CLXXV Aniversario Fundación Guardia Civil (1844-2019).
Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR", pág. 10, el 2 de septiembre de 2019.
El original contiene una fotografía en color.
El artículo 2ºdel real decreto de 9 de marzo de 1829 establecía que el cuerpo militar de Carabineros se creaba “para la seguridad y vigilancia de las costas y fronteras, hacer la guerra al contrabando, prevenir sus invasiones y reprimir a los contrabandistas, y para afianzar con respetable fuerza a favor de la industria y comercio nacionales, la protección y fomento que procuran las leyes de Aduanas”.
Cuando se redactó no se hizo pensando sólo en el contrabando procedente de la colonia británica de Gibraltar, que ya existía, principalmente por vía marítima. Y por supuesto, tampoco en La Línea de la Concepción, a cuyo municipio le quedaban todavía cuatro décadas para crearse, no habiendo además apenas población civil, pues casi todo era guarnición militar.
España venía padeciendo desde muchos años antes el grave problema del contrabando, tanto terrestre, sobre todo procedente de Francia, como muy especialmente el marítimo en casi todas las costas bañadas por el mar Mediterráneo. La colonia británica era una de las fuentes generadoras de contrabando pero no la única ni la más importante entonces, si bien su volumen no era nada desdeñable.
Sin embargo, a medida que fue creciendo la población civil en el ya creado municipio de La Línea y fue cada vez mayor el número de personas que iban diariamente a trabajar a la colonia, fue aumentando también el contrabando terrestre, siendo necesario fortalecer su aduana y su correspondiente resguardo.
Desde 1829 hasta 1940 correspondió a Carabineros, bajo sus diferentes denominaciones, constituir esa fuerza de resguardo. La Guardia Civil, como ya se vió en capitulos anteriores, sólo era responsable de lo que hoy se denomina seguridad ciudadana y entonces orden público.
Sirva como referencia la que hizo sobre dicha aduana el periodista Lutgardo López Zaragoza en su obra “Guía de Gibraltar y su Campo”, editada en 1899: “No tiene importancia en lo referente a su recaudación de derechos arancelarios, puesto que las mercancías que se introducen son muy limitadas; pero si la tiene para la represión de las introducciones ilegales de toda clase de artículos, especialmente del tabaco, … Transitan diariamente por sus puertas sobre 15.000 almas, 300 caballerías y 300 carruajes; estando desempeñados los servicios auxiliares de reconocimiento por la sección veterana de Carabineros, compuesta de un sargento, dos cabos y cuarenta individuos, mandados por un primer teniente.”
La aduana estaba levantada sobre lo que hoy es la plaza de la Constitución y frente a ella el primer cuartel de Carabineros que fue demolido a finales del siglo XIX para levantar otro de mucha mayor envergadura. A mediados de los años 40 del siglo XX, perteneciendo ya a la Guardia Civil, también sería echado abajo para ampliar dicha plaza, amén del deplorable y ruinoso estado del edificio.
Durante muchos años la aduana y dicho acuartelamiento serían los dos primeros edificios que existían entre la Verja y el inicio del casco urbano de La Línea. Anteriormente, mucho antes de que los militares británicos levantaran impúnemente las primeras alambradas, existían frente a la colonia, adelantados a los restos de las fortificaciones de San Felipe y Santa Bárbara, dos pequeños acuartelamientos de Carabineros. Ambos figuran en el plano de 1862 por el teniente coronel Luis de Negrón, mentado en el capítulo anterior, y también terminarían siendo demolidos años después.
La primera casa-cuartel que heredó la Benemérita en 1940 para asumir el resguardo en la aduana de La Línea, integrado por carabineros reconvertidos por ley en guardias civiles, fue la que ya mencionaba en 1899 el periodista Lutgardo López.
En el último “Escalafón General del Cuerpo de Carabineros”, editado en 1936, por el ya también mencionado brigada Eusebio Fernández, se hacía la siguiente referencia de la colonia británica: “Como puerto franco ofrece en abundancia toda clase de géneros y su comercio es muy considerable, pues Gibraltar ha sido siempre un gran depósito para el contrabando, principalmente de tabaco”.
Seguidamente trataba sobre las tres unidades ubicadas en dicha casa-cuartel. El edificio tenía dos pabellones para oficiales, dos para oficinas, treinta y seis para casados y sala de armas. Se afirmaba que “se encuentra en construcción un magnífico cuartel con capacidad suficiente para alojar toda la fuerza de Carabineros de la citada población”, ya que muchos de ellos tenían que vivir de alquiler en casas particulares. La Guerra Civil y las restricciones presupuestarias que le siguieron impidieron que aquello fuera una realidad.
La primera unidad alojada era la cabecera de la compañía, con un capitán jefe de la misma, auxiliado en las tareas burocráticas por un brigada y un carabinero 2º. También estaba ubicado un puesto de infantería mandado por un brigada e integrado por un carabinero 1º y nueve carabineros 2º que tenían a su cargo “la vigilancia fiscal de la población, reconocimiento de bultos en el despacho de la central del ferrocarril, vigilancia en las puertas de salida de la báscula de la aduana, retaguardia de las puertas, Cachón de Jimena y Castillo de España, así como las personas que puedan infundir sospecha procedentes de Gibraltar”.
Finalmente, estaba la “Sección de la Aduana” al mando de un teniente y compuesta por dos brigadas, dos cabos, un corneta, un carabinero 1º, cuarenta y nueve carabineros 2º y catorce matronas, estas últimas para el registro corporal de mujeres. Dicha fuerza se dedicaba a “reconocimientos del personal y equipajes que proceden de Gibraltar, y vigilancia, por levante desde la carretera de Gibraltar (puerta de salida), y por poniente hasta La Línea y Estación Sanitaria”. Durante la noche vigilaban también “las alambradas y el Campo Neutral por su parte interior, auxiliados por fuerza de otros puestos”.
Esta sería la casa-cuartel y las unidades de Carabineros que pasaron a integrarse en la Guardia Civil tras entrar en vigor la Ley de 15 de marzo de 1940. Casi cuatro años después, el 16 de febrero de 1944, el ministro de Hacienda, Joaquín Benjumea Burín, se dirigió al de la Gobernación, Blas Pérez González. El motivo era informar de que tras comprar por el ayuntamiento de La Línea, un solar para que pudiera construirse un nuevo acuartelamiento para la Guardia Civil, la corporación municipal, “teniendo noticia de que el antiguo cuartel habrá de ser declarado inservible para las necesidades del Estado, solicita que le sea cedido gratuitamente el solar que ocupa el viejo edificio, para poder ampliar la Plaza del Generalísimo Franco, en la que está situado”.
Aprobada tal cesión, el general de división Camilo Alonso Vega, director general de la Guardia Civil, en escrito de fecha 6 de marzo siguiente, designó al teniente coronel Federico Montero Lozano, jefe de la 237ª Comandancia Mixta de Cádiz, con cabecera en la capital de la provincia, para que en representación del Ministerio de la Gobernación hiciera entrega a la Delegación de Hacienda, “del solar que ocupa el viejo edificio de la Casa-cuartel de La Línea de la Concepción (Cádiz) y formalice escritura pública del terreno que cede aquella entidad municipal para la construcción de un nuevo Cuartel”.
Ese nuevo acuartelamiento no llegaría hasta 1968 con el actual de La Banqueta.
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