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miércoles, 31 de julio de 2019

PILAR GABRIELA OSUNA BENAVENTE (1961-2019).


Obituario escrito por Jesús Núñez, publicado en "EUROPA SUR", el 25 de julio de 2019, pág. 11.


El pasado martes falleció en un centro sanitario de Los Barrios, Pilar Gabriela Osuna Benavente, de 57 años de edad. Una persona que no es que fuera buena, sino que era lo siguiente a buena, y mucho más que eso.

Murió a causa de una enfermedad contra la que luchó sin tregua ni descanso, pero en silencio, muy en silencio, sin molestar a nadie ni decir nada a nadie. Así era ella, así fue su vida y así ha sido para todas las personas que la conocíamos.

En estos tiempos que tanto se pone en valor el empoderamiento de la mujer, puede decirse que Pilar era una mujer empoderada desde décadas antes de que ese concepto comenzara a circular por nuestras redes. Su pequeña figura, aparentemente frágil contenía en su interior a una mujer fuerte, muy fuerte y valiente, muy valiente, de esas que nunca se rinden ante la adversidad, pero discreta, muy discreta. Así era Pilar.

Nacida en Ceuta formaba actualmente parte del cuadro docente de un colegio algecireño. Cursó sus estudios universitarios en la Universidad de Granada en Ceuta, en la UNED y en la Universidad Complutense de Madrid. Su inagotable espíritu de superación le llevó a alcanzar en 1998 el doctorado con su tesis “Educación y Sociedad en Melilla durante el Primer Tercio del Siglo XX, que obtuvo la calificación de sobresaliente “cum laude”.

Siempre muy vinculada a Algeciras, fue asesora de formación del profesorado de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía entre 2003 y 2012. Compatibilizaba su trabajo con su torrencial inquietud intelectual y profesional, siendo autora de diversos trabajos de investigación pedagógica, algunos de los cuales llegó a presentar en congresos internacionales de educación.

Además de maestra de educación infantil en Melilla y Algeciras lo fue también durante varios años en el colegio español “Ramón y Cajal” de nuestra vecina ciudad marroquí de Tánger.

Sus últimas investigaciones la habían adentrado en la recuperación de la memoria histórica familiar, dando lugar a la reciente publicación de dos interesantísimos libros. El primero se titula “Familia Osuna Pineda de Lucena (Córdoba). Siglos XVIII-XIX-XX. Semblanzas de sus miembros y árbol genealógico”.

Y la segunda obra, que también constituye un riguroso trabajo de investigación, es “D. José Osuna Pineda (1874-1939). Vida y obra de un ilustrado e ilustre miembro de la Guardia Civil”. Se trata de la biografía de su tío bisabuelo, uno de los oficiales más brillantes e intelectuales que tuvo la Benemérita en el primer tercio del siglo XX y autor de la letra del himno del Cuerpo. Miembro de la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, fue autor de una docena de libros sobre temáticas principalmente relacionadas con vicisitudes históricas y gloriosas de la Guardia Civil, su experiencia en la Policía de Colombia, la técnica e investigación policial, criptografía y tipología delincuencial, amén de impartir numerosas conferencias y publicar casi trescientos artículos en diferentes medios de comunicación, incluida una comedia.

Precisamente fue la enfermedad la que impidió a Pilar asistir al emotivo homenaje que la Comandancia de la Guardia Civil de Córdoba rindió el pasado 20 de junio a su tío bisabuelo, en el cementerio de Nuestra Señora de la Salud, al cumplirse ese día 80 años de su fallecimiento.

También, la pronta despedida de Pilar ha truncado el acto de presentación de dicha biografía, previsto en el Campo de Gibraltar, enmarcado dentro de las actividades conmemorativas del 175 aniversario de la fundación de la Guardia Civil que viene celebrando la Comandancia de Algeciras a lo largo de todo este año. 

Huérfana no hace mucho de padre, sea todo nuestro cariño, afecto y recuerdo para su madre Inés y su hermano Rafael. 


lunes, 29 de julio de 2019

LA GUARDIA CIVIL EN LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN (XXIII). LAS RAZONES DE LA CARTA DEL CORONEL CANO AL MINISTRO DE HACIENDA (1960).

CLXXV Aniversario Fundación Guardia Civil (1844-2019).


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 17, el 22 de julio de 2019.

El original contiene una fotografía en blanco y negro.


