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lunes, 30 de marzo de 2015

EL FUERTE DE MUTZIG (1893-1918): LA FORTALEZA MAS GRANDE DE EUROPA.


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 345 correspondiente al mes de Marzo de 2011, de la Revista "ARMAS", págs. 86-94.

El original está ilustrado por cuarenta y una fotografías en color y dos en blanco y negro.


Cuando el 3 de agosto de 1914 Alemania declaró la guerra a Francia, dentro del contexto de lo que sería la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la fortaleza de Mutzig, que ocupaba la impresionante extensión de 254 hectáreas capaz de guarnecer a casi 8.000 hombres, era no sólo la más importante e inexpugnable del sistema defensivo alemán, sino de toda Europa.

Su construcción fue ordenada en enero de 1893 por el Emperador Guillermo II (1859-1941), como vértebra fundamental del cinturón defensivo de la ciudad de Estrasburgo, entonces bajo bandera alemana, desde la victoria germana de la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871) que dio inicio al Segundo Reich (1871-1918).

El rey de Prusia, Guillermo I (1797-1888), con su canciller Bismarck (1815-1898), había proclamado su victoria el 18 de enero de 1871 en la ciudad francesa de Versalles, tras derrotar a Napoleón III (1808-1873). Las condiciones del tratado de paz firmado el 18 de mayo siguiente en la ciudad alemana de Frankfurt, impusieron la anexión de la región de la Alsacia y de una parte de la de Lorena.

Aquella ocupación germana de parte del territorio francés dejaba la puerta abierta a un futuro conflicto armado para intentar recuperarlo. Por tal razón, y al objeto de evitarlo en su día, el canciller Bismarck inició una hábil política de alianza con otras potencias europeas que aislara o debilitara a Francia, complementada con la construcción de potentes posiciones defensivas para proteger sus ciudades de Estrasburgo y Metz en Alsacia-Lorena.

Fruto de lo primero fue la alianza de 1879 con el Imperio Austro-Húngaro a la que se sumaría tres años después Italia, dando lugar a la “Triplice” o “Triple Alianza”, pero la llegada al trono germano de Guillermo II en 1888 y la dimisión de Bismarck dos años después, conllevó un cambio sustancial de la política exterior alemana que la perjudicó notablemente, siendo la no renovación del tratado germano-ruso el primer paso.

La nueva política colonial y marítima emprendida por Guillermo II afectaba directamente a los intereses rusos e ingleses, además por supuesto de los propios franceses, por lo que estos jugaron con habilidad a su vez, y en 1893 suscribían una alianza con Rusia que completada con la firmada con Inglaterra en 1904 dio lugar a la llamada “Entente Cordial”, reconvertida tres años más tarde en la “Triple Entente”.

Así, Alemania se vio envuelta en lo que potencialmente Bismarck siempre intentó evitar: quedarse encajonada entre dos frentes, el occidental y el oriental. Ello a su vez motivó como reacción que la estrategia germana pasara por dos planes fundamentales complementarios entre si: prepararse para atacar por uno de ellos al enemigo con el objeto de derrotarlo lo más rápido posible y, defenderse en el otro frente mediante fortalezas inexpugnables hasta poder retomar la iniciativa, tras imponerse en el anterior.

En 1891 el conde Alfred von Schlieffen fue nombrado jefe del estado mayor alemán y dio carta de naturaleza a la nueva estrategia germana. Su plan consistía en presumir la lentitud de la capacidad de movilización del ejército ruso, para atacar y vencer en un primer tiempo a los franceses, tras violar la neutralidad del territorio belga y envolver a aquellos desde el norte para llegar rápidamente a Paris.

Para ello necesitaba fijar al ejército francés en la zona de Alsacia-Lorena, la cual debía tener capacidad defensiva suficiente hasta la previsible rápida victoria germana. Y es aquí donde la fortaleza de Mutzig, situada a una veintena de kilómetros al oeste de Estrasburgo, la capital alsaciana, pasaría a ocupar un papel fundamental: bloquear toda ofensiva francesa hacia la estratégica región de los Vosges.

El fuerte y sus cifras.

