Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 320 correspondiente al mes de febrero de 2009, de la Revista "ARMAS", págs. 86-93.
En el Museo Real del Ejército y
de Historia Militar de Bélgica se exponen unas interesantísimas colecciones de
material bélico empleado por las fuerzas aéreas y blindadas de numerosos países
en distintas épocas.
En este espacioso
centro cultural, enclavado en una de las mejores zonas de Bruselas y bajo la
consideración de establecimiento científico del Estado Federal belga, que funciona
bajo la autoridad directa del ministro de Defensa y que tiene por misión
general “investigar, adquirir, conservar
y poner a disposición del público documentos, estudios, publicaciones u objetos
que tengan relación con la historia militar en su sentido más amplio”, no
podían faltar sendos pabellones dedicados a todo cuanto concierne al arma aérea
y al arma acorazada.
En ellos puede
contemplarse una amplia variedad de aparatos –aviones y helicópteros- así como
de carros de combate y demás vehículos blindados, que junto al diverso
armamento que originariamente portaban, constituyen dos de las salas más
espectaculares del museo.
La pincelada naval.
Aunque también
existe una zona museística dedicada al arma naval, que fue creada y abierta al
público en 1996, sus fondos más importantes se limitan prácticamente a dos
barcos. Uno de ellos se trata del yate de motor “Avila”, utilizado sobretodo en su época como embarcación de recreo
por el rey Balduino I y la reina Fabiola, en sus vacaciones en España, de donde
ella es natural. Tras fallecer el monarca en 1993, su viuda decidió donarlo al
museo.
El otro, se trata
de la patrullera P-903 de vigilancia fluvial “La Meuse”, que fue utilizada por la Armada belga, hasta principios
de los años 60 del pasado siglo, como buque de enlace y para misiones de
representación, habiendo destacado su empleo en el abastecimiento y evacuación
de poblaciones durante las catastróficas inundaciones del invierno de 1953.
A pesar de ser
Bélgica una nación con una franja costera bañada por el Mar del Norte, su
Armada nunca ha tenido un peso específico en su historia. De hecho la Marina
real y militar, creada en 1831 por el rey Leopoldo I para defender el
territorio, vigilar el río Escalda y apoyar sus tentativas coloniales, fue
suprimida en 1862 por falta de crédito e interés, dando lugar a una marina de
estado. Finalmente y tras diversos intentos se pudo constituir a partir de 1946,
la llamada Fuerza Naval, que hoy día cuenta con unos dos mil efectivos y una
quincena de barcos, entre los que destacan dos fragatas.
Por la dirección
del museo está previsto ampliar los fondos navales y hacer dicha zona más
atractiva al visitante, pues hoy día las carencias que padece constituyen el “talón de Aquiles” de uno de los mejores
museos de historia militar europeos.
El hangar de aviación.
Se trata sin duda
alguna del pabellón más vistoso y grandioso del museo, exponiéndose en un
espacio de 170 metros de largo por 70 de ancho y 40 de altura, más de un
centenar sobrado de aeronaves de todo tipo y época, además de numeroso
armamento y material relacionado con las fuerzas aéreas.
Su vistosidad es
tal que se trata de una de las salas del museo que se alquilan –con todo su
material expuesto- para la celebración de diferentes actos sociales. Sus
singulares dimensiones permiten un aforo de hasta 2.780 personas a cambio de una
tarifa de casi 800 € por hora, así como contar con la única cafetería existente
en el edificio, que permanece abierta incluso durante el cierre del museo al
mediodía, lo cual permite hacer un alto al visitante y poder comer, ya que el
recorrido por todas las instalaciones puede conllevar sin exagerar, toda la
jornada.
Abierto al público
en 1972 con apenas una treintena de aparatos, hoy supera ya la cifra de 130 así
como un centenar de motores de aviación. El inmenso pabellón fue antaño
escenario de actividades muy diversas que abarcan desde foros comerciales hasta
incluso concursos hípicos pasando por concurso de globos, habiéndose ido enriqueciendo
poco a poco con fondos aeronáuticos procedentes de numerosos países, incluso de
otros continentes. Hoy día está considerado como uno de los mejores museos
aeronáuticos de Europa.
