Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en la Sección "Historia" de la Revista profesional "GUARDIA CIVIL", núm. 723, correspondiente al mes de julio de 2004, págs. 74-78.
El original está ilustrado con cuatro fotografías en color y cinco fotografías en blanco y negro.
Decreto de 24 de enero de 1936 del Presidente Niceto Alcalá-Zamora: "Habida cuenta de que este doble atentado ha sido cometido por elementos rebeldes al Régimen, contra el personal de la Guardia Civil, Institución armada al servicio de la República, de acuerdo con el Consejo de Ministros y a propuesta del de la Gobernación, vengo a disponer que los hechos ocurridos en Jerez de la Frontera y Arcos, ambos de la provincia de Cádiz, en los días 17 y 18 de Enero de 1936, respectivamente, sean declarados como de guerra a todos los efectos que esta declaración pueda producir".
La Segunda República fue uno de los periodos de mayor inestabilidad política y social del siglo XX, en el que la Guardia Civil -como institución pública de seguridad- y sus componentes -como representantes y garantes de la ley y el orden- fueron objeto de numerosos ataques y atentados.
Así mientras se cuestionaba por determinados sectores la propia existencia del Cuerpo, exigiendo incluso su disolución, los guardias civiles sufrían constantes agresiones. Los hechos que a continuación se relatan son un ejemplo de ello.
Atardecía el 17 de enero de 1936 en Jerez de la Frontera -un mes antes de las elecciones que llevaría al poder al Frente Popular- cuando comenzaron unos graves sucesos que conmocionaron la provincia gaditana y que fueron tratados ampliamente por la prensa local, regional y nacional de la época.
El guardia civil José García Vera, perteneciente al puesto de la residencia y que se encontraba prestando servicio de requisitorias, caía gravemente herido en un establecimiento de bebidas ubicado en la plaza del Carbón, tras ser alcanzado sin previo aviso por cinco disparos efectuados por la espalda por tres pistoleros –hoy diríamos terroristas- que se dieron seguidamente a la fuga. También resultaron heridos su acompañante, el jefe accidental de la Policía Municipal Manuel Aranda Aguilar, así como un cliente llamado Juan Román Marín, de 60 años de edad y que falleció minutos después. Una de las armas empleadas en el atentado era una pistola ametralladora.
Alertados todos los puestos de la Comandancia se intensificó la vigilancia en las poblaciones más próximas. Sobre las 11 horas del día siguiente el alférez de la Guardia Civil José Díaz Pérez, jefe de la Línea de Arcos de la Frontera, fue informado por el policía municipal Joaquín Lozano Muñoz, de que tres desconocidos sospechosos se encontraban en la taberna de Manuel Garrido Gil, sita en el nº 21 de la calle Romero Gago, por lo que acompañado de la pareja compuesta por el guardia 1º Antonio Campanario Sánchez y el guardia 2º Modesto Moreno Medina, que se encontraban de servicio en la barriada de San Francisco así como del policía municipal Diego Pardo Gil, se dirigió al lugar para proceder a su identificación.
Sin embargo ello no fue posible ya que según consta textualmente en la hoja de servicios del alférez Díaz, al penetrar "decididamente en dicho edificio y previa la intimación a los sujetos de "manos arriba" recibió simultáneamente varias descargas de los pistoleros, sin que a pesar de ello y con arrojo digno de los mayores elogios ya herido gravemente disparó su revólver contra aquellos hasta agotar la dotación de cartuchos, arrojándose sobre uno de ellos en esta circunstancia y luchando con él hasta que la pérdida de sangre le produjo un desvacenimiento, siendo cogido por el guardia municipal Diego Pardo, simultáneamente que la pareja del Cuerpo que le acompañaba hacía fuego sobre los pistoleros, ocasionando la muerte instantánea a dos de ellos y heridas graves al tercero, siendo trasladado seguidamente el citado oficial a la casa de socorro para recibir asistencia, donde al llegar ya había fallecido, resultando como consecuencia de esta refriega también herido de pistola, el guardia 1º Antonio Campanario Sánchez".
Cuando minutos después llegó al lugar el comandante del Puesto de Arcos –sargento Andrés Barrios González- acompañado de los guardias Alfredo Vivas Torres y Francisco Rodríguez Gutiérrez así como del trompeta Miguel Cuevas Gutiérrez, poco más se pudo hacer que avisar a la autoridad judicial e interrogar a los presentes.
Respecto a la rápida reacción de los pistoleros que hicieron fuego con sus armas nada más entrar el alférez por la puerta, parece ser según manifestación del testigo Andrés Durán Escors, que los clientes de la taberna –donde habitualmente se jugaba a los prohibidos- fueron alertados instantes antes de la llegada de la Guardia Civil, pensando que se trataba de una simple redada.
