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martes, 2 de diciembre de 2014

LAS INDUSTRIAS DE GUERRA EN CATALUÑA DURANTE LA GUERRA CIVIL (1936-1939).


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 312 correspondiente al mes de junio de 2008, de la Revista "ARMAS", págs. 84-90.
Los originales están ilustrados por cuatro fotografías en color y doce en blanco y negro.

Cuando el 17 de julio de 1936 comenzó la Guerra Civil española, al sublevarse la guarnición de Melilla, los establecimientos relacionados con la industria de guerra terrestre estaban a cargo del entonces Cuerpo de Artillería del Ejército.

Dichos centros consistían en el Taller de Precisión de Artillería en Madrid, el Centro de Estudios y Experiencias de “La Marañosa” (antigua Fábrica Nacional de Productos Químicos “Alfonso XIII”) en San Martín de la Vega (Madrid), el Banco de Pruebas de Armas Portátiles y sus Municiones en Eibar (Guipúzcoa) así como la Pirotecnia Militar de Sevilla, la Fábrica de Artillería de Sevilla, la Fábrica de Pólvoras y Explosivos de Granada, la Fábrica de Pólvoras de Murcia, la Fábrica de Armas Portátiles de Oviedo (Asturias), la Fábrica de Trubia (Asturias) y la Fábrica Nacional de Toledo.

Aparte de ello existían, conforme a la reorganización del Ejército dispuesta por Decreto de 25 de mayo de 1931 y sucesivas disposiciones, los Parques de Cuerpo de Ejército nº 1 de Madrid, nº 4 de Barcelona, nº 5 de Zaragoza, nº 7 de Valladolid, todos ellos con Maestranza así como los Parques divisionarios de Artillería, para el servicio de municionamiento, armamento y material de guerra, dependientes de las Divisiones orgánicas nº 1 de Madrid, nº 2 de Sevilla, nº 3 de Valencia, nº 4 de Barcelona, nº 5 de Zaragoza, nº 6 de Burgos, nº 7 de Valladolid y nº 8 de La Coruña.

El éxito o el fracaso del alzamiento militar contra el gobierno de la República determinarían inicialmente que bando controlaría cada una de las instalaciones citadas y por lo tanto se vería favorecida por su capacidad de producción para alimentar su respectiva maquinaria de guerra.

Evidentemente ello era insuficiente para abastecer y satisfacer las necesidades de ambos contendientes en el conflicto bélico que se iniciaba, debiéndose además tener en cuenta que algunas de las instalaciones y su maquinaria resultaron dañadas en las primeras semanas, bien por acciones de guerra o sabotajes.

Asimismo hay que tener en cuenta que el número de cuadros directivos y de mano de obra cualificada que trabajaba en dichos centros se vio sensiblemente mermado por las ausencias derivadas de haber estallado la rebelión militar en periodo vacacional y sobre todo por la represión ejercida en cada zona, que conllevó el encarcelamiento o fusilamiento de parte de las plantillas.

El fracaso inicial de la sublevación y el comienzo de las operaciones militares a lo largo y ancho de la geografía peninsular, provocaron que ambos bandos necesitaran recurrir a la movilización obligatoria de los reemplazos de reservistas, al alistamiento de los voluntarios y por lo tanto a la creación de numerosas nuevas unidades, a las que había de dotar de armamento portátil y pesado así como atender a su municionamiento, mantenimiento y reposición.

Para hacer frente a todo ello se procedió a aumentar la producción de las industrias de guerra que cada bando controlaba inicialmente en su respectiva zona, a crear nuevos centros y fábricas y sobretodo a importar armamento y demás material bélico, proporcionado en su mayoría por países afines a sus planteamientos ideológicos.

La situación de Cataluña.

La creación de nuevos centros y fábricas dio lugar a que por necesidades estratégicas o logísticas, éstos se ubicaran en zonas donde no había tradición armera o que simplemente carecía de aquellas en el verano de 1936.

Tal es el caso que se aborda en estas páginas. Cuando el 19 de julio de dicho año se extendió la sublevación militar a Cataluña, la industria de guerra era allí inexistente. Al contrario de lo que sucedía en Asturias, Guipúzcoa y Vizcaya, donde existían fábricas de armamento, tanto las de propiedad del Estado ya citadas como las de titularidad privada (marcas Astra, Llama, Star, etc.), así como una sólida industria pesada y siderurgia, Cataluña sólo contaba con fábricas y talleres de metalurgia y textil, además de algunas relacionadas con los sectores de la química y la minería, estando todo ello dedicado al ámbito civil.

