Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 309 correspondiente al mes de marzo de 2008, de la Revista "ARMAS", págs. 60-66.
Los originales están ilustrados por diecisiete fotografías en color y cuatro en blanco y negro.
“La extensión de los territorios del Rif,
ocupados actualmente por nuestras tropas, exige el mantenimiento en ellas de un
núcleo importante de fuerzas para asegurar la tranquilidad del territorio, el
desarrollo, a su amparo, del comercio y demás fuentes de riqueza del país.
Sometidos a nuestra influencia los habitantes de las Kabilas ocupadas, como consecuencia
de la última campaña, parece llegado el momento de ir creando tropas nutridas
con los elementos indígenas afectos á España, que sirvan de núcleo para la
organización de fuerzas indígenas regulares, con cohesión y disciplina, y
capaces de cooperar en las operaciones tácticas con la tropas del Ejército.”
Así
comenzaba la Real Orden de 30 de junio de 1911, dimanante del Ministerio de la
Guerra, mediante la que se creó lo que llegaría a ser el conjunto de unidades
más condecorada del Ejército español: 19 cruces laureadas colectivas de San
Fernando, 56 cruces laureadas individuales de San Fernando, 61 medallas
militares colectivas y 196 medallas individuales lo acreditan.
En
sus filas han servido desde entonces más de 70.000 efectivos, habiendo
participado en más de 800 acciones de guerra con un sacrificio, en las Campañas
de Marruecos y la Guerra Civil- de más de 6.000 muertos y más de 24.000
heridos.
Epoca fundacional
La
primera de sus unidades se denominó “Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla”, con guarnición en
el Fuerte de Sidi-Guariach –actual Fuerte de la Purísima Concepción- de dicha plaza, siendo
organizada sobre la base de un batallón (tabor) de Infantería, con cuatro compañías
y un escuadrón de Caballería. Su primer jefe fue el teniente coronel Dámaso
Berenguer Fusté, quien llegaría a ser presidente del gobierno español entre enero
de 1930 y febrero de 1931.
Como fuerzas dependientes de la Capitanía general de Melilla se les
asignó la misión de prestar el servicio de armas en unión de las fuerzas del
Ejército, así como el de guías, intérpretes, confidentes y otras de carácter especial
que se le encomendaran cuando fueran necesarias.
El reclutamiento de la tropa debía efectuarse
entre los naturales de Marruecos que se presentaran en Melilla, Ceuta y
territorios ocupados por el Ejército español en las inmediaciones de las citadas
plazas y en todas las poblaciones en las que estuviera organizada la policía
marroquí al mando de oficiales españoles, siendo estos los encargados de
efectuar la recluta con las debidas garantías. El personal de oficiales, a
excepción de los oficiales moros de 2ª clase, sería del Ejercito español y procedente
de las armas de Infantería y Caballería, respectivamente.
Antes
de proseguir hay que precisar que el motivo de emplear la palabra “Regular” –que tal vez pueda llamar la
atención al lector- no era otro que el de designar a aquellas unidades
militares que por su carácter permanente se distinguían de otras cuyo carácter
era temporal, es decir, que se constituían y se desmovilizaban en función de
las necesidades militares.
Los Grupos de Fuerzas Regulares Indígenas
Los
brillantes y positivos resultados obtenidos por otras naciones europeas mediante
la organización y empleo de este tipo de tropas indígenas así como los
excelentes servicios prestados hasta entonces por las fuerzas indígenas que se
habían creado en Melilla con carácter de ensayo por Real Decreto de 31 de diciembre
de 1909, animó a dar carta de naturaleza al proyecto español.
