Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 313 correspondiente al mes de julio de 2008, de la Revista "ARMAS", págs. 82-88.
El original está ilustrado por veintiséis fotografías en color.
El 16 de diciembre de 1944,
Hitler lanzó a las divisiones Panzer al asalto de las posiciones
norteamericanas en Las Ardenas, sorprendiendo al mundo con este último y
desesperado ataque que degeneró en una de las más sangrientas batallas de la
Segunda Guerra Mundial.
Poco más de seis décadas después, diez museos
específicos constituyen en la actualidad la memoria histórica de aquellas
durísimas y terribles jornadas. Agrupados en la Asociación de Museos de la
Batalla de las Ardenas (AMBA) -creada en el año 2002- se hallan ubicados en las
localidades belgas de Bastogne, Elsenborn, La Gleize, La Roche y Poteau así
como en las luxemburgesas de Clervaux, Diekirch,
Ettelbruck, Perlé et Wiltz.
En ellos se exponen toda clase de armas
–ligeras y pesadas- uniformes, cascos, gorras, insignias, distintivos,
banderas, pertrechos, objetos, vehículos, fotografías, documentos, etc., que
harían las delicias de cualquier aficionado al mundo del armamento y la militaria
así como de la historia de la Segunda Guerra Mundial en general y de la Batalla
de Las Ardenas en particular.
La Batalla de Las Ardenas
El desembarco aliado en las playas de Normandía
el 6 de junio de 1944 supuso el principio del fin de la hegemonía del ejército
alemán en Europa occidental, protagonizándose un rápido avance sobre el norte
de Francia y Bélgica, que no obstante, dio lugar a generar un frente de más de
600 km., comprendido entre el Mar del Norte y Suiza.
Dada esa vulnerabilidad, y teniendo en cuenta
que en otoño los Aliados, bajo la dirección del general norteamericano Eisenhower,
habían comenzado a ralentizar su avance, los alemanes lanzaron a mediados del
mes de diciembre, bajo un frío intenso y una niebla densa que impedía la
cobertura aérea aliada, una potentísima contraofensiva en la región belga de
Las Ardenas.
Hitler estaba obsesionado con la idea de provocar
la ruptura entre los Aliados, de tal manera que pudiera negociar la paz por
separado con los del frente occidental para así concentrar todos sus esfuerzos
de guerra en el frente oriental contra la Unión Soviética. Y para forzar esa
paz parcial necesitaba conseguir una victoria aplastante sobre los aliados
occidentales que les obligara a negociar.
El plan alemán de la “Operación Wacht am Rhein”, consistía en lanzar un ataque masivo con potentes y rápidos medios blindados, penetrando por la región de Las Ardenas hasta llegar al río Mosa, y una vez alcanzado éste, avanzar hacia las ciudades de Bruselas y Amberes, para separar al Grupo de Ejércitos del general británico Montgomery.
Iniciada la ofensiva alemana, la punta de lanza del ataque fue el V Ejército “Panzer”, que arrolló literalmente a las inexpertas tropas estadounidenses que defendían las Ardenas, capturando 7.000 prisioneros en un solo día, cogiendo por completa sorpresa a los Aliados, que no podían sospechar una reacción como esa, máxime teniendo en cuenta el desarrollo de las operaciones en los meses anteriores.
La Batalla –fraccionada en centenares de encarnizados combates- fue durísima, no sólo por la terrible violencia de los enfrentamientos sino también por las adversas condiciones climatológicas en que se desenvolvieron, dadas especialmente las bajísimas temperaturas que se padecieron y la copiosa nieve que cayó, habiendo generado numerosos libros y varias películas mundialmente conocidas.
Finalmente la contraofensiva alemana, iniciada el 16 de diciembre de 1944, y que alcanzaría sus posiciones más ventajosas diez días después, se daría definitivamente por aplastada por los Aliados el 8 de febrero de 1945. La falta de carburante para sus blindados y la insuficiente cobertura aérea que padecieron las tropas germanas fueron dos de los factores determinantes para su derrota frente a la manifiesta superioridad aérea aliada y la rápida movilización y empleo de sus reservas con el consiguiente apoyo logístico.
Las cifras de bajas cuantificadas por los historiadores son trágicamente impresionantes: 80.987 norteamericanos (19.276 muertos, 41.493 heridos, 23.554 capturados o desaparecidos) y 1.600 británicos (200 muertos y 1.400 capturados o desaparecidos), mientras que los alemanes tuvieron 84.834 (15.652 muertos, 41.600 heridos y 27.582 capturados o desaparecidos).