La única empresa que fabricaba material de interés bélico al producirse el alzamiento, era la Pirotécnica Espinós, dedicada a los fuegos artificiales, que estaba ubicada en la localidad tarraconense de Reus y dirigida entonces por Juan Espinós Sotorra. Se trataban de artificios de iluminación y señales para la aviación, habiendo producido también anteriormente humos y gases especiales para usos militares. Fundada en 1868, hoy día sigue existiendo, si bien ha dejado ya de ser fabricante para dedicarse a la importación, compra, distribución y venta por todo el territorio nacional, de productos pirotécnicos diversos, así como la colaboración en el proyecto y disparo de espectáculos pirotécnicos de todo tipo.

Respecto a la Maestranza y Parque de Artillería, ubicados al norte del barrio barcelonés de San Andrés y cuyos solares están actualmente siendo objeto de un nuevo proyecto urbanístico, tras su venta al Consorcio de la Zona Franca por el Ministerio de Defensa, eran en aquel verano de 1936 las únicas instalaciones que poseían algunos medios fabriles para reparación de determinado tipo de armamento y recarga de municiones. Sin embargo, habían quedado prácticamente arrasadas tras ser bombardeadas por la aviación leal al gobierno de la República para conseguir su rendición ya que se unieron a los sublevados y además fueron seguidamente saqueadas por las milicias anarquistas y del Frente Popular.

No obstante pudo salvarse la suficiente documentación técnica como para que se pudiera, por ejemplo, emprender el proceso de fabricación de cartuchería de 7x57 mm., que empleaba el armamento tipo máuser.

La Comisión de Industrias de Guerra.

Tras aplastarse la rebelión militar en Barcelona, el sector más numeroso y revolucionario, representado por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y monopolizado por la Federación Anarquista Ibérica (FAI), se hizo prácticamente con el poder popular, que no el oficial, de casi nulo peso específico entonces, representado por Lluís Companys Jover, presidente de la Generalitat.

Inmediatamente crearon el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña, en el que también quedaron integrados desde su misma constitución, Ezquerra Republicana de Cataluña, Partido de Acció Catalana, Unió de Rabassaires, Unió Socialista de Cataluña, Partido Obrero de Unificación Marxista y Unión General de Trabajadores.

El dirigente anarcosindicalista Juan García Oliver fue nombrado jefe del Departamento de Guerra, llamado también Comité de Guerra. Este, en sus memorias “El eco de los pasos”, afirmaría que en el curso de una reunión mantenida con un reducido grupo de militares que habían permanecido leales al gobierno de la República, encabezado por el coronel de Artillería  Ricardo Jiménez de Beraza, nació la apuesta de “fabricar tanques, granadas de mano, proyectiles con espoleta, cartuchería y hasta fusiles y fusiles ametralladores”. Los militares profesionales pondrían la dirección técnica y los anarquistas, la mano de obra y los talleres incautados. Sin embargo no sería tarea fácil.

El Comité Central de Milicias Antifascistas aprobó inmediatamente la iniciativa de crear la industria de guerra bajo su propia dirección y se encargó al anarcosindicalista Eugenio Vallejo Isla que procediera a organizarla. Entusiasmo no faltaba entre los anarquistas pero el desarrollo de los acontecimientos políticos, en los que la Generalitat quería retomar su protagonismo, cambió el modo y la forma de la incipiente industria de guerra catalana.

El 31 de julio de 1936 se constituyó el primer gobierno autónomo catalán tras la sublevación militar, con el apoyo de las fuerzas republicanas de izquierdas más el recién creado Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), nacido una semana antes de la fusión de Unió Socialista de Cataluña, la Federació Catalana del PSOE, el Partit Comunista de Catalunya y el Partit Catalá Proletari.

Se creó la Consejería de Defensa que fue encomendada al teniente coronel de Infantería Felipe Díaz Sandino, destinado en el Servicio de Aviación, siendo nombrado viceconsejero el comandante de Infantería Vicente Guarner Vivanco, quien en su obra “L’aixecament militar a Catalunya i la guerra civil”, aseguraría  que se trataba de “organizar una especie de ministerio de guerra que pudiera sustituir al Comité Central de Milicias en la dirección de la lucha y en la organización de elementos”.

