"Visto
el escrito que el Director general de la Guardia civil dirigió a este
Ministerio en 7 del mes próximo pasado, y teniendo en cuenta el favorable
informe del Provicario General Castrense, el Rey (q.D.g.), se ha servido declarar Patrona de la Guardia Civil a
Nuestra Señora la Virgen del Pilar".
Así rezaba la sencilla y breve Real Orden
Circular, fechada el 8 de febrero de 1913, dimanante de la Sección de
Instrucción, Reclutamiento y Cuerpos Diversos del Ministerio de la Guerra, que
daba carta de naturaleza oficial al Patronazgo.
Ha
transcurrido un siglo desde entonces, si bien la historia de la Virgen del
Pilar en el benemérito Instituto, incardinada en la tradición mariana española,
es más que centenaria, tal y como se podrá leer a continuación.
La
Virgen del Pilar en la tradición mariana española.
La
Virgen del Pilar es una advocación mariana católica.
Cuenta la tradición cristiana, según se recuerda en el núm. 164 de la Revista
Técnica de la Guardia Civil, correspondiente al mes de octubre de 1923, que la
Virgen María, Madre de Jesús, se apareció al Apóstol Santiago el Mayor -hermano
de San Juan e hijo de Zebedeo- cuando se encontraba predicando la Palabra de
Dios en España.
Tras la muerte de Cristo
sus apóstoles se desplegaron por el mundo al objeto de dar continuidad a su
tarea evangelizadora, encaminándose precisamente Santiago el Mayor hacia nuestra
Península. Ello, terminaría motivando que en el año 1630 fuera declarado único
Patrón de España, por acuerdo del Papa Urbano VIII y el Rey Felipe IV.
Según se detalla en un manuscrito del año 1297, de los “Moralia, sive Expositio in Job”, de
Gregorio Magno, que se conserva actualmente en el archivo de la
basílica-catedral de El Pilar, dicho apóstol, tras pasar "por Asturias, llegó con sus nuevos
discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que
se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas
del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos
eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del
reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso".
Sería la noche del 2 de
enero del año 40 de nuestra era, cuando encontrándose el Apóstol Santiago
vivaqueando a orillas del Ebro junto a sus discípulos, "oyó voces de ángeles que
cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo,
de pie sobre un pilar".
La Virgen María, que
todavía vivía en carne mortal en Palestina, se apareció en ese estado
sobrenatural a los presentes y le pidió al Apóstol que se le construyese allí mismo
una iglesia, con el altar en torno al pilar sobre el que estaba de pie,
prometiendo que "permanecerá este sitio hasta el fin de los
tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi
intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio".
Seguidamente la Virgen desapareció,
quedando sólo el pilar desde el que se había dirigido a los fieles. El Apóstol
Santiago, cumpliendo la voluntad de la Madre de Jesús, levantó en ese mismo
sitio una iglesia.
Antes de regresar a Tierra
Santa, donde encontraría su muerte en Jerusalén, al ser martirizado por orden
de Herodes Agripa I, rey de Judea, dispuso como presbítero a uno de sus
discípulos para servicio del nuevo templo. Consagrada bajo el título de “Santa María del Pilar”, fue la
primera iglesia del mundo dedicada a la Virgen.
Con el paso del tiempo y
el progresivo aumento de los peregrinos y devotos, se fueron levantando nuevos
templos sobre el original, hasta llegar a la impresionante basílica actual, a
la vez que las referencias documentales a su existencia y su mística religiosa
se fueron multiplicando en todas las lenguas de la época.
Mención especial merece el
“Libro
de milagros atribuidos a la Virgen del Pilar”, escrito en el año 1438 y que contribuyó de tal forma a la
difusión de esta devoción mariana que, el Rey Fernando el Católico afirmaría
años más tarde: "creemos que ninguno
de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo
de admirable devoción sagrada y antiquísima, dedicado a la Sta. y Purísima
Virgen y Madre de Dios, Sta. María del Pilar, que resplandece con innumerables
y continuos milagros".
Buenas razones tenía el
monarca en profesar su fe mariana en el Pilar, pues como se continuaba
relatando en el citado artículo de la Revista Técnica de la Guardia Civil,
corría el año 1492 cuando el rey se encontraba en Barcelona y un loco se lanzó
por sorpresa contra él, “le tiró una tremenda puñalada al
pecho, evitando el golpe un magnífico collar de oro que llevaba, pendiendo la
imagen de la Virgen del Pilar que quedó partida en dos”.
Año tras año, lustro tras lustro, década tras década y siglo tras
siglo, la devoción y la fe en la Virgen del Pilar fueron extendiéndose más allá
de las fronteras de Aragón. La ciudad de Zaragoza votó el 13 de octubre de 1640
guardar en lo sucesivo el día anterior en memoria de su aparición, y poco
después, el 27 de mayo de 1642,
la proclamó su Patrona. Casi cuatro décadas más tarde, concretamente en 1678,
las cortes aragonesas extendieron su patronazgo a todo el reino de Aragón.
Transcurrido medio siglo,
el Papa Clemente XII dictaminaría oficialmente -en 1739- la fecha del 12 de
octubre como festividad mariana, si bien la realidad era que desde muchísimo
tiempo antes ya se venía celebrando esa jornada en toda España.
Dos siglos después, con motivo de conmemorarse el cuarto centenario
del descubrimiento de América, acontecido el 12 de octubre de 1492, la Reina
Regente María Cristina firmaba en el monasterio de la Rábida, un real decreto en
el que se expresaba el claro propósito de instituir como fiesta nacional el
aniversario de aquella gloriosa e histórica jornada. Años más tarde su hijo
Alfonso XIII lo haría realidad y serviría para reafirmar a la Virgen del Pilar
como Reina y Patrona de la Hispanidad.
Ya para entonces, la devoción y la fe por la Virgen del Pilar habían
traspasado las fronteras españolas y se habían difundido por gran parte de
Europa y muy especialmente por toda Hispanoamérica.
Entre los hechos de gran importancia que se sucedieron en los años
previos a su declaración como Patrona de la Guardia Civil, destacan tres de
suma trascendencia: la concesión el 28
de septiembre de 1904 por
el Papa Pío X de las mismas
facultades e indulgencias que se habían otorgado para el Año Jubilar
Mariano declarado con ocasión del quincuagésimo aniversario de la proclamación
dogmática de la Inmaculada Concepción, para “todos los fieles que confesados y comulgados
vayan en peregrinación, en solitario o en grupo, durante el año 1905 al
Santuario de la Virgen María del Pilar en la archidiócesis cesaraugustana”; la coronación, el 20 de Mayo de 1905, de
las imágenes de la Virgen del Pilar y el Niño Jesús, con unas valiosísimas
coronas costeadas por suscripción
nacional a iniciativa de la
Junta Central de Damas Católicas; y la concesión de “honores que las Ordenanzas señalan de Capitán General de Ejército a la imagen de Nuestra Señora del Pilar de esa ciudad, en sus
principales solemnidades e inauguración del monumento a los Sitios”, por Real Orden del Ministerio de la Guerra, fechada el 8 de octubre de
1908.
Por otra parte, mención especial merece, por lo que supuso para su
proyección y consolidación en el ámbito de la Hispanidad, la ofrenda a la
Virgen del Pilar, efectuada en Zaragoza el 29 de diciembre siguiente por el Obispo de San Carlos de Acud
(Chile). Éste, en representación de otros tantos jerarcas de la Iglesia,
ofrendó en un emotivo acto, dieciocho banderas hispanoamericanas: Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica,
Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Méjico, Nicaragua, Panamá,
Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela; más las de Filipinas
y Haití. Todas ellas habían sido bendecidas previamente en Roma por Pío X.
Por su parte, España también quiso corresponder y
el 20 de mayo de 1909, el capitán general de Zaragoza, en nombre de Alfonso
XIII, ofrendó la bandera nacional, costeada
por suscripción popular.
Orígenes
de la Virgen del Pilar en la Guardia Civil.
Para
encontrar la cuna de esta devoción mariana en el benemérito Instituto, tan
arraigada en la tradición católica española, habría que retroceder en el tiempo
más de siglo y medio, para seguidamente situarse en el antiguo edificio de la Real Fábrica de Paños Finos, que fuera propiedad
del Marqués de Vallejo, ubicado en la madrileña localidad de Valdemoro.
En sus más que centenarias instalaciones
-construidas en el año 1712- se alojaba la Compañía de Guardias Jóvenes,
habiendo quedado recogidas las vicisitudes acontecidas en sus tres primeras
décadas en la obra “Reseña histórica del Colegio de Guardias Jóvenes”, publicada
en 1883 y cuyo autor era precisamente un antiguo alumno, el Teniente del
Cuerpo, Andrés Molinero Gómez-Cornejo.
Dicha Compañía había sido creada por
iniciativa del Duque de Ahumada mediante Real Orden de 1 de abril de 1853 y
tenía por principal objeto, “la educación de los huérfanos y de los hijos
de las clases de tropa que sirven con honradez en la Guardia Civil”.
Tras sus primeros y breves pasos en el antiguo Cuartel del Postigo de San Martín, ocupado por
fuerzas del Primer Tercio, en Madrid capital, y un periodo de poco más de dos
años en una casa particular de alquiler, que fue habilitada en la cercana
población de Pinto, se optó finalmente por trasladarla hasta la vecina
localidad de Valdemoro.
Realizadas a lo largo del año 1855 las obras
imprescindibles para adaptar el edificio a su nuevo uso como casa-cuartel, fue
ocupado oficialmente el 26 de marzo del año siguiente por dicha Compañía,
antecesora histórica del actual Colegio de Guardias Jóvenes “Duque de Ahumada”.
Sus integrantes eran en buena parte huérfanos
del Cuerpo cuyos padres habían fallecido en acto de servicio o bien, hijos de
personal que hubiese adquirido la inutilidad física por causa del mismo. El
resto tenía a sus padres en servicio activo. A los primeros se les exigía una
edad mínima de 8 años, mientras que los segundos debían tener entre 13 y 16
años.
Al alcanzar esta última edad, eran filiados de
nuevo y los válidos para ingresar en la Guardia Civil realizaban estudios específicos
a tal fin, contrayendo el compromiso de servir ocho años en el Cuerpo. Los que
no reunían la aptitud necesaria o sencillamente no lo deseaban, se les
preparaba para otros oficios propios de la vida civil, hasta que cumplían los
18 años de edad, perdiendo el derecho a ser admitidos en el benemérito
Instituto.
