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jueves, 5 de febrero de 2015

PRIMER CENTENARIO DE LAS FUERZAS REGULARES (1911-2011).


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 350 correspondiente al mes de agosto de 2011, de la Revista "ARMAS", págs. 76-82.
Los originales están ilustrados por veintitrés fotografías en color y siete en blanco y negro.

Por Real Orden Circular del Ministerio de la Guerra, fechada el 30 de junio de 1911, el Rey Alfonso XIII dispuso la creación de las “Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla”.
  
Han transcurrido desde entonces cien años y las Fuerzas Regulares son por derecho y méritos propios, las unidades más condecoradas y con mayor número de bajas en combate de todo el Ejército español. Un total de 18 cruces laureadas de San Fernando colectivas, 52 cruces laureadas de San Fernando individuales, 61 medallas militares colectivas y 211 medallas militares individuales, así como 89.042 bajas (14.589 muertos, 1.478 desaparecidos y 72.975 heridos) lo acreditan.

Nacieron de la necesidad de contar con una fuerza de choque indígena que encuadrada como unidad regular en nuestro Ejército, conociera y combatiera eficazmente al enemigo bajo mando de oficiales españoles. Inicialmente denominadas “Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla”, estuvieron constituidas en sus comienzos tan sólo por un batallón (tabor) de infantería integrado con cuatro compañías y un escuadrón de caballería. 

El 27 de julio de 1911 fue nombrado para mandarlas, el entonces teniente coronel de caballería Dámaso Berenguer Fusté, quien casi dos décadas después, asumiría a petición de Alfonso XIII, la presidencia del gobierno de España en uno de los periodos más difíciles de su reinado.

En principio podría parecer una fuerza escasa respecto a las verdaderas necesidades que tenía nuestro ejército en el norte de Africa y que se verían potenciadas con la progresiva ocupación de nuestro Protectorado en Marruecos y las sucesivas campañas que se originarían a partir de entonces.

De hecho, al año siguiente la nueva unidad, que enseguida comenzó a alcanzar gran prestigio entre las filas españolas por el valor y acometividad de sus integrantes, fue ampliada a dos tabores de infantería y uno de caballería. 

La eficacia de estas tropas indígenas, dirigidas por un selecto cuadro de mandos españoles y combatiendo siempre en vanguardia, fue su mejor reclamo para comenzar a multiplicarse hasta alcanzar, con el paso del tiempo, un total de diez Grupos de Fuerzas Regulares Indígenas.

Así, en base a las mentadas Fuerzas Regulares de Melilla, se fueron constituyendo el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán nº 1, cuyo primer jefe fue el teniente coronel Leopoldo Ruiz Trillo; el de Melilla nº 2, siendo su primer jefe el teniente coronel Antonio Espinosa Sánchez; el de Ceuta nº 3, a cuyo frente se nombró al teniente coronel José Sanjurjo Sacanell; y el de Larache nº 4, designándose para su mando al teniente coronel Federico Berenguer Fusté, hermano del fundador.

Ya en 1922, tras el “Desastre de Annual”, donde unos 8.000 hombres de la Comandancia General de Melilla perdieron la vida, se constituyó el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Alhucemas nº 5, a cuyo frente se puso el teniente coronel Rafael Valenzuela Urzáiz.

La participación de todos esos Grupos en las numerosas operaciones que condujeron en 1927 a la victoria final de las armas españolas y que supuso la llegada de la anhelada paz en el Protectorado de Marruecos, fue fundamental, ocupando siempre en extrema vanguardia, al igual que el Tercio –creado en 1920- los puestos de mayor riesgo y fatiga, con el consiguiente tributo de bajas y sangre que ello supuso.

Habría que esperar a que finalizara la Guerra Civil (1936-1939), donde también las Fuerzas Regulares Indígenas protagonizaron un papel trascendental, y a que comenzara la Segunda Guerra Mundial para que en 1940, por Orden Circular de 29 de julio, dichas Fuerzas experimentaran una profunda reorganización y se duplicara el número de Grupos, dividiéndose en de Infantería y de Caballería.

Así se fueron creando los Grupos de Fuerzas Regulares Indígenas de Xauen nº 6, de Llano Amarillo nº 7, de Rif nº 8, de Arcila nº 9, y de Bab-Tza nº 10. Tan elevado número de unidades y su extenso despliegue territorial por todo el Protectorado motivó en 1950, la creación de una Subinspección con residencia en Ceuta y mando de general que se mantuvo hasta la independencia de Marruecos en 1956.

El final del Protectorado de España provocó la consiguiente y lógica reorganización de las Fuerzas Regulares, fusionándose los Grupos de Larache nº 4 y Bab-Tza nº 10 con el de Ceuta nº 3 y los de Xauen nº 6 y Arcila nº 9 con el de Tetuán nº 1, pasando ambos a formar parte de la guarnición de Ceuta; el de Llano Amarillo nº 7 con el de Melilla nº 2 y el de Rif nº 8 con el de Alhucemas nº 5, que a su vez quedaron de guarnición en Melilla. Buena parte de sus miembros indígenas pasarían entonces a integrarse en las nuevas Fuerzas Armadas Reales Marroquíes, si bien otros prefirieron continuar en las filas españolas.

