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jueves, 26 de noviembre de 2020

LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (XLII). LA INSTRUCCIÓN DEL EXPEDIENTE BENEMÉRITO (1924).

CLXXV Aniversario “Cartilla del Guardia Civil” (1845-2020).


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", el 23 de noviembre de 2020, pág. 17.

El original contiene una fotografía en blanco y negro.


El 5 de diciembre de 1923 el teniente general Juan Zubia Bassecourt, considerado como uno de los mejores directores generales que ha tenido la Guardia Civil a lo largo de su historia, felicitó el benemérito servicio practicado por la fuerza del puesto de San Roque. Dispuso su anotación por “el arrojo y actividad demostrados”, en la “Hoja de hechos particulares y servicios especiales” del guardia 1º Antonio Gallardo Galván y del guardia 2º Juan Sánchez Gómez, así como la incoación del oportuno expediente para su ingreso en la Orden Civil de Beneficencia. 

Diez días después, sin perjuicio de lo anterior, el alcalde de San Roque, Manuel Rodríguez López, elevó al gobernador civil el oficio que el comandante del puesto de la Guardia Civil le había remitido dando cuenta del heroico salvamento de la menor caída en el pozo de agua.

Conforme al punto 3º del artículo 5º del real decreto de 29 de julio de 1910, podían ser recompensados con el ingreso en la “Orden civil de Beneficencia”, con el distintivo negro y blanco, aquellas personas que hubieran llevado a cabo un acto que mereciese la calificación de heroico.

El suboficial José Sánchez Velasco así lo había descrito 26 de noviembre anterior en su minucioso informe. Conforme a lo dispuesto en dicho real decreto, su concesión debía ser precedida de la correspondiente propuesta de la autoridad civil o militar de la región donde hubiese tenido lugar el acto humanitario.

Siendo parecer del alcalde que ambos guardias civiles eran acreedores a la mentada condecoración, lo trasladó al gobierno civil a tal efecto. Su titular en esa fecha lo era también del gobierno militar de la provincia. Se trataba del general de división Pedro Lozano González.

Como consecuencia del golpe de estado encabezado poco más de dos meses antes por el teniente general Miguel Primo de Rivera Orbaneja, habían sido cesados en sus cargos por real orden de 18 de septiembre, todos los gobernadores civiles de la nación. Entre ellos el de Cádiz, Bernardo Rengifo Tercero. 

Una circular de la Presidencia del Directorio Militar dictada tres días antes ya los había cesado en sus funciones, pasando a ser asumidas por los respectivos gobernadores militares. En el caso de nuestra provincia se dio además la circunstancia de que cuando el general Lozano pasó a la situación de primera reserva, al cumplir la edad reglamentaria el 22 de marzo de 1924 y cesó en su cargo castrense, un real decreto fechado el 12 de abril siguiente lo nombro gobernador civil de Cádiz.

Ordenada la instrucción del expediente “para justificar méritos contraidos” por ambos guardias civiles se publicó el correspondiente edicto en el boletín oficial de la provincia, invitándose a declarar en el mismo a quienes pudieran aportar testimonios de interés.

El guardia 1º Gallardo era natural del municipio sevillano de Montellano y tenía 45 años de edad, de los cuales llevaba veinte en el benemérito Instituto. Se había incorporado al puesto de San Roque en 1922 procedente del de Buceite, tras prestar servicio anteriormente en los de Setenil, Almoraima, Tesorillo, Facinas y Jimena de la Frontera, pertenecientes también a la Comandancia de Cádiz, así como en los de Gaucín y Jimena de Líbar, en la Comandancia de Málaga.

El guardia 2º Sánchez era natural de la localidad malagueña de Estepona y tenía 28 años de edad, llevando tan solo cuatro en el Cuerpo. También había sido destinado al puesto de San Roque en 1922, procedente en su caso del de Jimena de la Frontera.

La menor cuya vida habían salvado se llamaba María Teresa, natural de San Roque y tenía 14 años de edad. Era hija de José Galán Núñez y de María Ríos Benítez, nacidos también en dicha localidad. Sus padrinos habían sido José Ríos Pérez y María Benítez Naranjo.

Gracias a la documentación facilitada nuevamente por el investigador local Juan Antonio García Rojas se tiene constancia de las declaraciones prestadas por los testigos que comparecieron, a partir del 12 de enero de 1924, en la instrucción del expediente municipal. Dado que desde que se arrojaron los guardias civiles al pozo de 9 metros de profundidad para rescatar a la menor hasta que con ayuda de cuerdas los pudieron sacar, transcurrió una hora aproximadamente, acudieron al lugar numerosos vecinos de la barriada.

El primero en testificar fue Feliciano Barrero Hurtado, natural del municipio jienense de Baeza, de 46 años de edad, de profesión industrial y que residía en calle Herrería núm. 11, muy próxima a la casa-cuartel. Compareció ante el instructor, José Villanueva Serrano, alcalde accidental de San Roque, y el secretario especial nombrado a tal efecto, José Domingo de Mena. Manifestó que cuando llegó al lugar del suceso, los guardias “estaban arrojados al pozo luchando desesperadamente por sostenerse sobre las aguas y por evitar el hundimiento en ellas de la joven, a la que después de mucho tiempo, cerca de una hora, pasada en angustiosos y casi sobrehumanos esfuerzos consiguieron salvar, constituyendo el hecho a juicio del compareciente un acto de arrojo imponderable que le causa irreprimible admiración y que cree merece ser premiado por constituir verdadero heroísmo”.

El segundo testigo en comparecer el mismo día se trató de Manuel Olea Soto, natural de San Fernando, de 35 años de edad, de profesión jornalero y vecino de San Roque, plaza Concha núm. 5. Manifestó que vio a los los guardias arrojados al pozo, “cuyas circunstancias son peligrosísimas, por estar cubierto y casi cerrado por completo a la luz y tener las paredes lisas, luchando por salvar a una joven, y al segundo Guardia –Sánchéz- por salvar a la joven y al primer Guardia –Gallardo- que se ahogaba ya con aquella”.

El tercer testigo fue Francisco Valero Ortiz, natural de San Roque, de 40 años de edad, de profesión albañil y vecino de la localidad, calle Tintorero núm. 3. Reconoció que se acercó al “Huerto del Cura”, lugar del suceso, “atraído el ruido y aglomeración de las personas”. Declaró que los dos guardias “luchaban desesperadamente por sostener y amarrar con una cuerda” a la joven que “en estado agónico se revolvía impidiendo su salvamento y poniendo en peligro de perecer a sus salvadores”.

Los dos testigos siguientes fueron Victoriano Expósito Guillén, natural de Jaén, de 64 años de edad, pensionista y residente en calle San Nicolás, que declaró junto a Ángel Vázquez Rojas, natural de San Roque, de 42 años de edad, agricultor y vecino de la calle Herrería núm. 8. Ambos manifestaron que vieron dentro del pozo, “a los dos guardias pugnando por sostenerse y sostener a flote y extraer del agua a la joven Teresa Galán, lo que constituía esfuerzo imponderable por tener perdido el conocimiento aquella y estar casi desvanecido el guardia Gallardo, a cuyas dos personas sostenía el guardia Sánchez”. Éste, dado que afortunadamente existía un tubo adosado a la pared del pozo, pudo agarrarse con una mano mientras que con el otro brazo mantenía agarrados a su compañero y a la muchacha, hasta que le lanzaron la cuerda para atarse y ser izados a pulso.

(Continuará).

 


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