CLXXV Aniversario “Cartilla del Guardia Civil” (1845-2020).
Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", el 22 de junio de 2020, pág. 12.
El original contiene una fotografía en blanco y negro.
El prestigio de la Guardia Civil comenzó a forjarse desde los primeros pasos de su fundación pero se fue fortaleciendo a lo largo de los tiempos. La razón de ello no sólo fue porque consiguió erradicar el bandolerismo, uno de los principales problemas que asolaban los caminos y poblaciones de una España rural como era la de entonces, sino también por su carácter benemérito.
La hoja de servicios del comandante Miguel Guzmán Cumplido, siendo jefe de la Comandancia de Málaga en 1865, vuelve a hacer referencia a un nuevo episodio. Quedó reflejado con motivo de la felicitación que recibió el 11 de octubre de dicho año, dimanante del teniente general Isidoro de Hoyos Rubín de Celis, director general de la Guardia Civil por segunda vez.
La anotación es muy escueta como suele suceder en la milicia. Sólo se menciona que el motivo fue “el importante servicio que prestó con la fuerza de su mando en la Ciudad de Málaga a consecuencia de la grande tormenta que descargó en ella el día 30 de Septiembre”.
Sin embargo, la prensa de la época da más información de lo acaecido. Las crónicas de los días previos hacían referencia al temor que se vivía en Málaga de volvier a sufrir las funestas consecuencias de una nueva epidemia de cólera. En el ánimo de todos estaba todavía la padecida anteriormente con casi medio millar de fallecidos, relatada en el capítulo anterior, donde la Guardia Civil había prestado importantes y beneméritos servicios.
El gobernador civil de la provincia, tal y como relataba “La Correspondencia de España” en su edición del 28 de septiembre, venía organizando suscripciones entre los vecinos de la capital, “con objeto de reunir fondos que poder destinar al remedio de los necesitados, en el caso de que aquella población sea invadida por el cólera”.
El temor que se vivía en Málaga era tal que hasta en Santander, desde el periódico “La Abeja Montañesa”, del 30 de septiembre, se hicieron eco de ello. En su crónica se relataban las precauciones sanitarias adoptadas con los viajeros que llegaban en ferrocarril de Córdoba, procedentes de Sevilla, castigada entonces por el cólera.
Se practicaban reconocimientos facultativos a los pasajeros y se fumigaban sus equipajes, con el objeto de cerciorarse de su buen estado de salud y prevenir contagios. En caso de que llegara alguno enfermo o con síntomas sospechosos, estaba prevista su conducción al lazareto que existía en la barriada de Los Ángeles.
Por otra parte, las crónicas de prensa relataban también que esos días se estaban produciendo “lluvias copiosas” en la provincia de Málaga. Eran tan intensas que incluso habían ocasionado importantes daños en la vía férrea procedente de Córdoba, provocando desprendimientos de rocas a la entrada de los túneles y paralizando la circulación de los trenes.
Sin embargo, lo más grave se padecería en la capital malagueña el 30 de septiembre. El “Diario de Córdoba”, en su edición del 6 de octubre, detallaba que sobre las dos de la tarde de aquel día había caído “un espantoso aguacero, el cual produjo una inundación de las que hace muchos años no se ha visto igual en aquella población”.
En muy poco tiempo la gran cantidad de agua que cayó, convirtió “las calles y plazas en ríos y lagunas”, produciendo la inundación de los barrios de la Victoria, Muro de Santa Ana, del Perchel, de la Trinidad y casas a la bajada de la Cruz del Molinillo.
La crónica se tornó dramática, poniéndo en valor la presencia del benemñerito Instituto: “El agua entraba en infinidad de casas a más de una vara de altura y de todas partes demandaban socorro. La Guardia Civil de caballería empezó a recorrer algunos puntos, yendo los caballos casi cubiertos con el agua, y en la calle del Cañaveral y otras, a los hombres les llegaba el agua hasta los hombros, …”.
Mientras tanto, la situación social y política se iba complicando cada vez más en el país, viéndose obligada con frecuencia la Guardia Civil a ser empleada en el mantenimiento del orden público en el interior de las ciudades, con evidente perjuicio de su servicio peculiar en el ámbito rural, al tener que abandonarlo.
Se pretendía evitar en la medida de lo posible el empleo de unidades del Ejército para tales menesteres en los escenarios urbanos, al carecer el Estado de otra fuerza policial, además de la Guardia Civil, que fuera lo suficientemente robusta para afrontar con éxito los desórdenes que se producían.
El régimen de Isabel II se tambaleaba cada vez más y caminaba abiertamente hacia el abismo, teniendo que asumir tanto la Guardia Civil como finalmente el Ejército, funciones de restablecimiento del orden, conforme a lo dispuesto por gobiernos legalmente constituidos. Ello daría lugar a graves consecuencias como las acaecidas el 10 de abril de 1865 en la llamada Noche de San Daniel, contra los estudiantes de la Universidad Central de Madrid.
El 3 de enero siguiente se produjo el pronuncionamiento militar del general Juan Prim Prats en la localidad madrileña de Villarejo de Salvanés que fracasó. No obstante se produjeron algunos movimientos revolucionarios y hubo temor gubernamental a que se secundaran en otros lugares. Por ello, nuevamente el Ejército y la Guardia Civil fueron concentrados en determinados puntos clave para disuadir a quienes quisieran alzarse o secundar la sublevación.
Uno de los escenarios reforzados fue Granada donde Prim había sido antaño capitán general. El comandante Guzmán fue enviado allí desde Málaga al frente de sus guardias civiles, siendo felicitado por real orden de 10 de enero de 1866, “por los extraordinarios servicios que prestó a la causa del orden público en el Distrito de Granada”. Ya para entonces el director general del Cuerpo era el mariscal de Campo Francisco Serrano Bedoya.
Por real orden de 20 de julio siguiente, Guzmán cesó a fin de mes en el mando de la Comandancia de Málaga por pase al 4º Tercio cuya cabecera seguía en Sevilla, encontrándose a su frente el coronel Hilario Chapado de la Sierra. Con fecha 1º de agosto se hizo cargo de la jefatura de la Comandancia de Huelva hasta que por real orden de 20 de diciembre de 1867 fue destinado a mandar la Comandancia de Lugo.
El 1º de enero de 1868 se incorporó al 6º Tercio, cuya cabecera se encontraba en La Coruña y su jefe era el coronel José Villanueva Íñiguez. Apenas estuvo ocho meses al frente de la Guardia Civil lucense pues por real orden de 14 de agosto causó baja a fin de dicho mes por pase a la Guardia Rural de Madrid.
Comenzaba una nueva pero muy breve etapa de su vida castrense ya que estaba en marcha un proceso conspiratorio que esta vez sí triunfaría y supondría el final del reinado de Isabel II.
Guzman tenía entonces 49 años de edad y de su matrimonio con Dorotea Shakery había tenido ya al menos tres varones y dos hembras: Francisco, Miguel, Antonio, Julia y Amalia, nacidos en su mayor parte en San Roque al igual que su esposa.
(Continuará).