Respecto a los
fondos que se exponen –muchos de ellos han prestado servicio en las fuerzas
aéreas belgas cuyos orígenes se remontan al año 1909- pueden agruparse en
cuatro modalidades, todas ellas de gran interés: aeronaves propiamente dichas
(aviones y helicópteros) con su correspondiente sistema de armas y municiones,
material y equipamiento aeronáutico; armamento antiaéreo y, armamento y
equipamiento de fuerzas especiales de paracaidistas o aerotransportadas.
La colección de
aparatos del pabellón aeronáutico del Museo de Bruselas merece realmente ser
destacada. Entre sus piezas correspondientes a la Primera Guerra Mundial destacan
por ejemplo un avión de combate francés Nieuport 23 fabricado en 1917 y armado
de una ametralladora fija Vickers de .303, así como un hidroavión Schreck, bautizado así por ser
su constructor el francés Luis Schreck, quien fundó en 1913 la F.B.A.
(Franco-Británica de Aviación), el principal fabricante mundial de hidroaviones
hasta que cesó su producción en 1934 con casi tres mil aparatos construidos y
26 modelos diferentes en su nómina.
Respecto al periodo de la Segunda Guerra Mundial,
destaca un ejemplar del mítico caza monoplaza británico Spitfire Mk XIV,
construido por Supermarine (filial
de Vickers-Armstrongs) y diseñado por R. J. Mitchell, que llegaba a estar
armado con dos cañones Hispano Mk II de 20 mm, con 120
proyectiles cada uno, dos ametralladoras Browning de 0.303 con 350 proyectiles
cada una y un par de bombas de 110 kg.
En lo referente a
la aviación moderna, el museo cuenta, entre otros interesantes aparatos, con dos
aviones que merecen su cita: un SAAB J-35-A Draken sueco, que está armado con
dos cañones de 30 mm., 4.082 kgrs. de bombas y cuatro cohetes, tratándose de un
modelo del que sólo se fabricaron unos 600 ejemplares, siendo capaz de aterrizar
y despegar en una autopista así como alcanzar una velocidad de 1.800 km/h.; y
un cazabombardero norteamericano F-16 “Fighting
Falcon”, construido bajo licencia en Bélgica y que está armado de un cañón
de 20 mm. y 6.894 kgrs. de bombas, pudiendo llegar a alcanzar la velocidad de
2.123 km/h.
Por otra parte, no
sería justo dejar de nombrar al caza de ataque e interceptación soviético MIG
21, uno de los aviones más fabricado (1960-1983) y
exportado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, que ha llegado a alcanzar
casi la cifra de 12.000 unidades en sus diferentes versiones, encontrándose
todavía en servicio activo en algunos países. Es capaz de alcanzar la velocidad
máxima de 2.125 km/h y está armado con un cañón NR de 30 mm. y cuatro misiles o
cohetes.
La
nómina de la colección de aeronaves es muy larga: un caza Spad XIII francés de
1917, un avión de reconocimiento británico “Tiger
Moth” que también llego a prestar servicio en España en los años 30 del
siglo pasado, un avión norteamericano DC-3 “Dakota”
de 1935 que fue espina dorsal en el transporte aéreo aliado durante la Segunda
Guerra Mundial, el C-119 G Packet, conocido también con el sobrenombre de “Flying Boxcar” que participó en los
acontecimientos vividos en la antigua colonia belga del Congo en 1960, etc.
Respecto al
numeroso material de gran interés histórico y valor aeronáutico de otro tipo que
se expone, hay que citar dos barquillas y otros restos del impresionante
dirigible alemán Zeppelín L30, que medía 198 metros de longitud y que fue
utilizado con una capacidad de 5.000 kgrs. de bombas en ataques a Inglaterra
durante la Primera Guerra Mundial hasta que fue dado de baja a finales de 1917
y entregado desguazado tres años después a Bélgica, así como la cabina
presurizada de aluminio empleada en 1931 para alcanzar la estratosfera por
Augusto Piccard, científico suizo y profesor de la Universidad Libre de
Bruselas.