La Compañía de Guardias Jóvenes, y en especial
su educación y formación, fue siempre una preocupación constante de los
directores generales que sucedieron al Duque de Ahumada, los cuales ostentaban
además el título de “General Director”
de la misma, encomendándose a un oficial, normalmente de la categoría de
oficial por aquel entonces, que desempeñaba el cargo de “Subdirector Jefe de la fuerza”.
Por tal motivo, siendo el Teniente
General Genaro de Quesada Matheu, Director General del Cuerpo, giró el 15 de
febrero de 1864 su primera revista a la Compañía de Guardias Jóvenes, dejando
detallada constancia de su parecer en el Boletín Oficial de la Guardia Civil
núm. 268, publicado el día 24 de ese mismo mes.
Si
bien quedó satisfecho, juzgó oportuno “introducir
algunas alteraciones en el régimen de enseñanza y en el material de la misma”.
Hombre de profundas convicciones religiosas, se interesó, además de por las
cuestiones profesionales y culturales, por el conocimiento que tenían los
guardias jóvenes sobre “los principales
deberes del cristiano”, cuya enseñanza estaba encomendada al sacerdote
Genaro Herrero, “cura párroco de la
villa, sacerdote virtuoso y desinteresado”, según palabras del propio
General Quesada.
Consecuente
con lo anterior, tal y como se recoge en el Boletín Oficial de la Guardia Civil
núm. 283, de 16 de junio de dicho año, el Director General impartió las órdenes
oportunas para que se llevara a cabo una importante ampliación y reforma de las
instalaciones, incluida la dotación de una capilla, ya que además, por Real
Orden de 27 de febrero último, se había incrementado la plantilla, para el mes
de julio, hasta alcanzar 130 plazas.
Convencido
de la trascendencia que tenía una constante atención religiosa a los guardias
jóvenes, no sólo creó decidió crear una plaza fija de capellán sino que también
dispuso se habilitara en el edificio, el espacio adecuado para el culto. La
capilla, muy sencilla, se construyó ocupando parte de la clase de instrucción
primaria, situada en la planta baja.
El
10 de junio, el General Quesada inspeccionó la buena marcha de las obras,
incluida la nueva capilla, aprovechando la revista a la Compañía de Guardias
Jóvenes, que pasó la Reina Isabel II, acompañada de su esposo Francisco I y su
hijo Alfonso, en la estación ferroviaria de Valdemoro. Durante la misma, el
Príncipe de Asturias –futuro Alfonso XII- fue declarado su “Protector”, privilegio que quedó
confirmado por real orden dictada tan sólo cuatro días después.
Preocupado
también de mejorar en todos los aspectos, la formación que se impartía así como
reorganizar su régimen interior, había procedido el 29 de mayo anterior a
elevar un nuevo y extenso reglamento, que tras ser estudiado por la Sección de
Guerra y Marina del Consejo de Estado, fue finalmente aprobado por Real Orden
de 6 de julio de 1864.
En su articulado se establecía, entre
otras muchas cuestiones, que “la
instrucción primaria, como base principal de la educación, estará a cargo de un
Sacerdote”, disponiéndose que, bajo la denominación de “Capellán profesor”, sería una de las
cuatro únicas “plazas no militares” –
junto el médico, el cocinero y un mozo de cocina- a las que se daría colocación
en la casa-cuartel de la Compañía de Guardias Jóvenes.
Conforme a lo establecido en el reglamento, competía
al Director General del Cuerpo, su nombramiento, a propuesta del capitán
subdirector, siendo “el Párroco nato de
cuantos individuos correspondan a la Compañía”, debiendo hacerse cargo de
la educación religiosa de los guardias jóvenes –uno de los requisitos para
ingresar era presentar la fe de bautismo- así como contribuir a su formación
cultural.
Como
personal no militar que era, “los
honorarios de sus servicios serán acordados por el General Director y se
extenderá un acta formal del compromiso que cada parte contrae, teniendo el
deber de avisarse con un mes de anticipación cuando a una u otra no convenga la
continuación del contrato”.
Según se continuaba
precisando en el reglamento, “a la
entrada de los jóvenes en el establecimiento” debían ser “examinados y clasificados por el capellán
profesor de la instrucción primaria para que por éste se designe a que clase
deben concurrir”. Las materias objeto de su responsabilidad, como profesor
de educación primaria eran: lectura, escritura, doctrina cristiana, gramática
castellana y aritmética.
El
reglamento también concretaba que se debía prestar toda la atención “en que se eduque a los jóvenes Guardias en
el santo temor de Dios, en que practiquen con frecuencia el sacramento de la
penitencia y en que dos veces a la semana tengan conferencias religiosas
presididas y explicadas por el capellán párroco de la Compañía”. Dichas
charlas se daban después de la cena y tenían por objeto principal “explicarles la doctrina de nuestra sagrada
Religión”.
Pues
bien, para todo ello el General Quesada designó a un presbítero de origen
aragonés, llamado Miguel Moreno Moreno, cuyo sueldo mensual se fijó, por
disposición de 25 de agosto de 1864 en 125 pesetas, más 20 para casa.
Aunque
no se ha podido precisar la fecha exacta de su incorporación, ésta debió
producirse con toda seguridad entre mediados de agosto y principios de
septiembre. Por el libro del Teniente Molinero, se sabe que el día 19 de dicho
mes, el Director General dispuso que se hiciera saber al sacerdote Genaro
Herrero, su agradecimiento y satisfacción por la labor realizada con los
guardias jóvenes desde febrero de 1862, a la vez que lamentaba que no pudiera
continuar desarrollándola, pues sus ocupaciones como párroco de Valdemoro, le
impedían estar “regentando clase a una
hora dada como el orden del Establecimiento lo exige” y por lo tanto no
poder cumplir con las responsabilidades asignadas al capellán en el nuevo
reglamento.
Por
otra parte, una vez construida la capilla y dotada de los elementos necesarios
para el culto, el General Quesada solicitó al vicario general castrense, en
escrito de fecha 6 de septiembre, permiso para que pudiera celebrarse “el santo sacrificio de la Misa”.
La
respuesta se produjo seis días después, comisionándose con esa fecha “al Cura párroco de dicho pueblo D. Genaro
Herrero, que lo es también castrense, para que pase a visitar la capilla
construida en el mismo edificio, autorizándole para que, en el caso de que
reúna las circunstancias necesarias para la celebración del Santo Oficio de la
Misa y demás divinos oficios, proceda a bendecirla con las formalidades y
ceremonias que prescribe el Ritual Romano, así como para la bendición de los
ornamentos, imágenes y crucifijos que son necesarios”.
La
actividad del nuevo capellán debió ser muy relevante desde el primer día, pues
el propio Director General, con motivo de una nueva revista girada el 20 de
septiembre siguiente, dejó constancia de ello en una Orden General dictada
cuatro días más tarde y publicada en el Boletín Oficial del Cuerpo núm. 296 de
misma fecha: “la educación religiosa ha
mejorado mucho y en adelante será cada día más sólida con la reciente entrada
de un Director espiritual que podrá en la capilla bendecida el 19, suministrar
el pasto espiritual con la preferente atención que merece y que no era posible
obtener antes con las dificultades que se experimentaban, que se oponían a los
esfuerzos de los encargados de ella”.
En
dicha capilla, el nuevo capellán había colocado una pequeña imagen de la Virgen
del Pilar, por la que como buen aragonés, sentía una gran devoción que fue
inculcando a profesores y alumnos. Aquella Orden General de 24 de septiembre de
1864 sería interpretada, moral y espiritualmente, pues no se mencionaba de
forma expresa, como la carta de naturaleza de su patronazgo en la Compañía de
Guardias Jóvenes de Valdemoro. De hecho así se celebraría desde entonces cada
12 de octubre.
Gracias
a la Memoria Anual correspondiente a ese año, recogida en su obra por el
Teniente Molinero y elaborada por el Capitán Fernando Muntadas Camps, que el 23
de octubre se había hecho cargo de la subdirección de la Compañía de Guardias
Jóvenes, en relevo del de igual empleo, José Pont Oliver, se tienen más
referencias sobre la labor del sacerdote Miguel Moreno Moreno, responsable de
la instrucción primaria y religiosa: “un
sujeto de reconocidas virtudes y completa aptitud para tan delicado cargo, que
desempeña con el mayor celo e interés, ayudado en su tarea por tres
instructores encargados de igual número de secciones, en que están divididos
los alumnos, según sus adelantos”.
Pero
más importante es lo que reseña el Capitán Muntadas respecto a la capilla: “También se ha construido en el local que
ocupa la clase de instrucción primaria una sencilla capilla, bajo la advocación
de Nuestra Señora del Pilar, dotándola de todos los ornamentos y efectos
necesarios al culto, y en la cual asiste la Compañía a Misa, sin necesidad de
tener que acudir con este objeto a la iglesia de la villa, lo que era bastante
incómodo, particularmente en la estación de invierno”.
El
16 de diciembre de 1865 el sacerdote Miguel Moreno Moreno cesó como capellán de
la Compañía de Guardias Jóvenes, encargándose nuevamente, y sin retribución
alguna, la dirección espiritual de la misma al cura párroco de Valdemoro,
Genaro Herrero. Como tenía que seguir atendiendo sus responsabilidades de la
localidad, sólo podía “confesar a los
jóvenes cuatro veces al año” y concurrir al centro “dos días por semana para explicarles sus lecciones de moral en
conferencias de hora y media de duración”. El Capitán Muntadas en su
Memoria Anual de 1870 afirmaría que “la
conducta de tan virtuoso sacerdote es superior a todo elogio”.
En
relación al acto de bendición de la capilla el 19 de septiembre de 1864 que se
ha citado anteriormente, hay que precisar que no fue la única vez, pues tras la
finalización de una importante reforma llevada a cabo en el edificio una década
más tarde, y que afectó también a la capilla, la cual fue reconstruida entera y
de mayores dimensiones, volvió a ser bendecida nuevamente unos años más tarde.
En la correspondiente Memoria Anual de 1876, se hacía constar que se había
levantado “un precioso retablo con un
gran cuadro al óleo representando a la Santísima Virgen del Pilar, patrona del
Colegio”.