Aquella derrota para los alemanes supuso prácticamente el desmoronamiento del frente occidental y una importante vulnerabilidad en el oriental, como consecuencia de las unidades desviadas de allí, al objeto de participar en la presente operación.
El plan alemán de la “Operación Wacht am Rhein”, consistía en lanzar un ataque masivo con potentes y rápidos medios blindados, penetrando por la región de Las Ardenas hasta llegar al río Mosa, y una vez alcanzado éste, avanzar hacia las ciudades de Bruselas y Amberes, para separar al Grupo de Ejércitos del general británico Montgomery.
Iniciada la ofensiva alemana, la punta de lanza del ataque fue el V Ejército “Panzer”, que arrolló literalmente a las inexpertas tropas estadounidenses que defendían las Ardenas, capturando 7.000 prisioneros en un solo día, cogiendo por completa sorpresa a los Aliados, que no podían sospechar una reacción como esa, máxime teniendo en cuenta el desarrollo de las operaciones en los meses anteriores.
La Batalla –fraccionada en centenares de encarnizados combates- fue durísima, no sólo por la terrible violencia de los enfrentamientos sino también por las adversas condiciones climatológicas en que se desenvolvieron, dadas especialmente las bajísimas temperaturas que se padecieron y la copiosa nieve que cayó, habiendo generado numerosos libros y varias películas mundialmente conocidas.
Finalmente la contraofensiva alemana, iniciada el 16 de diciembre de 1944, y que alcanzaría sus posiciones más ventajosas diez días después, se daría definitivamente por aplastada por los Aliados el 8 de febrero de 1945. La falta de carburante para sus blindados y la insuficiente cobertura aérea que padecieron las tropas germanas fueron dos de los factores determinantes para su derrota frente a la manifiesta superioridad aérea aliada y la rápida movilización y empleo de sus reservas con el consiguiente apoyo logístico.
Las cifras de bajas cuantificadas por los historiadores son trágicamente impresionantes: 80.987 norteamericanos (19.276 muertos, 41.493 heridos, 23.554 capturados o desaparecidos) y 1.600 británicos (200 muertos y 1.400 capturados o desaparecidos), mientras que los alemanes tuvieron 84.834 (15.652 muertos, 41.600 heridos y 27.582 capturados o desaparecidos).
Aquella derrota para los alemanes supuso prácticamente el desmoronamiento del frente occidental y una importante vulnerabilidad en el oriental, como consecuencia de las unidades desviadas de allí, al objeto de participar en la presente operación.
Los combates de La Gleize.
La Gleize es un pintoresco pueblecito belga,
enclavado en el corazón de Las Ardenas - situado al sur de la histórica ciudad
armera de Lieja- que fue testigo hace más de seis décadas de uno de los escenarios
históricos de la que ha sido bautizada como la última gran batalla de la última
guerra mundial.
Gracias a la publicación del interrogatorio a que fue sometido el 7 de septiembre de 1945, el jovencísimo y controvertido prisionero Obersturmbannführer de las SS (coronel) Jochen Peiper, por el mayor (comandante) Kenneth W. Hechler, del Ejército de los EE.UU., puede reproducirse a continuación lo sucedido.
Gracias a la publicación del interrogatorio a que fue sometido el 7 de septiembre de 1945, el jovencísimo y controvertido prisionero Obersturmbannführer de las SS (coronel) Jochen Peiper, por el mayor (comandante) Kenneth W. Hechler, del Ejército de los EE.UU., puede reproducirse a continuación lo sucedido.
El 18 de diciembre de 1944, la columna blindada
o “Kampfgruppe” –constituida por carros de combate, artillería e infantería
mecanizada- de la 1ª División Panzer SS “Leibstandarte
Adolf Hitler”, mandada por el coronel Peiper, quien a pesar de no haber
cumplido todavía los treinta años de edad, era todo un veterano de guerra que
contaba con numerosas victorias en el frente ruso, consiguió con su habitual
celeridad e iniciativa en el combate, conquistar uno de los puentes de Stavelot,
obligando a los norteamericanos a evacuar dicha localidad.
Al continuar su rápido avance
sobre la vecina población de Trois Points en un esfuerzo de capturar el puente que
había allí, fueron sorprendidos al ser volado cuando estaban llegando al mismo,
siendo además hostigados por la aviación norteamericana. Todo ello les impidió
continuar su progresión por el Mosa y les obligó a marchar sobre el cercano
pueblecito de La Gleize, donde encontraron poca resistencia, pudiendo tomar un
puente que había en las inmediaciones de la próxima y pequeña localidad de
Cheneux, evitando que fuera destruido.