El capítulo anterior finalizaba con el contenido de la inédita pero contundente y explícita carta del coronel Buenaventura Cano Portal dirigida el 23 de septiembre de 1960, al ministro de Hacienda.
El jefe del 37º Tercio de la Guardia Civil de Málaga, del cual dependía la 337ª Comandancia de Algeciras, concluía proponiendo que la donación o subvención para posibilitar el proyecto de construcción de la nueva casa-cuartel, pudiera ser solicitada directamente por el alcalde de La Línea de La Concepción, con informe del general gobernador militar del Campo de Gibraltar. Bien merece ser reproducido el párrafo con el que se despedía: 
“No es conducto muy regular el que esta petición se formule en Nota y directamente a ese Ministerio; aún cuando el Coronel Jefe del Tercio que la formula cuenta con la aprobación del Director General del Cuerpo; pero es la necesidad acuciante de suprimir la razón principal que tienen sus subordinados para prevaricar y no cumplir con el deber fiscal que les está encomendado en aquella zona, la que obliga a hacerlo por este procedimiento y directamente en gracia al enorme bienestar que proporcionaría moral y materialmente a sus subordinados y que la responsabilidad del mando le hace acudir por estas razones en esta forma poco correcta y nada viable, por la que solicita le sea dispensado el procedimiento”.
Ya con el Duque de Ahumada, se había dictado, el 4 de enero de 1845, la primera norma al respecto. Aquella real orden decía: “La Guardia Civil, en el curso ordinario de su servicio, debe perseguir con el mayor celo, vigilancia, actividad y sobre todo pureza, cuantos fraudes se cometan contra las Reales órdenes vigentes, relativas al contrabando.” Y como se era plenamente consciente de que el contrabandista siempre intenta corromper a quien tenía la responsabilidad de perseguirle, se continuaba advirtiendo que “la menor sospecha de soborno” sería castigada “del modo más público, ejemplar y severo posible”.
Aunque entonces existía, y desde 1829, el Cuerpo de Carabineros, cuya misión principal era la persecución del contrabando, la Guardia Civil, dado su vasto despliegue territorial por toda la nación, tenía la obligación de aprehender el contrabando que se encontrara durante la prestación de su servicio peculiar de seguridad pública.
El lema de Carabinerosera “Moralidad, lealtad, valor y disciplina” y el de la Guardia Civil, “El honor es mi divisa”, basado en el artículo primero de su “Cartilla”, donde dejaba firmemente asentado que el guardia civil debía mantenerlo sin mancha, pues una vez perdido, no se recobraba jamás.
Ambas instituciones, beneméritas y militares, castigaban con el máximo rigor y ejemplaridad a aquellos de sus miembros que se corrompían. Bien es cierto que en proporción a los que cumplían abnegada y honestamente con su deber, no era un porcentaje significativo, y más si se comparaba con el resto de colectivos.
Pero la verdad es que el Campo de Gibraltar en general, y La Línea en particular, debido al contrabando que se generaba desde la colonia británica del Peñón, había llevado a esa “ruina familiar” que mencionaba el coronel Cano, a no pocos carabineros y guardias civiles que no supieron mantener su moralidad u honor sin mancha.
De hecho, sirva como referencia que en 1908, de las 31 Comandancias que tenía entonces el Cuerpo de Carabineros, la de Algeciras, junto a las de Estepona, Málaga y Mallorca, así como la primera línea de Cádiz, primera y segunda compañía de Gerona, compañía del Bidasoa de Guipúzcoa, cuarta de Huelva y primera de Lérida, estaban consideradas como de “servicio de fatiga”. Las penalidades que se sufrían en la prestación del servicio eran tales, que transcurrido cierto tiempo, sus componentes tenían derecho preferente en las solicitudes de traslados a otros destinos.
Ejemplo de ello, respecto a esa penosidad que también sufría la Guardia Civil, ya fue expuesto en el capítulo VII de esta serie, cuando el teniente coronel González de Escandón, en un extenso informe fechado el 13 de junio de 1910, exponía con toda crudeza a su director general, la corrupción de algunos guardias del puesto de La Línea, sus causas y su propuesta de ejemplar expulsión.
Tras explicar detalladamente la práctica del servicio y los medios empleados así como los refuerzos que serían necesarios, no dejaba también de expresar con preocupación, “lo perjudicial que en la práctica resultan estos servicios para la honorabilidad y prestigio del Cuerpo, cuyos individuos por buenos que sean en general, no están exentos, algunos de ellos, de la tentación de prevaricar, tentación que constantemente les acecha y asedia en un servicio en que a cada minuto están presenciando actos ilícitos, y la ocasión de tomar parte en ellos es continua, no bastando la mayor vigilancia para impedirlo y dando lugar a sucesos como el que doy cuenta a V.E. con esta fecha, proponiéndole la expulsión de cuatro individuos de buenísimos antecedentes que en otro puesto y servicio hubieran continuado siendo excelentes Guardias Civiles”.
Concluía proponiendo que el servicio en la zona de la Verja con la colonia británica de Gibraltar lo prestase solamente la fuerza del Cuerpo de Carabineros, que tenía como principal cometido la persecución del contrabando.
Treinta años después eran absorbidos por la Guardia Civil que pasó a asumir las funciones de persecución del contrabando, por lo que todas aquellas penalidades que los mandos de la Benemérita querían evitar a sus hombres, también desembarcaron con toda su crudeza en el Cuerpo que fundara el Duque de Ahumada en 1844, hace ya 175 años.
En 1960, transcurridos veinte años desde que la Guardia Civil viniese realizando en La Línea las antiguas funciones de Carabineros, procediendo todavía parte de sus efectivos del desaparecido Cuerpo, la situación no sólo no había mejorado, sino que había empeorado.
El sueldo mensual de un guardia civil apenas llegaba a tres mil pesetas y el alquiler de vivienda en la Línea le costaba más de dos mil por lo que tenía que vivir con su familia en la más absoluta austeridad. Eran tiempos en los que no tenía posibilidad legal de vivir fuera del término municipal donde se hallaba destinado ni tenía capacidad económica para comprar un vehículo con el que desplazarse al lugar donde prestaba servicio.
Y los “privilegiados” que habitaban en las pequeñas casas-cuarteles, lo hacían en unas condiciones realmente deplorables, siendo por ello muy necesaria la construcción de un nuevo acuartelamiento de grandes dimensiones.
Ello no sólo suponía dar por fin una vivienda digna a aquél centenar y medio de guardias civiles junto a sus familias, numerosas con frecuencia, sino tal y como exponía el coronel Cano al ministro de Hacienda, eliminar la principal causa de corrupción entre algunos de aquellos.
Quien manchaba su honor, facilitando expresamente el contrabando, era castigado con todo rigor, siendo expulsado del Cuerpo con la consiguiente ruina familiar. La disciplina era muy severa y cuando se se aprehendía un contrabando, todo el personal que estuviera de servicio por donde se sospechaba que había entrado, aunque no estuviera implicado, era arrestado sin distinción de empleo, fuera oficial, suboficial, cabo o guardia.

miércoles, 17 de julio de 2019

LA GUARDIA CIVIL EN LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN (XXII). LA DURA PERO SINCERA CARTA DEL CORONEL CANO AL MINISTRO DE HACIENDA (1960).

CLXXV Aniversario Fundación Guardia Civil (1844-2019).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 10, el 15 de julio de 2019.

El original contiene una fotografía en blanco y negro.