El coronel Jiménez de Beraza sería nombrado jefe de la Inspección General de Artillería y asesor de Industrias de Guerra. En octubre de 1934, cuando los sucesos revolucionarios de Asturias, había sido el director de la Fábrica de Armas Portátiles de Oviedo y fue condenado a muerte por no disponer que se inutilizaran centenares de ametralladoras y miles de fusiles al objeto de evitar su empleo por los revolucionarios. La sublevación militar del 18 de julio le había sorprendido en Navarra y tras huir a Francia se presentó el día 23 a las autoridades republicanas en Barcelona.

El 6 de agosto siguiente se constituyó el segundo el segundo gobierno de la Generalitat, casi idéntico al anterior (PSUC no entraría hasta el 26 de septiembre con el tercero junto a la CNT y el POUM) y una de las ideas claras del mismo era materializar la creación de un órgano que se responsabilizara de todas las actividades relacionadas con la industria de guerra. Eran necesarias armas y municiones pero nadie sabía realmente cómo y dónde fabricarlas de manera que se cumplieran los debidos requisitos técnicos de seguridad, calidad y producción. Alguien debía responsabilizarse de todo ello, dada la trascendencia de la cuestión, y ejercer el necesario control, no pudiéndose dejar en manos de partidos o sindicatos.

Consecuente con ello, la Generalitat creó por Decreto de 7 de agosto de 1936, la Comisión de Industrias de Guerra (CIG), presidida por el consejero Josep Tarradellas Joan. Publicada dicha norma el día 12 siguiente en el “Butlletí Oficial de la Generalitat” nº 225, y bajo la firma del presidente Companys, se disponía:

Para atender las necesidades del momento en orden a la lucha contra los elementos subversivos de la legalidad republicana, a propuesta del Consejero de Economía y Servicios Públicos, y de acuerdo con el Consejo Ejecutivo, decreto:

Artículo 1. Se crea la Comisión de Industria de Guerra, la cual tendrá a su cargo todas las actividades de fabricación, distribución, adquisiciones, control y experimentación técnica del material y todos los aspectos referentes a la movilización industrial.

En consecuencia dependerán de dicha Comisión todas las fábricas, talleres, laboratorios y centros de movilización industrial y experimentación técnica de armamento y material de guerra que haya sido objeto de incautación o intervención por la Generalitat a estos efectos”.

La CIG pronto comenzó a dar sus primeros pasos y se hizo realidad en buena parte. El funcionamiento de todo ello fue posible a la buena cohesión en este aspecto de tres factores: la capacidad organizativa y empresarial aportada por Ezquerra Republicana, la experiencia y conocimientos técnicos de los mandos militares profesiones así como la entrega y aportación de la mano de obra anarcosindicalista.

Al objeto de cumplir eficazmente la ingente tarea encomendada, la CIG se organizó en tres secciones: la de químicas, que se encargaría de todo lo referente a pólvoras, detonadores, explosivos, etc.; la de metalúrgicas, que trataría todo lo relacionado con armas, espoletas de las municiones, vehículos, blindajes, etc.; y la de aviación.

Las fábricas.

La Maestranza y el Parque divisionario de Artillería nº 4, que compartían las instalaciones de San Andrés, fueron reconstruidas y dotadas de la maquinaria necesaria para la instalación de cargas de bombas para la aviación, para bombas de mortero del 50 y del 81 mm. y proyectiles para lanzagranadas núm. 1, así como para la fabricación de la cartuchería máuser. Asimismo en esas instalaciones se centralizaría toda la tarea de inspección técnica militar del material fabricado por la CIG: cartuchos, fusiles, pólvora, todo tipo de bombas, supervisándose por medio de un laboratorio cebos, pólvoras y calidad de los metales.

Además, el mismo día del decreto de constitución de la CIG se procedió a dictar otro mediante el cual, “vista la necesidad de utilizar todos los elementos de la producción útiles para la fabricación de material de guerra”, se procedió a la incautación, intervención u ocupación, según necesidades y de acuerdo en cada caso con el Comité Obrero de Control, de las siguientes industrias: Sociedad Anónima Cros, Fabricación Nacional de Colorantes y Explosivos, Sociedad Electro-Química de Flix, Unión Española de Explosivos, Maquinista Terrestre y Marítima, Hispano-Suiza, Sociedad Anónima de Material para Ferrocarriles y Construcciones, Pirelli S.A., Riviere S.A., Elizalde S.A., Metales y Platería Ribera, Francisco Lacambra S.A., y G. de Andreis Metalgráfica Española. En los días siguientes dicha lista se vería aumentada.

