Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "DIARIO DE CADIZ" (edición de San Fernando) el 6 de agosto de 2008, pág. 24.
Es difícil precisar
hasta donde llega el debate sobre la estatua ecuestre del general Varela pero
la llamada ley de Memoria Histórica lo ha puesto de actualidad. El ayuntamiento
de San Fernando recaba informes mientras que colectivos de exaltados defensores
y hostiles detractores andan a la gresca.
Dicha ley establece
que las Administraciones públicas “tomarán
las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros
objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la
sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”,
si bien deja la puerta abierta a las excepciones “cuando concurran razones artísticas”.
Visto lo leído,
habrá que comenzar preguntándose si a esa estatua le afecta todo lo anterior. Es
cierto que el bilaureado militar encabezó la sublevación del 18 de julio de
1936 en Cádiz y que fue el general que liberó el Alcázar de Toledo, ganó –entre
otras- la batalla de Brunete y además recuperó Teruel, así como que fue
ministro del Ejército entre 1939 y 1942.
Pero si se tiene en
cuenta que entre la larga nómina de ministros que tuvo Franco, apenas hay
alguno que tiene una estatua en su ciudad natal –y mucho menos ecuestre- hay
que preguntarse por qué Varela -hijo predilecto desde 1923- la tiene desde
1946. Es decir, después de ser defenestrado como ministro y de haber entregado
al Caudillo de España la famosa carta firmada por los generales monárquicos
reclamando la restauración.
Haciendo ejercicio
de “memoria histórica” y tirando de hemerotecas y archivos se pueden encontrar
y leer cosas inéditas muy interesantes que tal vez ayude a entender por qué los
isleños le levantaron una estatua, a cuya inauguración por cierto, Varela no
quiso asistir.
Ya desde 1918 y
siendo teniente, la prensa local se ocupaba de él. Su carácter sencillo y sus orígenes
humildes, le hacían gozar de gran simpatía entre sus convecinos. No obstante
sería tras la concesión de dos cruces laureadas de San Fernando –la más alta
recompensa militar al valor heroico- y su imposición por Alfonso XIII, cuando
la prensa local y nacional, lo convirtieron en héroe popular.
Uno tras otro se
sucedían banquetes y homenajes, destacando el sable de honor que por suscripción
se le regaló en 1923 y que sus hijos siguen conservando con todo cariño. En su
hoja puede leerse “Los ciudadanos de San
Fernando al heroico capitán Excmo. Sr. José Enrique Varela Iglesias”.
Ese mismo año,
siendo ya socio protector del Centro Obrero y “contribuyendo de ese modo al sostenimiento de esta Sociedad integrada
por obreros”, la corporación municipal, congratulándose de su brillante
historial militar y como “homenaje a sus
virtudes cívicas”, acordó por aclamación nombrarle hijo predilecto.
A lo largo del
lustro siguiente Varela, que había rechazado los títulos nobiliarios ofrecidos
por Alfonso XIII, continuaría cosechando, uno tras otro, éxitos militares en el
Protectorado y homenajes en la Península.
Todo ello
terminaría por dar lugar a que en 1928 se constituyera la primera comisión
pro-monumento por suscripción popular para ubicarlo en una plaza pública isleña.
La prensa local fue publicando a lo largo de ese año y el siguiente, las
numerosas identidades y cantidades aportadas. Sin embargo el propio Varela
dejaría muy claro por escrito que agradecía la iniciativa pero que solicitaba
el cese de tal proyecto, ya que sólo había cumplido con su deber.
Terminada la Guerra
Civil, Varela se convirtió en el principal valedor de San Fernando. La
documentación inédita que se conserva en el archivo gaditano, acredita su
constante desvelo por la ciudad que le vio nacer.
Una tras otra, se
suceden cartas y felicitaciones por evitar el cese del personal sanitario que
servía en el pabellón de infecciosos durante una epidemia de tifus, enviar
alimentos para una población de posguerra hambrienta, gestionar la permanencia
del servicio municipal de lonja, conseguir el dragado del caño y muelle de
Gallineras, levantar el cierre por sanción gubernativa del Círculo de Artes y
Oficios, efectuar numerosas aportaciones de su propio peculio para fines
sociales, y así un largo etcétera que incluye hasta su exitosa intercesión ante
la Federación Nacional de Fútbol para que el club deportivo San Fernando (el
mismo que hoy día celebra sus triunfos futboleros en lo alto de la estatua
ecuestre) regresara a 3ª División.
El que tenga la
responsabilidad de decidir que decida conforme establece la ley, pero San
Fernando le debe mucho a Varela y forma parte de su historia. Esa estatua no se
erigió para exaltar a un golpista sino para perpetuar la memoria de quien sus
vecinos querían desde mucho antes de la guerra, amén de que su escultor fue el
afamado internacionalmente Aniceto Marinas, autor del monumento a las Cortes de
Cádiz, entre otras muchas obras de reconocido prestigio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.