Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR" el 9 de octubre de 2023, pág. 12.
El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.
Si bien en el informe remitido en enero de 1940 por el teniente coronel Manuel Márquez González, jefe de la Comandancia de Cádiz, a la Inspección General de la Guardia Civil, era muy desfavorable en cuanto a la situación de plantilla y acuartelamiento, era más positiva respecto a los medios de comunicación.
Tal y como hacía constar en su informe, “la mayoría de los pueblos de esta provincia donde están instalados los puestos de esta Comandancia, cuentan con buenos medios de comunicación, …; pues entre el telégrafo, teléfono, carretera y ferrocarril, no hay ninguno que esté completamente aislado”.
También exponía favorablemente que se hubiera vuelto a conceder la franquicia oficial telefónica, es decir, la gratuidad de las llamadas que se efectuasen desde aquellas casas-cuarteles que dispusieran de teléfono, pues no todas tenían. Todo ello sólo para llamadas relacionadas con el servicio, estando expresamente prohibido las de carácter particular, llevándose a cabo, para el debido control, su anotación detallada en un cuaderno diligenciado a tal efecto.
En el caso concreto de San Roque, la localidad disponía de telégrafo, teléfono y ferrocarril, encontrándose unida por carretera a 15 kilómetros de Algeciras, donde residía la cabecera de la compañía, y a 138 de la capital gaditana, donde se hallaba establecida la jefatura de la Comandancia.
Respecto a la barriada sanroqueña de Campamento de Benalife, también se disponía allí de teléfono y telégrafo pero no de ferrocarril. Por carretera se encontraba a 3 kilómetros de la cabecera de la línea (sección) de La Línea de la Concepción, de 25 de la cabecera de la compañía, y de 148 de la ciudad de Cádiz.
En cambio la opinión sobre el armamento que en enero de 1940 se tenía de dotación era muy desfavorable, encontrándose en una situación mucho peor que la existente antes de la sublevación militar de julio de 1936.
El teniente coronel Márquez fue muy crítico al respecto: “El armamento de que está dotada la fuerza de esta Comandancia, en su mayoría sistema Waterly, consignado en el estado que se une a continuación, expresivo del que falta para el completo; tanto por ser material poco manejable (muy largo y pesado) como por sus malas condiciones balísticas, se impone la necesidad de que sea sustituido por el mosquetón mauser Español el de Infantería y carabina del mismo sistema y modelo para Caballería”.
Lo que se referenciaba en el informe como “sistema Waterly” se trataba realmente de los fusiles procedentes de la “ayuda” italiana al bando sublevado, marca Vetterli-Vitali, modelo 1870/87/16, calibre 6’5 mm. Mannlicher-Carcano. Se trataba de la tercera y última variante del fusil Vetterli modelo 1870 que a su vez era una versión italiana del fusil suizo monotiro Vetterli de 10’35 mm. Aquellos se trataban de unos fusiles que habían sufrido una profunda modificación en el arsenal italiano de Brescia para reconvertirlos en armas de repetición de aquel calibre. Dadas sus limitaciones técnicas fueron suministrados durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) a las tropas que no tenían que combatir en primera línea.
Antes de la sublevación militar de julio de 1936, las fuerzas de infantería de la Guardia Civil estaban dotadas de fusiles máuser modelo 1893, de 7 mm., en proceso de sustitución por el mosquetón mauser modelo 1916, de igual calibre pero de menores dimensiones y peso. A su vez, las fuerzas de caballería estaban dotadas de la carabina mauser modelo 1895, del mismo calibre y aún de menores dimensiones y peso, e igualmente en proceso de sustitución por el referido mosquetón mauser modelo 1916.
Todas estas armas eran de fabricación española y de mucha mayor calidad que las italianas referidas anteriormente, siendo también superiores sus condiciones balísticas. Sin embargo, las necesidades bélicas de la contienda exigieron que la mayor parte de ese armamento fuera entregado por la Guardia Civil a las fuerzas combatientes del Ejército en el frente, procediéndose a su sustitución por otro de inferior calidad, procedente de la ayuda militar extranjera. A este respecto hay que significar que ambos bandos, salvo algunas excepciones, recibieron de sus aliados extranjeros un armamento portátil anticuado y de menor calidad, procedente en su mayor parte de la contienda europea acaecida dos décadas antes.
Como durante la contienda la Guardia Civil no había procedido a reponer ninguna clase de armamento que por cualquier vicisitud hubiera causado baja, resultaba que en enero de 1940, sus plantillas estaban también incompletas. Sirva como ejemplo que en el informe se hacía constar que, de 675 pistolas reglamentarias marca Star, de 9 mm. largo, solo disponían de 535, por lo que les faltaban 140.
Concluía el informe, en el apartado referido al armamento, que cada compañía debería estar dotada de una ametralladora “Hotchkiss”, modelo 1914, de 7 mm., de origen francés; una “pistola ametralladora” (subfusil) “Schmeisser”, de fabricación alemana que realmente era una “machine pistol” MP-28/II de 9 mm. parabellum, pero recamarada expresamente para el cartucho 9 mm. largo español; y 50 “bombas de mano” (granadas) “Laffite” modelo 1921, de origen francés; que cada cabecera de línea (sección) tenía que ser dotada de una “pistola ametralladora Schmeisser” y 25 “bombas de mano”, así como de “las pistolas ametralladoras Astra (se refería al modelo “F” de 9 mm. largo de fabricación española) que éstas tienen en la actualidad, aumentado su número, debieran pasar a los puestos para que hubiera siquiera una en cada uno de éstos”.
Todo un buen propósito por parte de Márquez ya que la plantilla de dicho tipo de armamento para toda la Comandancia de Cádiz, era tan sólo de 2 ametralladoras “Hotchkiss”, de 2 “pistolas ametralladoras Schmeisser”, de 20 “pistolas ametralladoras Astra” y de 200 “bombas de mano Laffite”.
Aunque en el propio informe se aventuraba que los fusiles italianos estaban pendientes de ser sustituidos por fusiles mauser españoles, la realidad sería muy diferente. El armamento que posteriormente les sería entregado era de origen ruso, procedente de la ayuda, mediante la correspondiente contraprestación económica, proporcionada al Ejército Popular de la República.
Al finalizar la contienda se había capturado o incautado una gran cantidad de armamento portátil soviético, que con una guerra europea iniciada en septiembre de 1939 y que pronto llegaría al otro lado de los Pirineos, sería distribuida en buena parte entre las comandancias de la Guardia Civil. El armamento mauser seguiría priorizándose durante la mayor parte de la década de los años 40 del siglo XX para dotación de las fuerzas del Ejército español.
Los fusiles de repetición rusos recibidos serían los Mosin-Nagant, de 7´62 mm., correspondiendo en su mayoría al modelo 1891/30, si bien también los hubo inicialmente de los modelos 1887 y 1891. Bautizado como “Mausine”, su vida en el benemérito Instituto se prolongaría más de una década e incluso se editaría por la imprenta de huérfanos del Cuerpo, un manual de instrucciones sobre su despiece y funcionamiento.
Finalmente, el informe del teniente coronel Márquez, detallaría el estado numérico del utensilio y menaje que tenía a su cargo la Comandancia de Cádiz, con expresión de su estado. Dado que tampoco se había atendido a su reposición, figuraba una buena parte con un estado de “mediano” o “inútil”.
(Continuará).
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