Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado
en "LAS 40 FANEGAS", Revista de la Asociación
Pro-Huérfanos de la Guardia Civil, núm. 5 (I-2012), de mayo de
2012, págs. 73-78.
El original está ilustrado con cuatro fotografías en
color y seis en blanco y negro.
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Por
los Colegios de la Guardia Civil han pasado millares de hombres y mujeres. En
unos casos como profesores y cuadros de mando, en otros como instructores o
personal de apoyo, y en su gran mayoría, como alumnos.
Sus
vicisitudes han contribuido a escribir incontables páginas de historia.
Gloriosas en ocasiones, trágicas en otras, y anónimas en su mayoría. No
tuvieron afán de protagonismo y el que se vieron obligados a ejercer, fue como
consecuencia de las circunstancias y el cumplimiento de su deber.
Un
ejemplo es el de la Familia Aranguren. Su historia contiene páginas de gloria y
de tragedia que culmina con la muerte de los cuatro varones –padre y tres
hijos- envuelta en el dolor y anonimato de sus mujeres –madre, hermanas y
esposas- así como de sus huérfanos y huérfanas.
El
padre fue director del Colegio de Guardias Jóvenes, subdirector del Colegio de
Huérfanos y vocal de la Junta directiva de la Asociación de Huérfanos de la
Guardia Civil, mientras que sus tres hijos varones fueron alumnos del Colegio
“Infanta María Teresa”, ubicado en la madrileña finca de las 40 fanegas, que da
nombre a esta Revista.
Los Aranguren.
El cabeza
de familia era el general de brigada José Aranguren Roldán, quien tras finalizar
la Guerra Civil, fue fusilado. Procedente de una familia de tradición católica
y militar, contrajo matrimonio el 20 de enero de 1901 con la joven María de la
O de Ponte y de la Peña, natural de Ponce (Puerto Rico), con quien tuvo tres
hijos, José, Juan y Carlos; y tres hijas, María de la O, Matilde y Dolores.
José
y Juan, tras prepararse en el Colegio “Infanta María Teresa”, ingresaron en la
Academia de Infantería de Toledo. El primero fallecería como consecuencia de
las graves secuelas que le originó una herida en la cabeza durante las campañas
de Marruecos cuando era oficial de Regulares. El segundo encontraría la muerte
siendo oficial de la Guardia Civil, cuando mandaba una unidad del Ejército, combatiendo
en la Guerra Civil.
Carlos,
que había intentado ingresar en la Academia General Militar de Zaragoza, y fue
guardia civil, terminaría también falleciendo como consecuencia de las secuelas
de las graves heridas sufridas durante la Guerra Civil, siendo alférez
provisional de Infantería.
El padre.
Nacido
en la localidad coruñesa de El Ferrol el 8 de abril de 1875, fue el primogénito
del matrimonio formado por José Aranguren Pérez de la Quintana, comandante de
Artillería retirado y, Matilde Roldán García.
Pronto
quedó huérfano de padre teniendo que ayudar a su madre en el cuidado de sus
hermanos Carlos, Matilde y Dolores. Finalizados sus estudios de bachillerato
con 15 años de edad y deseoso de continuar la tradición militar, preparó su
ingreso en la Academia General Militar –ubicada entonces en Toledo- en el
Colegio Militar de Lugo, el cual, junto a los de Granada, Trujillo y Zaragoza,
se había creado, al considerarse muy
conveniente “que los que pretendan
dedicarse a la honrosa carrera de las armas, adquieran, desde sus primeros
años, los hábitos de orden y disciplina y el sentimiento del deber, que pueden
inculcarse en un establecimiento de enseñanza militarmente organizado, donde a
la par que reciban la instrucción necesaria y se habitúen al estudio y al
trabajo, se penetren del espíritu de caballerosidad que debe existir en la
distinguida corporación en que han
de ingresar”.
Con 16 años de edad
ingresó en la Academia, donde recibió las enseñanzas comunes a Infantería,
Caballería, Artillería, Ingenieros y Administración Militar. Al finalizar el segundo
curso optó por Infantería, continuando en Toledo un año más hasta obtener en
julio de 1894, el empleo de segundo teniente (asimilado al empleo actual de
alférez).