Los pistoleros muertos resultaron ser Julio Jiménez Correa (a) "El Chipi", de 20 años de edad, y Antonio Franco Orellana (a) "El Burriana", ambos vecinos de Jerez . Estaban fichados como "anarquistas de acción y sujetos muy peligrosos", siendo el primero responsable de un tiroteo con el agente de policía Isidro Sáez mientras que el segundo lo era de haber disparado contra un contratista de obras. El tercer pistolero, que había resultado herido grave, era conocido por el alias de "El Raspadura" y reconoció ser los autores del atentado de la tarde anterior.
El entierro del alférez Díaz, acontecido al día siguiente, constituyó tal y como reflejan las fotografías y crónicas de la época, una de las mayores expresiones de dolor que hasta entonces había conocido la población de Arcos de la Frontera.
Se cerraron los establecimientos en señal de duelo y multitud de vecinos acompañaron al impresionante cortejo fúnebre por las principales calles, encabezado por el gobernador civil –Luis Armiñán Odriozola-, el gobernador militar –general de brigada de Infantería Julio Mena Zueco-, los alcaldes de Arcos y Jerez –Andrés Escors Garrucho y Juan Narváez Ortega- y el jefe de la Comandancia –teniente coronel Sebastián Hazañas González-, hasta el cementerio municipal de San Miguel.
Pocos días después, el 24 de enero, el gobierno recompensaba a título póstumo al alférez con el grado de Oficial de la Orden de la República. Justo un mes más tarde el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora y Torres, firmaba un decreto en el que se disponía que "habida cuenta de que este doble atentado ha sido cometido por elementos rebeldes al Régimen, contra el personal de la Guardia Civil, Institución armada al servicio de la República, de acuerdo con el Consejo de Ministros y a propuesta del de la Gobernación, vengo a disponer que los hechos ocurridos en Jerez de laFrontera y Arcos, ambos de la provincia de Cádiz, en los días 17 y 18 de Enero de 1936, respectivamente, sean declarados como de guerra a todos los efectos que esta declaración pueda producir".
Según un acuerdo del ayuntamiento arcense, adoptado el 7 de febrero, consternado por "la agresión de unos desalmados inconscientes que quitó la vida al bizarro Jefe de esta Línea de la Guardia Civil, el Alférez Don José Díaz Pérez, modelo de caballeros, y uno más que ha ido a aumentar la innumerable lista de héroes de ese benemérito Cuerpo, honra de España y admiración del extranjero", cuya reseña fue publicada en el Boletín Oficial del Cuerpo del día 20 de marzo siguiente "y con el fin de ofrecer una ofrenda póstuma" a su memoria, concedió a perpetuidad el nicho, se hizo cargo de los gastos del sepelio, sufragó el importe de la lápida donde la Corporación municipal, tal y como se puede leer actualmente "rinde tributo al heroico cumplimiento del deber", y por último la calle conocida por "Salida a Jerez" pasó a denominarse "Alférez Díaz Pérez".
El alférez Díaz.
El infortunado oficial, que tenía entonces 48 años de edad y había ascendido apenas un mes antes al empleo de alférez, era natural de la localidad gaditana de Algar, siendo hijo del matrimonio compuesto por el guardia civil 2º Manuel Díaz Gómez y Leonarda Pérez Vallejo.
Su vida transcurrió en dicha población hasta que tras comenzar su carrera militar el 1 de agosto de 1908 en la Caja de Reclutas de Jerez de la Frontera, fue destinado por real orden de 5 de febrero del año siguiente a la 5ª Batería de la Comandancia de Artillería de Ceuta.
Apenas transcurrido un año fue ascendido por elección al empleo de cabo en su propia unidad, donde continuó hasta finales de 1911, siendo licenciado y regresando a su pueblo natal, si bien dos meses después fue nuevamente movilizado y tuvo que retornar a Ceuta por espacio de dos meses más hasta que por fin pasó a la situación de reserva activa.
Poco después de volver al hogar paterno le notificaron que dadas sus buenas aptitudes acreditadas durante el servicio militar en Africa había sido ascendido a sargento de la reserva.
Siguiendo la tradición paterna ingresó en la Guardia Civil el 1 de abril de 1912, siendo destinado a la Comandancia del Este, con cabecera en Barcelona y perteneciente al 21º Tercio, donde cuatro años después ascendió al empleo de cabo y contrajo matrimonio con Sofía Victoria Rey.
Durante ese periodo de 1916, según consta en su hoja de servicios, "le fueron dadas las gracias por su comportamiento digno del mayor elogio en la ejecución de todos los servicios que prestó con motivo de las huelgas de obreros ocurridas en esta capital desde el 3 de enero al 20 de abril" y "S.M. el Rey se ha servido dar las gracias por el comportamiento digno de mayor elogio en la ejecución de los extraordinarios servicios que prestó con motivo de las huelgas de obreros ferroviarios ocurrida del 11 al 20 de julio".
