Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "LAS 40 FANEGAS", Revista de la Asociación Pro-Huérfanos de la Guardia Civil, el nº I-2011, de mayo de 2011, págs. 45-49.
El original está ilustrado con cuatro fotografías en color y cinco en blanco y negro.
El original está ilustrado con cuatro fotografías en color y cinco en blanco y negro.
El 1 de enero de 1886 se creó el Puesto de la Guardia Civil de Casas Viejas, una humilde pedanía del municipio gaditano de Medina Sidonia. Nada hacia entonces presagiar que casi cinco décadas después aquella pequeña aldea se convertiría en el escenario de unos trágicos sucesos que terminarían por provocar la caída del gobierno de Manuel Azaña y motivarían cientos de artículos periodísticos, una docena de libros (algunos de reciente edición) e incluso alguna que otra película y varios documentales.
Corrían entonces los tiempos de la Segunda República que intentaba sacar adelante su famosa Ley de Reforma Agraria de 15 de septiembre de 1932, con la que se pretendía sobretodo dotar de tierras a los campesinos sin propiedad.
Sin embargo, su lenta ejecución por falta de fondos para indemnizar a los latifundistas y las constantes proclamas revolucionarias, sobre todo anarquistas, que en nada estaban por contribuir a la paz social de la época, terminaron por provocar que el 8 de enero de 1933 se produjeran una serie de violentos levantamientos en diferentes puntos de la geografía española.
Aunque la insurrección fue rápidamente sofocada, estalló tres días después un conato revolucionario en Casas Viejas. Los campesinos desfilaron por la calle y declararon el comunismo libertario, procediendo seguidamente a intentar asaltar la casa-cuartel de la Guardia Civil.
El acuartelamiento estaba entonces ubicado en un modesto edificio de dos plantas sito en la plaza de la aldea, que aunque desde el 31 de diciembre de 1926 su nombre oficial era el de Benalup de Sidonia, por acuerdo del ayuntamiento de Medina Sidonia, seguía siendo conocida por el anterior de Casas Viejas. El acuartelamiento era de propiedad particular y rentaba un pequeño alquiler que abonaba el ayuntamiento de Medina Sidonia, estando ocupado por la Guardia Civil desde el 1º de abril de 1898 según consta en el contrato que hoy día todavía se conserva.
Su fuerza presente del puesto aquella jornada estaba compuesta por un sargento y tres guardias civiles de 2º clase, perteneciendo a la Línea de Medina Sidonia, encuadrada a su vez en la Compañía de San Fernando de la Comandancia de Cádiz.
El comandante de puesto era el sargento Manuel García Alvarez, un sevillano de Alcalá de Guadaira que contaba con 45 años de edad y que se había hecho cargo del mismo tan sólo un mes antes, procedente de la Comandancia de Málaga.
Los guardias civiles eran Román García Chuecos, un murciano de Lorca que tenía 32 años de edad, de los que los dos últimos los había pasado en Casas Viejas; Pedro Salvo Pérez, un “polilla” gaditano de San Roque que también tenía 32 años de edad y que estaba destinado allí desde hacía un lustro; y Manuel García Rodríguez González, un malagueño de Ronda que contaba entonces con 42 años de edad.
Al amanecer del 11 de enero, la casa-cuartel de la Guardia Civil, tras la negativa del sargento a rendirse, se vio cercada y tiroteada por unos doscientos campesinos armados de escopetas y hoces.
En su interior, los defensores y sus familias vivieron momentos terriblemente dramáticos. Tras un intenso intercambio de disparos, frente a la abrumadora mayoría de los atacantes, el comandante de puesto y el guardia Chuecos cayeron mortalmente heridos mientras que los otros dos guardias lo fueron de carácter leve.
Cuando todo parecía perdido llegaron en su auxilio -sobre la una y media de la tarde- una docena de guardias civiles procedentes de Medina Sidonia al mando del sargento Rafael Anarte Viera, que era el comandante del puesto de Alcalá de los Gazules y lo había sido anteriormente del de Casas Viejas. Al escuchar los primeros disparos y verlos llegar, los revolucionarios huyeron en desbandada.
Poco más tarde llegaron una docena de miembros de la Guardia de Asalto al mando del teniente Gregorio Fernández Artal, así como otros cuatro guardias civiles más al frente del teniente Cayetano García Castrillón, jefe de la Línea de La Línea de la Concepción. Se iniciaron los primeros registros domiciliarios y el cerco a una choza, donde se sospechaba que se habían atrincherado algunos de los rebeldes.
Recibidos nuevos refuerzos de la Guardia de Asalto procedentes de Madrid, mandados por el capitán de Artillería Manuel Rojas Feingespán, se producirían en las siguientes horas unos terribles y sangrientos acontecimientos en los que un guardia de asalto y veintitrés campesinos resultarían muertos. Pero tal como escribiría en 1968 el comandante Ramón Rodríguez-Medel Carmona, al redactar la primera memoria histórica de la Comandancia de Cádiz: “Desde ese mismo momento los hechos que se sucedieron nada o casi nada tienen que ver con la Guardia Civil”.
Conocidos posteriormente los detalles y la magnitud de lo sucedido, estalló un gran escándalo en la prensa de la época, iniciándose el correspondiente proceso judicial por la vía ordinaria contra el capitán Rojas, mientras que los revolucionarios detenidos por atacar la casa-cuartel fueron procesados por la jurisdicción militar.
Y hasta aquí el principio de la historia, mas o menos conocida de los sucesos de Casas Viejas y que por razones de espacio no seguimos profundizando. Sin embargo lo que permanecía todavía inédito hasta ahora para historiadores y publico en general, era lo que posteriormente ocurrió con el puesto de la Guardia Civil y su casa-cuartel.
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