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jueves, 11 de noviembre de 2021

LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (XCII). VICISITUDES DURANTE LA GUERRA CIVIL (y 10).


 Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR" el 8 de noviembre de 2021, pág. 12.


El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.


 

José Corbacho Franco era el último de los ocho guardias 2º que citaba en su parte el teniente Odón Ojanguren Alonso, junto al brigada Juan Colodrero Vergara y el guardia 1º Antonio Ruiz Sánchez, como defensores el 27 de julio de 1936 de la casa-cuartel de San Roque.

Corbacho había nacido en Los Barrios y tenía 33 años de edad cuando se produjo la sublevación militar y se sumó a la misma, al igual que el resto de sus compañeros. Había ingresado en la Guardia Civil en octubre de 1928 y llevaba destinado en el puesto de San Roque desde agosto de 1935, procedente del puesto de Almoraima, ubicado en el término municipal de Castellar de la Frontera.

Estaba casado con Encarnación Alcaine Catalán, natural de la localidad zaragozana de Sástago y vecina de Cádiz, con quien tenía entonces dos hijas llamadas María del Carmen y Josefa, de cuatro y casi dos años de edad. Tras la contienda tendrían dos hijos más llamados María del Pilar y Andrés Ángel.

Durante los dos primeros años de la Guerra Civil permaneció como guardia 2º en dicha unidad, prestando servicio peculiar del Cuerpo. En junio de 1938 fue ascendido al empleo de cabo “por méritos de guerra, por los contraidos en el primer periodo de operaciones desde el 17 de Julio al 31 de Diciembre de 1936”, según propuesta elevada por el general de división Gonzalo Queipo de Llano Sierra, jefe del Ejército del Sur.

Al contrario de lo sucedido con otros de sus compañeros, como Rodrigo Vázquez Villalobos o Manuel Medina Martín, que tras ascender al empleo de cabo fueron destinados respectivamente a los puestos de Alcála del Valle y Zahara, él lo fue al de San Roque. Por lo tanto continuó prestando servicio en el mismo hasta que a finales del mes de noviembre siguiente fue designado para incorporarse a la 7ª Compañía Expedicionaria de la Guardia Civil en el frente de Aragón. Tras presentarse en la población zaragozana de Caspe seguiría hasta el final de la contienda, las mismas vicisitudes que el resto de los componentes de dicha unidad, ya relatadas en capítulos anteriores.

En la revista de mayo de 1939 causó igualmente alta en la Comandancia de Murcia y al mes siguiente fue destinado a la de Cádiz, volviendo así a reincorporarse al puesto de San Roque. Continuó prestando servicio en dicha unidad hasta su ascenso a sargento en septiembre de 1944. 

En febrero de dicho año como consecuencia de la absorción del Cuerpo de Carabineros por el de la Guardia Civil, al entrar en vigor la ley de 15 de marzo de 1940, el puesto de San Roque había pasado a integrarse en la recién creada 337ª Comandancia Mixta de Algeciras. Corbacho en el empleo de sargento fue destinado inicialmente a uno de los puestos de la línea de Casares, perteneciente a la Compañía de Río Manilva. Ésta, a pesar de tener su demarcación territorial en la provincia limítrofe de Málaga, estaba encuadrada en la referida comandancia algecireña al igual que la compañía de Ronda, pues ambas estaban comprendidas entonces en la jurisdicción del gobernador militar del Campo de Gibraltar. Posteriormente pasó destinado a la barriada sanroqueña de Puente Mayorga como comandante de puesto.

En octubre de 1949 alcanzó el empleo de brigada y estuvo destinado en la línea sanroqueña de Campamento y en la de Almoraima, habiendo llegado a mandar el puesto de dicha residencia. En febrero de 1954 pasó a la situación militar de retiro, tras haber cumplido la edad reglamentaria, establecida entonces en 51 años. Fijó su residencia en Puente Mayorga, siéndole concedida por el Consejo Supremo de Justicia Militar una pensión mensual de 1.380’61 pesetas mensuales a percibir por la Delegación de Hacienda de Cádiz. Falleció en La Línea de la Concepción a finales de enero de 1985, próximo a cumplir 81 años de edad.

Con el relato abreviado de las vicisitudes de Corbacho concluyen los capítulos dedicados a los guardias civiles destinados en julio de 1936 en el puesto de San Roque y que participaron en la defensa de la casa-cuartel cuando la misma fue atacada por fuerzas leales al gobierno de la República procedentes de la provincia de Málaga. 

Como ya se expuso en uno de los capítulos anteriores no se ha entrado en otros otros aspectos de la Guerra Civil en San Roque sobre los que ya existe bibliografía al respecto y en los que estuvieron implicados los guardias civiles de dicho puesto. Concretamente se hizo expresa mención a la obra de Antonio Pérez Girón titulada “San Roque, Guerra Civil y Represión”, publicada ya hace más de una década y que sigue siendo de muy recomendable lectura. No obstante, la posibilidad actual de acceso a nuevas fuentes documentales debiera animar a historiadores e investigadores a continuar la tarea emprendida para, desde un relato académico y riguroso, aportar la máxima claridad a un tenebroso periodo que nunca debió haber acontecido.

Por parte del autor de estos capítulos, que proseguirán aportando conocimiento sobre la Guardia Civil en el municipio de San Roque durante las décadas siguientes, se ha venido facilitando una variada e inédita información sobre sus componentes. Se les ha puesto nombre, apellidos e incluso rostro en algunos casos. Es cierto que siguiendo las órdenes de sus mandos se sumaron a la sublevación militar contra el gobierno de la República. Pero también es cierto que igualmente se hubieran opuesto a la rebelión si hubiesen estado destinados en Madrid o Barcelona, por ejemplo, donde la actuación de la Guardia Civil encabezada por los mandos fue decisiva para su fracaso. 

Desde la zona gubernamental se procedió a darles de “baja definitiva en el servicio activo” en cumplimiento a lo dispuesto en el decreto de 26 de julio de 1936 por el que “se hace aplicación a la Guardia Civil de los preceptos del de la Presidencia del Consejo de Ministros de 21 de los corrientes, sobre la cesantía de todos los empleados que hubieran tenido participación en el movimiento subversivo o fueran notoriamente enemigos del Régimen”. De hecho, el teniente Ojanguren, por ejemplo, fue dado de baja por decreto de 26 de agosto de 1936. 

A su vez, en la zona sublevada se dictó el decreto-ley de 5 de diciembre siguiente, disponiendo la separación definitiva del servicio de toda clase de empleados y funcionarios, que por su conducta anterior o posterior al “Movimiento Nacional”, se considerasen contrarios a éste, cualquiera que fuera la forma en que ingresaran y la función que desempeñasen.

La Guardia Civil por su parte, fue mucho más estricta y no se limitó sólo a depurar las conductas sospechosas o manifiestamente contrarias, sino que afectó a todos sus componentes, incluidos por supuesto los pertenecientes al puesto de San Roque. 

Consecuente con ello se dictaron por la Inspección General del Cuerpo, las Circulares núm. 1, de 12 de abril de 1937, y núm. 2, fechada tres días más tarde. A ello hubo que sumar lo ordenado en la Orden Circular (reservada), de 5 de octubre de 1939, cuyo contenido y resultado serán expuestos en un próximo capítulo.

 

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