Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR" el 14 de julio de 2025, pág. 14.
El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.
Puede llamar la atención que al tratarse en el artículo anterior el primer escrito oficial por el que el jefe superior político de la provincia de Cádiz, brigadier Manuel Lassala Solera, dirigió el 8 de enero de 1845 a los alcaldes donde se habían establecido las primeras casas-cuarteles del nuevo Cuerpo de la Guardia Civil, así como los términos municipales donde se iba a prestar servicio a partir del día siguiente, apenas hiciera mención del Campo de Gibraltar.
Ello se debía principalmente a que, si bien formaba parte de la provincia gaditana, quien de verdad mandaba entonces allí y tenía la máxima responsabilidad en los principales temas de interés para la Benemérita, era el comandante general asentado en Algeciras. Es cierto que ya no se combatía militarmente contra el Reino Unido para poder recuperar la soberanía española de la colonia británica del Peñón, pero tampoco se renunciaba a aquella pequeña porción de nuestro territorio nacional.
Como ya se expuso anteriormente, la 4ª Sección de la Guardia Civil en la provincia gaditana iba a asentar inicialmente su jefatura en la ciudad de Algeciras y estaba previsto que fuera de Infantería, como las otras tres secciones desplegadas en la misma, todo ello conforme la real orden de 25 de noviembre de 1844. Sin embargo, por real orden de 20 de diciembre siguiente, se dispuso que la sección de la Guardia Civil a desplegar en el Campo de Gibraltar, fuese de Caballería, procedente de la ya establecida en la provincia de Sevilla.
Inicialmente se dispuso que el despliegue de la Guardia Civil en la provincia de Cádiz cubriera en una primera fase toda ella a excepción de su sierra, que años más tarde se terminaría por cubrir. La razón de ello no fue otra que la de ir cohesionando los efectivos disponibles en los municipios que fueran factibles. Las plantillas inicialmente aprobadas no llegaron a cubrirse en su totalidad, dado el rigor de la selección que se exigió a los aspirantes, ya que se selecciono sólo a los mejores, medida que se acreditó posteriormente como muy necesaria en el nuevo Cuerpo que tendría el honor como su principal divisa.
El duque de Ahumada tenía claro que el nuevo Cuerpo militar que se había creado, como Fuerza de Seguridad del Estado, tenía que desplegarse con firmeza y fortaleza por todo el territorio nacional, así como que el personal seleccionado debía tener una fiabilidad de honestidad y profesionalidad absoluta. Tal y como posteriormente diría la “Cartilla del Guardia Civil”, aprobada por real orden de 20 de diciembre de 1845, el honor perdido no se recuperaría jamás, es decir, no habría una segunda oportunidad para quien fuera considerado indigno de seguir perteneciendo a la Benemérita, por sus acciones u omisiones perpetradas.
Los anteriores cuerpos de carácter policial del Estado creados con anterioridad, civiles o militares, no habían llegado nunca a desplegarse por todas las provincias ni sus localidades, por grandes o pequeñas que fueran, ni habían tenido un grado de cohesión, exigencia e integridad moral y profesional como el benemérito Cuerpo que acababa de crearse. Su presencia en la provincia de Cádiz no sería precisamente una excepción y para que pudiera terminar de desplegarse por su sierra, aún tendrían que pasar algunos años.
La compleja orografía del Campo de Gibraltar y su singularidad social, que además contaba con una colonia británica empotrada en su demarcación, influyeron decisivamente en la conformación, primero de una sección de la Guardia Civil, después en una compañía, y finalmente en una comandancia, tras integrar la Benemérita en sus filas, la existente de Carabineros.
El primer jefe de aquella 4ª Sección de la Benemérita campogibraltareña, que comenzó a desplegarse a principios de 1845, fue el alférez de Caballería de la Guardia Civil Juan Morillas Casas. Es cierto que por necesidades del servicio terminó por ubicar su jefatura durante los primeros años en la población de San Roque, en vez de la de Algeciras, donde inicialmente se había previsto. Sin embargo, uno de sus puestos subordinados sí se estableció en la mentada ciudad algecireña.
Hay que significar que ésta, era entonces una ciudad muy distinta y diferente de la que hoy día conocemos, con muchísima menos población que la actualmente existente, y donde estaba ya asentada desde hacía décadas, procedente de San Roque, la máxima autoridad militar, y política realmente, del Campo de Gibraltar. No hay que olvidar que como consecuencia de la existencia de la mentada colonia británica, la cual España nunca había dejado de intentar recuperarla, existían dos comandancias generales del Ejército establecidas en la provincia, transformadas posteriormente en gobiernos militares: la de Cádiz y la del Campo de Gibraltar.
A comienzos de 1845, con la llegada y despliegue de la mentada 4ª Sección de la Guardia Civil, el comandante general asentado en Algeciras era el mariscal de campo (general de división) Juan de Lara Irigoyen, natural de Vigo (Pontevedra) y futuro ministro del Ejército. Éste había sido nombrado anteriormente, por el gobierno provisional de entonces, y por decreto de 13 de agosto de 1843, comandante general de Cádiz, sustituyendo al de igual clase Antonio Ordoñez Villanueva, que había sido nombrado “Segundo Cabo de Andalucía” en la plaza de Sevilla. Hay que significar que éste último había nacido por cierto en Algeciras y poco antes había ocupado muy brevemente la Comandancia General del Campo de Gibraltar.
El mariscal de campo Juan de Lara, transcurrido poco más de un año, y bajo otro gobierno diferente, fue nombrado comandante general del Campo de Gibraltar, relevando al teniente general Felipe Montes Flores, nacido en Cádiz. El general vigués tomó posesión de su nuevo cargo el 21 de diciembre de 1844 en una solemne ceremonia celebrada en Algeciras. Su presencia y actuación durante los primeros años de la presencia de la Guardia Civil en el Campo de Gibraltar fue fundamental. Media década después, por real decreto de 28 de enero de 1850, “atendiendo a los servicios, mérito y circunstancias”, fue nombrado capitán general de Navarra, en reemplazo del teniente general Antonio Urbiztondo Eguía, marqués de la Solana, nacido en San Sebastián (Guipúzcoa).
(Continuará).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.