Así,
tres años después de la publicación de la normativa fundacional de 1911, se
procedió a la reorganización de las diferentes tropas indígenas que hasta
entonces existían, dictándose la Real Orden de 31 de julio de 1914 que
comenzaba exponiendo:
“La necesidad de utilizar los elementos
indígenas afectos a nuestra influencia en Marruecos en la forma compatible con
sus aptitudes y la oportunidad del momento ha exigido al principio de nuestra
acción en Africa la creación de diferentes clases de fuerzas indígenas con
organizaciones variables y circunstanciales. Ensanchada considerablemente
nuestra esfera de acción y aumentadas en proporción apreciable las unidades
nutridas con personal indígena, es indispensable evitar esta variedad de
fuerzas, tendiendo a su unificación en toda la zona del protectorado de España
sin más variaciones que las que aconseje la índole especial de los distintos
territorios sometidos a nuestra influencia …”.
Conforme
se disponía en su artículo 1º, las tropas indígenas existentes o que se
organizasen en el futuro en el Protectorado de España en Marruecos, debían
ajustarse a uno de los siguientes tipos: Tropas del Majzen, Fuerzas regulares
indígenas, Fuerzas de Policía indígena o Fuerzas irregulares auxiliares.
En
relación con las Fuerzas regulares indígenas, que es lo que interesa en el
presente artículo, se dispuso la creación de cuatro grupos, formado cada uno de
ellos por dos tabores (batallones) de Infantería -constituidos a su vez cada
uno por tres compañías- y un tabor de Caballería integrado por tres
escuadrones.
Aunque
inicialmente hubo problemas para cumplimentar lo anteriormente expuesto e
incluso dicha reorganización quedó temporalmente en suspenso por otra norma de
igual rango hasta que pudiese ser llevada a la práctica en las condiciones
debidas, terminó finalmente en ser en los meses siguientes una realidad.
El primero adoptó
la denominación oficial de Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla n.º
1 (en 1916 cambiaría su nombre por el de Tetuán), siendo su primer jefe el
teniente coronel Leopoldo Ruiz Trillo. El segundo se llamaría Grupo de Fuerzas
Regulares Indígenas de Melilla n.º 2 y su primer jefe fue el teniente coronel
Antonio Espinosa Sánchez. Al tercero se le denominó Grupo de Fuerzas Regulares
Indígenas de Ceuta n.º 3, designándose como su primer jefe al teniente coronel José
Sanjurjo Sacanell. Y al cuarto Grupo, que tomó la denominación de Fuerzas
Regulares Indígenas de Larache n.º 4, se le nombró como primer jefe fue al teniente coronel
Federico Berenguer Fusté, hermano de Dámaso.
Habría que
esperar hasta el verano de 1922, un año después de los trágicos sucesos que pasarían
a la historia como el “Desastre de Annual”,
para que se creara un grupo más, que fue denominado Grupo de Fuerzas Regulares
Indígenas de Alhucemas nº 5, siendo su primer jefe el teniente coronel Rafael de Valenzuela
Urzaiz.
Durante la Guerra Civil (1936-1939)
los cinco Grupos aumentaron su número de tabores, dando lugar que al finalizar
la contienda y tras regresar las unidades expedicionarias que habían estado
combatiendo en la Península, se crearan a partir de 1940 otros cinco Grupos
más, con guarnición en diferentes puntos de nuestro Protectorado. Una
reorganización del Ejército español en 1950 y la independencia concedida seis
años después a Marruecos terminaron por motivar su disolución e integración de
su personal en los Grupos de la primera época.
En 1985, como
consecuencia de la aplicación del Plan Meta, se disuelven los citados Grupos de
Regulares, pasando entonces a denominarse Regimiento de Infantería Motorizada
(RIMT) Fuerzas Regulares de Infantería Melilla nº 52 con guarnición en Melilla
y Regimiento de Infantería Motorizada (RIMT) Fuerzas Regulares de Infantería Ceuta
nº 54 con guarnición en Ceuta. Siendo estas nuevas unidades depositarias del
historial y banderas de sus antecesoras. Al año siguiente cambió la
denominación de ambas unidades por la de “RIMT. Fuerzas Regulares de Melilla nº 52” y “RIMT. Fuerzas Regulares de Ceuta nº 54”.
