremento mencionado de la plantilla del puesto en dos guardias civiles más pero que sabía también que no había más pabellones disponibles en el acuartelamiento. Por tal motivo se comprometía “a edificar dos pabellones en terrenos de su propiedad contiguo a la casa-cuartel, los cuales tendrían su entrada por la puerta de la misma”.

El 15 de diciembre siguiente ante tan sorprendente propuesta el coronel Fulgencio Gómez fue requerido desde el superior centro directivo, para que informase “como ha de quedar la fuerza alojada una vez construidos dichos pabellones, al propio tiempo que emita su parecer”.

Tras realizarse las correspondientes gestiones, con resultado infructuoso, dicho coronel informó el 19 de enero de 1935 que no había podido cumplimentarse lo solicitado ya que el mentado súbdito británico se había marchado de viaje a Londres y que tan pronto regresara se procedería a contestar lo requerido.

Si bien no ha quedado constancia de si realmente volvió o no dicho individuo del Reino Unido y si hubo algún contacto más, lo cierto es que cuando en 1968 dicho puesto fue suprimido como tal, haciéndose cargo de su demarcación el limítrofe de Puente Mayorga, heredado del Cuerpo de Carabineros, continuaban existiendo en su interior tan sólo los mismos cinco pabellones iniciales que tenía desde 1925.

Dada la necesidad de pabellones que siempre tuvo en general la Guardia Civil en el Campo de Gibraltar, tras la supresión del puesto del Campamento de Benalife, no se desalojó inmediatamente el inmueble. Por aquel entonces el propietario era ya otra persona y se abonaban por el Estado 333’33 pesetas mensuales en concreto de alquiler, continuándose todavía algunos años más ocupando esas cinco viviendas.