El 18 de agosto de 1944 en la notaria de Alfredo Sosa Pérez, de La Línea de la Concepción, se procedió a formalizar escritura de cesión gratuita del solar acordado en la calle Jardines, a la Dirección General de la Guardia Civil. Firmaron el alcalde Lutgardo Macías López y el teniente coronel Manuel Sanmartin Rives, jefe de la 337ª Comandancia Mixta (Algeciras).
Era la primera vez, desde la creación del municipio en 1870, que la Benemérita disponía en La Línea de un terreno para que el Estado construyera un acuartelamiento de gran capacidad. Sin embargo, el Estado seguía sin recursos para su construcción.
A pesar de las numerosas gestiones que desde muy diversas instancias se practicaron, tan penosa situación se fue prolongando en el tiempo otra década más sin éxito alguno. Fue agudizándose cada vez más el grave problema de carecer, tanto de dependencias oficiales como de unas viviendas dignas para la numerosa plantilla destinada en el municipio.
Se continuaba con la destartalada casa-cuartel de la calle Jardines, próxima a cumplir ya cinco décadas de uso como puesto de la Guardia Civil de la residencia, así como con las procedentes del antiguo Cuerpo de Carabineros, cuyo estado general era incluso peor que aquella.
Mientras tanto, el 25 de octubre de 1955, dado que se continuaba sin proyecto alguno de construcción del tan necesitado acuartelamiento de grandes dimensiones, el teniente coronel Rodrigo Gayet Girval, jefe de la 337ª Comandancia (Algeciras), con el visto bueno de su Dirección General, propuso al Ayuntamiento permutar el solar escriturado en 1944 por un nuevo solar de dimensiones algo menores y mejor situado.
La corporación municipal, tras los estudios correspondientes, aprobó la propuesta en el pleno celebrado el 2 de julio de 1956. Se trataba de un terreno de 4.000 m², que fue adquirido por importe de 160.000 pesetas, mediante escritura de fecha 30 de abril de 1957 al Ministerio del Ejército. Estaba ubicado en la parte posterior de la comandancia militar de La Línea y su frontal daba a la entonces denominada Avenida Héroes del Alcázar de Toledo, hoy Avenida de La Banqueta. Se trataba del solar que ocupa la casa-cuartel actual.
Sin embargo, llegado ya el año 1960 y viéndose que el proyecto de construcción seguía bloqueado por falta de recursos económicos suficientes, el coronel Buenaventura Cano Portal, jefe del 37º Tercio (Málaga),fue autorizado por su director general, el teniente general Antonio Alcubilla Pérez, para elevar directamente al ministro de Hacienda, Mariano Navarro Rubio, una petición muy especial. 
Fechado el 23 de septiembre, le expuso, contundente pero muy sinceramente, la deplorable y delicada situación en que tenían que vivir los guardias civiles con sus familias en La Línea, solicitando su imprescincible apoyo para conseguir la urgente financiación del proyecto.
Por la Benémerita se habían expuesto ya las necesidades del futuro acuartelamiento. Por una parte estaban las dependencias oficiales para los dos capitanes jefes de las dos compañías cuyas cabeceras estaban entonces ubicadas en La Línea, una en la Aduana y otra en La Atunara, así como las de los cuatro oficiales jefes de las líneas/secciones encuadradas en aquellas y las de sus seis suboficiales comandantes de puesto, amén del resto de oficinas y demás instalaciones propias para el desempeño de los cometidos propios del Cuerpo. 
Por otra parte, estaban las viviendas para los guardias civiles y sus familias, proponiéndose la construcción de 5 pabellones para oficiales, 10 para suboficiales y 120 para cabos y guardias civiles casados así como dormitorios para otros 20 solteros.
Posteriormente, por la Sección de Obras de la Dirección General, el número total de pabellones para casados se redujo a 100, que junto a las dependencias oficiales ya citadas suponía un coste de quince millones de pesetas, pero se amplió el edificio de dormitorios para solteros hasta 52 plazas, elevándose el presupuesto en un millón de pesetas más.
Conforme a la normativa vigente de la época, el 90% lo debía abonar la Guardia Civil, con la colaboración del Instituto Nacional de la Vivienda, del capítulo correspondiente del Ministerio de la Gobernación, y del 10% restante debía hacerse cargo el Ayuntamiento. Es decir, 1.600.000 pesetas. 
Es a partir de ese momento, cuando el coronel Cano entró directa, clara y sinceramente en materia. Primero afirmó que, “cualquiera que conozca la población de La Línea de la Concepción y las posibilidades de dicho Ayuntamiento comprende que a éste le es imposible”.
Seguidamente expuso que “con gran sacrificio”, la corporación municipal que tenía agotado el crédito de anticipo en el Banco Local, sólo podría aportar 600.000 pesetas pagaderas en dos anualidades.
Como de los 152 guardias civiles a alojar en dicha casa-cuartel, “más de 100 prestan sus servicios en su calidad de Guardería Fiscal” en la Verja y la aduana con la colonia británica de Gibraltar, “el referido Ayuntamiento cree que es justo que puesto que estos Guardias se encuentran al servicio de la Hacienda, sea este Ministerio quien en gracia a este motivo, le ayude a la aportación que tiene que entregar, facilitándole el 1.000.000 de pesetas que le resta; bien como subvención para este objeto o bien como donación”.
Y una vez dicho esto, el coronel Cano prosiguió de forma muy explícita, contundente y sincera, como siempre han sido los informes de la Guardia Civil, a dejar muy claras las cosas. Aseguró que “es urgente e imprescindible dar solución al logro del pago de la aportación total por parte del Ayuntamiento; ya que materialmente ni moralmente puede continuar la fuerza de la Guardia Civil en su situación actual.”
Pero no se contentó con afirmarlo sino que procedió a detallar con toda minuciosidad la lamentable realidad que sufrían los guardias civiles destinados en La Línea: “Las clases y Guardias viven como pueden en forma de realquilados con precios exhorbitantes de alquiler en relación a la paga que perciben; en casas particulares, la inmensa mayoría casas de los propios contrabandistas en cuyo ambiente de inmoralidad viven ellos, sus mujeres y sus propios hijos y es infrahumano el pedir a estos modestos funcionarios del Estado que en su labor fiscal se mantengan con la honradez y moralidad que es necesario para desempeñar su función fiscalizadora en un puesto donde tanto peligro exige el cumplimiento del deber”.
El coronel Cano, continuó aún más explícito todavía, asegurando que “no basta la vigilancia de Jefes y Oficiales, no bastan los duros castigos que se imponen para el que prevarica, no bastan las expulsiones del Cuerpo que llevan consigo la ruina familiar del causante; que si lo es y prevarica es más debido al ambiente en que vive él y su familia. El acuartelamiento le daría una casa confortable y gratuita, y sobre todo le apartaría de este ambiente y del constante trabajo que sobre su conciencia ejercen los contrabandistas para que deje de cumplir con su deber en beneficio de quien como medio de vida tiene la defraudación y el contrabando”.

(Continuará).

LIBRO: "D. JOSÉ OSUNA PINEDA (1874-1939). VIDA Y OBRA DE UN ILUSTRADO E ILUSTRE MIEMBRO DE LA GUARDIA CIVIL."


Recensión escrita por Jesús Núñez y publicado en el Diario Digital "BENEMÉRITA AL DÍA", el 15 de julio de 2019.

El original contiene una reproducción de la portada del libro.


En un año durante el que la Guardia Civil viene conmemorando los 175 años de su Fundación es muy de agradecer la publicación de libros que pongan en valor al benemérito Instituto y a aquellos de sus miembros que contribuyeron a prestigiarlo.