Desde el año 1884 la imponente colina de Mutzig estaba designada para construir en ella posiciones defensivas germanas. El proyecto inicial fue de cinco fuertes que se reconvirtió ocho años después en dos fortalezas triangulares que se integrarían en un único grupo defensivo, cuyas obras comenzaron en 1893, adoptando un año más tarde el nombre de “Feste Kaiser Wilhelm II”.

En 1895 se finalizó la construcción del fuerte del Este y dos años después el del Oeste. Las obras se fueron complementando en los años siguientes con otras posiciones y alojamientos destinados a las fuerzas de infantería, incluidas trincheras y casamatas para las ametralladoras, las tropas de reserva, las baterías, principalmente de 105 mm., así como sus correspondientes observatorios, etc.

Los tiempos habían cambiado y la evolución técnica del armamento era una realidad muy diferente del que se había utilizado en la mentada Guerra Franco-Alemana de 1870-1871, teniendo los ingenieros militares la obligación de incorporar al proyecto los nuevos modelos de armas que empezaban a diseñarse y fabricarse. Asi se fueron incorporando cañones de 150, 105, 90 y 57 mm., asi como ametralladoras de 8 mm.

En 1914 la fortaleza más impresionante de Europa, capaz de albergar en su interior hasta casi 8.000 hombres, contaba ya con 22 cañones pesados distribuidos en 6 baterías y 8 cañones ligeros reforzados por 2 baterías móviles, mientras que su vasto perímetro estaba defendido por 16 posiciones de infantería entrelazados por trincheras y túneles subterráneos.

El inicio de las hostilidades propició que se reforzara hasta abril de 1916 su dotación de armamento así como el comienzo de nuevas construcciones, tanto en dicha fortaleza como en las colinas vecinas de Scharrachberg y de Sulzberg.

Para entonces la fortaleza de Mutzig tenía 23 años de edad y se habían invertido en su construcción, según los investigadores, unos 15 millones de marcos alemanes (unos 200 millones de euros). La superficie exterior ocupaba una extensión de 254 hectareas y disponía de 40.000 metros cuadrados subterráneos con capacidad de alojar en su interior hasta 8.000 hombres.

El fuerte y la guerra.

La fortaleza de Mutzig fue construida para la guerra y participaría en dos guerras mundiales aunque nunca tendría el protagonismo que presumieron sus creadores.

Su bautismo de fuego fue el 18 de agosto de 1914 cuando las vanguardias francesas de la 13 ª División de Infantería avanzaban sobre Wisches y Lutzelhouse, alcanzando Urmatt, donde se entablaría combate con el 110º Regimiento de Infantería alemana que lo defendía. El general von Pavel, jefe de la 28ª División de Reserva germana pidió entonces apoyo de las baterías del fuerte de Mutzig y sus cañones de 105 mm. abrieron fuego. 

En total 291 disparos de su artillería cayeron sobre las tropas franceses, siendo su único hecho de armas durante la Primera Guerra Mundial. La ofensiva lanzadas por el VI y VII Ejércitos alemanes dejaron enseguida a la fortaleza en la retaguardia germana hasta el final de la contienda, si bien hasta el mes de abril de 1916 continuaron los trabajos de reforzarla.

Cuando en 1939 se inició la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el fuerte de Mutzig se encontraba guarnecido por tropas francesas de la 103ª División de Infantería, si bien su importancia había disminuido muy sensiblemente al no formar parte de la Línea Maginot.

Durante la noche del 18 al 19 de junio de 1940 sus defensores abandonaron silenciosamente la fortaleza tras sabotear lo que pudieron, sin que los alemanes se enterasen, lo que les convertiría en inesperadas víctimas por un error de coordinación. Dos días después, el fuerte de Mutzig fue atacado y ocupado sin resistencia alguna por fuerzas de la 215ª División de Infantería germana, que no obstante sufrieron 82 muertos al sufrir el bombardeo de los stukas de la 28ª Escuadrilla que ignoraban que los suyos ya la habían tomado.

