Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en la Sección "Historia" de la Revista profesional "GUARDIA CIVIL", núm. 708, correspondiente al mes de abril de 2003, págs. 66-69.
El original está ilustrado por seis fotografías en blanco y negro.
Orden General del Instituto de 5 de abril de 1933: "He tenido a bien ordenar la apertura de juicio contradictorio para juzgar los méritos que hayan podido contraerse en la defensa de la casa-cuartel del puesto de Casas Viejas al ser atacados por los revolucionarios con idea de apoderarse del inmueble y armas".
Los trágicos e históricos sucesos de Casas Viejas, donde perdieron la vida 23 campesinos y 3 agentes del orden, conmocionaron en 1933 a España entera y terminaron por provocar la caída del gobierno de Manuel Azaña Díaz. Desde entonces se han publicado numerosos libros al respecto y son objeto de obligatoria cita, a modo de antecedente, en toda obra sobre la Guerra Civil.
La mayor parte se centran en la violenta represión llevada a cabo por fuerzas de la Guardia de Asalto -creada por la República en enero de 1932- si bien en algún caso se acusa confusa y erróneamente de ello a la Guardia Civil, lo cual no sólo es falso sino que además fue la primera en derramar su sangre en aquella tragedia. Sirvan por tanto estas líneas para recordar y conocer en su 70 aniversario, a los anónimos guardias civiles que involuntariamente se convirtieron en las primeras y a su vez más olvidados víctimas.
El Puesto de Casas Viejas.
Ubicado en un modesto edificio de la plaza de la pequeña pedanía que por aquel entonces dependía de Medina Sidonia, su fuerza estaba compuesta por un sargento y tres guardias, perteneciendo a la Línea de Medina Sidonia, encuadrada a su vez en la Compañía de San Fernando de la Comandancia de Cádiz que mandaba el teniente coronel Joaquín Fernández Trujillo.
Su comandante era el sargento Manuel García Alvarez, de 45 años de edad, quien se había hecho cargo del mismo tan sólo un mes antes. Natural de la localidad sevillana de Alcalá de Guadaira, era hijo del sargento retirado Juan García García y estaba casado con Ramona González Milán, con quien tenía varios hijos, siendo el mayor de ellos una joven llamada Mercedes.
Había iniciado su carrera en la milicia en octubre de 1906 como soldado voluntario en la 6ª Batería de la Comandancia de Artillería de Cádiz, en donde alcanzó al año siguiente el empleo de cabo, desde donde consiguió obtener plaza en la Guardia Civil en marzo de 1909. Prestó servicio sucesivamente como guardia 2º de infantería en el puesto de Huelva (donde se le concedió la medalla conmemorativa del Centenario de los combates del Puente de Sampayo), puesto de Cádiz (1911), puesto de Puerto Real (1912) donde se le concedió la medalla conmemorativa del Centenario de las Cortes de Cádiz, puesto de San Fernando (1913) donde fue expresamente felicitado por su conducta durante la huelga revolucionaria de 1917, y puesto de Chipiona (1918) siendo nuevamente felicitado por su comportamiento durante los graves sucesos revolucionarios de febrero de 1919.
En diciembre de 1920 ascendió por elección al empleo de cabo prestando sucesivamente servicio en los puestos de Chipiona y Vejer de la Frontera (1921) en donde en diciembre de 1930 fue felicitado una vez más "con satisfacción y aprecio en todo su valor el alto espíritu y actuación de este individuo en defensa del orden público y de las Instituciones, así como la disciplina y abnegación que ha evidenciado en cuantas ocasiones se ha visto precisado de intervenir".
En junio de 1932 fue ascendido al empleo de sargento por antigüedad, siendo destinado a la Comandancia de Málaga, donde apenas permaneció unos meses ya que en el boletín oficial del 20 de noviembre volvió a la Comandancia de Cádiz, causando alta en la revista de diciembre en el puesto de Casas Viejas.
Los guardias eran Román García Chuecos, Pedro Salvo Pérez y Manuel García Rodríguez, reconstruyéndose sus vicisitudes, al igual que las del sargento, gracias a la documentación obrante en el Servicio de Estudios Históricos, a excepción del último de los guardias citados que no ha podido ser localizada.
El Guardia Chuecos tenía 32 años de edad y era natural de la localidad murciana de Lorca. Había iniciado su carrera militar en julio de 1921 como soldado voluntario en el Regimiento de Infantería "España" nº 46, marchando al mes siguiente a Melilla junto a las fuerzas expedicionarias que acudieron en su auxilio tras el terrible "Desastre de Annual". Participó en los combates librados en Sidi-Amaran, Casabona y Tizza.