Sin embargo, los alemanes pronto se dieron cuenta de que estaban en un callejón sin salida ya que cuando la columna blindada comenzó a cruzar el río Lienne, el puente fue volado. Entonces el coronel Peiper decidió enviar a una de sus compañías de carros de combate en misión de reconocimiento para encontrar otro puente al norte de aquel punto. Una vez localizado e iniciada la aproximación para cruzarlo, la vanguardia se vio sorprendida por una emboscada llevada a cabo por las fuerzas norteamericanas y que la dejó prácticamente desecha.
Peiper decidió buscar una salida por la cercana población de Stoumont, donde se encontraron que estaba fuertemente guarnecida por los norteamericanos, lo que determinó finalmente que se replegaran sobre la pequeña villa de La Gleize y desde allí, con las primeras luces del día 19, atacaran con un batallón de infantería blindada y una compañía de paracaidistas aquel pueblo.
Tras sostener duros combates, los alemanes consiguieron por fin ocupar Stoumont y tomar un puente próximo, aunque a lo largo de esa misma jornada tuvieron que soportar tres contraataques que pudieron rechazarlos. No obstante la falta de suministro de gasolina para sus carros les limitaba prácticamente cualquier operación futura, haciéndoles desechar cualquier intento de proseguir su avance por Las Ardenas.
Además, el enemigo con el que se estaban ahora enfrentando los hombres de Peiper, no pertenecían ya a la 99ª División de Infantería norteamericana, a la que habían quebrado con facilidad al inicio de la ofensiva, sino a la 30ª División de Infantería y a la 82ª División Aerotransportada, que combatían mucho más bravamente.
La población de Stavelot fue reconquistada por los norteamericanos lo que motivó que intentara ser recuperada infructuosamente por los alemanes. La suerte estaba ya prácticamente echada para los carros blindados de las SS. El 20 de diciembre se vuelve a atacar nuevamente sin éxito, sufriendo a su vez contraataques norteamericanos, especialmente sobre la posición de Cheneux, que llegó a cambiar dos veces de mano, por lo que Peiper ordenó al anochecer el repliegue sobre La Gleize.
En esa pequeña villa se mantuvieron hasta que el día 23 se recibió la orden de romper el cerco norteamericano al que prácticamente estaban sometidos y retornar con sus blindados hacia el este. Peiper valoró fríamente la situación y siendo consciente de que ello era imposible de llevar a cabo sin gasolina, tomó la determinación de abandonar sus vehículos y los heridos en La Gleize.
Al comenzar la madrugada del 24 de diciembre, y tras inutilizar en la medida de lo posible sus carros de combate, el coronel de las SS inició la marcha a pie seguido de 800 de sus hombres, con quienes pudo atravesar las posiciones norteamericanas sin ser detectados y llegar sin contratiempos a las líneas alemanas tras caminar toda la noche, soportando bajísimas temperaturas. Atrás dejaron abandonados en La Gleize cerca de 300 heridos y 135 vehículos blindados.
Sin embargo, los alemanes pronto se dieron cuenta de que estaban en un callejón sin salida ya que cuando la columna blindada comenzó a cruzar el río Lienne, el puente fue volado. Entonces el coronel Peiper decidió enviar a una de sus compañías de carros de combate en misión de reconocimiento para encontrar otro puente al norte de aquel punto. Una vez localizado e iniciada la aproximación para cruzarlo, la vanguardia se vio sorprendida por una emboscada llevada a cabo por las fuerzas norteamericanas y que la dejó prácticamente desecha.
Peiper decidió buscar una salida por la cercana población de Stoumont, donde se encontraron que estaba fuertemente guarnecida por los norteamericanos, lo que determinó finalmente que se replegaran sobre la pequeña villa de La Gleize y desde allí, con las primeras luces del día 19, atacaran con un batallón de infantería blindada y una compañía de paracaidistas aquel pueblo.
Tras sostener duros combates, los alemanes consiguieron por fin ocupar Stoumont y tomar un puente próximo, aunque a lo largo de esa misma jornada tuvieron que soportar tres contraataques que pudieron rechazarlos. No obstante la falta de suministro de gasolina para sus carros les limitaba prácticamente cualquier operación futura, haciéndoles desechar cualquier intento de proseguir su avance por Las Ardenas.
