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martes, 18 de febrero de 2014

GADITANOS EN EL RECUERDO. HACE 75 AÑOS, EN AQUELLAS LEJANAS TIERRAS ...


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el "DIARIO DE CADIZ" del 23 de abril de 2001, págs. 16-17. 
El original está ilustrado con tres fotografías en blanco y negro.

Introducción.

La provincia de Cádiz, cuna de militares y marinos, siempre fue generosa en ofrendar a sus hijos en cuantas empresas se embarcó España a lo largo de los siglos. 

Las Américas, Filipinas, Marruecos, Guinea, etc., serían gloriosos testigos de ello. Si bien la Historia ha recogido las gestas de sus más bravos generales y almirantes, existen otros gaditanos anónimos, soldados y marineros, que con su sacrificio contribuyeron a hacerlas posibles.

Esta es la historia de uno de ellos, el joven guardia civil 2º de infantería Juan Gallardo Saldaña, natural de Paterna de la Rivera y vecino sucesivamente de Alcalá de los Gazules, Jerez de la Frontera y Cádiz, cuya muerte aconteció hace ahora 75 años en Marruecos.

Desde entonces sus restos descansan en el cementerio de Melilla bajo una gran losa de mármol sobre la que está esculpido el siguiente epitafio:

"D.E.P., Juan Gallardo Saldaña, Guardia Civil que dio su vida por la Patria en el Campamento de Tarfesit, el 27 de diciembre de 1925. Los Jefes, Oficiales e Individuos de la Comandancia de Marruecos, orgullosos de su valeroso proceder, dedicaron sencillo homenaje a su memoria".


Infancia y juventud gaditana.


Juan Gallardo Saldaña nació el 24 de abril de 1893 en Paterna de Rivera, entonces partido judicial de Medina-Sidonia. La verdad es que poco se sabe de su familia y sus padres, salvo que se llamaban Manuel Gallardo Medina e Isabel Saldaña Aguilar. Hasta 1903 estuvieron viviendo entre Paterna de la Rivera y Alcalá de los Gazules. A partir de ese año se trasladaron a vivir a Jerez de la Frontera, fijando su domicilio en el número 31 de la calle Campanas.

Cuando con 19 años de edad estaba aprendiendo el oficio de carpintero, fue filiado por su ayuntamiento como quinto del reemplazo de 1914, ingresando poco después como artillero 21, en la 4ª Batería de la Comandancia de Cádiz.

Al año siguiente ascendería a Cabo y continuaría su servicio militar en la misma unidad. Hecho a la milicia se decidiría a continuar profesionalmente en ella, solicitando su ingreso en la Guardia Civil.

Contaba con 23 años de edad, cuando fue convocado a examen en el acuartelamiento capitalino del benemérito Instituto, sito por aquel entonces en el número 1 de la calle Barrocal, en donde superaría con éxito las correspondientes pruebas.

Conforme a las normas de la época sería nuevamente tallado dando una estatura de 1'682 metros, que era superior a la media de entonces. Dicha talla fue llevada a cabo por el guardia 1º Miguel Soler Torrejón en presencia del teniente coronel Pedro Jiménez Topete, primer jefe de la Comandancia de la Guardia Civil gaditana.

Asimismo fueron satisfactorios los tradicionales y eficaces informes reservados que se practicaron sobre su conducta y la de su familia, emitidos por el sargento Rogelio Sarroche Bonillo, comandante del Puesto de Medina-Sidonia (al que pertenecía la localidad de Alcalá de los Gazules); el Guardia 2º Francisco García Candón, comandante del Puesto de Paterna de Rivera así como del sargento comandante del de Jerez de la Frontera, que contaban todos ellos con los correspondientes VºBº de sus tenientes jefes de Línea.

Finalmente y tras la cumplimentación de todos esos trámites, se le concedería por real orden de 20 de diciembre de 1917, el ingreso en la Guardia Civil siendo destinado inicialmente a la denominada Comandancia del Oeste ubicada en Barcelona.

En el mes de marzo de 1920 pudo pasar a la de Cádiz en donde permaneció prestando el servicio peculiar del Instituto hasta que cinco años después marchó concentrado, con carácter voluntario, a la Comandancia de la Guardia Civil de Marruecos, siendo agregado a la 3º Compañía (Melilla) para prestar servicio de campaña.


La Guardia Civil en Marruecos.


La presencia de la Guardia Civil en Marruecos había sido desde mediados del siglo XIX muy diversa y variable. Ya en septiembre de 1859, fuerzas del Instituto se habían unido en el puerto de Algeciras, al denominado "Cuerpo de Observación sobre la costa de Africa" que terminaría cruzando el estrecho para protagonizar la llamada Guerra de Africa que finalizaría en abril del año siguiente mediante la firma del Tratado de Paz de Tetuán.

Posteriormente, en octubre de 1893, una sección del Instituto acompañaría al denominado "Ejército de Operaciones en Africa", que fue enviado desde la Península con ocasión de los graves sucesos acontecidos en Melilla.

Terminada la campaña se dispuso en marzo de 1894 el regreso del grueso de las fuerzas expedicionarias, salvo una parte que se quedaría para reforzar la guarnición de la plaza, fijándose también que permaneciera una sección del Instituto.

Poco después una real orden de 22 de septiembre de 1896 aprobaría su presencia fija en Melilla dependiente de la Comandancia de Málaga, mientras que otra disposición dictada el 1 de julio de 1898 creaba una sección similar en Ceuta, que a su vez lo haría de la de Cádiz.