Todos los centros incautados fueron adaptados a las nuevas necesidades de la industria bélica, instalándose la maquinaria necesaria para llevar la labor encomendada a cada uno de ellos y especializándose a sus directivos y operarios. Una vez producida la consecuente reconversión, la nueva denominación y producción de las fábricas que configuraron la industria de guerra de Cataluña, fueron las siguientes:

La F-1. Montada en Badalona, se fabricaba Octanol o Fluido de Etilo para adicionar como antidetonante a la gasolina por procesos industriales. Fue la única fábrica en la España republicana de estas características y una de las poquísimas en toda Europa. Aunque la finalidad última de ésta fábrica y su proceso fuera la obtención de dicho producto, también produjo Cloruro de Etilo y Tetraetilo para su suministro a otros laboratorios e instalaciones, donde pudieran ser tratados con los productos primarios correspondientes -plomo, sodio, dibromuro de etilo, monocloronaftalina- y ser transformados en Octanol.

La F-2. Estaba ubicada en las afueras de Barcelona. Allí se fabricaban pólvora militar y Natamita, un explosivo casi tan poderoso como la Dinamita, que se podía obtener a base de Clorato Potásico y Naftalina. También se llevó a cabo en la misma la instalación de cargas para granadas del 7'5 y del 7 así como la fabricación de Mecha, un accesorio importante para la Natamita, de los tipos corriente y especial, destinada a bombas de mano, cañones, minería y fortificaciones.

La F-3. Estaba instalada en Barcelona y se dedicaba a la fabricación de explosivos, especialmente de Trilita o Tetranitrometilanilina, un explosivo que se obtenía mediante la nitración de una solución de Metilanilina y ácido sulfúrico, y que se empleaba en la carga de granadas y torpedos así como en la producción de cartuchos y mechas rápidas.

La F-4. Situada principalmente en la localidad de La Canya, próxima a Olot (Girona) y por lo tanto a la frontera francesa, se dedicaba  a la fabricación de celulosa, una materia prima básica para la fabricación de pólvora, y componente importante de otros explosivos.

La F-5. Se ubicó en la pequeña localidad pirenáica de Queralbs, irenaica cercana a Ribes de Fresser, en la provincia de Girona y también próxima a la frontera francesa. Estaba dedicada a la fabricación de gases tóxicos, tales como la Adamsita, la Cloropicrina, el Fosgeno, y la Yperita, significándose que la idea gubernamental y de la CIG era realizar su empleo sólo en caso de que el bando contrario los utilizara en primer lugar, situación que finalmente no llegó a darse en la Guerra Civil española.

La F-6. Comenzó a montarse junto a la pequeña población de Orís, cerca de Torelló en el norte de la provincia de Barcelona, estaba prevista también para la fabricación de gases tóxicos, si bien nunca llegó a entrar en funcionamiento ya que el proyecto fue definitivamente cancelado al considerarse que era suficiente con la producción de la F-5.

La F-7. Además de una red de fábricas y talleres repartidos entre Barcelona, Sabadell y Badalona, dedicados a la fabricación de vainas y balas para la cartuchería de 7x57 mm., utilizada por el armamento tipo máuser, se instaló en Barcelona una fábrica bajo tal denominación al objeto de producir dicha munición así como a partir de mayo de 1938, la correspondiente al cartucho de 7’62x54R mm., como consecuencia del abundante armamento de origen ruso que había recibido el bando republicano.

La F-8. Situada en Hospitalet de Llobregat, se dedicaba a la fabricación de pirotecnia y explosivos. Concretamente producía varios tipos de cohetes y bombas: cohetes de señales rojos, verdes y amarillos; cohetes de iluminación números 0 y 1; cohetes terrestres números 3 y 4; cohetes de aviación números 3 y 4, así como bombas.

La F-9. Tenía sus instalaciones en Barcelona y estaba destinada a la carga de bombas de mano del tipo “Universal”. Hay que resaltar que en la misma se sufrieron varios accidentes graves mientras los operarios manipulaban las granadas arrojando una cifra de 16 muertos y una docena de heridos.

La F-10. Repartidas entre las localidades barcelonesas de Cardona y Suria, se dedicaban a la producción de clorato potásico y de bromo, respectivamente.