Además, el enemigo con el que se estaban ahora enfrentando los hombres de Peiper, no pertenecían ya a la 99ª División de Infantería norteamericana, a la que habían quebrado con facilidad al inicio de la ofensiva, sino a la 30ª División de Infantería y a la 82ª División Aerotransportada, que combatían mucho más bravamente.
La población de Stavelot fue reconquistada por los norteamericanos lo que motivó que intentara ser recuperada infructuosamente por los alemanes. La suerte estaba ya prácticamente echada para los carros blindados de las SS. El 20 de diciembre se vuelve a atacar nuevamente sin éxito, sufriendo a su vez contraataques norteamericanos, especialmente sobre la posición de Cheneux, que llegó a cambiar dos veces de mano, por lo que Peiper ordenó al anochecer el repliegue sobre La Gleize.
En esa pequeña villa se mantuvieron hasta que el día 23 se recibió la orden de romper el cerco norteamericano al que prácticamente estaban sometidos y retornar con sus blindados hacia el este. Peiper valoró fríamente la situación y siendo consciente de que ello era imposible de llevar a cabo sin gasolina, tomó la determinación de abandonar sus vehículos y los heridos en La Gleize.
Al comenzar la madrugada del 24 de diciembre, y tras inutilizar en la medida de lo posible sus carros de combate, el coronel de las SS inició la marcha a pie seguido de 800 de sus hombres, con quienes pudo atravesar las posiciones norteamericanas sin ser detectados y llegar sin contratiempos a las líneas alemanas tras caminar toda la noche, soportando bajísimas temperaturas. Atrás dejaron abandonados en La Gleize cerca de 300 heridos y 135 vehículos blindados.
El Museo de La Gleize.
Bajo el nombre de “Museo Diciembre 1944”, se ofrece al visitante en la pequeña y hermosa localidad de La Gleize, una de las más importantes colecciones privadas de Europa relacionadas con la Batalla de Las Ardenas: la “Colección Gillain”, siendo los propietarios del museo, Philippe Gillain y Gérard Grégoire.
El primero colecciona material militar y uniformes desde que tenía 14 años de edad y ha recorrido durante dos décadas los escenarios de la Batalla de Las Ardenas en busca de cualquier clase de efectos abandonados por los contendientes. Precisamente durante una visita a La Gleize, durante la década de los 60 del siglo pasado, se encontró con un depósito lleno de uniformes y material que había sido abandonado por las SS en su huida, siendo todo ello el origen de los fondos de la colección que se expone actualmente en el museo y que en los años siguientes fue enriqueciéndose.
El segundo, vivió en directo los combates librados en La Gleize y siempre tuvo la voluntad de perpetuar sus recuerdos y la historia de lo sucedido, por lo que procedió a escribir el libro titulado “Feu” (“Fuego”), donde relata minuciosamente lo sucedido en su localidad aquel mes de diciembre de 1944.
Aunque los orígenes del primer museo que expuso la “Colección Gillain” se remontan al año 1977, fue en 1989, cuando Philippe Gillain fundó una sociedad cooperativa con las ayudas y subvenciones del Municipio de Stoumont y de la Región de Lieja -¿se imagina el lector a alguien en España pidiendo esa colaboración a su ayuntamiento o comunidad autónoma para montar un museo bélico?- creando gracias a ello el actual museo, levantado sobre una antigua casa parroquial que fue habilitada como enfermería durante los combates.
La filosofía de ambos creadores del museo puede resumirse en una fórmula bien sencilla: a través de un patrimonio histórico, puesto en valor por una escenografía viva y rigurosa, sensibilizar a las generaciones futuras sobre las causas y los efectos de la guerra y perpetuar el recuerdo de los que sacrificaron su vida por vencer el fanatismo y el racismo. No en vano hay en su entrada un monolito con una placa cuya inscripción, en francés e inglés, rinde homenaje a los 40 millones de hombres, mujeres y niños que perdieron la vida durante la Segunda Guerra Mundial.
Bajo el nombre de “Museo Diciembre 1944”, se ofrece al visitante en la pequeña y hermosa localidad de La Gleize, una de las más importantes colecciones privadas de Europa relacionadas con la Batalla de Las Ardenas: la “Colección Gillain”, siendo los propietarios del museo, Philippe Gillain y Gérard Grégoire.