Este es el caso de la reciente y documentada biografía dedicada al coronel José Osuna Pineda, natural de Lucena (Córdoba), uno de los oficiales más brillantes que tuvo la Guardia Civil en el primer tercio del siglo XX y autor de la letra del himno del Cuerpo.

Su autora es Pilar Gabriela Osuna Benavente, sobrina biznieta del biografiado. No sólo ha hecho un notable ejercicio de recuperación de la memoria histórica personal, familiar y profesional de su antepasado, sino que también, dada su brillante formación académica como doctora en ciencias de la educación, ha estructurado la obra de forma muy didáctica.

La vida del coronel Osuna, como guardia civil y como intelectual, fue realmente sobresaliente y muy prolífica, tal y como se va descubriendo durante los diez capítulos que componen la obra.

A lo largo de la misma el lector irá conociendo sus vicisitudes desde la niñez hasta su ingreso en la milicia en 1893; su dilatada trayectoria militar, casi toda en la Guardia Civil donde ingresó tres años más tarde y permaneció cuatro décadas; sus viajes por diversos países de Europa para estudiar otras instituciones análogas al Cuerpo; su comisión durante cuatro años en Colombia para participar en la organización y formación de su Policía; su aportación intelectual, literaria y científica policial; su labor periodística; su faceta docente y directiva en centros de enseñanza, destacando la dirección del Colegio de Guardias Jóvenes y de la Escuela de Policía Española; complementado todo ello con un recopilatorio sobre sus vicisitudes de todo tipo, galardones, reconocimientos y condecoraciones, entre ellas la Legión de Honor francesa, que le fueron concedidas.

Además de sus destinos en las Comandancias de Ávila, del Sur, del Norte y de Caballería del 14º Tercio (Madrid), de Madrid, Alicante y Oviedo, ejerció el mando de las Comandancias de Badajoz, Cuenca, Orense, Álava y Salamanca, y de los Tercios de Zaragoza, Barcelona, Santa
Cruz de Tenerife y Toledo.

Miembro de la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, fue autor de una docena de libros sobre temáticas principalmente relacionadas con vicisitudes históricas y gloriosas de la Guardia Civil, su experiencia en la Policía de Colombia, la técnica e investigación policial, criptografía y tipología delincuencial. Impartió numerosas conferencias y publicó casi trescientos artículos en diferentes medios de comunicación, amén de incluso una comedia.

En definitiva se trata de una obra, editada por la autora, cuya lectura es muy recomendable y que no debe faltar en ninguna biblioteca de todo apasionado por la Guardia Civil, demostrándose una vez más que la espada y la pluma son plenamente compatibles y prestigian al Cuerpo.

Para quienes quieran profundizar en el conocimiento de los antepasados del protagonista, su sobrina biznieta ha publicado también, casi simultáneamente, la obra “Familia Osuna Pineda de Lucena (Córdoba). Siglos XVIII-XIX-XX. Semblanzas de sus miembros y árbol genealógico”.

Ficha bibliográfica:

Título: D. JOSÉ OSUNA PINEDA (1874-1939). VIDA Y OBRA DE UN ILUSTRADO E ILUSTRE
MIEMBRO DE LA GUARDIA CIVIL.
Autora: Pilar Gabriela Osuna Benavente
Páginas: 192.
Precio: 15 € más gastos envío.
Pedidos: LIBRERÍA JUAN DE MAIRENA. C/Juan Palma, 8 (Pasaje). 14900-Lucena (Córdoba). Tfno:
957501356. Correo electrónico: juanmairena@telefonica.net .

sábado, 13 de julio de 2019

GENERAL INGENIERO DE ARMAMENTO Y CONSTRUCCIÓN JUAN BAUTISTA URIARTE DEL RÍO (1913-1992): EL INVENTOR DE LA PISTOLA “PRESSIN”.




Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en la Revista "ARMAS", nº 291, correspondiente al mes de septiembre de 2006, págs. 88-95. 

El original está ilustrado por numerosas fotografías en blanco y negro así como en color.

Introducción. 

El personaje que en esta ocasión se trae a ARMAS, tal y como podrá apreciar el lector, es sin duda alguna el más polifacético de cuantos han pasado por esta Sección de “Nombres propios”.

Nacido el 25 de abril de 1913 en la localidad vizcaína de Galdácano, estuvo desde muy joven imbuido del espíritu de las Ciencias, tal vez heredado de su padre, Juan Bautista Uriarte Eizaga, ingeniero de caminos, canales y puertos.

Al quedarse huérfano, cuando contaba tan sólo cinco años de edad, tuvo que trasladarse a Madrid junto a su madre y tres hermanos. Tras estudiar en los colegios de los Marianistas de Vitoria y Madrid, de El Pilar y de los Agustinos de El Escorial –“donde pasó más frío que en la guerra”- regresó a Madrid para ingresar en la Escuela Central de Ingenieros Industriales. 

Allí, cuando ya contaba 22 años de edad y había superado varios cursos, tuvo que cumplir con el servicio militar obligatorio, creyendo por aquel entonces que ello constituiría tan sólo una breve etapa de su vida. Y así fue inicialmente cuando el 2 de enero de 1935 ingresó como soldado de Ingenieros en el  Regimiento de Zapadores-Minadores nº 2, de guarnición en el madrileño Cuartel de la Montaña.

Tras superar los correspondientes exámenes, alcanzó sucesiva y rápidamente los empleos de cabo, sargento y brigada de complemento. Seis meses después se licenció como alférez de dicha escala, reincorporándose a sus estudios universitarios hasta que el alzamiento militar del 18 de julio del año siguiente, transformó radicalmente su vida.

La Guerra Civil.

El inicio de la contienda le sorprendió de veraneo en su ciudad natal junto a su madre y hermanos, teniendo que buscar refugio en casa de un familiar para evitar su detención, ya que además su padrastro, el coronel Luis Gonzalo Vitoria –que llegaría a ser el 2º jefe del Estado Mayor del “Cuartel General del Generalísimo” y sería designado por Franco para negociar en marzo de 1939 la rendición de Madrid con el coronel de Caballería Segismundo Casado López- se había unido a los sublevados en Salamanca.

Tras no pocas vicisitudes consiguió a últimos de diciembre atravesar la frontera hispano-francesa y llegar hasta San Juan de Luz, desde donde tras contactar con la “Oficina de Información de la España Nacional”, pudo presentarse el 21 de enero de 1937 ante la comandancia militar de Irún.