Una década
después, en 1996, como consecuencia del Plan Norte, las denominaciones
oficiales cambiaron a “RIL (Regimiento de Infantería Ligera). Regulares de Melilla nº 52” y “RIL. Regulares de Ceuta nº 54”.
Por último, en el año 2000, se volvió a cambiar la denominación, siendo desde
entonces “Grupo de Regulares de Melilla nº 52” y “Grupo de Regulares de Ceuta nº
54”.
Respecto a los
tiempos actuales, hay que destacar que los Regulares de Melilla tienen
encomendada la misión de guarnecer en la costa africana las islas Chafarinas y
los peñones de Alhucemas y de Vélez de la Gomera. Asimismo y dada la partición
del Ejército español en las operaciones internacionales de mantenimiento de la
paz, tanto los Regulares de Melilla como los de Ceuta han proyectado varios
contingentes a Kosovo. De hecho fuerzas de este último Grupo, con su jefe al
frente, el coronel José Acevedo Espejo, se encuentran en estas fechas desplegadas
en dicho escenario.
Armamento y uniformidad
El
emblema de los Regulares está formado por una media luna, denominada de
Ramadán, y por dos fusiles cruzados.
Es
innegable la vistosidad y elegancia de los uniformes de los Regulares que
llenan de admiración al público que presencia su participación en los desfiles
institucionales. Las prendas más llamativas las constituyen el gorro moruno de
fieltro rojo con forma cilíndrica denominado “tarbuch” así como su capa blanca, que utilizan en actos relevantes.
Otras prendas características son las bolsas de
costado, llamadas “skaras”, que
portan los gastadores así como sus correajes de fantasía moruna, además e las
fajas que ciñen las cinturas de los Regulares, de color azul en el caso de los
de Ceuta y roja en el de los de Melilla.
Respecto al armamento, los fusiles máuser
modelo 1893 de 7 mm. que portaron los primeros Regulares de Infantería o las
carabinas mauser modelo 1895, de igual calibre, en el caso de los de
Caballería, poco tienen que ver con los modernos fusiles de asalto HK modelo
G-36 de 5’56 mm. que utilizan los Regulares de hoy día, quienes cuentan además
con otra clase de armamento como los lanzagranadas de 40 mm., los misiles
contracarro Milán de medio alcance y los Tow de largo alcance así como los
morteros medios de 81 mm. y los pesados de 120 mm.
El Museo de Ceuta
El Museo específico de Regulares de
Ceuta se encuentra ubicado en el interior del acuartelamiento “González-Tablas”, ocupando una
superficie de casi 800 metros cuadrados que a finales de los años 20 del pasado
siglo era utilizada como almacén-comedor del antiguo Grupo de Fuerzas Regulares
Indígenas nº 3 de Ceuta.
El
nombre del citado acuartelamiento se debe a la memoria del teniente coronel
Santiago González-Tablas y García Herreros, que falleció en acción de guerra al
ser mortalmente herido el 12 de mayo de 1922, cuando se encontraba al frente
del citado grupo ceutí.
El
actual Grupo de Regulares de Ceuta nº 54 recogió “la Historia, Gloria y Tradiciones” de los Grupos de Regulares de
Tetuán nº 1, de Ceuta nº 3 y de Larache nº 4, así como de los Batallones de
Cazadores de Africa y de los Regimientos de Infantería Africa nº 53, Ceuta nº
54 y Serrallo nº 60. Ello ha motivado que su bandera sea la más condecorada
actualmente del Ejército español ya que porta las corbatas de tres laureadas
colectivas del Tetuán nº 1, dos del Ceuta nº 3 y cuatro del Larache nº 4,
además de una más. Concedida al extinto Ceuta nº 54.