El primero colecciona material militar y uniformes desde que tenía 14 años de edad y ha recorrido durante dos décadas los escenarios de la Batalla de Las Ardenas en busca de cualquier clase de efectos abandonados por los contendientes. Precisamente durante una visita a La Gleize, durante la década de los 60 del siglo pasado, se encontró con un depósito lleno de uniformes y material que había sido abandonado por las SS en su huida, siendo todo ello el origen de los fondos de la colección que se expone actualmente en el museo y que en los años siguientes fue enriqueciéndose.
El segundo, vivió en directo los combates librados en La Gleize y siempre tuvo la voluntad de perpetuar sus recuerdos y la historia de lo sucedido, por lo que procedió a escribir el libro titulado “Feu” (“Fuego”), donde relata minuciosamente lo sucedido en su localidad aquel mes de diciembre de 1944.
Aunque los orígenes del primer museo que expuso la “Colección Gillain” se remontan al año 1977, fue en 1989, cuando Philippe Gillain fundó una sociedad cooperativa con las ayudas y subvenciones del Municipio de Stoumont y de la Región de Lieja -¿se imagina el lector a alguien en España pidiendo esa colaboración a su ayuntamiento o comunidad autónoma para montar un museo bélico?- creando gracias a ello el actual museo, levantado sobre una antigua casa parroquial que fue habilitada como enfermería durante los combates.
La filosofía de ambos creadores del museo puede resumirse en una fórmula bien sencilla: a través de un patrimonio histórico, puesto en valor por una escenografía viva y rigurosa, sensibilizar a las generaciones futuras sobre las causas y los efectos de la guerra y perpetuar el recuerdo de los que sacrificaron su vida por vencer el fanatismo y el racismo. No en vano hay en su entrada un monolito con una placa cuya inscripción, en francés e inglés, rinde homenaje a los 40 millones de hombres, mujeres y niños que perdieron la vida durante la Segunda Guerra Mundial.
El “panzer” Tigre.
La existencia del Museo es imposible que pase desapercibida para el visitante que recorra sus calles -suponiendo que no viera los numerosos carteles indicadores- ya que al pasear por ellas se encontrará de repente con la imponente presencia de un Panzerkampfwagen VI Tiger II "Königstiger", de casi 70 toneladas.
Se trata del nº 213, utilizado por el comandante Dollinger de la 1ª División Panzer SS “Leibstandarte Adolf Hitler”, que fue abandonado en el centro de La Glaize la noche del 23 al 24 de diciembre de 1944, tras haber sido saboteado por su tripulación para evitar su empleo por el enemigo.
Inicialmente fue utilizado por los norteamericanos para realizar sobre él ejercicios de tiro, incluido con “bazooka”, fracasando en su intento de atravesar sus planchas de blindaje de 185 mm. de acero en su torre. Curiosamente cuando el “panzer” iba a ser desguazado para aprovechar su acero, tras ser fundido, en la industria siderúrgica del valle del Mosa, una vecina de La Gleiza pudo cambiarlo a los soldados por … ¡una botella de cognac!.
En la década de los 70, y bajo la dirección de Gérard Grégoire, se procedió a una minuciosa restauración exterior con el objetivo de devolverle a su estado original. Su impresionante y potente cañón de 88 mm., al haber sido saboteado por su tripulación antes de abandonarlo –consistente en cortarlo justo delante del freno de boca- fue sustituido por otro cañón de 88 mm. pero correspondiente a un “panzer” Pantera. Hubo también que reponer placas de blindaje así como proceder a pintarlo –de camuflaje- tomándose como modelo fotografías de la época. Su interior, que había quedado parcialmente destruido por las cargas colocadas para su inutilización, fue saneado y protegido de la herrumbre. Condenándose sus escotillas para evitar el pillaje.
En origen, este “panzer” Tigre que tenía una tripulación de cinco hombres y cuya longitud supera los diez metros así como más de 3 en cuanto a anchura y altura se refiere, estaba armado además del cañón de 88 mm., para el que portaba en su interior 84 disparos, de dos ametralladoras de 7’92 mm. modelo MG-34 y unos 6.000 cartuchos.
La existencia del Museo es imposible que pase desapercibida para el visitante que recorra sus calles -suponiendo que no viera los numerosos carteles indicadores- ya que al pasear por ellas se encontrará de repente con la imponente presencia de un Panzerkampfwagen VI Tiger II "Königstiger", de casi 70 toneladas.
Se trata del nº 213, utilizado por el comandante Dollinger de la 1ª División Panzer SS “Leibstandarte Adolf Hitler”, que fue abandonado en el centro de La Glaize la noche del 23 al 24 de diciembre de 1944, tras haber sido saboteado por su tripulación para evitar su empleo por el enemigo.