Cuatro años después, con una pequeña guarnición alemana, se lucharía desde la fortaleza contra los americanos de la 3ª División, quienes a finales de noviembre de 1944 consiguieron hacer cerca de 80 prisioneros entre sus defensores, si bien no consiguen acceder a su interior. Finalmente, tras varios intentos en los que los americanos emplearon grandes cantidades de explosivos contra uno de los muros del fuerte, los últimos soldados germanos se rindieron el 5 de diciembre siguiente. La guerra había terminado definitivamente para la que llegó a ser la más inexpugnable fortaleza de Europa.

La visita al fuerte.

Situado por carretera a veinte minutos de Estrasburgo dicha fortaleza, que cuenta con su propia web –www.fort-mutzig.eu- puede visitarse hoy dia aunque por desgracia tan sólo en un 10 % de la totalidad de sus instalaciones, mereciendo no obstante la pena recorrerlas.

Las construcciones subterráneas y exteriores que pueden visitarse actualmente lo fueron entre 1899 y 1916, siendo un total de siete las zonas: una casamata de ametralladoras, una batería de artillería de 105 mm., tres posiciones de infantería y dos observatorios de artillería.

El mérito de ello se debe a la asociación franco-alemana “Fuerte de Mutzig”, un grupo de entusiasta aficionados de la historia militar que con gran dedicación, esfuerzo e ilusión, ha ido restaurando las zonas ahora abiertas al público y que desde 1986, fecha de inicio de esta iniciativa, ha sido ya visitada por más de 120.000 personas.

domingo, 29 de marzo de 2015

EL MUSEO HERÁLDICO Y DE ARMAS DEL EJÉRCITO DE GUATEMALA (y II).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 343 correspondiente al mes de Enero de 2011, de la Revista "ARMAS", págs. 84-90.

El original está ilustrado por veinte fotografías en color.


Los fondos del exterior del Museo.

Cuando el visitante accede al recinto cultural castrense, lo primero que se encuentra es un cartel que le da la bienvenida y le recuerda que se encuentra en “un sitio educativo, de divulgación y exposición histórica”, junto a la típica serie de normas de comportamiento que podemos encontrar al entrar en el museo de cualquier país, salvo la última de ellas, que llama la poderosamente la atención de cualquier visitante, al menos europeo, y que reza: “si porta arma, favor deposítela en el ingreso, le será devuelta al salir”. No en vano Guatemala es el país con más armas, legales e ilegales, en manos de civiles de todo Centroamérica y de buena parte del mundo.

Seguidamente, una vez traspasada la entrada, y tras unos cañones de avancarga de la etapa colonial española, se encuentran dos zonas plenamente diferenciadas en el interior y el exterior del Fuerte San José de Buena Vista. Como describir todos sus fondos sería más propio de una monografía que de un artículo divulgativo, nos centraremos sólo en lo que pudiera atraer más la curiosidad de los lectores de “ARMAS”.

Comenzando por la zona exterior, hay tres áreas temáticas distintas, una dedicada al periodo colonial, otra a la exposición de armamento pesado de infantería y material de artillería, y por último, la dedicada a los vehículos y blindados del Ejército y aparatos de la Fuerza Aérea.

En la primera, llaman la atención dos piezas: una estatua de grandes dimensiones, esculpida en piedra, que representa a un guerrero maya, posiblemente similar al que tuvieron que enfrentarse y vencer los primeros conquistadores españoles, hace ya más de quinientos años; y una espléndida maqueta del Castillo de San Felipe de Lara que todavía existe hoy día, construido durante la etapa colonial española, en la cuenca del Río Dulce, como medida defensiva de paso hacia el Lago Izabal, donde se encontraban las aduanas y bodegas de almacenamiento de mercancías que ingresaban y salían hacia España, además del ingreso a las provincias de La Verapaz, Chiquimula y Acasaguastlan.

Dicha fortaleza, según el panel informativo que lo ilustra, comenzó a levantarse en 1595 con la denominada “Torre de Sande”. Posteriormente, en el año 1604, el capitán Pedro de Bustamante, como consecuencia de sufrir una serie de ataques piratas, ordenó reconstruir y fortalecer dicha edificación, pasándose a denominar “Torre de Bustamante”, que también sería destruida tras ser objeto de nuevos ataques.