Posteriormente sus orgánicas fueron evolucionando en función de la situación militar y política de la zona, alcanzando entidad de compañía, comandancia e incluso tercio para volver otra vez a disminuir de nivel y pasar a depender nuevamente de Cádiz y Málaga hasta que se estabilizaron en la situación actual.

En 1925, la Comandancia de Marruecos, que había sido creada por real orden de 25 de marzo de 1919, era mandada desde Ceuta por el teniente coronel José Aranguren Roldán (quien siendo general terminaría muriendo fusilado en Barcelona el 21 de abril de 1939). 

Se componía entonces de 4 compañías de infantería (Ceuta, Tetuán, Melilla y Larache) y 1 escuadrón de caballería (Ceuta-Tetuán). Las compañías de Melilla y Larache contaban además con una sección de caballería.

Las bajas de los heridos o enfermos y las necesidades de reforzar el servicio de campaña o de policía militar requerido por las unidades expedicionarias del Ejército en Marruecos, eran cubiertas por personal concentrado de las comandancias peninsulares.


El ataque a Tarfesit.


En el mes de julio de 1921 el Ejército Español había sufrido en Annual el mayor desastre militar de su historia en Marruecos. Cerca de 8.000 soldados perdieron la vida a manos de las cábilas rifeñas rebeldes que en su explotación del éxito llegaron hasta los arrabales de Melilla.

Sin embargo cuatro años más tarde la situación era bien distinta y la suerte del cabecilla Abd-el-Krim, había cambiado de signo. 

Durante el mes de septiembre de 1925 se había llevado bajo el mando del general jerezano Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, el desembarco de fuerzas españolas en las playas de la bahía de Alhucemas y su avance sería ya imparable.

El campamento militar de Tarfesit estaba situado en una zona próxima a Melilla, encontrándose en el mismo un pequeño destacamento de guardias civiles que prestaban servicio de campaña a las unidades del Ejército allí estacionadas.

Aunque las fuerzas españolas iban avanzando victoriosamente, se seguían produciendo ataques aislados por parte de las cábilas rifeñas rebeldes. Dichas acciones solían realizarse buscando la sorpresa y aprovechando el amparo que brindaba la oscuridad de la noche.

Así cuando tan sólo hacía media hora que había comenzado el día 27 de diciembre de 1925 y reinaba la calma en el campamento, el silencio de la noche se vio roto por el estampido de un disparo de cañón y el estruendo causado por la explosión del proyectil al impactar en sus proximidades.

Era la señal del inicio de un ataque rifeño. Inmediatamente los guardias civiles y los soldados se prestaron a la defensa respondiendo al fuego enemigo.

El cañón volvió a tronar y esta vez el disparo cayó en el interior del campamento. La mala fortuna quiso que uno de los cascos de metralla segara brutalmente la vida del guardia civil Juan Gallardo Saldaña, quien había sido uno de los primeros defensores en tomar su fusil máuser y hacer fuego en dirección a los fogonazos de los atacantes.

Cesado el ataque se procedió al recuento de las bajas comprobándose que la única mortal era el joven gaditano. Sus compañeros no pudieron hacer nada por salvar su vida ya que la metralla había desgarrado su cuerpo. 

Al amanecer se evacuaron sus restos a Melilla, en donde en la mañana del día 29 recibieron cristiana sepultura, siéndole rendidos los honores militares correspondientes.

El comandante general de la plaza envió un telegrama urgente al teniente coronel jefe de la Comandancia de Marruecos informándole de lo sucedido, y éste remitió a su vez otro, en idéntico sentido, al director general del Instituto, que por aquel entonces era el teniente general Ricardo Burguete Lana.

Por su parte, el teniente Germán Corral Castro, encargado de la compañía de Melilla, procedía a participar por escrito dicha novedad tanto al superior centro directivo como al teniente coronel Antonio Lozano Díaz, jefe de la Comandancia de Cádiz.

Dado que el guardia 2º Gallardo era de estado soltero y no había otorgado testamento, se procedió a incoar por el teniente Eusebio Martínez Izquierdo, auxiliado por el sargento Carlos Guillén Esteban, ambos pertenecientes a la compañía de Melilla, el oportuno expediente de abintestato.

La Comandancia de Marruecos, que siempre honró a sus muertos, encargó para perpetuar su memoria y reconocer su servicio prestado a España, una gran lápida de mármol blanco con la inscripción detallada al inicio de estas líneas.


Epílogo.


El boletín oficial de la Guardia Civil nº 1 de 1926 dedicaría al benemérito gaditano, entre otras, las siguientes palabras: 

"... Gallardo murió, murió en el acto, murió como los buenos, en el campo del peligro, en el campo del honor. Sus restos fueron trasladados a Melilla e inhumado en el cementerio de aquella población, donde tantos héroes reposan, mezclados entre aquellos, por ser uno más de los que sin distinción de uniforme, Cuerpo, ni procedencia, juraron defender su Bandera hasta perder la última gota de su sangre. ¡Nos honró!, ...".

Setenta y cinco años después, el mármol de la tumba del guardia civil Juan Gallardo Saldaña sigue estando impoluto y desde entonces cada año, la Comandancia de Melilla, hija de aquella de Marruecos, sigue depositando en memoria de este bizarro gaditano una ofrenda floral.

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