Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR" el 26 de abril de 2021, pág. 12.
El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.
Según seguió relatando el teniente Odón Oscar Ojanguren Alonso en su extenso informe fechado el 29 de julio de 1936, la reacción del brigada Juan Colodrero Vergara ante “el encargo de los revolucionarios rojos que habían penetrado en la casa que habita la familia del mismo, teniendo en rehenes a su esposa y el resto de la familia”, fue la siguiente:
“Este digno Suboficial, con un alto espíritu y patriotismo, sobreponiéndose al dolor inmenso del momento, dio ejemplo al resto de la fuerza, con quienes al grito de ¡VIVA ESPAÑA! nos aprestamos con más ímpetu a la defensa”. Hay que significar que además de su esposa y cuatro hijos menores de edad ya citados en el capítulo anterior, se encontraba también como rehén su madre, Francisca Vergara Morales.
A este respecto hay que decir que aunque el brigada Colodrero era el comandante del puesto de San Roque, el mando de la defensa de la casa-cuartel correspondía al teniente Ojanguren. Los atacantes posiblemente desconocían tal circunstancia, pues aunque dicho suboficial hubiese querido rendirse, presionado por las circunstancias, su oficial no lo hubiera permitido. Se habían alzado en armas contra el gobierno legítimo de la República y si fracasaban sabían que serían fusilados.
Juan, el hijo del brigada que había servido de emisario se quedó con su padre en el acuartelamiento. Reanudado el tiroteo la defensa prosiguió y la amenaza de matar a los familiares del suboficial se comprobó posteriormente que no se cumplió.
Otros componentes de la columna malagueña procedieron a hacer fuego de cañón y de mortero, “con no muy afortunada eficacia”, desde una loma cercana, donde se encontraban instalados los depósitos del agua que abastecían la población. Según se desprendía del informe, los artilleros no debían ser muy duchos o no deseaban realmente hacer muchos estragos, “ya que de unos treinta y tantos disparos solamente hicieron blanco tres de ellos, afortunadamente sin consecuencias, quizá debido también a que la granada que utilizaban era la rompedora de 7’5.” Daba a entender que si hubieran disparado las de tipo ordinario, perforante o de metralla, los daños hubiesen sido mayores.
Transcurridas unas tres horas “de intenso y certero tiroteo” por parte de los guardias civiles sublevados, que no tuvieron bajas, los componentes de la columna atacante al ver que no conseguían tomar la casa-cuartel, decidieron enviar un nuevo parlamentario para exigir la rendición. Esta vez se trataba del juez de instrucción de San Roque, Rafael González de Lara Martínez, con el mensaje que, “de no efectuarlo así inmediatamente, darían muerte a todas cuantas personas tenían en rehenes, en unión de la esposa del mismo”.
Nada más entrar en el acuartelamiento el juez, “dio un ¡VIVA ESPAÑA! y un ¡VIVA LA GUARDIA CIVIL! y reclamó un arma para ayudarnos, sobreponiéndose con alto espíritu patriótico al dolor inmenso de esposo y de amigo fraternal de los amenazados”.
Una vez que los que tenían sitiada la casa-cuartel comprobaron que el emisario enviado también se había pasado al enemigo, continuó “intenso y nutrido fuego de ametralladora y fusilería hasta las 11 horas de dicha mañana en que los rojos al darse cuenta de la llegada de fuerzas Regulares y hermanas, hicieron una rápida y vergonzosa retirada que castigamos duramente con nuestros medios”.
El teniente Ojanguren prosigue su informe relatando que el primero en llegar hasta la casa-cuartel fue el teniente de la Guardia Civil Marcial Sánchez-Barcáiztegui Gil de Sola, acompañado de un sargento de Regulares y un soldado indígena. Resulta que dicho oficial, procedente de la Comandancia de Marruecos, había sido destinado el mes anterior a la de Cádiz, siendo nombrado jefe de la línea de Olvera, de la cual dependían los puestos de Olvera, Torre Alháquime, Alcalá del Valle y Setenil de las Bodegas. Sin embargo, no había llegado a incorporarse al estar convaleciente en Tetuán de una lesión, uniéndose allí a los sublevados. Siete meses después encontraría la muerte al frente de la 16ª Compañía de la Legión en el frente del Jarama.
Una vez liberada la casa-cuartel Ojanguren salió con sus guardias civiles “para efectuar la limpieza de dichos elementos rojos, proteger en lo que cabía al vecindario y comprobar los desmanes que hubieran verificado”. Aunque en su informe había referido que entre los atacantes predominaban los carabineros lo cierto es que la mayor parte eran anarquistas malagueños.
En el recorrido que hicieron por la calles de San Roque encontraron los cadáveres de varios vecinos de la localidad que habían sido sacados de sus domicilios y asesinados por componentes de la columna de Málaga. Esa jornada hubo más pero los que se citaban en el informe eran José Sánchez Velasco, alférez de la Guardia Civil retirado y presidente de la comisión gestora municipal nombrada al inicio de la sublevación militar; Juan López Zafra, secretario del juzgado de instrucción; Francisco Blasco Azcune, comandante de Infantería retirado; los propietarios Juan Linares Negrotto y José Castilla Delgado; así como el estudiante Augusto Castilla García.
Por otra parte, comprobaron que la familia del brigada Colodrero y las de dos guardias civiles que vivían fuera de la casa-cuartel habían sido maltratadas si bien se había respetado sus vidas. Respecto al domicilio del teniente Ojanguren, que igualmente residía en una vivienda particular, “fue saqueada, destrozando ropas, muebles, robando dinero y alhajas y prendiéndole fuego, que no sin haber causado grandes destrozos, pudo ser sofocado”. Los domicilios del brigada y del guardia 2º Manuel Medina Martín fueron igualmente saqueados.
Seguidamente procedieron a efectuar diversas detenciones, destacándose en el informe la del brigada comandante del puesto de Carabineros de San Roque, que previamente lo había rendido, “sin oponer resistencia, entregando el armamento y pasándose a los rojos”.
También se hacía mención a la detención de un sargento y cinco carabineros que habían ocupado el “Centro Telefónico” de San Roque. Todos los detenidos que practicaron dicha jornada fueron entregados a disposición de la autoridad militar en el cuartel “Diego Salinas”. Allí se encontraba de guarnición, mandada accidentalmente por el teniente Rafael Torres del Real, la 1ª Compañía del 2º Batallón del Regimiento de Infantería Pavía núm. 7. Habían resistido también al ataque de la columna malagueña tras varias horas de tiroteo.
Por otra parte, el teniente coronel de Infantería Manuel Coco Rodríguez, como nuevo comandante militar del Campo de Gibraltar, que había encabezado la sublevación en la Comarca, ordenó directamente al teniente Ojanguren, la evacuación de la casa-cuartel hasta el mentado acuartelamiento del Ejército. La razón alegada fue no reunir aquella las debidas condiciones de seguridad en caso de un nuevo ataque desde Málaga.
Ojanguren concluyó su informe destacando que toda la fuerza del puesto de la Guardia Civil se había comportado durante la defensa de la casa-cuartel “con el más alto espíritu y patriotismo”. Igualmente destacó a los jóvenes José Ruiz Bullón y Esteban Espinosa Fernández, ambos de 18 años de edad, así como al ya mencionado Juan Colodrero Madrigal, de 15 años de edad, hijos respectivamente del guardia 1º Antonio Ruiz Sánchez, del guardia 2º José Espinosa Sánchez y del brigada Colodrero. Sirvieron como enlaces y repartieron constantemente municiones a los defensores durante el ataque sufrido.
(Continuará).
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