Una semana después comenzó a prestar servicio como alférez de complemento en el Regimiento de Transmisiones, que estaba de guarnición en Segovia, donde permaneció hasta el mes de mayo en que fue destinado como “jefe de un equipo de altavoces de trinchera” a la Compañía de Radiodifusión y Propaganda en el frente de Madrid, una unidad de acción psicológica cuyo objetivo era elevar la moral propia y minar la enemiga.

Posteriormente continuó desempeñando los mismos cometidos en el frente del Norte, asistiendo a las tomas de las ciudades de Bilbao y Oviedo. Ascendido a teniente, en febrero de 1938 marchó con su sección al frente de Levante, donde participó en la ocupación de Castellón. 

En septiembre, dado el éxito observado, se creó el Batallón de Propaganda y se le confirió el mando de la 3ª Compañía de Radiodifusión y Propaganda, con la que continuó en dicha zona, llegando a efectuar “propaganda de ocupación” en Barcelona, Valencia y Alicante, interviniendo todo tipo de emisoras de radio y periódicos locales.

Ingeniero de Armamento y Construcción.

Finalizada la contienda ascendió a capitán de complemento y fue destinado a la Compañía de Radiodifusión y Propaganda expedicionaria de la Columna de Operaciones de Asturias, en donde permaneció hasta enero de 1940, fecha en la que fue admitido en la Academia de Ingenieros para ingresar en la escala profesional del Ejército. 

Por otra parte en octubre de ese mismo año pudo finalizar sus estudios civiles interrumpidos por la guerra, obteniendo finalmente el título de licenciado en Ciencias Exactas por la Universidad de Madrid.

En julio de 1941, tras superar la formación castrense, se le confirió el mando de la Compañía de Zapadores del Regimiento Mixto de Ingenieros del VII Cuerpo de Ejército. Apenas cuatro meses después ingresó –tras superar el correspondiente examen- como alumno en la recién creada Escuela Politécnica del Ejército, pasando a formar parte de su primera promoción.

Cinco años después y haber finalizado con aprovechamiento sus estudios se le concedió el ingreso en el Cuerpo de Ingenieros de Armamento y Construcción (Rama de Construcción y Electricidad) con el empleo de capitán y antigüedad de 15 de abril de 1946, ascendiendo a comandante al mes siguiente.

Durante dicho periodo estuvo destinado sucesivamente en la Comandancia de Fortificación y Obras de la 5ª Región Militar (Zaragoza) y en la Comisión de Movilización Industrial de la 6ª Región Militar (Burgos), además de miembro permanente de la Comisión de Artillería, Fortificación y Transmisiones de Bilbao.

 En esa época dirigió, entre otros, la construcción de los cuarteles de Artillería en Basauri (Bilbao), de Infantería en Irún (Guipúzcoa) así como las casas militares de Santoña y Santander (Cantabria).

En julio de 1959 ascendió a teniente coronel siendo destinado sucesivamente a la Dirección General de Fortificaciones y Obras del Ministerio del Ejército y a la Comandancia Central de Obras. 

En esta última redactó, entre otros, los proyectos del gobierno militar de Lérida, del taller para la elaboración de “Fulminox” en la Fábrica de Armas de Toledo, del cuartel de Infantería y club deportivo militar en Pamplona (Navarra), así como de importantes reformas en la Escuela de Estado Mayor, Escuela Superior del Ejército y Centro Superior de la Defensa Nacional en Madrid.

En junio de 1967 fue promovido al empleo de coronel, regresando a la Dirección General anteriormente citada como jefe de Obras y Servicios, concediéndosele dos años después el grado de Doctor Ingeniero de Construcción y destacando entre sus actividades las obras del nuevo hospital militar “Gómez Ulloa”.

En abril de 1975 fue ascendido al empleo de general subinspector ingeniero de Armamento y Construcción, siendo nombrado director de la Escuela Politécnica Superior del Ejército, a cuyo frente estuvo durante los cuatro años siguientes hasta que pasó a la reserva por haber cumplido la edad reglamentaria.

La pistola “Pressin”.

  Hace una década el autor inició su colaboración en esta Revista con un extenso artículo dedicado a la pistola “Pressin” (ver ARMAS núm. 175), cuyo inventor era nuestro protagonista, el general Uriarte y a quien tuvo el honor de conocerle personalmente. 

Desde entonces se ha obtenido mayor información documental y gráfica, no sólo sobre su biografía, sino también sobre dicho ingenio armero, que si en su día se convirtió en la pistola más original de la época, actualmente es una codiciada pieza de colección, tanto en España como en el extranjero.

En el mentado artículo se abordó extensamente las vicisitudes y funcionamiento de tan extraña pistola, asemejada a una grapadora y oculta en una funda de gafas desde la que sus dos cañones paralelos podían hacer fuego al presionarla, así como sobre su peculiar munición de 7’65x15 mm.

Se trataba de un arma de corto alcance eficaz, concebida para la defensa inmediata y sorpresiva de su propietario -aparentemente desarmado- ante un ataque contra su persona por elementos terroristas que pretendieran secuestrarlo u otra acción similar. No hay que olvidar que fue diseñada en una época –años 70 del siglo XX- en la que las bandas asesinas de ETA y GRAPO habían realizado el secuestro de militares y políticos, llegando en varios casos a matarlos alevosa e impunemente.

Como todo invento era necesaria y más que conveniente su inscripción ante el Registro de la Propiedad Industrial del Ministerio de Industria y Energía. A tal fin el 22 de octubre de 1977 el general Uriarte y el coronel del mismo Cuerpo, José Jiménez-Alfaro Gomá –este último a este sólo efecto- solicitaron por mediación de sus respectivas esposas, Mª Teresa Arbaiza Churruca y Monna-Claire Mouradien Gangotena, y a través de su representante, Carlos Roco Ungeheuer, la oportuna “Patente de Invención”, cuyo título era “arma corta de fuego de dos cañones de palanca disparadora”.

Según se exponía en dicha patente de invención, la citada arma unía “a lo reducido de su tamaño y liviano de su peso, la necesaria seguridad de empleo, y una facilidad extraordinaria de manejo, que es su característica más relevante, puesto que la hace muy indicada para repeler una agresión con una rapidez de respuesta impensable con las armas conocidas. Y ello pudiendo efectuar dos disparos consecutivos, solamente con prolongar la presión sobre la palanca de disparo, que es el órgano substantivo y original, en este invento”.

La patente fue concedida el 5 de julio de 1978 con el núm. 463.479 y como tal pistola –dadas sus peculiares características- tuvo que ser expresamente aprobada para su tenencia y uso legal por la Comisión Permanente de Armas y Explosivos una semana más tarde, guiándose como un arma corta de fuego cualquiera.