La F-11. Sita en Gramanet del Besós, proxima a Barcelona capital, tenía por finalidad la producción de fulminato de mercurio, que se trataba de una materia básica, en pequeñas proporciones, para la carga de cebo-detonadores y para espoletas de una gran variedad de proyectiles explosivos, tales como granadas de mortero de 50 y 81 mm., granadas de mano, bombas de aviación, etc., así como también fabricación completa de cartuchería de 7 mm. máuser.

La F-12. Ubicada a las afueras de Gerona capital, se dedicó, al igual que la F-7, a la fabricación de cartuchería de 7 mm. máuser y posteriormente también de la del 7’62 mm. ruso.

La F-13. Situada en los alrededores de Gualba (Barcelona), su objetivo era la fabricación de pólvora y explosivos, pero fue tal el cúmulo de problemas de toda índole y despropósitos padecidos que no llegó a entrar en producción.

La F-14. Montada en la carretera de Sarriá, contaba con el apoyo de una red fabril de 26 pequeñas fábricas y talleres que trabajaban las ametralladoras Hotchkiss y Colt, así como las “carabinas ametralladoras” Labora y las pistolas Ascaso. En ella se fabricaban granadas rompedoras del 10´5 y el 15´5 y su producción se especializó en armas tales como la “ametralladora” Fontbernat, el “fusil ametrallador” Schmeisser y el fusil Olot.

La F-15. Montada en Olot sobre un núcleo de pequeñas empresas que se especializó inicialmente en la fabricación de granadas y cartuchería, comenzó a preparar la producción de piezas de la citada Fontbernat, también llamada “pistola-ametralladora”, si bien finalmente no llegó a fabricarse en serie, limitándose a un pequeño número de unidades.

Tras una serie de acontecimientos, cambios y decisiones gubernamentales, que ya se expusieron en ARMAS núm. 308, cuando se abordó precisamente la fabricación de las pistolas Ascaso, esta quincena de fábricas bélicas que eran propiedad de la Generalitat, cambiaron su numeración y pasaron, por Decreto de 16 de agosto de 1938, a ser controladas por la Subsecretaría de Armamento y Municiones del Ministerio de Defensa republicano, con el supuesto y teórico fin de garantizar que toda la producción de armamento en la zona republicana siguiera una única directriz y se alcanzara una mejor calidad y mayor productividad, algo que posteriormente y a la vista del contenido de los dos libros recientemente publicados, parece ser no coincidió con la realidad.

Libro y tesis doctoral.

El conocimiento que se tenía sobre la industria de guerra de Cataluña durante la Guerra Civil y por lo tanto sobre la producción de armamento en ese periodo ha variado sustancial y positivamente gracias a la publicación en octubre de 2007, por Pagès Editors, de los informes que emitió Josep Tarradellas como presidente de la CIG (ver ARMAS núm. 308), complementado ahora en profundidad con la nueva obra “Tarradellas y la industria de guerra de Cataluña (1936-1939)”, publicada en castellano en enero de 2008 por Editorial Milenio.

Este nuevo libro, que puede calificarse de gran interés para los estudiosos y aficionados en esta materia de producción bélica, cuenta con 185 páginas y está ilustrado por una selecta colección fotográfica inédita, de la que este artículo ofrece una pequeña representación, y que se añade a la publicada en la anterior obra, procedente también de los magníficos fondos del Archivo “Monserrat Tarradellas i Macià”, ubicado en el monasterio tarraconense de Poblet. Puede adquirirse directamente en Internet a través de la web del editor –www.edmilenio.com- por el precio de 15 euros más gastos de envío a domicilio.

Su autor es el doctor en historia Francisco Javier de Madariaga Fernández, introductor de la anterior obra, y que puede considerarse como la voz más autorizada en la materia, pues no en vano su brillante tesis doctoral, presentada en el año 2003 en la Universidad Rovira i Virgili, bajo la dirección del profesor Josep Sánchez Cervelló, prologuista del nuevo libro, tuvo por título “Las Industrias de Guerra de Cataluña durante la Guerra Civil”, habiendo obtenido la máxima calificación académica.

Nota. Se agradece expresamente la inestimable colaboración prestada por Nuria Jordana de Editorial Milenio.


1 comentario:

  1. Estoy intentando averiguar donde/cuando fallece el Sr. Jiménez de la Beraza, ¿tiene usted alguna noticia de este hecho?

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