En 1651 el ministro togado de la audiencia de la provincia de Guatemala, Antonio Lara y Mogrovejo, ordenó reconstruir dicha fortaleza y potenciar su fortificación defensiva, que fue bautizada oficialmente de “San Felipe y Lara”, en honor al Rey Felipe IV y a su propia persona.

Casi tres lustros más tarde, en 1665, se le asignaron también funciones de presidio, continuando los ataques contra la misma que obligaron a su constante reconstrucción y refuerzos de dotación de personal y armamento. 

Dos décadas después, concretamente en el año 1688, se nombró al ingeniero militar Andrés Ortiz de Urbina para supervisar los trabajos de ampliación defensiva mediante murallas, pues se había considerado en junta de capitanes que era la única defensa en la ruta hacia el interior del territorio que era jurisdicción de la capitanía general española de Guatemala.

En 1697 el castillo, fruto de los trabajos realizados, ya contaba con tres baluartes o torreones que eran llamados “Nuestra Señora de Regla”, “Nuestra Señora de Concepción” y “San Felipe”, construyéndose posteriormente el de “San José” así como las baterías de “San Carlos”, “San Felipe” y “Santiago”, que fueron diseñadas por el ingeniero militar José Sierra.

La segunda área temática, distribuida entre las terrazas de las azoteas y parte de los jardines del museo, cuenta con numerosas piezas pesadas utilizadas por la artillería e infantería del Ejército guatemalteco. Entre ellas se encuentran cañones de campaña montaña y antiaéreos, morteros y ametralladoras de diversas procedencias y tipos.

Finalmente, el tercer espacio, ubicado en los jardines, está dedicado a la exposición del material móvil y aparatos de la Fuerza Aérea, todos de procedencia norteamericana. Entre los primeros merece especial mención un carro blindado ligero M3A1, mientras que entre los segundos se encuentran un avión Cessna A-37B y un no menos veterano helicóptero Bell HU.

Los fondos del interior del museo.

Cuando se accede al interior de la fortaleza, traspasando por una pequeña puerta sus gruesos muros, dos interesantes piezas dan la bienvenida al visitante y que bien seguro a todo aficionado al armamento pesado, le gustaría, si pudiera y tuviera espacio, tener en su colección.

A la derecha se encuentra una ametralladora norteamericana de “tiro rápido” Gatling, fabricada en 1874 y construida en bronce y hierro forjado, que está dotada de diez cañones hexagonales, calibre .45 que funcionaba accionando manualmente una manivela que hacía girar los cañones alrededor de un eje central. Cada cañón disparaba una vez por cada giro, lo que permitía el mínimo tiempo de enfriamiento necesario para evitar problemas de sobrecalentamiento.

Como curiosidad, decir que esta potente y “mortífera” arma de fuego, diseñada por el estadounidense Richard J. Gatling, tardó en ser adoptada por el ejército norteamericano de la época al considerarse que podía causar “una excesiva mortandad en el combate”, está considerada como la primera ametralladora pesada que tuvo éxito, combinando fiabilidad, una alta cadencia de fuego y facilidad de recarga.

Y a la izquierda, se expone un curioso “cañón-revolver” o “cañón rotatorio” de 37 mm., bautizado así por sus cinco cañones giratorios que recuerdan el tambor de los revólveres y que fue inventado por Benjamín B. Hotchkiss en 1872.

La pieza que se expone fue fabricada en Francia por Hotchkiss en el año 1880 y tenía necesidad de ser servida por cinco hombres, habiendo sido empleada en la denominada “Campaña Unionista” de 1885.

A partir de este momento se suceden diversos espacios y salas temáticas propias de un museo de historia militar y en las que se muestra cual ha sido el devenir del Ejército guatemalteco desde sus orígenes hasta la actualidad, significándose, como ocurre tantas veces, que con frecuencia constituye la columna vertebral de la historia del propio país.