El general Uriarte, consciente del interés que dicha arma podía despertar en otros países –y de hecho así fue- procedió en abril de 1980, a través de la Oficina Técnica de Propiedad Industrial de la Agencia Oficial de Patentes y Marcas “Roeb y Cía. S.L.”, a solicitar la pertinente patente en EE.UU., siéndole asignado el núm. 953.496. Lo mismo hizo ante el órgano competente de Suiza que el 31 de agosto de 1981 se la concedió con el núm. 625.042 según se ha constatado en la correspondiente documentación consultada.

Fue fabricada –se desconoce el número exacto pero debió ser escaso dado el restringido mercado al que estaba destinada- por la desaparecida firma armera alavesa “Gabilondo y Compañía”, titular de las pistolas y revólveres marca “Llama”. Casi todas se recamararon para el cartucho citado de 7’65 mm. “Pressin” si bien hay constancia de que excepcionalmente se realizó algún modelo de 7’65 mm. Browning y .22 LR. La munición especial fue encargada a la Fábrica de Palencia, perteneciente entonces a la Empresa Nacional "Santa Barbara" de Industrias Militares S.A.

Dada la originalidad de su diseño y singulares características que la definían como única en el mundo, motivó que tras ser damasquinada en oro, fuera también objeto de regalo personal o institucional a personalidades tan relevantes como S.M. el Rey D. Juan Carlos I, el Presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan, el Príncipe Carlos de Inglaterra o destacados dirigentes de algunos países árabes, por ejemplo.

Otros inventos y creaciones.

Respecto a la cuestión armera, otro ejemplo del ingenio de nuestro protagonista fue el diseño del freno de boca y contrapeso que utilizaba la pistola “Llama” modelo M-87, que le proporcionaba un gran equilibrio, facilitando un tiro rápido y continuo.

Pero no toda su creatividad estaba relacionada con el mundo de las armas o la edificación –inventó el forjador cerámico tetraférico aprobado el 29 de noviembre de 1952 por la Dirección General de Arquitectura y posteriormente por el Instituto Técnico de la Construcción- donde había alcanzado gran reconocimiento y prestigio.

También se distinguió por sus aptitudes artísticas que se plasmaron por ejemplo en sus figuras talladas en madera. Destacaba entre ellas un busto de S.M. el Rey y su alegórico "Mater Politécnica" –figura en versión Picasiana- que el 12 de julio de 1978, con motivo de la entrega de despachos de oficial a los alumnos de la Escuela que dirigía, así como de los Cuerpos  Jurídico, Intervención, Sanidad y Farmacia, presentó al mismísimo monarca.

La música fue otra de sus grandes aficiones y de la que empezó a hacer gala cuando formaba parte del coro del colegio de los Marianistas de Vitoria. Compuso desde canciones ligeras -boleros, merengues, etc.- y canciones populares -"Aúpa Galdácano"- hasta numerosos himnos militares -"España Triunfal", himnos y marchas para la Brigada Paracaidista, Escuela de Estado Mayor, Infantería de Marina, Escuela Politécnica, etc.- sobresaliendo su interés para que a nuestro Himno Nacional se le pudiera adaptar una letra cantable, tomando los ocho primeros compases de la antigua Marcha de Granaderos y poniéndolos en la tonalidad de “Fa mayor”.

Epílogo.

El 28 de abril de 1992 nuestro protagonista, que andaba dando forma a otros proyectos, falleció en Madrid cuando contaba 79 años de edad. Tal y como afirmó el autor hace diez años, “corta vida para tan gran militar, buen vasco e inmejorable español”. De su matrimonio con Mª Teresa de Arbaiza y Churruca –celebrado el 24 de junio de 1959- nacieron seis hijos: María, Juan, Teresa, Ana, Isabel y Mercedes.

Las recompensas militares que le fueron concedidas como reconocimiento y premio a su actividad castrense fueron, la gran cruz y la cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, la cruz de guerra, dos cruces del mérito militar con distintivo rojo, la gran cruz del mérito militar con distintivo blanco, la gran cruz del mérito naval con distintivo blanco y la medalla de la Campaña 1936-1939.


Nota. Este artículo ha sido posible gracias a la aportación documental y fotográfica de Isabel Uriarte Arbaiza, hija de nuestro protagonista.


viernes, 12 de julio de 2019

LA GUARDIA CIVIL EN LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN (XXI). EL REINICIO DEL LARGO CAMINO HACIA UNA NUEVA CASA-CUARTEL (1940-1944)

CLXXV Aniversario Fundación Guardia Civil (1844-2019).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 10, el 8 de julio de 2019.

El original contiene una fotografía en blanco y negro.