En marzo del año siguiente pasó destinado al Protectorado español y concretamente a la sección de Larache que dependía por aquel entonces de la Comandancia de Cádiz hasta que en marzo de 1919 se creó la propia de Marruecos. Tras prestar servicio en los puestos de Castillejos y Río Martín se le concedió la medalla militar de Marruecos con el pasador de Tetuán y después de los trágicos sucesos de Annual acontecidos en el verano de 1921, quedó concentrado en Xauen hasta el mes de octubre.
Transcurridos tres años, en febrero de 1924, abandonó Marruecos y fue destinado al puesto de Rota de la Comandancia de Cádiz en el que permaneció hasta que en mayo del año siguiente ascendió al empleo de sargento y pasó al mandar el puesto de El Campillo perteneciente a la Comandancia de Huelva.
Transcurridos otros cuatro años, en febrero de 1928, fue destinado nuevamente a Barcelona, donde le comunicaron la concesión de la medalla de la paz de Marruecos por los servicios allí prestados.
Tras los sucesos revolucionarios de diciembre de 1930 y la frustrada sublevación militar republicana de Jaca se le anotó en su hoja de servicios que "el Rey ha tenido a bien disponer se signifique, haciéndose constar en las documentaciones del personal, la satisfacción con que el Gobierno ha visto y apreciado en todo su valor el alto espíritu y actuación de las fuerzas del Instituto en defensa del orden público, así como la disciplina, lealtad y abnegación que han evidenciado en cuantas ocasiones se han visto precisado a intervenir en defensa del orden y de las Instituciones".
Sin embargo los acontecimientos eran ya imparables y el sargento Díaz sería testigo en Barcelona de la proclamación el 14 de abril de 1931 de la 2ª República, firmando la promesa de fidelidad a la misma que prevenía el decreto del día 22 siguiente, trámite obligatorio para todos aquellos que desearan continuar en servicio activo.
El 18 de julio de 1932 ascendió al empleo de suboficial y fue destinado a mandar el puesto de Puigcerdá de la Comandancia de Gerona aunque apenas permaneció en el mismo tres meses ya que retornó nuevamente destinado a Barcelona.
Al año siguiente ascendió al empleo de subayudante y fue destinado a la Intervención de Armas de la Comandancia de Tarragona.
De allí pasó en febrero de 1934 a la plana mayor del 3º Tercio y tras ascender a subteniente en mayo fue destinado a la Comandancia de Barcelona aunque no llegó a incorporarse por ser inicialmente concentrado y posteriormente destinado a la de Gerona para hacerse cargo del mando de la Línea de Palamós.
En noviembre de ese año fue destinado a su provincia natal, siéndole asignada provisionalmente durante un mes la Línea de Bornos y después la de Arcos de la Frontera, a cuyo frente encontraría la muerte el 18 de enero de 1936, dejando viuda y cuatro huérfanos, llamados Leonarda, Manuel, Eduardo y Esperanza. El tercero llegaría a ser guardia civil y la última, que era la de menor edad, es la única que actualmente vive.
Un mes después del suceso el Frente Popular ganaba las elecciones del 16 de febrero y cinco meses más tarde comenzaba la fraticida Guerra Civil.
La calle dedicada a la memoria del alférez Díaz perduró durante todo el periodo franquista hasta que con la primera corporación democrática de la Transición, en el pleno celebrado el 27 de julio de 1979, corrió la misma suerte que las dedicadas a los generales Franco, Queipo de Llano y Mola –que habían encabezado el alzamiento militar iniciado justo seis meses después de su muerte- siendo sustituido su nombre por el de Manuel Muñoz Vazquez –alcalde local durante la 1ª República- que unía la plaza de España con la calle de Miguel Mancheño.
Por otra parte en la fachada de la vivienda de Algar donde nació, sus vecinos colocaron tiempo después una placa con la siguiente inscripción:
"En esta casa nació el 19 de diciembre de 1887 el Sr. D. José Díaz Pérez, heróico Oficial del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil que murió vilmente asesinado en el cumplimiento de su deber en Arcos de la Frontera el día 18 de enero de 1936. Sus paisanos todos dedican este recuerdo al que fue modelo de caballeros y supo añadir una nueva página de gloria al Cuerpo que pertenecía".
Dicha placa, hace unos años, al cambiar la vivienda de titular y no desearla en su fachada fue retirada y recogida por los familiares del alférez Díaz que la siguen conservando.
No obstante Algar, al contrario que Arcos, no ha olvidado a su hijo y una céntrica plaza sigue hoy día dedicada a la memoria de "quien generosamente sacrificó su vida en defensa de la paz social", tal y como expresó en un oficio de 29 de enero de 1936 el propio subsecretario del ministerio de la Gobernación.
Nota. Se agradece expresamente la colaboración de los hermanos Juana y Manuel Díaz, sobrinos del citado alférez así como de Alfonso Durán Díaz, nieto del mismo y del guardia civil Fernando Gil Sierra.
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