Inicialmente fue utilizado por los norteamericanos para realizar sobre él ejercicios de tiro, incluido con “bazooka”, fracasando en su intento de atravesar sus planchas de blindaje de 185 mm. de acero en su torre. Curiosamente cuando el “panzer” iba a ser desguazado para aprovechar su acero, tras ser fundido, en la industria siderúrgica del valle del Mosa, una vecina de La Gleiza pudo cambiarlo a los soldados por … ¡una botella de cognac!.
En la década de los 70, y bajo la dirección de Gérard Grégoire, se procedió a una minuciosa restauración exterior con el objetivo de devolverle a su estado original. Su impresionante y potente cañón de 88 mm., al haber sido saboteado por su tripulación antes de abandonarlo –consistente en cortarlo justo delante del freno de boca- fue sustituido por otro cañón de 88 mm. pero correspondiente a un “panzer” Pantera. Hubo también que reponer placas de blindaje así como proceder a pintarlo –de camuflaje- tomándose como modelo fotografías de la época. Su interior, que había quedado parcialmente destruido por las cargas colocadas para su inutilización, fue saneado y protegido de la herrumbre. Condenándose sus escotillas para evitar el pillaje.
En origen, este “panzer” Tigre que tenía una tripulación de cinco hombres y cuya longitud supera los diez metros así como más de 3 en cuanto a anchura y altura se refiere, estaba armado además del cañón de 88 mm., para el que portaba en su interior 84 disparos, de dos ametralladoras de 7’92 mm. modelo MG-34 y unos 6.000 cartuchos.
El contenido del Museo.
Sobre una superficie de más de 500 m2 y
dividido en dos plantas, tras pasar junto a la pequeña tienda donde puede
adquirirse la interesantísima y documentada guía del museo –en varios idiomas
pero no en español- así como libros, postales, etc., relacionados con dicha
temática, se accede a una zona donde se exponen casi 400 fotografías inéditas,
la presentación de películas originales sobre los combates librados en La
Gleize y Stoumont, mapas de operaciones y maquetas de la población y los
combates librados en sus calles.
A continuación se accede a la impresionante exposición
de 17 dioramas en las que se representan otras tantas escenas relacionados con
los combates librados en la villa entre el 20 y el 24 de diciembre de 1944,
perfectamente ambientados y de gran realismo, con 85 maniquíes que portan
uniformes auténticos y casi un centenar de armas ligeras o portátiles
utilizadas por ambos bandos.
Entre los vehículos y armas pesadas expuestas
se hallan un minicarro alemán teledirigido”Goliat”, un jeep Willus
norteamericano, un Kübelwagen, un cañón norteamericano de 75 mm.
aerotransportado, un cañón anticarro alemán de 38 mm., y una ametralladora
alemana antiaérea de 20 mm.
La planta superior está principalmente dedicada a la exposición de armamento, municiones, cascos, gorras, insignias, distintivos, efectos militares y personales recuperados en las zonas de combate (entre los que destaca el portacartas original del jefe de la columna blindada alemana con la inscripción: "J. Peiper Obersturmbannführer SS"), carteles, planos, periódicos, libros, maquetas, etc.
En definitiva se trata de un museo que bien vale la pena visitar aprovechando cualquier viaje a Bélgica y donde desde luego los aficionados al armamento y la militaria bien seguro que lo disfrutarán.
La planta superior está principalmente dedicada a la exposición de armamento, municiones, cascos, gorras, insignias, distintivos, efectos militares y personales recuperados en las zonas de combate (entre los que destaca el portacartas original del jefe de la columna blindada alemana con la inscripción: "J. Peiper Obersturmbannführer SS"), carteles, planos, periódicos, libros, maquetas, etc.
En definitiva se trata de un museo que bien vale la pena visitar aprovechando cualquier viaje a Bélgica y donde desde luego los aficionados al armamento y la militaria bien seguro que lo disfrutarán.
Información de interés: Web: www.december44.com Del 1 de marzo al 21 de noviembre abierto todos los días de 10 a 18 horas; y
del 22 de noviembre al 28 de febrero abierto sólo los periodos vacacionales,
fines de semana y días festivos. Precio entradas: adultos: 5 €; grupos de más de 10
personas: 4 €; y niños: 3 € (en grupo: 2 €).
Nota:
Se agradecen las facilidades dadas para realización de este artículo al
copropietario Gérard Gregoire y a la encargada
Lucienne Renier.
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