Igualmente, el
armamento antiaéreo tiene su propia representación, estando constituida por una
serie de piezas correspondientes a diferentes épocas que destacan por su
magnífico estado general de conservación.
Entre los cañones
correspondientes a la Primera Guerra Mundial sobresale por su singularidad el
alemán Sockelflak de 37 mm., que nació como una respuesta germana ante la
carencia de defensas antiaéreas que sufrió su infantería en la ofensiva aliada
del Somme en 1916. Curiosamente su funcionamiento mecánico –alimentado por un
cargador con capacidad para 10 disparos de 37 mm. es muy similar al de la
legendaria pistola alemana P08. La pieza en sí misma es todo un preciado objeto
de colección, pues al firmarse el Armisticio de 1918, Alemania sólo tenía en
servicio 150 ejemplares de este modelo.
Respecto a los
utilizados durante la Segunda Guerra Mundial, pueden observarse, entre otros,
un cañón francés CR75 modelo 36 de 75 mm., fabricado en el Establecimiento
Técnico de Bourges, así como un cañón alemán Flak de 20 mm. modelo 38,
fabricado por Máuser.
Más convencionales
y cercanos a nuestros días se exponen algunas piezas más conocidas como por
ejemplo el HSS (Hispano Suiza Suisse) H-804, que consta de tres cañones
automáticos de 20 mm. con sus correspondientes cargadores de tambor, modelo que
comenzó a fabricarse en 1957 y que hoy día sigue en servicio en diversos
ejércitos, habiendo participado activamente en conflictos recientes.
Finalmente, las
fuerzas especiales paracaidistas tienen también su propio espacio en este
contexto, distinguiéndose perfectamente dos zonas. La primera está compuesta
por una recreación en la que se pueden apreciar tanto sus diferentes tipos de
uniformidad en los que siempre predomina el típico camuflaje o mimetizado utilizado
por el ejército belga como el armamento de apoyo que ha empleado en sus
operaciones de comandos. Y la segunda está constituida con toda clase de
armamento ligero expuesto convenientemente en unas luminosas vitrinas.
De esta forma el
visitante puede contemplar a los paracaidistas belgas montados en un jeep Land
Rover Minerva modelo 1952, armado con dos potentes ametralladoras Browning de
12’70 mm. o manejando morteros de 120, 81 y 60 mm., mientras que en las
vitrinas se exponen, entre otras armas ligeras utilizadas en diferentes épocas,
un lanzagranadas L.A.W. (“Light Anti-tank Weapon”)
M-72 A2 de 66 mm., fusiles ametralladores belga FN Browning M1918A2 de .30 y británico
Bren de .303, fusiles de asalto belgas F.A.L. de 7’62 mm. y FNC de 5’56 mm.,
fusiles de repetición británicos Lee Enfield Mk I y IV de .303, todos ellos con
sus respectivos cuchillos-bayonetas, subfusiles británico Sten y belga
Vigneron, ambos de 9 mm. parabellum o la mítica pistola belga GP de la FN,
también de 9 mm. parabellum, junto al más veterano revólver británico Webley de
.38.
El patio de los tanques
Si la visita al
hangar de la aviación es impresionante, no lo es menos el recorrido por el
patio dedicado a los vehículos blindados, si bien sus dimensiones no llegan a
alcanzar, lógicamente, la grandiosidad del primero.
Inicialmente se
trataba de una superficie completamente desaprovechada del museo ya que era un
patio interior al aire libre, lleno de escombros, malas hierbas y material
bélico de desecho que presentaba un estado lamentable e irrecuperable. Sin
embargo y gracias al trabajo de numerosos voluntarios, dicho espacio cambió
completamente de fisonomía y se convirtió en la sala de blindados, siendo
inaugurada el 9 de mayo de 1980.