La formación de un estado guatemalteco libre e independiente, fue un proceso complejo y difícil, lleno de numerosas vicisitudes bélicas en su haber, debidas principalmente, no al proceso de obtención de la independencia de la metrópoli española, sino más como consecuencia de los constantes intereses, protagonismos y rivalidades internas y regionales que dieron al traste con la posibilidad de poder forjar desde el principio, una única, gran, fuerte y próspera república centroamericana que englobara tanto a lo que hoy conocemos por Guatemala como por el resto de países de su entorno.

Buen testimonio de ello es la reproducción del decreto de fundación de la República de Guatemala, fechado el 21 de marzo de 1847 que se expone en el museo, mediante el que se elevaba el Estado de Guatemala al “rango de República Libre, Soberana e Independiente”. 

Con su firma, Guatemala quedaba separada definitivamente de la patria federada centroamericana, pudiendo iniciar acciones como Estado soberano y entablar relaciones con las potencias europeas. Una década antes se había comenzado la lucha armada contra el régimen de Francisco Morazán, presidente de la República Federal de Centro América, entidad política que incluía a la propia Guatemala, Comayagua (hoy Honduras), El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.

Otra vitrina de gran interés es la que custodia las siete banderas que el país ha tenido desde que formaba parte de la nación centroamericana, mostrándose así la transformación de la enseña nacional y el escudo de armas de Guatemala.

Por otra parte, entre los fondos relativos a las figuras y personajes históricos del país que se exponen, destacan la biografía e historial militar del capitán general José Rafael Carrera Turcios (1814-1865), que fue el primer jefe de Estado y presidente de la República de Guatemala, el sable de combate del mariscal de campo José Víctor Ramón Valentín de las Animas Zavala y Córdova (1815-1886), la banda presidencial del general de división Miguel García Granados (1809-1878), de origen español y concretamente natural de Sevilla, y que está flanqueada por dos carabinas Remington, o un busto del general de división Justo Rufino Barrios (1835-1885), custodiado por las banderas empleadas por los heroicos batallones “Jalapa” y “Canales”.

Sin embargo hay un busto muy especial y que corresponde a uno de los principales héroes del ejército guatemalteco, el joven héroe de la patria Adolfo Venancio Hall Ramírez (1866-1885). 

Era un sargento primero (similar a nuestros sargentos galonistas) de la compañía de caballeros cadetes de la Escuela Politécnica (equivalente a nuestra Academia General Militar), que tras distinguirse por su iniciativa y valor en la “Campaña Unionista” de 1885, contra el ejército salvadoreño, fue ascendido directamente, por el general Rufino Barrios, al grado de coronel, con 19 años de edad, en la víspera de la batalla de Chalchuapa, en la cual, encontraría, el 2 de abril, la muerte el frente del Batallón Jalapa tras ser alcanzado por una carga de artillería.

En lo referente al armamento portátil, si bien los fondos son escasos, frente al pesado, tanto de armas blancas como de fuego, destacan algunas vitrinas como la correspondiente al denominado “periodo Republicano”, que expone un fusil-revólver norteamericano Colt, fabricado en 1857 y un trío de cuchillos y bayonetas utilizadas en acciones de combate entre 1847 y  1871.

La exposición de este tipo de armas se reduce prácticamente a una veintena de armas empleadas principalmente en la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del XX, tratándose principalmente de carabinas, fusiles y mosquetones así como revólveres, algunas bayonetas y una pequeña colección de espadas de gala, diario y combate.

La “Gatling” no es la única ametralladora pesada del museo. Con el mismo calibre y también mediante manivela, pero sólo dotada de cuatro cañones hexagonales, se puede contemplar una codiciada y rara pieza de colección, la ametralladora Lowell, patentada por Witt C. Farrington y fabricada igualmente en EE.UU. pero por United States Cartridge Company en 1882 en Massachusetts.

Otras vitrinas exponen colecciones completas de divisas, insignias, distintivos de grado, especialidad y destino de las unidades de las Fuerzas Armadas de Guatemala, tanto en tela como metálicos así como todas sus condecoraciones y medallas.

Los uniformes ocupan un destacado lugar en varias de las salas del museo, estando distribuidos en diferentes vitrinas, donde se pueden contemplar los utilizados desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, por los componentes del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea. Dicha colección queda completada por unos expositores donde se muestran una completa variedad de prendas reglamentarias en las fuerzas armadas guatemaltecas para la cabeza, entre las que predominan las boinas y las gorras.