Para
conservar y difundir la gloriosa historia de los Regulares para conocimiento de
las generaciones actuales y futuras, tal y como se relata en una gran placa
existente a la entrada del museo, su constitución se inició por decisión del
coronel Carlos Sánchez Tembleque, siendo impulsado por el de igual empleo,
Enrique Cuenca Romero, procediéndose a su inauguración oficial el 21 de
noviembre de 1992 por el Comandante general de Ceuta Rafael Bada Requena.
Sus
fondos, muy variados e impresionantes, además de magníficamente conservados, se
encuentran expuestos al público en las dos plantas del edificio, bautizadas
respectivamente por Sala del
General Berenguer, en honor de quien fuera el primer jefe de las Fuerzas
Regulares Indígenas, y la Sala del Teniente Varela, como homenaje al bilaureado
oficial que obtuvo su doble concesión como recompensa a su valor heroico en dos
acciones diferentes, siéndoles impuestas por Alfonso XIII en Sevilla en 1922, cuando
pertenecía al Grupo de Larache nº 4, habiendo llegado posteriormente, en el
empleo de teniente coronel, a mandar el de Grupo de Ceuta nº 3.
En
la primera planta se encuentran los llamados rincones de los Kaides (oficiales
moros), de la Nuba (banda formada por instrumentos tradicionales marroquíes),
de Tazarut y de la Caballería, mientras que en la segunda están las salas de
los laureados y de las banderas.
Aunque es materialmente imposible reproducir fotográficamente en estas páginas una muestra suficientemente representativa de las diversas clases y tipos de los millares de fondos que se conservan en el museo, hay que mencionar que se tratan de armas –además de sus municiones- tales como pistolas, revólveres, fusiles, carabinas, subfusiles, espingardas, morteros, granadas de mano, sables, espadas, machetes, gumías, etc.; de uniformes de muy diferentes épocas empleados por los Regulares así como de todo tipo de efectos y prendas de uniformidad relacionados con los mismos; de banderas, estandartes, instrumentos, condecoraciones, distintivos y divisas; de mobiliario de la época fundacional, retratos de sus principales y más destacados jefes, y cuadros de pinturas que reflejan las actividades y gestas de los Regulares a través de su casi centenaria historia; numerosísima documentación oficial y gráfica de gran valor histórico; y un largo etcétera que debe animar al lector a acercarse a Ceuta para conocer esta hermosa Ciudad Autónoma española y su magnífico Museo específico de Regulares, donde tradición e historia es una unidad indisoluble.
Aunque es materialmente imposible reproducir fotográficamente en estas páginas una muestra suficientemente representativa de las diversas clases y tipos de los millares de fondos que se conservan en el museo, hay que mencionar que se tratan de armas –además de sus municiones- tales como pistolas, revólveres, fusiles, carabinas, subfusiles, espingardas, morteros, granadas de mano, sables, espadas, machetes, gumías, etc.; de uniformes de muy diferentes épocas empleados por los Regulares así como de todo tipo de efectos y prendas de uniformidad relacionados con los mismos; de banderas, estandartes, instrumentos, condecoraciones, distintivos y divisas; de mobiliario de la época fundacional, retratos de sus principales y más destacados jefes, y cuadros de pinturas que reflejan las actividades y gestas de los Regulares a través de su casi centenaria historia; numerosísima documentación oficial y gráfica de gran valor histórico; y un largo etcétera que debe animar al lector a acercarse a Ceuta para conocer esta hermosa Ciudad Autónoma española y su magnífico Museo específico de Regulares, donde tradición e historia es una unidad indisoluble.
Por
último, para quien quiera saber más sobre la historia de tan heroicas unidades,
se recomienda expresamente la colección que Almena Ediciones ha iniciado ya con
su primer tomo: “Fuerzas Regulares
Indígenas. De Melilla a Tetuán (1911-1914). Tiempos de ilusión y de gloria”.
Nota. Se agradece la inestimable colaboración del Museo Específico de
Regulares de Ceuta y muy especialmente de su secretario, el sargento 1º Carlos
González Rosado.
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