LXXII aniversario
Guerra Civil en Cádiz (1936-2008).
Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "DIARIO DE CADIZ" el 18 de julio de 2008, pág. 12.
El original está ilustrado por una fotografía en blanco y negro.
El 6 de agosto de 1936 fue fusilado el representante del
gobierno de la República en Cádiz
Es sobradamente
conocido que el gobernador civil de la provincia, Mariano Zapico
Menéndez-Valdés, fue quien encabezó la larga nómina de fusilados en la brutal
represión que sufrió nuestra ciudad siguiendo las directrices marcadas desde
Sevilla por el general Queipo de Llano.
Son numerosos los
textos que citan a Zapico, si bien no aportan mayor información personal que la
de ser comandante de Artillería. Pero, ¿quién era realmente este personaje?.
Hasta hoy pocos más datos biográficos se habían publicado. Ahora, su hoja de
servicios y un manuscrito inédito, redactado hace siete décadas por un soldado,
aportan luz sobre quien fue hasta el último momento de su vida todo un
caballero y un hombre de honor.
Vida militar.
Había nacido en la
localidad asturiana de Pola de Laviana el 27 de octubre de 1890 y sus padres
eran el primer teniente de Infantería Emilio Zapico Martínez –fallecido muy
tempranamente- y Luisa Menéndez García.
Cuando todavía tenía
15 años de edad marchó a Segovia e ingresó en la Academia de Artillería, donde
tras cursar sus estudios castrenses obtuvo en junio de 1912, el empleo de
primer teniente. Nada más salir se incorporó a Melilla, ciudad entonces muy
directamente afectada por las campañas de Marruecos.
Destinado al mando
de una batería, su hoja de servicios fue forjándose durante los dos años
siguientes en Melilla, Larache, Alcazarquivir, Zeluán y una infinidad de
posiciones repartidas por todo el Protectorado. Como recompensa “por los méritos contraídos en los hechos de
armas, operaciones efectuadas y servicios prestados” durante ese periodo,
le fueron concedidas dos cruces de 1ª clase del mérito militar con distintivo
rojo.
En octubre de 1914 pasó
al 6º Regimiento Montado de Artillería en Valladolid, donde permaneció tres
años prestando servicio ordinario, hasta que a petición propia le fue concedida
la situación de supernumerario sin sueldo.
Reincorporado al
servicio activo en octubre de 1921 -ya como capitán- estuvo destinado en la
Comandancia de Artillería de Menorca y después, en el Parque del Ejército en
Valladolid. Un par de años más tarde fue nombrado profesor del Colegio de Huérfanos
de Santa Bárbara y San Fernando en Carabanchel Alto.
Durante ese periodo
contrajo matrimonio canónico con María Antonia Maroto Rodríguez, con quien tuvo
siete hijos llamados José, Manuel, Purificación, Mariano, Carmina, Antonio y
Luis.
En diciembre de
1926 fue destinado al 8º Regimiento de Artillería a pie, en Astorga, pasando
tres meses más tarde nuevamente a la situación de supernumerario hasta que en
julio de 1928 se le designó para hacerse cargo de la administración del Colegio
de Santa Bárbara y San Fernando.
En diciembre de
1930 ascendió a comandante y tras la proclamación de la Segunda República se le
confirió el mando del Grupo de Artillería Antiaérea nº 1 en Madrid, realizando
sendos viajes para asistir a las experiencias de material artillero en Bélgica
y Holanda, destacando por sus conocimientos técnicos.
Gobernador civil de Cádiz.
El 11 de marzo de
1936, cesó en su destino y de conformidad con el Consejo de Ministros y a
propuesta del presidente del gobierno, Manuel Azaña Díaz, el presidente de la
República, Niceto Alcalá-Zamora Torres, lo nombró gobernador civil de la
provincia de Cádiz.
Simultáneamente se aceptó
la dimisión de su antecesor, José Montañés Sereno, como consecuencia de los
graves incidentes acontecidos tres días antes en la capital gaditana, donde un
grupo de extremistas incendiaron las iglesias de la Merced, Santa María y Santo
Domingo.
Difícil tarea tenía
por delante Zapico, máxime si se tiene en cuenta de que desde la proclamación
de la Segunda República le habían precedido en su cargo trece gobernadores, de
los cuales tres de ellos en los tres primeros meses de 1936. Ello no era un
sello de identidad de la provincia gaditana sino fiel reflejo de la convulsa
situación política que se vivía en España y que había motivado también un
número similar de ministros de la gobernación desde el 14 de abril de 1931.
Pero ahora no había
sólo un nuevo gobernador civil. El 20 de marzo de 1936 “DIARIO DE CADIZ” publicaba
en portada las fotos realizadas por Dubois, tanto a Zapico como al nuevo
gobernador militar, el general José López-Pinto Berizo. La ironía de la
historia pondría frente a frente, cuatro meses después, a los dos oficiales de
Artillería.
La sublevación.
Sobre las cuatro de
la tarde del 18 de julio, las tropas de los regimientos de Artillería de Costa
nº 1 y de Infantería nº 33, rodearon el edificio del gobierno civil, donde
Zapico se había atrincherado con un grupo de guardias de Asalto mandados por el
capitán Antonio Yáñez-Barnuevo, también procedente de Artillería y otro grupo
de personas, militares y civiles. El desenlace de lo ocurrido ya es
suficientemente conocido.
Sin embargo, el
reciente hallazgo de un extenso manuscrito hasta ahora inédito, redactado el 20
de junio de 1938 por Miguel García Hervías, ha permitido conocer numerosos
detalles de lo acontecido en su interior. Dicho joven había sido testigo de
todo lo sucedido en la tarde-noche del 18 al 19 de julio, pues siendo soldado
de cuota de infantería fue detenido a punta de pistola por militantes
frentepopulistas y trasladado al gobierno civil junto a varios compañeros cuando
intentaban incorporarse a su cuartel.
A lo largo de tan
valioso texto se perfila como principal protagonista, la singular figura de Mariano
Zapico, y de quien su autor siempre afirmó, que se trataba de todo un
caballero. Gracias al minucioso relato de aquel joven soldado hoy día se
conocen numerosas anécdotas.
Entre ellas
destacan como el propio Zapico impidió que los frentepopulistas registraran a
los militares allí detenidos, diciendo “¡a
los militares no se les cachea nunca!”; la contestación de “¡no me rindo ante ningún poder faccioso!”
que le espetó al comandante Manuel Baturone Colombo, cuando al comenzar el
cerco le pidió que se entregara; o como reprochó a un frentepopulista que se
lamentó en voz alta de no haber disparado a aquél por la espalda cuando
abandonaba el gobierno civil, “¡Eso no!. ¡Era
un parlamentario de guerra y a los parlamentarios de guerra se les respeta
siempre!”.
Zapico, a quien como
escribió García Hervías, se le “veía”
el uniforme por encima del traje de paisano, tenía un alto sentido del honor,
motivo por el cual nunca entendió las traiciones que sufrió. De ideas muy
claras al respecto, cuando el 28 de julio le tomaron declaración indagatoria,
hizo constar que si él hubiese cometido el paradójico delito de rebelión
militar del que se le acusaba, “hubiera
merecido el desprecio de las personas de honor”.
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