A finales de noviembre pasó destinado al Batallón de Cazadores "Llerena" nº 11, siendo destacado primero a Tetuán y posteriormente a Uad-Lau donde continuó prestando servicio de campaña. En marzo de 1923 obtuvo ingreso como guardia 2º de infantería en la Comandancia de Alava, incorporándose al mes siguiente al puesto de Maestu en donde un año después contrajo matrimonio con Ignacia López de Lacalle Palacios.
Debido al régimen de incompatibilidades de la época, ya que no podía estar destinado en la localidad de su esposa, fue destinado a los pocos días a la Comandancia de Barcelona, prestando sus servicios sucesivamente en los puestos de Gavá (1924), Berga (1925) y Sabadell (1928). A finales de noviembre de 1930 pasó destinado a la Comandancia de Cádiz, donde fue expresamente felicitado por su comportamiento durante los sucesos revolucionarios acontecidos en diciembre, mes en el que se incorporó al puesto de Casas Viejas.
El guardia Salvo, hijo de un sargento del Instituto, tenía 32 años de edad, estaba casado con Eulalia González Utar y era natural de la localidad gaditana de San Roque, habiendo iniciado su carrera en la milicia a los 13 años como alumno del Colegio de Guardias Jóvenes "Duque de Ahumada" de Valdemoro.
Cumplidos los 19 años de edad y tras jurar bandera, fue destinado a la Comandancia de Cádiz, pasando a prestar sus servicios al puesto de la capital. En abril del año siguiente pasó al puesto de Algeciras en donde permaneció hasta finales de marzo de 1923, siendo destinado al puesto de Urdax y en diciembre siguiente al de Almandoz, ambos pertenecientes a la Comandancia de Navarra.
En febrero de 1925 pasó destinado al puesto de Monreal y ocho meses después al de Artajona, desde donde se incorporó en marzo del año siguiente al de Cádiz, en el que permaneció hasta que en junio de 1928 marchó a Casas Viejas, siendo allí también felicitado expresamente por su comportamiento y actuación durante los sucesos revolucionarios que afectaron al país en diciembre de 1930.
Los sucesos de Casas Viejas.
La 2ª República comenzó aprobando una serie de medidas sociales, destacando la ley de Reforma Agraria que perseguía principalmente dotar de tierras a los campesinos sin propiedad. Pero su lenta ejecución por falta de fondos para indemnizar a los latifundistas y las constantes proclamas revolucionarias terminaron por provocar que el 8 de enero de 1933, se iniciaran una serie de violentas acciones en diferentes puntos del campo español que tuvieron su trágica eclosión tres días después en Casa Viejas.
Al amanecer del 11 de enero, la casa-cuartel de Casas Viejas se vio cercada y tiroteada por unos 200 campesinos armados de escopetas y hoces que acababan de proclamar el comunismo libertario. La fuerza del puesto se defendió disparando sus fusiles máuser desde las ventanas pero el sargento y el guardia Chuecos resultaron gravemente heridos en la cabeza mientras que los otros dos guardias lo fueron con carácter leve.
La llegada en su auxilio horas después, de un grupo de guardias civiles al mando del sargento Rafael Anarte Viera, comandante del puesto de Alcalá de los Gazules, que se encontraba concentrado en Medina Sidonia, motivó la desbandada de los revolucionarios. Más tarde llegaron fuerzas de la Guardia de Asalto al mando del teniente Gregorio Fernández Artal y de la Guardia Civil al frente del teniente Cayetano García Castrillón, iniciándose los primeros registros domiciliarios y el cerco a la choza de Francisco Cruz Gutiérrez "Seisdedos", donde se habían atrincherado algunos de los anarquistas.
Recibidos nuevos refuerzos al frente del capitán de Asalto, Manuel Rojas Feingespán, quien tenía un telegrama que decía: "Es orden terminante Ministro de la Gobernación se arrase casa donde se han hecho fuertes los revoltosos", se procedió a su incendio. Además de "Seisdedos", murieron tiroteados o carbonizados sus hijos Pedro y Francisco, Manuel Quijada Pino, Josefa Franca Moya y su hijo Francisco, Jerónimo Silva González, Manuela Lago Estudillo y el guardia de asalto Ignacio Martín Díaz, resultando heridos otros cuatro guardias más.
Pero la principal tragedia aconteció poco más tarde durante nuevos registros y detenciones de sospechosos. Comenzó con la muerte por disparos de los guardias de asalto del anciano Salvador Barberán Castellet y terminó ante el cadáver del guardia Martín con el súbito fusilamiento de Manuel Benítez Sánchez, Andrés Montiano Cruz, Juan García Franco, José Utrera Toro, Juan García Benítez, Juan Villanueva Garcés, Juan Silva González, Balbino Zumaquero Montiano, Manuel Pinto González, Juan Galindo González, Cristóbal Fernández Expósito, Manuel García Benítez, Rafael Mateo Vela y Fernando Lago Gutiérrez, siendo éste el único que realmente había participado en la intentona revolucionaria. Todos estaban desarmados y la mayor parte engrilletados.