También hay diversas vitrinas donde se expone toda clase de material pertrechos y equipamiento utilizado por intendencia, ingenieros, transmisiones, música militar, etc. así como las dedicadas a la Marina y la Fuerza Aérea, y muy especialmente a los “kaibiles”, que son las fuerzas especiales de élite guatemaltecas.

Por último, no puede dejar de mencionarse el espacio dedicado a la meritoria e importante participación de las fuerzas armadas guatemaltecas en las misiones y operaciones de paz bajo la bandera de Naciones Unidas y que les ha llevado a estar presente en diversos continentes, donde se han ganado un merecido prestigio por su labor y profesionalidad.

Este Museo no es tan grande, ni en dimensiones ni en número de piezas que se exponen, como otros tratados anteriormente en estas páginas, pero desde luego si que lo es en el valor histórico y moral de su contenido, con un hondo interés para los españoles, puies no en vano Guatemala es hija de España.

Agradecimientos. Al general de división Abraham Valenzuela González, ministro de Defensa Nacional; a los generales de brigada Juan José Ruiz Morales y Aníbal Flores España, jefe y subjefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional; a los coroneles Héctor Rolando del Cid y Ana Lucrecia Juarez de Villagrán (directora del Museo), así como al teniente coronel Prado y la capitán Sierra (conservadora y cicerone del Museo).

EL MUSEO HERÁLDICO Y DE ARMAS DEL EJÉRCITO DE GUATEMALA (I).


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 342 correspondiente al mes de diciembre de 2010, de la Revista "ARMAS", págs. 82-87.

El original está ilustrado por treinta fotografías en color.

Una parte importante de la historia de la República de Guatemala, que oficialmente comenzó el 15 de septiembre de 1821 con la firma del Acta de Independencia de España, se conserva y custodia -nunca mejor dicho- en el denominado “Museo Heráldico y de Armas del Ejército”, ubicado en la zona 1 capitalina.

De hecho, la historia de tan hermoso pero complicado país, se inició como en otras muchas naciones hispanoamericanas, al frente de un militar español. Concretamente con el brigadier vizcaíno Gabino Gaínza y Fernández de Medrano, jefe político superior de la provincia de Guatemala hasta esa fecha, que presidió una junta de notables conformada con los miembros de la audiencia, ayuntamiento, autoridades eclesiásticas, claustro universitario, consulado de comercio, colegio de abogados y otras personalidades. 

Ese día pasó a convertirse en el primer dirigente de la nueva Guatemala como presidente de una junta provisional consultiva con delegados que representaban a Chiapas, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

La historia del Museo.

El museo -www.museo.mil.gt- se encuentra asentado en el histórico Castillo de San José de Buena Vista, formando parte hoy día del Centro Cívico Cultural “Miguel Angel Asturias”, dedicado a honrar la memoria del insigne poeta, narrador, dramaturgo, periodista y diplomático guatemalteco, considerado uno de los protagonistas de la literatura hispanoamericana del siglo XX.

La fortaleza fue inaugurada el 25 de mayo de 1846, tan sólo tres años después de ser ordenada su construcción al agrimensor José María Cervantes, por el capitán general José Rafael Carrera Turcios, quien también mandaría levantar en 1858, el castillo de San Rafael de Matamoros, pasando a constituir ambas, la principal protección de la capital guatemalteca.

El primero de ellos, en honor a su creador, fue conocido también como Castillo de Carrera, así como Castillo de Santa Bárbara, pero al levantarse en la Colonia de Buena Vista, terminó finalmente por adoptar el nombre de San José de Buena Vista, que es como se le sigue conociendo en la actualidad.

En dicha fortaleza se instaló el primer mando de artillería hipomóvil que hubo en Guatemala y Centroamérica, llegando a convertirse durante muchas décadas en la principal instalación militar del país. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y todo el XX fue experimentando sucesivas mejoras, que le hicieron ir ocupando progresivamente una gran extensión de terreno.