La
bendición de la nueva capilla correspondió al también nuevo cura párroco de
Valdemoro y futuro capellán –Manuel León Sepúlveda- el 26 de marzo de 1876,
presidiendo la ceremonia el propio Director General del Cuerpo, entonces
Teniente General Fernando
Cotoner Chacón, quien estuvo acompañado de numerosas autoridades civiles y
militares, entre las que destacaba Emilio Cánovas del Castillo, hermano del
presidente del Gobierno y entonces asesor general del Ministerio de Hacienda. A
su finalización, y tras una demostración de ejercicio de orden cerrado por
parte de la Compañía de Guardias Jóvenes, se concedió in situ el empleo de
Guardia a 24 de ellos, mandándose “que
fuesen incorporados en el acto al Cuerpo”, todo ello según se detallaba en
la Gaceta de Madrid núm. 89, publicada tres días después.
La
nueva y selecta savia que desde 1864 fue brotando de Valdemoro se fue
diseminando, durante las cinco décadas siguientes, por todas las Comandancias
de la geografía española así como en las ubicadas en las posesiones de Ultramar
-Cuba, Filipinas y Puerto Rico- y África.
Aquellas
promociones de guardias jóvenes habían sido formadas, año tras año, en los
valores más nobles del Cuerpo, que junto al acendrado espíritu de servicio y
sacrificio, eran la abnegación y el honor. Todo ello, siempre bajo la devoción
y protección de la que moral y espiritualmente era su Patrona, la Virgen del
Pilar.
Muchos
de aquellos guardias civiles fueron difundiendo entre sus compañeros, esa fe y
advocación mariana, al objeto de que velara por ellos en el penoso y peligroso
servicio diario así como a sus familias. Unos y otros fueron encomendándose a
su divina protección, contribuyendo así, entre todos, a forjar el largo camino
hacia su patronazgo en el benemérito Instituto.
A
este respecto, hay que significar que la encomienda de protección a una virgen,
santa o santo, venía siendo una tradición en la milicia desde hacía siglos en
algunos casos, como ocurría por ejemplo con Santa Bárbara en la Artillería.
Todo ello era consecuencia directa de la tradicional religiosidad católica del
pueblo español en los que cada localidad tenía su propia patrona o patrón.
Dado
que las fuerzas del Cuerpo estaban integradas a su vez por las propias de
Infantería y de Caballería, cuyos jefes y oficiales procedían además en buena
parte del servicio activo de las respectivas Armas del Ejército, al que la
Guardia Civil pertenecía entonces, podría pensarse que pudieran acogerse por lo
tanto a la protección de su patrona y patrón, respectivamente.
De
hecho, el Apóstol Santiago, que como ya se ha visto guarda
tanta vinculación con la Virgen del Pilar, había sido designado el 30 de junio
de 1846 como Santo Patrono del Arma de Caballería, por el vicario general castrense,
a petición de su inspector general. Casi cinco décadas después, la Reina
Regente María Cristina, en nombre de su hijo Alfonso XIII había ratificado tal
patronazgo por Real Orden del Ministerio de la Guerra, de fecha 20 de julio de
1892.
Y
por otra parte, poco más de tres meses más tarde, otra Real Orden del mismo
ministerio, dictada el 12 de noviembre, había dispuesto que "considerando
conveniente para mantener vivo el sentimiento religioso en los diferentes
cuerpos y dependencias del Arma de Infantería, y estrechar los vínculos morales
que unen a sus individuos", se declaraba Patrona del Arma de
Infantería a la Virgen de la Purísima e Inmaculada Concepción, que ya lo había
sido del antiguo Colegio Militar y lo era de la entonces recién creada Academia
General Militar de Toledo y de gran número de regimientos.
Sin
embargo, ninguno de esos dos caminos fueron los que quiso seguir la Guardia
Civil. El anhelo de sus miembros por alcanzar su propio patronazgo –la Virgen
del Pilar- fue siendo cada vez más extendido y proclamado a los cuatro vientos.
Muy
significativa al respecto, resulta la Memoria y bases para la creación de un “Colegio preparatorio para huérfanos del
Cuerpo e hijos de los Jefes, Oficiales y Tropa del mismo”, remitida el 8 de
julio de 1903 al Ministro de la Guerra por el Teniente General Camilo García de
Polavieja, Director General de la Guardia Civil, en su condición de General
Director de la Asociación de Asilos del Cuerpo.
En
ella, transcrita por el Comandante Faustino Ramírez Barreto en su obra “Alumnos
del Colegio de Guardias Jóvenes (1853-2003)”, se finalizaba proponiendo la
denominación de dicho Colegio en base a la siguiente argumentación:
“Es patrona del de Guardias Jóvenes nuestra
Señora del Pilar cuya imagen se venera en la capilla de aquel establecimiento;
allí los huérfanos de nuestros compañeros muertos en cumplimiento del deber,
rezan por la memoria de sus padres; allí los hijos de algunos de nosotros con
la fe que desde niños supimos inculcarles, imploran por los que frecuentemente
exponemos la vida velando por la seguridad de nuestros conciudadanos; allí ante
aquella imagen fue consagrada la enseña de la caballería del Cuerpo; y la
Virgen que es titular del Colegio donde hoy se educan los que mañana serán
guardias y que cuantos por aquel establecimiento han pasado consideran como
patrona de la Guardia Civil, aunque como tal no se haya declarado, pudiera dar
nombre al Colegio que se proyecta, colocándolo bajo su advocación.”
Otro
buen ejemplo de ello se puede leer una década más tarde, en el artículo
publicado bajo la firma de Martín Gamero en el núm. 36 de la Revista Técnica de
la Guardia Civil, correspondiente al 31 de diciembre de 1912, es decir, muy
poco antes de la designación oficial de la Virgen del Pilar como Patrona del
benemérito Instituto.
Su
autor aprovechó que glosaba las excelencias de la banda de música del Colegio
–realmente hasta 1956 no tendría oficialmente dicha denominación- de Valdemoro,
para terminar afirmando que su músico mayor, Ildefonso Moreno “es merecedor de que a su disposición se pongan cuantos elementos sean
necesarios para que en época no lejana se
sepa en Madrid que la Guardia civil tiene una banda de música, como se
debe ya saber en España entera que la Patrona de cuantos vestimos el honroso
tricornio es la Virgen del Pilar.”
Un
ejemplo más del sentir mariano de buena parte de quienes integraban el
benemérito Instituto en las fechas previas a su designación oficial, se
escribió en un artículo editorialista publicado, tras ser nombrada Patrona del
Cuerpo, en el núm. 38 de la Revista Técnica de la Guardia Civil,
correspondiente al 28 de febrero de 1913.
En
su texto, dedicado a preconizar “el unánime deseo de consagrar una fiesta anual a evidenciar su ferviente
entusiasmo por los progresos del Cuerpo, el amor a sus glorias, el respeto y
cariño a su tradición”, se exponía que había un importante sector que defendía la
conveniencia de que esa festividad periódica, en vez de coincidir con la fecha
fundacional del Instituto como propugnaban algunos, “coincidiera con la designada por la Iglesia para el santo Patrón o
Patrona bajo cuya advocación quedara la Guardia civil, buscando así no
diferenciarse de las demás Armas y Cuerpos del Ejército, y a semejanza de ellos
tener nuestro protector en el Cielo”.
En resumen, el benemérito
Instituto ansiaba y deseaba tener también su propia patrona –y la Virgen del
Pilar era la única candidata idónea- cuestión que hay que resaltar por otra
parte, que estaba sometida a un estricto proceso en el que, entre otras
cuestiones, debía quedar muy acreditado el arraigamiento de la fe y la devoción
de sus miembros en la figura protectora, siendo además imprescindible contar
con el preceptivo informe favorable del vicariato general castrense.
Otros Cuerpos del Ejército, como
por ejemplo el de Intendencia o el de Carabineros, obtendrían el patronazgo
años más tarde que el de la Guardia Civil. El primero habría de esperar hasta
la Real Orden de 22 de julio de 1915 con la designación de Santa Teresa de
Jesús, mientras que el segundo, tan ligado a la historia del benemérito Instituto,
que creado por Real Decreto
de 9 de marzo de 1829 sería absorbido por éste a raíz de la Ley de 15 de marzo
de 1940, no tendría como patrona a la Virgen de Covadonga hasta la Real Orden de
16 de enero de 1929.
El
Obispo de Jaca, benefactor del Patronazgo de la Virgen del Pilar.
Tal y como recordaba el añorado capitán Armando Oterino Cervelló, en
un artículo inédito facilitado por su familia, hubo una persona cuya fe, constancia,
firmeza e impulso fueron vitales y decisivos para que la Virgen del Pilar fuera
por fin declarada oficialmente Patrona de la Guardia Civil.
Como no podía ser de otra forma, se trataba de un hijo del Cuerpo, que
además había llegado a ser aceptado su ingreso en el “Corralillo”, nombre con
el que pasó a la historia del Cuerpo la casa-cuartel de los Guardias Jóvenes de
Valdemoro.
Finalmente, fue llamado a seguir otro camino desde el que, no
obstante, prestaría un inestimable servicio a su querida Guardia Civil. Se
llamaba Antolín López Peláez y en febrero de 1913 era el Obispo de Jaca.
Había nacido el 31 de agosto de 1866 en la casa-cuartel de Manzanal
del Puerto, donde su padre estaba destinado como guardia civil de la
Comandancia de León. Cuando contaba tan sólo 12 años de edad obtuvo el ingreso
en la Compañía de Guardias Jóvenes, si bien a última hora renunció al mismo por
serle otorgada una beca para estudiar en el seminario leonés de Astorga.
Tras convertirse en uno de sus alumnos más
brillantes, inició un prometedor camino en la Iglesia. Siempre orgulloso de su
condición de hijo del Cuerpo, el amor que profesaba por la Guardia Civil era
público y notorio, al igual que su gran devoción por la Virgen del Pilar,
inculcada desde niño en las diferentes casas-cuarteles en las que vivió hasta
que marchó al seminario.
Entre sus numerosas amistades en el Cuerpo, tuvo
gran influencia, siendo ya canónigo de la catedral de Lugo, con tan sólo 23
años de edad, la que mantuvo con el entonces Segundo Teniente (Alférez) Francisco Martín Llorente, quien posteriormente
se pasó al Cuerpo de Estado Mayor del Ejército, donde alcanzaría gran prestigio.