En 1985 se dictó una Instrucción General del Estado Mayor del Ejército dirigida a reorganizar la 2ª Región Militar Sur, y que afectó también a las Fuerzas Regulares. Así, en Melilla, el Grupo de Fuerzas Regulares de Melilla nº 2 pasó a denominarse “Regimiento de Infantería Motorizado Regulares de Melilla nº 52”, convirtiéndose en custodio de los historiales de los ya desaparecidos Grupos de Regulares de Alhucemas n.º 5, de Llano Amarillo n.º 7, de Rif n.º 8 y Regimiento de Infantería Melilla n.º 52.

Y en Ceuta, el Grupo de Fuerzas Regulares de Tetuán nº 1, que tras la independencia de Marruecos, se había ido replegando progresivamente sobre aquella ciudad hasta completarlo en 1961, pasó a denominarse “Regimiento de Infantería Motorizado Regulares de Ceuta nº 54”, convirtiéndose igualmente en custodio de los historiales de los también desaparecidos Grupos de Regulares de Ceuta nº 3, de Larache nº 4, de Xauen nº 6, de Arcila nº 9, de Bab-Tza nº 10 y del Regimiento de Infantería Ceuta nº 54.

Apenas una década después, en 1996, como consecuencia de una directiva del Estado Mayor del Ejército, relativa a la reorganización de las Comandancias Generales de Melilla y Ceuta, pasaron a denominarse Regimientos de Infantería Ligera de Melilla nº 52 y de Ceuta nº 54, respectivamente.

En el año 2000 adoptaron su actual nomenclatura de Grupos de Regulares de Melilla nº 52 y de Ceuta nº 54, mandados hoy día por los coroneles Juan Jesús Martín Cabrero y José Faura Salvador, siendo los depositarios y continuadores de aquellas gloriosas y heroicas Fuerzas Regulares Indígenas que se crearon hace ya un siglo.

Los actos conmemorativos

Tanto en la Ciudad Autónoma de Ceuta como en la de Melilla se celebraron sendos actos castrenses, conferencias y exposiciones conmemorativas relacionadas con tan importante efeméride.

La ceremonia principal tuvo por escenario Ceuta el pasado 30 de junio, siendo presidida por el general de Ejército Fulgencio Coll Bucher, jefe del Estado Mayor del Ejército, mientras que en Melilla lo fue por el teniente general Virgilio Sañudo Alonso de Celis, jefe de la Fuerza Terrestre. Ambos estuvieron acompañados por las más altas autoridades civiles y militares de las respectivas ciudades autónomas.

Destacar que en Ceuta, organizado por el Centro de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y la Asociación de Amigos del Museo específico de Regulares, sobre cuyos fondos se publicó hace tres años un artículo en estas páginas (ver ARMAS nº 309), se celebró los días 15 y 16 de junio el ciclo de conferencias titulado “Cien años sirviendo a España”.

La primera, “Los Regulares en el Africanismo español a principios del siglo XX”, fue impartida por el general de brigada Miguel Alonso Baquer, asesor del Instituto Español de Estudios Estratégicos. Las siguientes, “El soldado indígena” y “Regulares en Annual”, lo fueron respectivamente, por el sargento 1º Carlos González Rosado, del Museo específico de Regulares, y por Santiago Domínguez Llosa, de la Asociación de Estudios Melillenses.

El ciclo cerró con la conferencia del teniente coronel Jesús Narciso Núñez Calvo, “Regular de Honor” y miembro de la Asociación Española de Escritores Militares (www.militaresescritores.com), titulada Semblanza histórica de un Regular excepcional: el Capitán General Varela”, un bilaureado personaje que hace ya diez años fue protagonista de estas páginas (ver ARMAS nº 235 y 236).

José Enrique Varela Iglesias (1891-1951), fue el único oficial del Ejército español que llegó a ostentar sobre su pecho las dos laureadas de San Fernando, en su categoría de cruz, siéndoles impuestas personalmente por Alfonso XIII. Ambas le fueron concedidas, por las heroicas acciones de la cueva de Ruman y la meseta de Abdama, acontecidas en 1920 y 1921, cuando era teniente del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Larache nº 4, unidad en la que sirvió también en los empleos de alférez y capitán, desde 1916 hasta 1924.

Tras ser el comandante de la Harka de Melilla, donde le fue concedida la Medalla Militar individual por la acción desarrollada en 1925 en el monte Ifermín, mandó como teniente coronel, entre 1926 y 1929, el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Ceuta nº 3, siendo ascendido al empleo superior por méritos de guerra, al igual que todos los anteriores. Su brillante trayectoria militar, en la que llegó a ser Ministro del Ejército y Alto Comisario de España en Marruecos, quedaría culminada con su póstumo ascenso al empleo de capitán general, porque tal y como rezaba el correspondiente decreto de la Jefatura del Estado, "Justo que quien en vida tanto dio y honró a su Patria, ésta le rinda el máximo homenaje elevándole a la suprema categoría en el Ejército".

Nota. Se agradece expresamente las facilidades dadas para elaborar este artículo por el coronel José Faura Salvador, jefe del Grupo de Regulares de Ceuta nº 54, del teniente coronel Pedro Ruiz Herrera, presidente de la Asociación de Amigos del Museo específico de Regulares de Ceuta, así como al sargento 1º Carlos González Rosado, de dicho centro cultural militar.


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