Destinado
al destacamento ferrolano del Regimiento de Infantería Luzón nº 54, permaneció poco
tiempo allí, ya que solicitó enseguida su pase al Cuerpo de la Guardia Civil. Por
Real Orden de 12 de octubre de 1895 se le concedió el ingreso cuando contaba 20
años de edad. Dos semanas después fue destinado a la Comandancia de Cádiz,
iniciando las prácticas reglamentarias de seis meses, que todo oficial de nueva
incorporación debía realizar. A partir de ese momento y durante los siguientes
cuarenta años prestaría servicio en numerosas y diferentes unidades del
Instituto.
Como
segundo teniente en las Comandancias de Orense, (Líneas de la capital y de
Trives) y de La Coruña (Líneas de Ordenes, de Carballo, Ferrol y de Arzúa).
Como primer teniente (equivalente al actual empleo de teniente) en las
Comandancias de Cuenca (Línea de Cañete) y de La Coruña (Sección de Caballería
y Línea de la capital). Como capitán en las Comandancias de Oviedo (Compañía de
la capital), Burgos (Compañía de Aranda de Duero) y Lugo (Compañía de Monforte)
así como en el 6º Tercio de La Coruña como ayudante secretario del coronel jefe.
Como comandante en la Comandancia de La Coruña como segundo jefe. Como teniente
coronel fue ayudante de campo del teniente general Ricardo Burguete Lana,
director general de la Guardia Civil, y ostentó el mando de las Comandancias de
Caballería del 10º Tercio en Oviedo y del 14º Tercio en Madrid, así como las
territoriales de Lugo, Marruecos, Ceuta y La Coruña.
Al
ascender al empleo de coronel fue nombrado en junio de 1929, director del
Colegio de Guardias Jóvenes, uno de los destinos de mayor prestigio. Dicho centro tenía por objeto primordial “dar instrucción a los hijos del personal del benemérito Instituto
muertos en acto de servicio o como consecuencia de él o bien que hubieran
fallecido estando en situación de servicio activo o retirado, así como de los
fallecidos que hubieran causado baja por inutilidad adquirida durante el
servicio”. Entonces estaba dividido en dos secciones: la de Madrid,
denominada “Infanta María Teresa”,
donde se cursaban enseñanzas apropiadas para carreras, profesiones y oficios; y
la de Valdemoro, llamada del “Duque de
Ahumada”, donde se les daba a los jóvenes la instrucción primaria elemental
y la militar más completa para ingresar en el Cuerpo como guardias a los 19
años o como voluntarios en un cuerpo del Ejército, aprender oficios y ampliar
los estudios profesionales para salir del Colegio en condiciones de ascender a
cabos del Instituto a los tres años de prácticas en puesto.
En
aquella época el cargo de director del Colegio de Guardias Jóvenes tenía
anexados los de subdirector del Colegio de Huérfanos y de subdirector de la
Academia Especial de suboficiales y sargentos para alféreces de la Guardia
Civil.
Cuando
la monarquía de Alfonso XIII estaba agonizando, fue nombrado -por Real Decreto
de 6 de marzo de 1931- jefe superior de Policía de Barcelona, motivo por el
cual cesó en la dirección del Colegio de Guardias Jóvenes y demás
responsabilidades. La prensa local publicó que se trataba de una “persona culta y de brillante historial
militar”.
Sin
embargo, apenas tuvo tiempo de ejercer ya que el 28 de marzo fue nombrado jefe
superior de Policía de Madrid. La prensa lamentó dicho traslado: “ha causado sentimiento entre sus amistades,
superiores y subordinados, pues en el poco tiempo que lleva en Barcelona se ha
captado las simpatías de cuantos le han tratado, por su caballerosidad y amable
trato”.
Incorporado
a Madrid, tras los violentos sucesos de la Facultad de Medicina de San Carlos,
en los que resultaron muertos un guardia civil y un estudiante, le tocó asumir
las más delicadas responsabilidades en las casi tres semanas que ostentó el
cargo.
El
14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República y cuatro días después
cesaba tras presentar su dimisión. Reincorporado a la Guardia Civil, fue
destinado para el mando del 6º Tercio de La Coruña. Tras la sublevación
frustrada del 10 de agosto de 1932, encabezada por su compañero de promoción, el
general Sanjurjo, se suprimió la Dirección General, dependiente del Ministerio
de la Guerra y se creó la Inspección General en el Ministerio de Gobernación.