En 1905, tras ocupar diversos cargos de
responsabilidad y cuando todavía no había cumplido 40 años, fue nombrado Obispo
de Jaca, y dos años más tarde, senador del reino por su provincia eclesiástica,
lo cual le facilitó su proyección en la vida pública, social y política
española, que utilizaría en más de una ocasión para apoyar a la Guardia Civil.
Reconocido como persona de gran prestigio, estaba
considerado como un destacado intelectual y un escritor infatigable, si bien su
humildad le hacía rechazar todo tipo de distinciones y reconocimientos
oficiales que querían concederle, incluidas las condecoraciones. Miembro de las
Reales Academias de la Lengua, de la Historia, de Bellas Artes, de las Ciencias
Morales y Políticas, era autor de más de una veintena de obras de diversa
temática, algunas de ellas traducidas al alemán, francés, italiano y portugués.
Mantenía gran amistad con una persona clave en el
proceso de declaración del patronazgo: el provicario general castrense, Jaime Cardona y Tur, Obispo de Sión y Patriarca de
las Indias, así como también senador del reino desde el año 1907, en este caso por
el Arzobispado de Valencia.
El
Obispo de Jaca realizaría en aquel periodo multitud de gestiones ante él y
otras altas personalidades, a favor del patronazgo oficial de la Virgen del
Pilar para la Guardia Civil. Su actuación y perseverancia fueron decisivas para
obtener finalmente el preceptivo informe favorable de la vicaría general
castrense.
Su
predicamento mariano en tal sentido y su amor al benemérito Instituto, eran tan
notorios y calaron con tal profundidad entre sus componentes, que cuando en el
citado núm. 38 de la Revista Técnica de la Guardia Civil, se publicó una
extensa crónica sobre la declaración del nuevo Patronazgo, acontecido días
antes, su director y fundador, el capitán Miguel Gistau Ferrando,
lo elogiaba y describía ante el lector como “una pluma brillante, la más
autorizada para ensalzar a nuestra Patrona, para cantar las glorias de la Guardia civil, a quien
reserva sus afectos; la del pastor bondadoso, sabio y tolerante; la del Prelado
cuya voz no hace mucho nos conmovió con la sencilla y tierna exposición de sus
entusiasmos y cariños para el Cuerpo”.
A
continuación, y a modo testimonial, se reproducía íntegramente el artículo que
el Obispo de Jaca había publicado días antes sobre el patronazgo de la Virgen
del Pilar en el periódico “El Noticiero” de Zaragoza.
En él, entre otras cosas, se podía leer que "al pensar en su Patrona, pensará el Guardia que, como ella tuvo jamás
la menor sombra de culpa, él debe conservar puro de toda falta su nombre y sin
mancilla el honor del Cuerpo, contribuyendo a que el Instituto a que pertenece sea digno por su inmaculada honradez de
tenerla como abogada en los Cielos y protectora en la tierra...".
A los pocos meses de ser declarada la Virgen del
Pilar Patrona de la Guardia Civil, fue nombrado Arzobispo de Tarragona. El
benemérito Instituto, siempre bien agradecido con aquellos que desde fuera han
velado desinteresadamente por él y sus miembros, aprovechó su entrada oficial
en la capital tarraconense, acontecida el 23 de noviembre de 1913, para que una
escuadra de batidores a caballo de la Guardia Civil, encabezara marcialmente la
comitiva eclesiástica.
Poco después, concretamente el 3 de abril del año
siguiente, el hijo de aquel guardia civil de la Comandancia de León, que tanto
y tan desinteresadamente había hecho para que el benemérito Instituto estuviera
bajo el patronazgo de la Virgen del Pilar, recibió en su palacio arzobispal un
sencillo detalle pero que revestiría un gran valor sentimental para él.
El Coronel Benito Beorlegui Mendizábal, Subinspector del Tercio de Tarragona,
acompañado de una nutrida representación de guardias civiles de todos los
empleos así como de las primeras autoridades civiles y militares de la
provincia, le entregó una copia de la instancia que había suscrito en el año
1878 solicitando su ingreso en la Compañía de Guardias Jóvenes, reproducida en
un artístico y policromado álbum que había sido firmado por todos los jefes y oficiales
del Cuerpo.
Cuatro años más tarde, el Arzobispo de Tarragona tendría otra
satisfacción moral más por parte de la Guardia Civil, al ser invitado a asistir
el 12 de octubre de 1918, a los actos de la Patrona que se celebraron en
Valdemoro. La Revista Técnica de la Guardia
Civil núm. 104, correspondiente a dicho mes, publicaría sendas fotografías
donde aparecía este gran benefactor, del que expresamente se afirmaba que: “siendo obispo de Jaca, inició sus campañas
en favor de la Guardia Civil, consiguiendo el pago de los atrasos de guardias y
siendo desde entonces un campeón de la benemérita, en la que goza de
entusiastas simpatías y que tiene a galardón recordar nació en una casa-cuartel
del Cuerpo, siendo hijo de un modestísimo guardia civil”.
Hasta su súbita y temprana muerte, acaecida el día 22 del mes
siguiente en Madrid, continuó dando muestras de su afecto al Cuerpo. Entre muchos de sus
actos, destaca uno, por lo emotivo del recuerdo que supuso para él, pues
gracias a una beca que obtuvo por oposición en Astorga, pudo cursar sus
estudios en el seminario: la creación de dos becas en el Seminario Pontificio
Diocesano de Tarragona para hijos de miembros del benemérito Instituto.
Cuando se conoció la noticia de su fallecimiento, el Director General de
la Guardia Civil, Teniente General Juan Zubia Bassecourt, acompañado de sendas
comisiones de jefes, oficiales y clases de tropa del Cuerpo, acudió a la residencia
de Padres Escolapios donde se velaban sus restos mortales, al objeto de
testimoniar su más sentido pésame.
Seguidamente su cadáver fue trasladado hasta Reus por ferrocarril, ya
que el arzobispo había mostrado expreso deseo en su día de recibir sepultura en
Tarragona. Al llegar el tren a la estación, un piquete de honor, compuesto por
un sargento y siete guardias civiles sacaron el féretro a hombros para
depositarlo en un túmulo que escoltaron por carretera hasta la capital. Una vez
instalada la capilla ardiente en el palacio arzobispal continuó siendo velado
por una escuadra de gastadores de la Guardia Civil, vestida de gala, hasta que
se celebró su entierro. Allí lo despidió una numerosa representación de todos
los empleos del benemérito Instituto al que tanto amor prodigó.
Tres años después -en 1921- tendría ocasión la Guardia Civil de volver
a honrar la memoria de su mentor, al encargar al escultor barcelonés Manuel
Foix un busto suyo para que presidiera el Museo Diocesano
que se encuentra en el interior de la Catedral de Tarragona y que precisamente él había
inaugurado en 1914.
En 1923 sus restos fueron trasladados al mausoleo que se construyó
expresamente a tal fin en la Capilla de San Fructuoso, sita en dicha catedral, volviendo a asistir
una nutrida representación de la Guardia Civil para rendirle homenaje en este
último acto.
Pero no con ello finalizaría su vinculación con el Cuerpo ya que la
Corporación municipal de Tarragona, en su sesión de 10 de junio de 1929, la
reforzaría mucho más al nominar con su nombre la calle donde entonces –y hasta
el año 2010- se encontraba ubicada la Comandancia de la Guardia Civil: “Denominar dicha calle con el nombre del que fue Arzobispo de
esta Archidiócesis Don Antolín López Peláez de grata recordación ya que con su
preclaro talento e iniciativas puestas con entusiasmo al servicio de la Sede
tarraconense súpolo regir dignamente y conquistar para ella nuevos lauros (...)
cosa que es de creer constituirá además de un motivo de satisfacción para el
Benemérito Instituto por el que tanta predilección tuvo aquel insigne y malogrado
Prelado”.
Nombramiento
de la Virgen del Pilar como Patrona del Cuerpo.
El
7 de enero de 1913, fruto de la constante labor de proselitismo y devoción
desarrollada por decenas de promociones de guardias civiles a lo largo de casi
medio siglo, el entonces Director General de la Guardia Civil, Teniente General
Angel Aznar Butigieg, elevó motivado escrito al Ministro de la Guerra, el
también Teniente General Agustín Luque y Coca (futuro Director General del
Cuerpo en 1917), solicitando que la Virgen del Pilar fuera declarada
oficialmente la Patrona del benemérito Instituto.
Los
buenos oficios del Obispo de Jaca contribuirían eficazmente a ello y tras
informarse favorablemente por el Provicario General Castrense, el Rey Alfonso
XIII accedió a ello.
Así,
por fin, casi cincuenta años después de que el capellán Miguel Moreno Moreno
colocara la imagen de la Virgen del Pilar en la capilla del Colegio de
Valdemoro, los guardias civiles veían satisfechas sus aspiraciones, al igual
que había venido sucediendo en otras Armas y Cuerpos del Ejército con sus
respectivas patronas y patronos.
Primera Orden General del Cuerpo
con motivo de la Patrona.
El
18 de febrero de 1913, apenas diez días después del nombramiento oficial, el
Teniente General Aznar, dictaba con tal ocasión la primera Orden General
relacionada con el nuevo Patronazgo mariano del benemérito Instituto y que dado
su interés histórico, bien merece ser reproducida:
"Por
real orden de 8 del actual se declara Patrona del Cuerpo a Nuestra Señora la
Virgen del Pilar de Zaragoza. Ese era vuestro constante anhelo: de él me hice
intérprete cerca del Gobierno, y S. M., dando una nueva prueba de su afecto y
predilección por la Guardia Civil, se ha dignado acceder á ese ruego.
Vuestra
aspiración estaba fundada en lo que es tradicional en el Ejército, y la
inspiraba el arraigo de vuestras creencias. A todos los grandes hechos
militares de nuestra historia va unida siempre la fe religiosa, desde los
primeros años del Cristianismo; y desde esa remota fecha nuestro pueblo venera
á la Virgen bajo cuyo patrocinio se ha puesto a la Guardia Civil.
El
arraigo de las creencias y el sentimiento de la Patria, que es la idea más
grande y consoladora que el hombre puede tener después de la de Dios, alentó á
los españoles á luchar con fe y entusiasmo durante los ocho siglos de la
Reconquista, les impulsó á alcanzar la victoria en Lepanto, los sostuvo en
Zaragoza, una de las más grandes epopeyas que registra la historia del mundo, y
últimamente, cuando la gloriosa guerra de África, en 1860, se consideró el acto
más á propósito para solemnizar el término de la triunfal campaña, oír misa a
la puerta de la Mezquita de Tetuán, colocando junto al altar la blanca bandera
del Ejército expedicionario, que ostentaba la imagen de la Concepción, que es
hoy la Patrona de la gloriosa Infantería española.