Conocida posteriormente la magnitud de lo sucedido estalló el escándalo en la prensa y se inició un proceso judicial. Por los 14 asesinatos cometidos contra los campesinos desarmados, la audiencia provincial de Cádiz condenó el 28 de mayo de 1934 a su responsable directo, el capitán Rojas a la pena de 21 años de prisión mientras que Arturo Menéndez López, director general de seguridad, fue absuelto.
Laureada frustrada y epílogo.
El sargento García falleció el 13 de enero en el hospital militar de Cádiz a consecuencia de las heridas sufridas y fue ascendido a brigada por Orden del Ministerio de la Gobernación de 5 de junio de 1933. Su entierro se convirtió en un sentido homenaje institucional y popular al Instituto, siendo presidido por el gobernador civil Pedro del Pozo Rodríguez, quien estuvo acompañado de todas las autoridades locales civiles y militares, representantes de los demás sectores de la sociedad gaditana y sendas comisiones militares y policiales. El féretro fue llevado a hombros por los sargentos Manuel Soler Torrejón, Angel Muñoz Merino, Ramón Peñas Martínez y Salvador Carrasco Zurita.
Antes de dar sepultura a sus restos mortales, el gobernador civil pronunció un emotivo discurso que comenzaba: "¡Guardias Civiles!, con Manuel García Alvarez, sumáis uno más a la larga y ya gloriosa lista de vuestros héroes defensores del orden y régimen republicano. La vida no tiene más valor que el empleo que de ella se haga; y tened la seguridad que el empleo que hacéis de la vuestra, ofrendándola constantemente, por el mantenimiento de la seguridad pública, es el más noble y más elevado que se puede dar en una sociedad organizada, cuya existencia se conserva precisamente por vuestro constante celo y sacrificio".
El guardia Chuecos falleció el 4 de febrero en el mismo centro sanitario por idéntica causa y fue ascendido en la citada disposición gubernativa al empleo de cabo. Su entierro fue bastante menos protocolario, institucionalmente hablando, que el del sargento como consecuencia del escándalo producido al conocerse ya para entonces la magnitud de la represión protagonizada por el capitán Rojas y sus hombres.
El guardia Salvo, que había sido herido leve en una pierna, se le concedió un permiso de dos semanas para descansar en La Línea de la Concepción. Fue ascendido también a cabo siendo sucesivamente destinado a los puestos sevillanos de Lora, Las Pajanosas, Badalatosa y Minas del Castillo, si bien no llegó a incorporarse a ninguno ya que quedó concentrado en Algeciras, donde finalmente se le destinó en julio de 1935, abonándosele la cantidad de 385 pesetas por los daños sufridos en su pabellón durante los sucesos de Casas Viejas. Durante la Guerra Civil formó parte de una de las compañías expedicionarias que marcharon al frente. Finalizó la campaña en Barcelona en mayo de 1939, regresando a Algeciras y ascendiendo en junio del año siguiente a sargento por antigüedad. Pasó seguidamente al puesto malagueño de Casarabolena, donde permaneció hasta septiembre, mes en que se incorporó al puesto gaditano de Grazalema.
En enero de 1942 pasó destinado a la caja del 16º Tercio de Málaga y en marzo de 1944 nuevamente al puesto de Algeciras en donde ascendió a brigada al año siguiente, concediéndosele el mando de la línea de Valdevaqueros. Tras renunciar a realizar el curso de teniente pasó destinado a la plana mayor de la compañía de Algeciras y finalmente en marzo 1949 a la situación de retirado por inutilidad física, quedándole un haber mensual de 997'50 pesetas que apenas pudo disfrutar ya que falleció el 13 de abril de 1950.
Tuvo tres hijos llamados Pedro, José y Eulalia, habiendo sido también guardia civil el primero de ellos, fallecido en 1983, mientras que la última, a quien se debe la fotografía de su padre que ilustra este artículo, ha sido matrona durante las dos últimas décadas en la Comandancia de Algeciras.
El 5 de abril de 1933, el Inspector General del Instituto Cecilio Bedia de la Cavallería, había ordenado la apertura de juicio contradictorio para determinar si los citados guardias civiles eran acreedores a la cruz laureada de San Fernando, encomendando su instrucción al capitán Pablo Incera Vidal, destinado en Jerez de la Frontera. Dos años después el expediente del suceso que había sido declarado por decreto gubernativo de 18 de enero de 1933 "hecho de guerra", fue archivado con la excusa de un defecto de forma basado en la falta de competencia legal del general Bedía para ordenar su incoación.
La historia de la Guardia Civil, y en muchos casos la de la misma España, ha sido escrita por hombres anónimos, fieles servidores del orden y sacrificados cumplidores del deber, como los que hoy hemos recordado.
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