Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR" el 4 de octubre de 2021, pág. 11.
El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.
El 18 de noviembre de 1938 el cabo Rodrigo Vázquez Villalobos, que hasta marzo había estado destinado como guardia 2º en el puesto de San Roque, se incorporó en la localidad zaragozana de Caspe a la 7ª Compañía Expedicionaria de la Guardia Civil. Ésta pertenecía al Tercer Grupo de dicho Instituto en el Cuerpo de Ejército Marroquí.
Un día antes, el jefe de dicha compañía, capitán Ángel Fernández Montes de Oca, había sido relevado por el de mismo empleo, Victoriano Herrero Llorente. El primero procedía del mando de la Compañía que tenía su cabecera en la ciudad de Cádiz mientras que el segundo procedía de la Comandancia de Segovia, donde desempeñaba los cometidos de cajero. No era habitual que siendo todos los componentes de una comandancia determinada, en este caso de la de Cádiz, se enviase un capitán de otra provincia a mandarla.
Pero la razón de ello era la escasez de oficiales que padeció el Cuerpo en el bando sublevado durante la Guerra Civil. Una vez deducidos los que habían fallecido durante la contienda por diversas causas, no siempre bélicas, los que se habían mantenido leales al gobierno de la República y se encontraban sirviendo en el bando contrario, los que estan presos por diferentes causas y los que habían cumplido la edad reglamentaria de retiro, sólo quedaban los que estaban en activo. Estos se repartían entre tres cometidos: el servicio peculiar en las unidades territoriales, el servicio en unidades del Ejército y el servicio en las unidades expedicionarias. Durante la Guerra no hubo ingresos de nuevos oficiales en la Guardia Civil, salvo promoción interna, al igual que no hubo tampoco ingreso de nuevos guardias.
Un par de meses antes se había incorporado el teniente Alfredo Fernández Fernández, jefe de la línea de Rota, en sustitución de Odón Ojanguren Alonso, cuyos servicios “especiales” en relación a la colonia británica de Gibraltar le hacían imprescindible en La Línea de la Concepción.
En Andalucía el empleo de unidades expedicionarias de la Guardia Civil fue una constante en los sublevados desde el inicio del alzamiento militar. En la primera fase de la contienda se organizaron en aquellas ciudades donde había triunfado la sublevación unas columnas de operaciones compuestas habitualmente por un heterogéneo grupo de unidades militares. Estas procedían tanto del norte de África como de las guarniciones provinciales sumadas a la sublevación. Solían predominar las fuerzas de Infantería y era habitual contar en los primeros meses con el apoyo de milicias civiles de falangistas y requetés. Respecto a estas últimas hay que decir que en su mayoría eran de nueva filiación pues en las elecciones de febrero de 1936 sus resultados habían sido insignificantes.
En esa primera fase hubo básicamente dos tipos de columnas. El objetivo fundamental de las primeras era ocupar los pueblos de la provincia donde la sublevación había fracasado o dónde siquiera se había producido. Ello sucedió en las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla, no dejando de operar hasta quedar en su totalidad en poder de los sublevados. En las de Córdoba, Granada y Málaga se librarían muy duros combates al ofrecerse fuerte resistencia gubernamental y salvo la última, que cayó en febrero de 1937, no se llegarían a ocupar completamente hasta el final de la contienda. Las de Almería y Jaén permanecerían bajo control gubernamental hasta el final de la contienda.
El objetivo final de las segundas, mucho más numerosas en cuanto a efectivos y material así como más robustas en cuanto a potencial bélico, era ocupar Madrid. Durante su marcha hacia la capital de la República fueron tomando poblaciones de todo tipo que encontraban a su paso. Su núcleo principal estaba formado por tropas legionarias y de regulares indígenas.
En ambos tipos de columnas fueron incorporados, en mayor o menor número y con carácter expedicionario, guardias civiles. La Comandancia de Cádiz fue una de la que desde el primer momento envió efectivos a todos los frentes, acompañando a las unidades combatientes. Sus misiones principales, además de las propias de policía militar, consistieron durante los primeros meses en organizar y dotar inicialmente los puestos del benemérito Instituto en aquellas localidades que los sublevados iban ocupando y realizar los interrogatorios a los prisioneros que se capturaban.
A partir de 1938, comenzaron a constituirse, conforme las instrucciones impartidas por su Inspección General, unidades expedicionarias robustas entidad compañía, ecuadradas en divisiones y cuerpos de ejército. Efectivos de la Comandancia de Cádiz llegaron a integrarse en la 7ª, 15ª y 35ª Compañías Expedicionarias. La primera que es la que interesa a efectos del presente relato finalizaría la contienda en Murcia, la segunda en Barcelona y la tercera en Jaén. Ésta última tendría muy escaso recorrido pues se constituyó el 30 de marzo de 1939 y fue disuelta muy poco después.
En cambio, la 7ª Compañía llegaría a combatir incluso en la Batalla del Ebro sufriendo bajas. Se había constituido el 1º de mayo de 1938, quedando afecta al Cuerpo de Ejército Marroquí y marchando en tren para Zaragoza ese mismo día. Todos sus integrantes pertenecían a la Comandancia de Cádiz y estaba inicialmente compuesta por 104 efectivos: 1 capitán, 3 alféreces, 6 brigadas, 12 cabos, 2 cornetas, 1 trompeta, 1 guardia 1º y 78 guardias 2º.
Su primer mando fue el ya mentado capitán Fernández. Los primeros mandos de las tres secciones fueron los alféreces Jaime Bardisa Rebasa (jefe de la línea de Tarifa, perteneciente a la Compañía de Algeciras), Francisco Gómez Rivas (jefe de la línea de Alcalá de los Gazules, perteneciente a la Compañía de San Fernando) y José Pérez Campanario (jefe de la línea del Puerto de Santa María, perteneciente a la Compañía de Cádiz).
En ese primer contingente había, además del alférez Bardisa otros veintiuno componentes más procedentes de unidades asentadas en el Campo de Gibraltar: el brigada Antonio Casablanca Romero, el cabo Antonio García Gálvez y el guardia 2º José Blanco de la Rosa, del puesto de San Roque; el cabo José Gutiérrez López, del puesto de Los Barrios; el cabo Domingo Vera Fernández y los guardias 2º Isaac Alzate Villapún y Manuel Velázquez Tardío, del puesto de Facinas; el guardia 1º Juan Albornoz Parra y los guardias 2º Eduardo Vázquez Nieto, Francisco Tomás Palomo, Andrés Arjona Mármol, Manuel León Guerrero y Ángel Mora Hornero, del puesto de Algeciras; el guardia 2º Bernardo Rodríguez Martín, del puesto de Tarifa; los guardias 2º Manuel Durán Jiménez y Diego Jiménez González, del puesto de La Línea de la Concepción; el guardia 2º Francisco Gil Jiménez, del puesto de San Martín del Tesorillo; el guardia 2º Manuel Moreno Pérez y el corneta Manuel Ruiz Blanco, del puesto de Jimena de la Frontera; y los guardias 2º Luis Portillo Alba e Ildefonso Vera Sánchez, del puesto de San Pablo de Buceite.
Volviendo a las vicisitudes del cabo Rodríguez Villalobos y dejando para mejor ocasión las operaciones en las que se vio envuelta su compañía, significar que con ella participaría en diversas acciones en los frentes de Aragón y Cataluña hasta el 24 de febrero de 1939. Posteriormente fue enviado a los frentes de Extremadura y Córdoba.
(Continuará).
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