Nombrado
nuevo inspector general, el general de brigada (Artillería) Cecilio Bedia de la Cavallería, lo destinó como
jefe de la secretaría militar. Un año más tarde le fue conferido el mando del
Primer Tercio de Madrid.
Durante los tres años
siguientes ejerció dicha jefatura, siendo además vocal de la Junta directiva de
la Asociación de Huérfanos de la Guardia Civil, participando activamente en sus
sesiones tal y como lo acreditan las correspondientes actas.
Por
Decreto de 27 de marzo de 1936 y “en
consideración a los servicios y circunstancias que concurren en el Coronel de
la Guardia Civil, número 1 de la escala de su clase”, fue promovido al
empleo de general de brigada. Con tal motivo, la “Revista Técnica de la Guardia
Civil” ilustró su portada con su retrato y publicó que “las dotes de inteligencia, bondad, carácter para el mando y demás
virtudes que caracterizan al General Aranguren, despertaron en todas partes la
estimación de sus superiores y el respeto cariñoso de sus subordinados. Esta es
la razón del júbilo que unos y otros sintieron al conocer el ascenso del
veterano Jefe”.
Definido
como “culto, bizarro y entusiasta”, se
recogieron también las palabras que pronunció en el acto de imposición de faja,
y que resultarían trágicamente premonitorias: “Rememorando sus primeras etapas en la carrera militar, manifestó que
había ingresado a los veinte años de edad, con las ilusiones propias de la
juventud, y que ahora, después de cuarenta de servicio en el Instituto y
rebasados los sesenta, aquellas ilusiones, realizadas y colmadas habían
exaltado su amor a la Corporación en tal grado que su mayor anhelo será vivir y
morir dentro de la sacrosanta disciplina que es el norte de la Guardia Civil
para bien de la Patria y la República”.
Seguidamente
fue nombrado jefe de la 5ª Zona, con residencia en Barcelona, la cual estaba integrada por el 3º
Tercio, bajo el mando del coronel Francisco Brotons Gómez, y el 19º Tercio,
cuyo jefe era el coronel Antonio Escobar Huerta. El primero tenía por demarcación
las cuatro provincias catalanas, mientras que al segundo sólo le competía la
Ciudad Condal.
También fue designado representante del Gobierno de la República en el
Comité Permanente de la Junta de Seguridad de Cataluña. Hay que precisar que por Decreto de 8 de diciembre de 1933, se
había implantado el acuerdo que
transfería “la Guardia Civil al servicio
de la Generalidad de Cataluña”, pasando la misma a depender directamente
para la prestación del servicio, del consejero de gobernación, a quien “únicamente le corresponde el dictar las
órdenes para disponer el servicio de estas fuerzas”.
El
17 de julio se inició en Melilla el alzamiento militar y el inspector general
de la Guardia Civil, general de brigada (Caballería) Sebastián Pozas Perea,
dictó una orden circular, previniendo de la sublevación de algunas fuerzas del
Ejército en Africa, declarándolas facciosas, y exhortando para que todas las
órdenes que se impartieran desde la Inspección General se cumplieran “con absoluta lealtad el precepto reglamentario
de permanecer siempre fieles a su deber, por el honor de la institución”.
Aranguren,
tras reunirse con sus dos coroneles y los tres tenientes coroneles jefes de
comandancia con residencia en Barcelona, decidió mantenerse leal al gobierno de
la República y a la Generalidad de la que dependían.
A
partir de este momento su historia se funde con la de la Guerra Civil que se
prolongaría durante casi tres años. La rebelión militar fracasó en Barcelona y
fue nombrado jefe de la 4ª División orgánica del Ejército, compatibilizándolo
con la 5ª Zona de la Guardia Civil, reconvertida al mes siguiente en Guardia
Nacional Republicana, hasta que fue cesado tras los trágicos sucesos de mayo de
1937 provocados por los anarquistas.
Poco después fue designado para mandar la 3ª
División orgánica en Valencia, y al desaparecer ésta, fue nombrado comandante
general de Valencia. El 30 de marzo de 1939 la ciudad fue ocupada por las
tropas franquistas, habiendo huido la mayoría de autoridades civiles y
militares republicanas. Sin embargo, él no quiso hacerlo y decidió quedarse para
asumir las responsabilidades que le exigieran. Su conciencia estaba tranquila y
consideraba haber cumplido con su deber.