La
Guardia Civil, compuesta por los soldados más veteranos del Ejército, satisfizo
siempre á las esperanzas de la Nación y respondió a la confianza de los
Gobiernos porque sois valientes, firmes en la fatiga y abnegados en el peligro.
Tenéis
todas las virtudes militares, y por eso el Cuerpo ha conquistado y mantiene el
prestigio de que goza. Se declara nuestra Patrona a la que lo es del Colegio de
Guardias Jóvenes, donde se amparan y educan vuestros hijos, que postrados ante
la imagen de la Virgen del Pilar rezan por vosotros, pidiendo os proteja y os
libre de las asechanzas de los malhechores que perseguís. Allí en aquella
capilla, se bendijo la enseña de la Caballería del Cuerpo, que es el símbolo de
la Patria consagrado por la religión.
Este
año, al solemnizar el día de la Patrona, celebraremos en la Guardia Civil la
primera fiesta de compañerismo. Cuando os congreguéis para ello en cada Puesto,
dedicad una oración a nuestros compañeros que sacrificaron la vida en el
cumplimiento del deber y al inolvidable Duque de Ahumada, organizador del
Cuerpo; y antes de separamos, terminad nuestra fiesta diciendo; ¡Viva España!,
¡Viva el Rey!".
La primera celebración de la
Patrona.
Con
motivo de la primera celebración de su festividad el 12 de octubre, el nuevo Director General de la Guardia Civil,
Teniente General Ramón Echagüe Méndez-Vigo, Conde del Serrallo, dictó la siguiente
Orden General del Cuerpo del 3 de octubre de 1913, y cuyo breve texto también
merece ser recuperado para la la historia y curiosidad de los lectores, ya que
fue la primera disposición oficial publicada a tal efecto:
"Este
es el primer año que va a solemnizarse el día de la Santísima Virgen del Pilar
de Zaragoza, y lo haríamos con todo el esplendor propio del entusiasmo con que
esa designación fue recibida en el Instituto, de nuestros sentimientos
religiosos y del espíritu del Cuerpo, a no tener en cuenta que no es ocasión
propia de celebrar festejos en momentos en que nuestros compañeros sufren
penalidades y arrostran peligros en la campaña de Marruecos.
Por
esta circunstancia, el 12 del actual, día de la Patrona, se solemnizará este
año con arreglo a las prevenciones siguientes:
1ª.- En todos los puestos se
vestirá de gala, izándose la bandera en las casas- cuarteles, previa la venia
de la autoridad militar de la plaza, donde la haya.
2ª.- En las capitales de
provincia se costeará una misa rezada, que se aplicará en sufragio de los
compañeros del Cuerpo fallecidos, asistiendo a ella la fuerza franca de
servicio, con armas y al mando del jefe de la línea. En Barcelona y Valencia
irá la fuerza mandada por el jefe y capitanes de cuartel y subalternos de
semana. En éstas y en las demás capitales concurrirán al acto todos los jefes y
oficiales, invitando a las autoridades y a los demás cuerpos del Ejército para
que puedan designar una comisión que los represente.
3ª.- En todos los demás puestos
asistirá la fuerza franca de servicio, formada y sin armas a oír una misa.
4ª.- Los coroneles del 1º y 14º
Tercios recibirán oportunamente instrucciones para la celebración del día de la
Patrona en esta Corte.
5ª.- En el Colegio de Guardias
Jóvenes se solemnizará como en años anteriores".
Efectivamente, las
operaciones que se estaban llevando a cabo por el Ejército en el Protectorado
de España en Marruecos, y en las que participaba activamente también la Guardia
Civil, impidieron que la primera festividad de la Virgen del Pilar como excelsa
Patrona del Cuerpo, no se pudiera celebrar como tanto tiempo se llevaba
anhelando.
Tal y como había dicho
el General Echagüe, los guardias civiles allí destinados estaban sufriendo penalidades y arrostrando peligros junto a
sus compañeros del Ejército. De hecho, el propio Director General había
ordenado publicar en
el Semanario Oficial de la Guardia Civil, correspondiente al 24 de junio, una orden general disponiendo que el
nombre del Cabo Tomás Sierra Martín, muerto el mes anterior por el enemigo en
la carretera de Tetuán, se inscribiera en el cuadro de honor de todos los
puestos del Cuerpo. Poco después, en la madrugada del 2 de agosto, moría en
otro ataque producido en el campo exterior de Ceuta, el Guardia Civil Andrés
Orellana Zamudio, quien posteriormente sería ascendido, a título póstumo, al
empleo de cabo por su valor acreditado.
No obstante, la primera Patrona fue celebrada
solemnemente aquel 12 de octubre en todos los acuartelamientos del Cuerpo, con
misas y, en su caso, desfiles pero sin banquetes ni otros actos, tal y como se
relataba en las crónicas publicadas al día siguiente por los diferentes diarios
nacionales y locales.
Según informaba el ABC, la presidencia de la misa en Madrid la asumió
el Director General, acompañado de los generales de brigada Francisco Martín
Arrué, procedente de Infantería y Vicente Felíu Prieto, procedente de la Guardia Civil, así como de una
nutrida representación del Cuerpo, mientras que en Burgos, por ejemplo, se
veneró una imagen del Pilar, que había sido adquirida por suscripción y
colocada sobre un trono de flores. Diario de Cádiz informaba en portada de la
misa celebrada en el templo de San Francisco, la relación completa de
autoridades civiles y militares que asistieron así como del desfile de la
sección que rindió honores.
La Vanguardia fue la que publicó la crónica más
detallada, ilustrada además con una magnífica fotografía de la escuadra de
gastadores, seguida de la banda de cornetas, dos compañías y un escuadrón a
caballo, desfilando por las calles de Barcelona abarrotadas de público, tras
celebrar la misa en la Iglesia de San Pedro de las Puellas, que estuvo
presidida por una imagen de la Virgen del Pilar labrada en plata, cedida a tal
efecto por un devoto. Y así, provincia por provincia, un largo etcétera.
El
Colegio de Huérfanos del Cuerpo y la Virgen del Pilar.
Anteriormente
ya se abordó el proyecto que la Dirección General elevó en 1903 al Ministerio
de la Guerra para la creación del “Colegio
preparatorio para huérfanos del Cuerpo e hijos de los Jefes, Oficiales y Tropa
del mismo”, cuya denominación quería vincularse a la Virgen del Pilar, “colocándolo bajo su advocación” y a la
que todos “consideran como patrona de la
Guardia Civil, aunque como tal no se haya declarado”.
Dicho
proyecto se convirtió en realidad una década más tarde. Ubicado en Madrid, se
inauguró el 12 de octubre de 1914 con la presencia del Teniente General Agustín
Luque Coca, como Director General del Cuerpo, tras dos años largos de obras
según se relató en una detallada crónica publicada el día 31 de dicho mes en el
núm. 58 de la Revista Técnica de la Guardia Civil.
Sin
embargo, el nuevo centro no fue finalmente bautizado con el nombre de “Virgen
del Pilar” o el de “Nuestra Señora del Pilar”, sino con el de “Infanta María Teresa”,
en homenaje a la segunda hija de Alfonso XII y hermana por lo tanto de Alfonso
XIII, que había fallecido en Madrid dos años antes y que ostentaba el título de
Princesa de Baviera, por matrimonio con su primo, Fernando de Baviera y Borbón.
No
obstante, y como no podía ser de otra forma, en su capilla, que fue bendecida
en dicha jornada, al igual que el Colegio, por el vicario general castrense, Jaime Cardona Tur, se destacó en el centro del altar
una preciosa imagen de talla de la Virgen del Pilar.
Siete
décadas después, dependiente de la Asociación Pro-Huérfanos de la Guardia Civil
y ubicado en las proximidades del Colegio “Infanta María Teresa”, se crearía
una residencia femenina universitaria –inicialmente prevista para huérfanas procedentes
del Colegio “Marqués de Vallejo” y posteriormente ampliada a hijas y nietas del
Cuerpo- que sería bautizada en 1981 con el nombre de “Nuestra Señora del Pilar”,
tutelada por la Congregación de las Hijas de Jesús.
Las ofrendas de la Guardia Civil en El Pilar.
La
Guardia Civil no sólo comenzó a honrar a su Patrona en las casas-cuarteles y
cada 12 de octubre, sino que también, con la solemnidad debida y su Director
General al frente, acompañado de las correspondientes comisiones de todos los
empleos del Cuerpo, procedió a realizar sendas ofrendas ante su imagen en la
Basílica de El Pilar de Zaragoza.
La
primera de ellas se llevó a cabo siendo Director General del Cuerpo, el
Teniente General Agustín Luque Coca, transcurridos cuatro años de la
declaración del Patronazgo, concretamente el 13 de mayo de 1917, con motivo del
LXXIII aniversario de la fundación del Cuerpo.
Tras
una misa solemne oficiada por el Arzobispo de Zaragoza, donde dio la bendición
papal a los presentes, se procedió a la ofrenda de una artística lápida de
mármol conmemorativa que hoy día se sigue conservando en el mismo lugar que fue
colocada, la parte izquierda del arco que da acceso a la capilla de la Virgen,
por el lado de la sacristía. Junto a ella y según la prensa de la época, fueron
ofrendados “dos artísticos faroles y un
hermoso estandarte para el Rosario de El Pilar”, todo ello adquirido por
suscripción entre el personal del benemérito Instituto.
La
inscripción de la lápida era la siguiente: "Los Generales, Jefes,
Oficiales y personal de Tropa del Instituto de la Guardia Civil como homenaje a
Nuestra Señora la Virgen del Pilar declarada su Excelsa Patrona por Real Orden
de 8 de febrero de 1913".
La
segunda de las ofrendas, recogida en el núm. 213 de la Revista Técnica de la
Guardia Civil, correspondiente al mes de noviembre de 1927, así como en la prensa
de la época, aconteció el 12 de octubre de dicho
año, con ocasión de la celebración de la festividad de la Virgen del Pilar.