Su estado actual
nada tiene que ver con el de antaño y hoy día puede contemplarse una magnífica
exposición de cerca de medio centenar de blindados y vehículos, los cuales
constituyen una selecta representación de los más de 250 que ha conseguido
recuperar el museo y que por razones de espacio, se encuentran, junto a las piezas
de recambio, en los hangares del fuerte de Kapellen, en la ciudad belga de Amberes,
sita al norte de Bruselas.
La colección
completa está considerada como una de las más importantes de Europa y
representa la producción de blindados desde 1917 hasta prácticamente nuestros
días. Algunos ejemplares, especialmente los que tuvieron su protagonismo
durante la Primera Guerra Mundial, tales como el Renault FT 17 francés y los
británicos Mark IV y Whippet, terminaron siendo expuestos en la sala relativa a
dicho conflicto, habiendo sido por lo tanto ya tratados anteriormente.
Lógicamente entre
dichos blindados se encuentran la mayoría de los utilizados por el propio
ejército belga desde el año 1935, aunque no fueran fabricados en dicho país, tanto
de ruedas como de cadenas.
Entre los primeros,
y que además tuvieron su bautismo de fuego en la Segunda Guerra Mundial,
habiendo prestado servicio durante muchos años más después de finalizado dicho
conflicto, se encuentran el Daimler Mk I, de origen británico, que estaba
armado de un cañón de dos libras y una ametralladora coaxial Besa de 7’92 mm.,
y el T1 7E1 Staghound (“perro de presa”),
de origen norteamericano y que estaba dotado de un cañón de 37 mm. y tres
ametralladoras de 7’62 mm.
Respecto a los
carros de combate extranjeros destacan un cazatanques ligero alemán Hetzer, de
14’5 toneladas, que montaba un cañón Pak de 75 mm. y una ametralladora MG 34 de
7’92 mm., habiendo tenido gran éxito durante la Segunda Guerra Mundial y del
que se llegaron a fabricar poco más de 1.500 unidades, así como un imponente
blindado pesado soviético IS3 “Josef
Stalin”, que con sus 46 toneladas y su cañón de 122 mm., además de una
ametralladora de 12’70 mm. y otra del 7’62 mm., estuvo considerado durante la
década siguiente a la finalización de dicho conflicto como el carro más potente
del mundo.
El listado de
blindados históricos sigue siendo interminable para estas páginas: los
británicos “Churchill” y “Centurión”, el francés “EBR-Panhard”, el soviético “T-34”, los norteamericanos “Sherman”,
“Cobra King” y “Pershing”, el alemán “Leopard”,
etc.
No
obstante, y por último, hay dos blindados que destacan de todo el conjunto, no
por sus singulares características, que los hagan especiales por su
maniobrabilidad, potencia de fuego o velocidad, sino por encontrarse pintados
de azul policial y poder leerse en su blindaje en letras blancas las palabras francesa
“Gendarmerie” y su correspondiente neerlandesa
“Rijkswacht”.
Ambos
son ya parte de la historia, no por la antigüedad de sus modelos, que no lo
son, sino por que pertenecían a un cuerpo militar con funciones policiales, muy
similar por ejemplo a la Gendarmería Nacional de Francia, la Guardia Civil de
España o los Carabineros de Italia, pero que en polémica y todavía hoy
controvertida decisión del gobierno belga pactada con el resto de los
principales partidos políticos, dejó de existir al suprimirse en 1991 su
carácter militar y posteriormente fusionarse con el resto de cuerpos policiales
civiles, para crear en 1998 un nuevo e único cuerpo policial que comenzaría su
andadura tres años más tarde.
La
nueva policía, de ámbito federal y local, posee su propio museo histórico en
Bruselas, donde se conservan los fondos históricos de la antigua y desaparecida
Gendarmería Nacional de Bélgica. Otro museo que bien vale la pena visitar.
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