Se refugió temporalmente en el consulado de
Panamá al objeto de evitar la acción de los exaltados, donde el 4 de abril fue
detenido por fuerzas del Cuerpo. Seguidamente fue conducido a Barcelona,
procesado y sometido a consejo de guerra, siendo condenado
a la pena de muerte por el delito “de
adhesión a la rebelión militar”. Desoídas las peticiones de clemencia, incluida
la de la Nunciatura Apostólica en España, en nombre del Papa Pío XII, fue
fusilado el día 21. Tenía 64 años de edad y lo ejecutaron sentado en una silla
como consecuencia de las lesiones de una caída del caballo.
Los hijos varones.
Sus
dos hijos mayores, José y Juan, decidieron continuar la tradición familiar,
marchando a la sección madrileña del Colegio de la Guardia Civil, donde
prepararon los exámenes de oposición. En 1921 José, con 19 años de edad,
ingresó en la Academia de Infantería de Toledo y dos años después, le siguió
Juan, de 18 años de edad.
El
primero de ellos fue destinado en mayo de 1924 como alférez al Grupo de Fuerzas
Regulares Indígenas de Tetuán nº 1, unidad que siempre combatía en “extrema vanguardia”, asumiendo los
mayores riesgos y número de bajas. El Protectorado de España en Marruecos se
había convertido en un extenso y complicado teatro de operaciones.
Cuando
llevaba apenas destinado tres meses, resultó gravemente herido en la cabeza durante
una operación en Xauen, siendo evacuado a la Península. Hospitalizado hasta
mediados de febrero del año siguiente, se reincorporó a su unidad, pero un mes
más tarde resultó nuevamente herido, esta vez en la pierna cuando había salido
a repeler con su sección una agresión enemiga. Fue evacuado a Tetuán y
posteriormente a la Península, donde permaneció ingresado hasta mayo.
Falleció el 28 de agosto de
1934, debido a las secuelas que
arrastraba desde hacía diez años cuando fue gravemente herido en la cabeza. La
noticia causó gran conmoción en el Cuerpo, donde era conocido y apreciado, no
sólo por ser quien era su padre, sino también por haber sido uno de los alumnos
más “estudiosos, conscientes y serios”
del Colegio “Infanta María Teresa”, tal y como escribió el teniente coronel
Modesto de Lara Molina, antiguo profesor suyo, en el artículo “Los héroes y los mártires
procedentes de los Colegios de la Guardia Civil”, publicado en la Revista
Técnica de la Guardia Civil, de octubre de 1934.
Respecto
a Juan, tras ser oficial de Regulares, solicitó su pase a la Guardia Civil. El
18 de julio de 1936 era el teniente jefe de la Línea de Mondoñedo, en la
Comandancia de Lugo. Voluntario para ocupar los puestos de mayor riesgo y
fatiga -sin dejar de pertenecer al Cuerpo- pasó habilitado como capitán, al
Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán nº 1 y posteriormente al
Batallón 267 de Batallón de Cazadores de San Fernando nº 1, donde tras ser
citado como distinguido en diversos combates, resultó muerto el 2 de abril de
1938 en la defensa de la posición de “El Puntal” (Guadalajara). Fue ascendido
póstumamente a capitán por méritos de guerra.
Y finalmente, su hijo Carlos, que había ingresado
el 1º de enero de 1928 en el Cuerpo como guardia 2º, y que se había preparado
también en el “Infanta María Teresa” para presentarse a la recién creada
Academia General Militar de Zaragoza, si bien no obtuvo plaza.
Cinco años después
se licenció pero al estallar la Guerra Civil se presentó en la Comandancia de
La Coruña y marchó como falangista a combatir en el frente, resultando herido
de bala el 19 de septiembre en el sector de Barbastro (Huesca).
El 15 de
octubre fue dado de alta y el 22 de enero de 1937, tras realizar el curso
correspondiente, obtuvo el empleo de alférez provisional de Infantería y el 8
de mayo, destinado en el Regimiento de Infantería Zamora nº 29, resultó
gravemente herido por metralla en el sector de Bermeo (Vizcaya). Finalizada la
contienda continuó en el Ejército, llegando a capitán.
El 26 de febrero de 1947
ingresó en el “Benemérito Cuerpo de
Mutilados de Guerra por la Patria”, falleciendo el 24 de septiembre
siguiente, como consecuencia de las secuelas sufridas.