Encabezó la ofrenda el propio Director General
del Cuerpo, Teniente General Ricardo Burguete Lana, quien acompañado de una nutrida
representación de todos los empleos de la Guardia Civil, entregó a la Patrona
en una bandeja de plata “dos monedas de
oro por cada Tercio, significando así que el tributo lo rendía una pareja de
cada una de aquellas grandes unidades en nombre y representación de todo el
Instituto”. En total fueron 56 monedas, habida cuenta que entonces existían
28 Tercios.
Abolición
y restauración del Patronazgo.
No
había transcurrido un mes de la proclamación de la Segunda República, cuando
desde el Ministerio de la Guerra se dictó la Orden Circular de 12 de mayo de
1931, publicada al día siguiente en el Diario Oficial del mismo, núm. 105, en
cuyo artículo 1º se disponía que “en lo sucesivo dejarán de celebrarse por el
Ejército los Santos Patronos que diversas disposiciones habían asignado a
cada Arma o Cuerpo, suprimiéndose, por tanto, las fiestas consiguientes”.
Seguidamente,
en su artículo 2º, se establecía que “en
su lugar se instituye el Día del Ejército, que todas las Armas y
Cuerpos celebrarán como fiesta propia el día 7 de octubre de cada año, en
conmemoración de la gloriosa jornada de Lepanto”.
La
finalidad teórica de ello, aunque sería más apropiado decir excusa encuadrada
dentro de la política laicista republicana, era “evitar la variedad de fechas en la celebración de las fiestas
correspondientes a los Santos Patronos de cada Arma y Cuerpos del Ejército y de
contribuir a la unificación de cuanto se relaciona con las Instituciones
Armadas, y con el fin, a la vez, de dar a todos los actos marciales un carácter
eminentemente militar, dentro del ambiente de cariño y afección populares en
que el Ejército debe vivir y desenvolverse”.
Aquella
orden, que disciplinadamente fue acatada y cumplida, causó un gran malestar en
el seno del Ejército en general y de la Guardia Civil en particular, al
entenderse que no se estaban respetando unas tradiciones que estaban situadas
al margen de cualquier interpretación o manipulación política. No obstante, en
su fuero interno, los miembros del benemérito Instituto, siguieron venerando y
encomendando su protección y la de sus familias a la Virgen del Pilar, máxime
en un periodo tan convulso y violento en materia de orden público como fue
aquél.
Iniciada la
sublevación militar el 18 de julio de 1936, el Cuerpo, al igual que España, quedó
dividido en dos. Los que permanecieron
leales al gobierno de la Republica, lejos de ser reconocidos y respaldados
institucionalmente, vieron como menos de un mes y medio
después –por Decreto de 30 de
agosto de 1936- la Guardia Civil era disuelta.
La mayoría de sus integrantes,
previa depuración, pasaron a integrarse en la nueva Guardia Nacional
Republicana. Casi
cinco meses después, por Decreto de 26 de diciembre, se creó el nuevo Cuerpo de
Seguridad, que supuso la disolución de “los Cuerpos de la Guardia Nacional
Republicana, Seguridad y Asalto, Vigilancia e Investigación, y Milicias
de retaguardia, cualquiera que fuese su nombre y la entidad que las hubiese
organizado”. Todo ello por supuesto sin patrón o patrona alguna
oficialmente reconocida.
En cambio, en la llamada zona nacional, el Cuerpo de la Guardia
Civil continuó con su misma identidad y competencias de siempre, si bien se tardaría en más de dos años, es decir, ya muy
avanzada la Guerra Civil, en rehabilitar oficialmente el Patronazgo de la
Virgen del Pilar.
Concretamente
fue mediante la Orden de 14 de
noviembre de 1938, dimanante del Ministerio de Defensa Nacional y publicada dos
días después en el núm. 139 del Boletín Oficial del Estado, en que se pusieron “nuevamente
en vigor, todas las disposiciones que proclamaron a los Santos Patronos –entre los que se citaba expresamente a la Virgen del Pilar- Protectores especiales de cada una de las
Armas y Cuerpos que tradicionalmente los han honrado y venerado como tales”.
Por lo tanto, el
Patronazgo de la Virgen del Pilar había estado suspendido oficialmente durante
casi ocho años, si bien es cierto que en la práctica y en la llamada zona
nacional, se había vuelto a celebrar desde el mes de octubre de 1936.
Finalizada la
Guerra Civil, el benemérito Instituto festejó oficialmente el 12 de octubre de
1939 su primera Patrona en todas las provincias de España desde que en la misma
fecha de 1930 conmemorase la última. Sin embargo no hubo actos centrales en el
seno del Cuerpo presididos por su Inspector General, el General de División
Eliseo Álvarez Arenas, ya que el protagonismo fue asumido por la Jefatura del
Estado en la Basílica de El Pilar en Zaragoza para ensalzar, acompañado de las
autoridades civiles, militares y eclesiásticas, el Día de la Hispanidad, ante
los representantes diplomáticos de los países hispanoamericanos.
En cambio, al
día siguiente, el General Álvarez Arenas si presidió en Madrid un acto dedicado
a honrar la memoria de los caídos de la Guardia Civil, tal y como relatan las
crónicas de la prensa del día 14.
Hombre de
profundas convicciones religiosas, al ser designado Inspector General del
Cuerpo, por Decreto de 6 de septiembre de 1939, dictó una semana más tarde su
primera orden general, publicada en el Boletín Oficial núm. 10 de 1 de octubre
siguiente, que finalizaba diciendo: “A
nuestra excelsa Patrona, la Santísima Virgen del Pilar, pido de corazón que en
todo momento me inspire para que mi mando sea siempre acertado y justo, en
beneficio de España y de este abnegado y benemérito Instituto, al que desde hoy
con el mayor gusto me entrego para con todo entusiasmo dedicarle todas mis
actividades”.
Dado que desde que
se había restaurado oficialmente el Patronazgo de la Virgen del Pilar en la
Guardia Civil, no se había podido escenificar convenientemente, se decidió, con
su Inspector General al frente, celebrarlo con toda solemnidad el 7 de febrero
de 1940, justo el día anterior del XXVII aniversario de su designación oficial
como Patrona del Cuerpo.
El
acto tuvo como escenario la basílica de Zaragoza, donde según relataba la
crónica publicada en la prensa nacional y local del día 8, la mañana anterior
había acudido el Inspector General, acompañado de los coroneles jefes de los 29
Tercios entonces existentes, para ofrendar un manto a la Virgen del Pilar. Este
llevaba bordadas en su centro el emblema del Cuerpo, en hilo de oro, siendo la
madrina, la propia esposa del General Álvarez Arenas, África Pacheco Barona.
Ante
una nutrida representación del Cuerpo y numerosos fieles pronunció un emotivo
discurso en el que destacaron las siguientes palabras, que también fueron
recogidas en la Orden General publicada en el Boletín Oficial núm. 3 de fecha 1
de marzo siguiente:
“Acoged, Virgen Santa
del Pilar, en vuestro materno regazo al Benemérito Instituto, que aspira a
encontrarse entre vuestros más finos amadores y devotos hijos, sostenedle con
vuestra poderosa protección en las rudas tareas del cotidiano sacrificio,
prestadle vuestra ayuda para que todos los días ilustre con actos virtuosos la ejecutoria
del honor, su único patrimonio”.
El Inspector
General finalizó sus palabras pronunciadas en la basílica, pidiendo al Cabildo
que la Virgen del Pilar luciera el nuevo manto el siguiente 12 de octubre, como
así fue, mientras que en la citada Orden General terminó con la siguiente
arenga:
“¡Guardias Civiles!. Seguro estoy de que a la
hora en que este solemne acto tenía lugar, presentes todos en espíritu mientras
cumplíais vuestro deber en la ciudad, en la aldea, en el campo, fue vuestra
oración la que brotó de mis labios, sencilla –repito-, como vosotros; modesta
como vuestra ofrenda; pero de incalculable valor espiritual, porque al
solicitar de nuestra Excelsa Patrona que siga dispensándonos su protección,
tácitamente hicisteis la promesa de superaros en servicio de la fe y de la
Patria, y los hombres de honor cumplen siempre, ¡siempre!, aún a costa de los
suyos, de la propia sangre, sus promesa. Y el honor es vuestra divisa”.
Dicho manto del
año 1940, con el emblema vigente entonces, es el que tradicionalmente se pone a
la Virgen del Pilar con motivo de los actos solemnes relacionados con el
benemérito Instituto.
Muy posteriormente, el 22 de mayo de 2008, con ocasión de
la 50ª Peregrinación Militar a la Virgen de Lourdes y su consiguiente aniversario,
en la que participó una numerosa representación del Cuerpo, todas las
comisiones militares españolas ofrendaron un manto a la Virgen del Pilar, en el
que iban bordados el escudo y la enseña nacional junto a los emblemas del
Ejército de Tierra, de la Armada, del Ejército del Aire y de la Guardia Civil. El
tercer manto que ostenta el emblema del Cuerpo fue ofrendado a la Virgen del
Pilar el 10 de marzo de 2012 por la Federación de Asociaciones de Antiguos
Guardias Civiles Auxiliares, con ocasión de su II Encuentro Nacional celebrado
en Zaragoza.
El conflicto de
Patronazgos: ¿Virgen del Pilar o Virgen de Covadonga?.
Nuevamente se debe al
capitán Oterino Cervelló rescatar para la historia del Patronazgo del Cuerpo,
el conflicto de Patronas que se planteó como consecuencia de la entrada en
vigor de la Ley de 15 de marzo de 1940, en cuyo artículo 4º se disponía que:
“Se suprime la actual Inspección General
de Carabineros, cuyos cometidos y funciones se agruparán en una sola Sección de
la Dirección General de la Guardia Civil a cuyo Director General pasarán las
atribuciones conferidas actualmente a la Inspección General del Cuerpo de
Carabineros. El personal de este cuerpo estará adscrito a los distintos
servicios que por esta Ley se fijen como privativos del Cuerpo de la Guardia
Civil, en la forma que, con arreglo a las aptitudes y condiciones de su
personal, determine el Director General.”
Con ello, la
Guardia Civil pasó a asumir nuevas competencias –sobre todo en materia de
resguardo fiscal del estado- así como la gloriosa historia y legado de un
Instituto de naturaleza militar que además también tenía reconocido su carácter
benemérito.
Varios
millares de jefes, oficiales, suboficiales y clases de tropa del Cuerpo de
Carabineros pasaron a integrarse en el de la Guardia Civil, llegando a
constituir aproximadamente un tercio de la nueva plantilla.