Tras el ofrecimiento efectuado en 1934 por el ayuntamiento de La Línea de la Concepción, encabezado por el alcalde José Agüero Baro, de un solar gratuito al Estado para la construcción de una nueva y muy necesaria casa-cuartel de la Guardia Civil, hubo que esperar toda una década para que volviera a retomarse dicho asunto.
Si mala era entonces la situación económica del país mucho peor fue tras salir de una devastadora guerra civil y en un contexto internacional donde se libraba una guerra mundial. La Línea, por cierto, era entonces testigo directo de ello dada su vecindad con la colonia británica de Gibraltar que fue objeto de varias acciones bélicas, amén de sufrir también algunos trágicos daños colaterales al respecto.
Aquello hacía dudar que el Estado pudiera disponer de recursos económicos suficientes para la construcción del mentado acuartelamiento. Y si la situación presupuestaria era tremendamente mala, la situación respecto al alojamiento de la plantilla de la Guardia Civil había empeorado al haberse multiplicado por diez en La Línea, tras la absorción del Cuerpo de Carabineros por la Ley de 15 de Marzo de 1940.
En dicho municipio se mantuvieron inicialmente, por una parte, la cabecera de la línea (sección) con los puestos de La Línea y La Atunara, pertenecientes a la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz, recién bautizada como 216ª Comandancia Rural. Y por otra, se mantuvieron también las dos compañías que había de Carabineros y que pasaron a ser de la Guardia Civil, una con cabecera en la propia Aduana y la otra con cabecera en La Atunara. Ambas con sus correspondientes secciones y puestos subordinados. 
El estado de conservación y habitabilidad de todos sus acuartelamientos era realmente malo, tanto los de la Guardia Civil como los de Carabineros. Si ya en enero de 1934 el entonces inspector general de la Guardia Civil, Cecilio Bedia de la Cavallería, le había manifestado al alcalde José Agüero la deplorable situación del de La Línea y del de La Atunara, cuando se volvió a emitir nuevo informe, seis años después, la situación había empeorado.
Concretamente, en enero de 1940, el teniente coronel Manuel Márquez González, primer jefe de la todavía Comandancia de Cádiz, cuya demarcación territorial comprendía entonces toda la provincia, tras calificar como malo el estado de los acuartelamientos de La Línea y La Atunara, informó sincera y textualmente: 
“La casa-cuartel de La Línea de la Concepción, punto fronterizo con Gibraltar, balcón de España pudiéramos llamarlo, donde el extranjero nos mira y observa, es francamente bochornoso el estado en que se encuentra. Al igual que casi todas las demás, los pabellones son reducidos en número de habitaciones y superficie, contando muchos de ellos con sólo dos habitaciones. Las cocinas, lavaderos y retretes, además de insuficientes, por ser generalmente de uso común, son verdaderos semilleros de rencillas donde se fomentan frecuentes discordias entre las familias que las habitan, con el consiguiente quebranto de la buena armonía que por indispensable, debe existir en las Casas-Cuarteles del Cuerpo. En resumen: el problema de acuartelamiento, por ser quizás el más importante que tiene planteado el Cuerpo, es asunto al que debe atenderse preferentemente, aparte de otras razones no despreciables, siquiera sea por decoro y humanidad. Cuantas gestiones se han hecho con el mayor empeño y buena voluntad en este sentido, salvo raras excepciones, han fracasado y seguirán fracasando, mientras no se afronten decididamente con dinero que es el único recurso que para su rápida solución requiere este asunto”.  
Más claro imposible. Dicho acuartelamiento se trataba del ya mentado en capítulos anteriores de la calle Jardines, que la Guardia Civil venía ocupando desde 1908 y el ayuntamiento sufragando su alquiler. El de La Atunara no estaba mucho mejor y el estado de los procedentes de Carabineros era pésimo.
Por ello volvió a retomarse el proyecto entre la Guardia Civil y el ayuntamiento de construir una casa-cuartel, con cargo al Estado, con capacidad para alojar a toda la plantilla con sus familias.La cifra de efectivos era ya de unos dos centenares, no existiendo inmueble alguno en la localidad que pudiera ser arrendado o adquirido para tal fin, por lo que la única solución era retornar al ofrecimiento de 1934, de un solar gratuito por la corporación municipal.
El ayuntamiento, dentro de sus limitadas capacidades económicas, optó en primer lugar por acordar en sesión de 26 de mayo de 1943, adquirir por 18.000 pesetas una finca de 4.597 m² ubicada entre la calle Jardines, entonces denominada General Mola, y la carretera de La Atunara, entonces llamada Menéndez Pelayo, “para cederla en su día a la Dirección General de la Guardia Civil, con destino a la construcción de un cuartel para las fuerzas de costas del referido Instituto”.
El 30 de septiembre de 1943 se formalizó la escritura de compraventa en la notaria de Manuel Gil Gimeno, sita en La Línea, entre Cayetano Ramírez González, propietario del referido solar, y Lutgardo Macías López, alcalde de la localidad.
El 2 de noviembre siguiente, en sesión ordinaria celebrada por el pleno de la corporación municipal, se acordó donar gratuitamente a la Dirección General de la Guardia Civil, “con la mayor satisfacción y por unanimidad”, el mentado solar para la construcción de un cuartel, previa autorización del ministro de la Gobernación Blás Pérez González, de 30 de septiembre anterior, de conformidad con el ministerio de Hacienda, “deseando demostrar su amor y afecto hacia las Instituciones armadas de la Patria, encargada de la defensa de sus intereses y de la seguridad de la misma”.
A nivel orgánico,como consecuencia de una nueva reorganización de la Guardia Civil, motivada por el Decreto del Ministerio del Ejército, de 21 de diciembre de 1943, y que entró en vigor eldemarzosiguiente,la 216ª Comandancia Rural y la 134ª Comandancia de Costas desaparecieron como tales, quedando encuadradas prácticamente casi todas sus unidades subordinadas ubicadas en el Campo de Gibraltar, en la nueva 337ª Comandancia Mixta, con cabecera en Algeciras, dependiente junto a las 137ª Mixta de Málaga y 237ª Mixta de Cádiz, del 37º Tercio Mixto, con cabecera en Málaga.
El ayuntamiento deseaba ampliar la entonces denominada Plaza del Generalísimo Franco, hoy Plaza de la Constitución, pero para ello necesitaba proceder al derribo de algunas edificaciones. Entre ellas se encontraba el antiguo acuartelamiento de Carabineros desde el que se prestaba servicio a la Aduana, y que había pasado a ser de la Guardia Civil desde mediados de 1940.
Dado que dicho inmueble estaba en muy mal estado, la corporación municipal solicitó al Ministerio de la Gobernación su entrega ya que tenía previsto a su vez donar un solar para un nuevo acuartelamiento. Informado favorablemente y con el visto bueno del ministerio de Hacienda, se comunicó a éste, con fecha 20 de marzo de 1944, que se designaba al teniente coronel Federico Montero Lozano, jefe de la 237ª Comandancia Mixta (Cádiz), para que en representación del de Gobernación, hiciera entrega del mismo a la Delegación de Hacienda en la capital gaditana. 
(Continuará). 

sábado, 6 de julio de 2019

LA GUARDIA CIVIL EN LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN (XX). LA ABSORCIÓN DE CARABINEROS (1940-1941).

CLXXV Aniversario Fundación Guardia Civil (1844-2019).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 10, el 1º de julio de 2019.

El original contiene una fotografía en blanco y negro.

Tras la Guerra Civil el nuevo Régimen acometió una profunda reorganización de la estructura de seguridad del Estado. La decisión más importante se materializó en la Ley de 15 de marzo de 1940 que supuso la desaparición del Cuerpo de Carabineros y su absorción por el de la Guardia Civil.

Con ello desaparecía un benemérito instituto de naturaleza militar, creado en 1829, que contaba por lo tanto con 111 años de honrosa y sacrificada historia, muy relacionada por cierto con el Campo de Gibraltar y muy especialmente con La Línea de la Concepción.

De hecho, de las cinco compañías territoriales que tenía la 10ª Comandancia de Carabineros de Algeciras, dos tenían su cabecera en el término municipal de La Línea. Ello se debía a que era, y lo sigue siendo, la zona del Campo de Gibraltar más directamente afectada, que no la única, por la entrada de géneros de contrabando procedentes de la colonia británica. Las otras tres compañías tenían sus cabeceras en Puente Mayorga, Algeciras y Tarifa.