Sin embargo durante ese periodo también padeció trágicas vicisitudes. Concretamente las sufridas en las madrugadas del 20 de octubre de 1944 y del 4 de febrero de 1976.

La primera se produjo con ocasión de una sublevación encabezada por un movimiento cívico-militar, resultado del descontento popular, liderado por oficiales militares disidentes, estudiantes y profesionales progresistas, que derrocó el 20 de octubre de 1944 al gobierno provisional del general  Federico Ponce Valdés, efímero sucesor del dictador militar Jorge Ubico Castañeda, y que dio lugar, tras convocar las primeras elecciones libres en Guatemala, a la instauración de un régimen democrático y a una década de modernización del Estado en beneficio de las mayorías de clase trabajadora.

En los enfrentamientos que se registraron, fue escenario de violentos ataques quedando destruido el castillo casi en su totalidad, lo cual motivó, una vez triunfado el movimiento revolucionario, que seguidamente hubiera que reubicar a las unidades que lo guarnecían. 

Primero se fue a lo que hoy es el “Instituto Adolfo V. Hall Central”, después a la base militar La Aurora y finalmente se trasladaron a los terrenos de la llamada finca El Aceituno, que con el paso del tiempo se transformaría en la base militar que hoy conocemos como “Mariscal Zavala”.

Este último nombre honra, desde el 12 de octubre de 1956, por decisión del presidente coronel Carlos Castillo Armas, con ocasión de la conmemoración del centenario de la guerra nacional de los países centroamericanos contra el estadounidense William Walker y su ejército de filibusteros, la memoria del insigne militar guatemalteco que les combatió: el mariscal de campo José Víctor Ramón Valentín de las Animas Zavala y Córdova.

Mientras tanto, el gran espacio de terreno que ocupaba la fortaleza destruida quedó ya sin uso militar, siendo dedicado en buena parte, a levantar posteriormente el mentado centro cívico cultural.

Durante los períodos de gobierno del ya citado coronel Castillo y del general Miguel Idígoras Fuentes, el coronel de Infantería Enrique Ruiz García y el teniente coronel de Artillería Rodolfo González Centeno, iniciaron los trámites para que el área del “Torreón de las Baterías” del antiguo Fuerte de San José, fuera asignada nuevamente al Ministerio de la Defensa Nacional con el objeto de crear en el mismo “un centro de investigación, conservación, rescate y divulgación de la historia militar de Guatemala”. El 30 de junio de 1969 fue inaugurado por el entonces presidente de la República licenciado Julio Cesar Méndez Montenegro.

Pero poco iba a durar aquello, ya que la segunda tragedia acontecida se padeció cuando la capital guatemalteca quedó devastada por un terrible terremoto acontecido el 4 de febrero de 1976. La catástrofe fue de tal magnitud, que cerca de 23.000 personas fallecieron y 77.000 resultaron gravemente heridas, calculándose que unas 258.000 casas quedaron destruidas, dejando a más de un millón  de personas sin hogar.

El alcance de los daños sufridos en el museo militar obligó a que los fondos tuvieran que ser rescatados, traslados y depositados en otras instalaciones militares durante una década.

Tras no pocos esfuerzos y grandes dosis de ilusión y trabajo del Cuerpo de Ingenieros, el museo volvió a abrir sus puertas en 1987 y poco más de una década después se acometieron nuevos trabajos de reestructuración que finalizaron el 25 de mayo de 1999 y que ofrece prácticamente su estado actual.

Hoy día el museo se ha convertido en el principal activo del Servicio de Historia Militar, creado en el año 2000 y cuyos antecedentes históricos se remontan al año 1890, que tiene como precepto principal el de “resguardar la historia militar de Guatemala”, como parte de un legado para las generaciones futuras y cuya principal misión es “divulgar la historia del Ejército de Guatemala, mediante la investigación, recopilación y publicación de fuentes bibliográficas que provean información sobre la verdadera función y labor del Ejército a través de la historia del país; así como, promover y asesorar la creación, control y mantenimiento de museos, monumentos militares y sitios históricos que conmemoren los hechos relacionados con la historia militar de Guatemala y sus héroes”.


(continuará).