Sin embargo, no
fue una integración fácil y aunque prácticamente era una absorción de un
Instituto por el otro, que además era tres lustros más moderno que aquél, hubo
que salvar numerosas complicaciones y problemas derivados de la supresión y
creación de unidades territoriales, integraciones de escalas y escalafones,
etc.
En
dicho proceso se intentó causar los mínimos perjuicios posibles, a unos y a
otros, adoptando incluso decisiones un tanto salomónicas. Un significativo
ejemplo de ello fue la creación de un nuevo emblema para el Cuerpo, sobre la
base de los utilizados hasta entonces por ambos.
Concretamente, en
la Orden de 31 de octubre de 1940, el Director General de la Guardia Civil
dispuso, “como avance de la nueva
Cartilla de Uniformidad para el Cuerpo”, las modificaciones que habían de
adoptarse con arreglo a la Orden del Ministerio del Ejército dictada el día 11
del mes anterior y en su Diario Oficial núm. 238 de 23 de octubre. En ella se
detallaba que el nuevo emblema de la Guardia Civil se compondría del enlace de
las iniciales del Instituto, en plata, sobre dos carabinas cruzadas, en oro, y
todo ello coronado con la corona reglamentaria, en plata.
Sin embargo, al
pasar los primeros meses de la entrada en vigor de dicha ley, surgió un dilema
cuya solución no podía seguir el mismo procedimiento que se había hecho con las
escalas y los escalafones o el emblema, por ejemplo. Y ese dilema era cual
debía ser la Patrona de la Guardia Civil como consecuencia de la entrada en
vigor de la Ley de 15 de marzo de 1940: ¿La Virgen de Covadonga, que se
celebraba cada 8 de septiembre o la Virgen del Pilar cuya festividad era el 12
de octubre?.
El
8 de septiembre de 1940 había sido la festividad de la Virgen de Covadonga,
Patrona hasta entonces de casi un tercio de los nuevos componentes del Cuerpo
de la Guardia Civil. Sin embargo, no hubo celebración institucional alguna como
tal, lo cual motivó el consiguiente malestar entre el personal procedente de
Carabineros, que propugnaba su devoción por la que hasta entonces había sido su
excelsa señora y protectora.
Al
estar tan próxima la festividad de la Virgen del Pilar -apenas un mes después
de la Virgen de Covadonga- se planteó un debate interno sobre si la misma
debiera ser o no la Patrona de todos, o por si el contrario, el personal
procedente del Cuerpo de Carabineros, debía seguir manteniendo su propia
devoción y tradición mariana.
También había
quienes consideraban que debía prevalecer la antigüedad de creación del Cuerpo:
1829 el de Carabineros frente a 1844 de la Guardia Civil; mientras otros
consideraban la de la proclamación del patronazgo: 1913 de la Virgen del Pilar
frente a 1929 de la Virgen de Covadonga.
Dado
que el tema del debate abierto sobre la primacía o dualidad del patronazgo
excedía de las atribuciones que pudiera tener el Director General y teniendo en
cuenta que siempre se había contado para declararlo, con el informe preceptivo
y favorable de la vicaría general castrense, el General Álvarez Arenas decidió
que la misma se pronunciara en el sentido que correspondiera.
Así,
en escrito de fecha 30 de septiembre de 1940, elevó consulta urgente por
conducto del Ministro del Ejército, General de División José Enrique Varela
Iglesias, un hombre que siempre había manifestado un gran aprecio y afecto por
el Cuerpo de la Guardia Civil en el que incluso, cuando ostentaba el empleo de
teniente de Infantería en el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Larache,
llegó a solicitar su ingreso en aquél, si bien una vez admitido en la lista de
aspirantes renunció poco antes de ganar las dos cruces laureadas de San
Fernando, para seguir combatiendo en las Campañas de Marruecos.
Poco más de una
semana después, el 10 de octubre siguiente, tan sólo dos días antes de la
festividad de la Virgen del Pilar, el General de Brigada Camilo Alonso Vega, entonces
Subsecretario del Ministerio del Ejército y futuro Director General del Cuerpo
entre 1943 y 1955, trasladó la resolución eclesiástica castrense, firmada la
jornada anterior por el vicario general castrense.
Éste,
se trataba del Arzobispo de Toledo, Gregorio Modrego Casaus, natural de El Buste, una
pequeña población de la provincia de Zaragoza, razón por la cual muy
posiblemente sintiera singular devoción por la Virgen del Pilar, si bien ello
no puede presuponer que influyera en su decisión, pues su argumentación fue
clara y contundente.
El caso es que el
8 de octubre, el Ministro del Ejército le había trasladado la consulta y en
apenas 24 horas, dada la urgencia del caso, resolvió la consulta planteada: “al pasar el extinguido Cuerpo
de Carabineros a formar parte del Benemérito Instituto de la
Guardia Civil, perdió con su personalidad propia la del Patronazgo
espiritual de la Santísima Virgen de Covadonga que iba unido a aquélla. Y
como por otra, con la Ley de 15 de marzo del año actual, no se creó, según
consta en su preámbulo y artículo primero, un nuevo Cuerpo de la Guardia
Civil, sino que se reorganizó el existente ya, a fin de asegurarle el
espíritu y virtudes que siempre tuvo, debe de considerarse sin más a la
Virgen del Pilar como celestial Patrona del actual y Benemérito
Cuerpo, así como de los individuos que al mismo pertenezcan, cualquiera que
fuere su procedencia”.
Dicho
escrito, para público conocimiento de todo el personal y despejar cualquier
clase de dudas, fue reproducido íntegra y textualmente sin más, bajo la
referencia sumarial de “Nombrando Patrona
del Instituto de la Guardia Civil, a la Santísima Virgen del Pilar”, en el
Boletín Oficial del Cuerpo núm. 11 de fecha 1 de noviembre de 1940.
Repasada
la prensa de la época, correspondiente al 13 de octubre de ese mismo año, queda
patente que hubo especial interés por realzar la celebración del Patronazgo de
la Virgen del Pilar por la Guardia Civil, contribuyendo así a cerrar
definitivamente el debate abierto.
Así, por
ejemplo, el ABC de Madrid publicaba su crónica de la misa presidida en el
acuartelamiento de Bellas Artes por el Director General, acompañado de sendas
comisiones, y lo ilustraba con sendas fotografías de guardias civiles afectos a
la Casa Militar del Jefe de Estado, celebrando su Patrona, o de la Comandancia,
escoltando la procesión de su imagen por las calles madrileñas, presidida por
el capitán general de la 1ª Región Militar.
El CL Aniversario de la Guardia
Civil y la Virgen del Pilar.
El
13 de mayo de 1844 la Reina Isabel II firmó el Real Decreto fundacional de la
Guardia Civil, publicándose al día siguiente en el núm. 3.530 de la Gaceta de
Madrid, por lo que es el Cuerpo de Seguridad Pública más antiguo de España que
existe en la actualidad. Desde entonces ha conservado de forma inalterable e
ininterrumpida su identidad y su naturaleza, adaptándose a la evolución de los
tiempos y manteniendo siempre una plantilla y despliegue territorial superiores
a todos los demás.
A
lo largo de todo el año 1994 se conmemoró el CL aniversario de su creación,
celebrándose numerosos actos institucionales al respecto. En tan significada e
histórica efemérides no podía faltar una destacada y singular ofrenda a su
Patrona, la Virgen del Pilar.
Así, por Orden del
Ministerio de Justicia e Interior de fecha 6 de octubre de 1994, publicada en
el Boletín Oficial de la Guardia Civil núm. 28 de fecha 10 siguiente, se
concedió a la Virgen del Pilar, la Cruz de Oro, de la Orden del Mérito del
Cuerpo de la Guardia Civil, entonces la máxima distinción dentro de la misma, con
motivo de celebrarse dicho aniversario fundacional y en agradecimiento, a los
sentimientos de fraternidad humana que tal Patronazgo despertaba entre sus
miembros, según exponía la meritada Orden.
El 11 de octubre, víspera de su festividad, se
procedió en Zaragoza, por el Ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto
Belloch Julbe, acompañado del Director General del Cuerpo, Ferrán Cardenal
Alemany, y del Subdirector General de Operaciones, General de División Francisco
Gimeno Domenech, así como de sendas comisiones de guardias civiles de
todos los empleos, a imponer a la Virgen del Pilar, la que entonces era la más
alta y preciada condecoración del Instituto.
Sin
embargo, ello no fue suficiente para los miembros del Cuerpo, ya que, a raíz de
la iniciativa del Jefe de la Comandancia de Zaragoza, Coronel Rafael Conde
Salgado, rápidamente acogida por el Subdirector General de Personal, General de
División Enrique Nieva Muñoz, y apoyada por todos, expresaron “su deseo de que la Cruz de Oro que se le
conceda a la Virgen del Pilar sea de gran valor como muestra del amor que se
profesa y que como recuerdo permanente permanezca en el Tesoro de la Virgen en
su Basílica de Zaragoza”.
Por
tal motivo, el 24 de noviembre siguiente se convocó por la Subdirección General
de Personal del Cuerpo una suscripción voluntaria a partir de 100 pesetas por
donante, publicada en el Boletín Oficial de la Guardia Civil núm. 33 de fecha
30 de mismo mes, para la adquisición de dicha condecoración, labrada en oro
macizo y embellecida con esmeraldas verdes y rubíes rojos, acompañada de un
pergamino policromado, con el texto de la orden de concesión.
Finalizada
la suscripción el 31 de marzo del año siguiente, realizada entre guardias
civiles de todos los empleos y situaciones administrativas, retirados y
familiares más allegados, fue ofrendada el 18 de octubre de 1996 a la Virgen
del Pilar por el Director General del Cuerpo, Santiago López Valdivielso,
acompañado del General de División Enrique Nieva Muñoz, ya Subdirector General
de Operaciones, y una nutrida representación del benemérito Instituto, según se
detalla en la crónica publicada en el núm. 630 de la Revista profesional
“Guardia Civil”, correspondiente a dicho mes y año. Su coste ascendió a más de
800.000 pesetas y unas 250.000 más que sobraron de la suscripción, fueron
destinadas a sufragios religiosos a favor de los guardias civiles fallecidos y
de sus familiares.
La Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia
Civil a la Virgen del Pilar.