De las 19 secciones y 62 puestos de Carabineros que tenía entonces la comandancia campogibraltareña, 4 de las primeras y 10 de los segundos estaban desplegados en el término municipal de La Línea, el más pequeño de la Comarca, con apenas 20 kmô de extensión. Ello da idea de la gran concentración de efectivos de carabineros en ese municipio cuando el resto de la Comarca ocupa otros 1.500 kmô

La 1ª Compañía, mandada por un capitán, estaba ubicada en el acuartelamiento de La Atunara. Tenía a su cargo dos secciones mandadas por oficiales subalternos. La jefatura de la 1ª Sección estaba establecida en el acuartelamiento de Carboneras, teniendo encuadrados los puestos de Carboneras y Guadalquitón. La jefatura de la 2ª Sección se hallaba también en el acuartelamiento de La Atunara, integrado por los puestos de Atunara y de Torrenueva.

La 2ª Compañía, mandada por otro capitán, tenía su cabecera en el acuartelamiento entonces existente frente al edificio de la aduana, ambos ya desaparecidos al igual que la mayoria de los citados en estas líneas. Estaba formada igualmente por dos secciones con sus pertinentes oficiales subalternos al frente. La jefatura de la 1ª Sección se ubicaba en el acuartelamiento de Castillo España, estando a su cargo los puestos de Castillo España, Santa Bárbara y Zabal. La jefatura de la 2ª Sección estaba sita en el acuartelamiento de San Felipe, dependiendo de ella los puestos de San Felipe, Cachón de Jimena y Espigón.

Además de lo anteriormente expuesto, la Guardia Civil siguió manteniendo en La Línea sus dos puestos, el propio de la residencia ubicado en la casa-cuartel de la calle Jardines y el de Atunara. Dependían de la 2ª Compañía, con cabecera en Algeciras, de la Comandancia de Cádiz.
 La entrada en vigor de la mentada Leyde 1940, supuso la supresión de la Inspección General de Carabineros, disponiéndose la agrupación de sus cometidos y funciones en una sola sección de la Dirección General de la Guardia Civil, así como que el personal del Cuerpo de Carabineros fuese adscrito, con arreglo a sus aptitudes y condiciones, a las diferentes unidades y servicios privativos de la Benemérita.
Ello obligó a la mayor y más profunda e importante reorganización de su historia, al objeto de asumir e integrar de la forma más eficaz y eficiente posibles, tanto los efectivos y medios como las funciones propias del Cuerpo de Carabineros, incluidos sus acuartelamientos. A partir de ese momento la Guardia Civil asumía las misiones de resguardo fiscal del Estado y de persecución del contrabando, haciéndose cargo de la vigilancia de costas, fronteras, puertos e incipientes aeropuertos.
Por Orden del Ministerio del Ejército, de 22 de agosto de 1940 se procedió seguidamente a reorganizar su despliegue territorial, que en esa fecha estaba articulado en 57 Comandancias en las que había que terminar integrando otras 20 procedentes del ya desaparecido Cuerpo de Carabineros. Entre ellas estaba la de Algeciras.
La nueva reorganización se estructuró inicialmente en Tercio Móvil con 4 Comandancias; 11 Tercios de Fronteras Costas con 24 Comandancias; así como 20 Tercios Rurales Tercios Mixtos, con 50 Comandancias.
Ello motivó inicialmente que en la provincia de Cádiz, en donde hasta entonces había una Comandancia de la Guardia Civil, con cabecera en la capital, y dos de Carabineros, una con cabecera en la capital y otra en Algeciras, se dispusiera mediante la Instrucción General núm. 3, de 20 de febrero de 1941, la creación de dos cabeceras de Tercio tres Comandancias de la Guardia Civil. Todas sus jefaturas se ubicaron en la capital gaditana salvo la de una de las Comandancias que continuó en Algeciras.
Uno de los dos Tercios gaditanos constituidos fue el 16º Tercio Rural, integrado por la 116ª Comandancia RuradMálaga y l216ª ComandanciRuradCádiz. Prácticamente se trataba del antiguo 16º Tercio las antiguas Comandancias de la Guardia Civil de Málaga y Cádiz, si bien en esta ocasión la cabecera de aquél se fijaba en la capital gaditana.
este respecto hay que significar que ello ya se había materializado con anterioridad. Pues al ascender el 18 de octubre de 1939 el teniente coronel jefe de la Comandancia de Cádiz, y antiguo teniente de La Línea de la Concepción, Vicente González García, al empleo de coronel, y ser destinado oficialmente el día 31 de mismo mes, al mando del 16º Tercio, que ya venía mandando accidentalmente desde casi ocho meses antes, se confirmó su residencia oficial en la capital gaditana.
El otro Tercio que se creó fue el 34º de Costas, compuesto su vez por las 134ª, 234ª 334ª Comandancias de Costas de Algeciras, Cádiz y Huelva, respectivamente. Las dos primeras se trataban, prácticamente, de las antiguas 10ª 11ª Comandancias de Carabineros de Algeciras y Cádiz.
Estas habían tomado la denominación temporal, desde la entrada en vigor de la mentada ley hasta la de la citada instrucción generalde las 66ª 67ª Comandancias Administrativas de la Guardia Civil, respectivamente. Todo ello de conformidad con la Ley de de junio de 1940, sobre concesión de créditos para el Ministerio de la Gobernación.
De esta forma todos los carabineros se vieron reconvertidos en guardias civiles y en el Campo de Gibraltar nació de esta manera la nueva Comandancia de la Guardia Civil de Algeciras, basada en la antigua de Carabineros.
Sin embargo, tal y como se verá en siguientes artículos, al seguir tratando obre La Línea, ese proceso de integración no fue tan fácil ni sencillo ya que inicialmente se continuó manteniendo el despliegue territorial que hasta entonces había tenido la Guardia Civil en la Comarca, pero dependiendo de la Comandancia de Cádiz y no de la de Algeciras. Como ello terminó provocando problemas de coordinación que afectaban a la eficacia y eficiencia, continuarían las reorganizaciones.
Los antiguos carabineros siguieron vistiendo por unos meses todavía su uniforme. Sobre él se colocó el nuevo emblema que todos los guardias civiles tendrían como reglamentario desde 1940 hasta tres años después, consistente en las letras G y C, entrelazadas a las que se incorporaron las dos carabinas cruzadas, representativas del desaparecido Cuerpo. Todo ello bajo una corona real abierta, tal y como aparece en la foto que ilustra este capítulo.