Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR" el 27 de marzo de 2023, pág.12
El original está ilustrado con dos fotografías en blanco y negro.
El entonces comandante de Carabineros José Toledo Iradier fue uno de los tres testigos que propuso para su defensa el ex–capitán Manuel Lamadrid Rivas, antiguo jefe en diciembre de 1937 de la 3ª Compañía de dicho Cuerpo en la barriada sanroqueña de Puente Mayorga. Los otros testigos dos eran Ignacio Molina López y Perfecto Otero Batalla, entonces también capitán y carabinero, respectivamente.
Tras la entrada en vigor de la ley de 15 de marzo de 1940, que supuso la extinción del Instituto de Carabineros y la integración de sus componentes en el de la Guardia Civil, dichos testigos habían alcanzado en la fecha de reanudación de la causa núm. 47/1938, los empleos de coronel, teniente coronel y capitán, respectivamente.
La única pero vital diferencia entre ellos era que el coronel Toledo había fallecido aunque ello lo desconocía Lamadrid por razón de su exilio en Francia. Fue el 28 de julio de 1950, siendo jefe del 43º Tercio de la Guardia Civil, con cabecera en San Sebastián (Guipúzcoa).
Había nacido a finales de marzo de 1891 en Logroño, siendo hijo de una distinguida familia encabezada por Ezequiel Toledo Fernández de Luco y Concepción Iradier Herrero. En agosto de 1910 ingresó como alumno en la Academia de Infantería de Toledo. Tenía como compañeros de promoción a algunos de los generales que alcanzarían gran renombre durante el régimen franquista, como Agustín Muñoz Grandes y José Cuesta Monereo, éste último gobernador militar del Campo de Gibraltar durante la instrucción de la referida causa contra Lamadrid.
Tras varios destinos en diferentes regimientos de Infantería y participar en las Campañas de Marruecos, donde fue condecorado, ingresó en noviembre de 1916 en el Cuerpo de Carabineros con el empleo de primer teniente. Pasó destinado a la Comandancia de Navarra y contrajo dos años después, matrimonio canónico con la joven Teodora Gate Laiseca, natural de Santander. Seguidamente estuvo destinado en la Comandancia de Guipúzcoa, y ya como capitán, en las de Navarra y Vizcaya, habiéndole sorprendido en ésta última la proclamación de la Segunda República.
A partir de agosto de 1932 pasó como secretario a la 8ª Subinspección, denominada poco después Zona (Comandancias de Salamanca, Cáceres y Zamora), más tarde con el numeral de 7ª y cabecera en la capital salmantina. Allí permaneció hasta su ascenso en marzo de 1936. Fue destinado el mes siguiente a la 10ª Comandancia de Algeciras, primero en concepto de “a las órdenes del jefe de la misma”, y posteriormente ya en plantilla. Hasta el 14 de julio desempeñó la jefatura del Detall, haciéndose cargo durante los tres días siguientes del mando accidental de dicha Comandancia, “por enfermedad del Jefe de la misma”. Éste se trataba del teniente coronel Manuel Córdoba García, que había sido destinado el mes de abril último, procedente de la situación de disponible forzoso por ascenso en Pamplona, cabecera de la 20ª Comandancia (Navarra).
En la hoja de servicios del entonces comandante Toledo consta que, “el día 18 de julio se adhirió al Glorioso Movimiento Militar Salvador de España y quedó desde este día prestando los servicios de guerra encomendados por la autoridad Militar, desempeñando al propio tiempo el cargo de Jefe del Detall de esta Unidad, hasta el día 1º de septiembre en que se hizo cargo accidentalmente de esta Comandancia y en este mismo día marchó a establecer en Castellar un destacamento, con una Sección del Cuerpo y 10 Guardias Civiles, siendo bombardeados pocos momentos después de llegar a Castellar por dos aviones rojos sin consecuencias”. El 10 de octubre cesaría en dicho mando accidental volviendo a hacerse cargo de la jefatura del Detall.
Respecto al teniente coronel Córdoba, natural de la localidad gaditana de Jerez de la Frontera, hay que precisar que sería uno de los numerosos militares –repartidos por toda la geografía nacional- que por no haberse posicionado firmemente desde el inicio de la sublevación, fueron represaliados por ambos bandos. Así, por orden circular del ministerio de Hacienda de la República, fechada en Valencia el 1º de diciembre de 1936, causó “baja definitiva en el servicio, sin perjuicio de lo que en su día pueda resultar de la información que se instruya al efecto, ya que han dejado transcurrir más de dos meses sin justificar su existencia o se hallan en ignorado paradero”.
Lo que no sabía entonces su titular, el ministro Juan Negrín López, ni muy probablemente supo nunca, era que tres meses antes, el 31 de agosto, el teniente coronel Córdoba recibió la orden de presentarse en Sevilla ante el general de división Gonzalo Queipo de Llano. Éste era su inspector general de Carabineros y había encabezado la sublevación militar en Andalucía, haciéndose cargo del mando de la 2ª División Orgánica tras detener a su titular, el general José Fernández de Villa-Abrille Calivara. El jefe de la Comandancia de Algeciras ya no regresó. Dos semanas más tarde fue ingresado en prisión. Se le instruyó la causa núm. 228/1936 y el 18 de marzo de 1937 pasó a la situación de procesado, siendo juzgado en consejo de guerra de oficiales generales constituido en Sevilla el 12 de junio siguiente.
El teniente coronel Córdoba fue condenado como autor de un delito de negligencia en el cumplimiento de sus deberes militares a la pena de un año de prisión correccional, con la accesoria de suspensión de empleo. Tras cumplir su condena fue puesto en libertad, pasó a la situación de disponible forzoso, después a la de disponible gubernativo y finalmente, por orden del ministerio de Defensa Nacional dictada el 30 de marzo de 1939, causó baja definitiva “por desafecto”, pasando a la situación militar de retirado y fijando su residencia en Pamplona.
Mucha peor suerte corrió el comandante Modesto Espinós Colomer. Éste se había incorporado a la Comandancia de Algeciras en junio de 1936 en concepto de “a las órdenes del jefe de la misma”, procedente de disponible forzoso por ascenso en Figueras (Gerona), donde había estado como capitán secretario de la 13ª Zona, que tenía a su cargo las Comandancias de Figueras y Ripoll. Al incorporarse a Algeciras se le encomendó la función de “Jefe de Servicio”, desempeñándolo principalmente en los municipios de La Línea de la Concepción y San Roque, por ser los más afectados por el contrabando procedente de la colonia británica de Gibraltar. El 16 de julio había iniciado sus vacaciones estivales, emprendido viaje para Madrid, donde sería detenido, encarcelado y “asesinado por las hordas marxistas en Paracuellos del Jarama en el mes de Noviembre de 1.936”, según consta en un certificado expedido el 27 de febrero de 1963, a su hija María del Pilar Espinós Gallego, por el coronel de la Guardia Civil Luis Maroto González, jefe de la Sección de Personal de la Dirección General de dicho Cuerpo.
Hubo otro comandante, Joaquín Cortés Aguilar, destinado también en plantilla en la 10ª Comandancia de Algeciras. Se había incorporado en agosto de 1935 procedente de la Comandancia de Huelva, pero en junio de 1936 se incorporó a la 12ª Comandancia, para prestar servicio en la provincia de Sevilla a las órdenes del jefe de la misma.
(Continuará).