La Ley 2/2012, de 29 de junio, de Presupuestos
Generales del Estado para el año 2012, modificó la Ley 19/1976, de 29 de mayo,
sobre creación de la Orden del Mérito del Cuerpo de la Guardia Civil, que pasó
a denominarse Orden del Mérito de la Guardia Civil, y creó la Gran Cruz como la
máxima categoría de las que integran la Orden, disponiendo que fuera concedida
por Real Decreto del Consejo de Ministros, a propuesta del Ministro del
Interior.
Cuatro meses después, se dictó la Orden núm. 2.008,
de fecha 21 de septiembre de 2012, por la que se regulaba la Orden del Mérito
de la Guardia Civil. En su artículo 5, se estableció que la Gran Cruz será
concedida, en atención a determinadas circunstancias, a oficiales generales,
personal civil, unidades, entidades y patronazgos.
Tal y como se citó anteriormente, casi dos décadas
antes, con motivo del CL aniversario fundacional del Cuerpo, ya se le había
concedido a la Virgen del Pilar, como Patrona, la Cruz de Oro de la Orden del
Mérito del Cuerpo de la Guardia Civil, que por aquel entonces, era la máxima
distinción dentro de la misma, en agradecimiento “a los sentimientos de fraternidad que tal patronazgo despierta en los
miembros de la Institución”.
Por lo tanto, dado que “la honda raigambre del
patronazgo de la Virgen del Pilar continua formando parte del acervo de la
Guardia Civil, y estando próxima la celebración de su centenario, con ocasión
de la festividad de la Patrona del Instituto”, se consideró oportuno reafirmar
dicha vinculación y concederle, mediante Real Decreto
1389/2012, de 27 de septiembre, la Gran Cruz, “de manera que siga ostentando la más alta de las categorías que
integran la Orden”.
Dicha recompensa le fue ofrendada a la Virgen del
Pilar el 7 de octubre de 2012 por el Ministro del Interior, Jorge Fernández
Díaz, acompañado del Director General del Cuerpo, Arsenio Fernández de Mesa
Díaz del Río, y del Director Adjunto Operativo, Teniente General Cándido
Cardiel Ojer, previo a los actos centrales de la Patrona, celebrados dicho año
en Zaragoza, en cuya Plaza del Pilar se procedió además a la entrega de una Bandera Nacional a la Zona de la Guardia
Civil en Aragón.
El contenido de la
extensa ofrenda pronunciada, que fue de gran emotividad, comenzó afirmando: “Hoy me presento ante Vos, Santísima Virgen del
Pilar, en nombre de todos los hombres y mujeres de la Guardia Civil, para
haceros entrega, como una humilde muestra de nuestro reconocimiento, devoción y
respeto, de la primera y hasta ahora única Gran Cruz de la Orden del Mérito del
Cuerpo en gratitud por los favores y protección que otorgáis a nuestra
Institución a la que acogéis amorosamente bajo Vuestro glorioso Manto”, y
terminó implorando: “Santísima Patrona de la Guardia
Civil, acordaos de los hombres y mujeres de la Guardia Civil que hoy os invocan
con devoción, seguros de que con Vuestra Gloriosa intercesión podrán, con su
abnegada labor, seguir haciendo de España cada día un país más libre y seguro,
sintiéndose orgullosos de servirte.”
El Centenario del Patronazgo y el Año Jubilar.
Desde la primera Orden General del Cuerpo referida
al Patronazgo de la Virgen del Pilar, dictada el 18 de febrero de 1913, por el
Teniente General Ángel Aznar Butieg, la práctica mayoría de los cuarenta y dos
Directores Generales del Cuerpo que le sucedieron, celebraron y honraron
institucionalmente su festividad, a excepción de los del periodo de la Segunda
República, que se vieron impedidos por imperativo legal.
Con su presencia realzaron los actos oficiales
que presidieron en homenaje a la Patrona de la Guardia Civil, dictándose por
muchos de ellos Órdenes Generales, Circulares, etc., en las que se felicitaba a
los miembros del Cuerpo y a sus familias por tan singular festividad a la vez
que se recordaba a los caídos en el cumplimiento del deber.
Con la participación de miembros y unidades del
Cuerpo en misiones y operaciones en el exterior, la celebración de la Patrona
trascendió más allá de las fronteras nacionales, tal y como reconocía y felicitaba
el entonces Director General, Santiago López Valdivielso, mediante Orden
General núm. 15 de 8 de octubre de 1999: “A
todos los Guardias Civiles, estén donde estén desarrollando su labor, ya sea en
cualquier punto de España o fuera de nuestras fronteras, sea en América, África
o Asia”.
Ahora, con ocasión de cumplirse el Centenario
del nombramiento de la Virgen del Pilar como Patrona de la Guardia Civil, tanto
por la Dirección General del Cuerpo como por el Arzobispado Castrense, con sus
respectivos titulares al frente, Arsenio Fernández de Mesa Díaz del Río y Juan del
Río Martín, se han organizado una serie
de actividades encaminadas a hacer pública esta tradición,
que forma parte inequívoca de la propia identidad del benemérito Instituto.
De hecho, actualmente, tanto la
Sociedad como los miembros del Cuerpo, independientemente del sentir mariano
que puedan profesar y al margen de sus particulares creencias religiosas,
identifican plenamente a la Virgen del Pilar como Patrona de la Guardia Civil,
una festividad llena de tradición, que además, como rezó la primera Orden
General dictada el 18 de febrero de 1913 en su honor, es “la fiesta de
compañerismo”.
Para conmemorar este Centenario, el Arzobispo Castrense
de España solicitó el 8 de febrero de 2012 al Papa Benedicto XVI, la concesión de
“la Indulgencia para los fieles que
asistieren piadosamente a las sagradas funciones que se celebren desde el día
10 de febrero presente hasta el 13 de febrero del 2013 en la Capilla del Colegio
de Guardias Jóvenes <Duque de Ahumada> de la Guardia Civil, en la
población de Valdemoro, para que se conmemore santamente el centenario del día
desde el cual Nuestra Señora del Pilar fue nombrada por Real Decreto Patrona de
la Guardia Civil”. Así mismo “para
que a los fieles asistentes a dichas celebraciones se abra más abundantemente
el tesoro de la divina gracia”, el Arzobispo Castrense solicitó también el
don de la Indulgencia a modo de Jubileo.
Consecuente
con ello, la Penitenciaria Apostólica, por mandato del Sumo Pontífice, concedió
en la misma fecha, “un año mariano con
Indulgencia Plenaria adjunta con las acostumbradas condiciones de Confesión
sacramental, Comunión Eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice,
que deberán ser cumplidas exactamente, indulgencia que será ganada por los
fieles verdaderamente arrepentidos y que podrán aplicar como sufragio por las almas
del Purgatorio, si contemplan devotamente la imagen de Nuestra Señora del Pilar
que está expuesta en la capilla del Colegio de Guardias Jóvenes de la Guardia Civil,
y asistieren allí a alguna función religiosa o al menos se dedicaren a la
oración por un adecuado espacio de tiempo, concluyendo con el Padre Nuestro, el
Credo y algunas oraciones a la Bienaventurada Virgen María.”
Igualmente, en
el mentado decreto se hacía constar que “los
piadosos guardias civiles que estén impedidos por enfermedad o por otra grave
causa podrán ganar la indulgencia plenaria si, arrepentidos de sus pecados y dispuestos
a cumplir cuando más pronto pudieren las tres señaladas condiciones, rezaren
ante una imagen, aunque pequeña, de la Virgen del Pilar y se unieren espiritualmente
a las celebraciones y visitas jubilares, ofreciendo a Dios misericordioso sus
preces y sus dolores por medio de la Virgen María.”
Así mismo, se
ha concedido por el Papa Benedicto XVI, mediante Decreto de la Penitenciaria
Apostólica de la Santa Sede, fechado también en Roma el 8 de febrero de 2012, el
don de la Indulgencia Plenaria durante el presente año Santo Mariano, “con
ocasión del Jubileo
del Patronato de Nuestra Señora del Pilar, en el día que elija, para utilidad
de los fieles, después de ofrecido el Santo Sacrificio, dé a todos los fieles
presentes que hayan asistido con ánimo alejado del afecto al pecado, la
Bendición Papal con la aneja indulgencia plenaria, bajo las acostumbradas
condiciones: confesión sacramental, comunión eucarística y preces por las
intenciones de su Santidad.”
Dicha indulgencia
plenaria, puede ser ganada también con las mismas condiciones, por aquellos
fieles que hayan recibido devotamente la Bendición Papal aunque por alguna razonable
circunstancia no hayan estado físicamente presentes en la celebración pero la
hayan seguido devotamente por televisión o por radio.
El 26 de febrero de 2012 se celebró la Misa Inaugural
del Centenario del Patronazgo de la Virgen del Pilar en la Guardia
Civil, en la capilla del Colegio de Guardias Jóvenes “Duque de Ahumada” de
Valdemoro, presidida por el Director General del Cuerpo, Arsenio Fernández de
Mesa Díaz del Río, acompañado del Director Adjunto Operativo, Teniente General
Cándido Cardiel Ojer, así como de guardias civiles de todas las escalas y
empleos, acompañados a su vez de sus familias.
Por
último, con ocasión de tan significativa y trascendental efemérides, el Arzobispo Castrense, Juan
del Río Martín, ha querido establecer un medio de reconocimiento visible
que, como signo perdurable en el tiempo, constituya una muestra de
gratitud de los Guardia Civiles a su Patrona.
En dicho sentido, existe una tradición
mariana de confección de medallas conmemorativas de hechos relevantes con las
distintas advocaciones, como por ejemplo las acuñadas con
motivo del Centenario de la coronación Canónica de la Virgen del Pilar y con
ocasión de diferentes peregrinaciones.
Consecuente con ello, el Arzobispado Castrense ha
decretado la creación de la condecoración denominada “Medalla conmemorativa del
Centenario de la Proclamación de la Virgen del Pilar como Patrona de la Guardia
Civil”, al objeto de que el personal que ha pertenecido o pertenece al Cuerpo,
y sus familiares directos, puedan recibirla.
Epílogo.
El 9 de febrero de 2013 comienza el camino hacia el Segundo Centenario de la Virgen del Pilar como Patrona del Cuerpo de la Guardia Civil.
El 9 de febrero de 2013 comienza el camino hacia el Segundo Centenario de la Virgen del Pilar como Patrona del Cuerpo de la Guardia Civil.