Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 304 correspondiente al mes de octubre de 2007, de la Revista "ARMAS", págs. 22-30.
Los originales están ilustrados por veinte fotografías en color y una en blanco y negro (*).
“On ne passe pas”, es decir, “No
se pasa”, o al menos eso era lo que decía la leyenda del emblema francés de
una de las casamatas de la “Línea Maginot”, pero … se pasó …
Varias fortificaciones,
reconvertidas en museos, repletas de armas y uniformes, nos recuerdan aquella
historia.
Durante
la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se registró el mayor número de muertos
que hasta entonces se había conocido en un conflicto armado: casi nueve
millones. La mayor parte de ellos sucumbieron en el teatro de operaciones
europeo y en constantes acciones de desgaste que tuvieron por escenario
principal las trincheras. Las enormes pérdidas humanas que se sufrieron sólo
obtuvieron pobres resultados estratégicos.
Las
lecciones aprendidas de aquella guerra fueron asimiladas e interpretadas por
las diferentes potencias de distinta manera. En el caso francés se llegó al
convencimiento de que frente a las armas automáticas modernas que habían
barrido a las fuerzas de infantería con el apoyo del potente fuego de la
artillería, había que asumir una postura defensiva, subterránea, fuertemente
armada y fortificada.
Ese
concepto de guerra defensiva frente a su tradicional enemigo –la vecina
Alemania- tuvo su máxima expresión en la denominada “Línea Maginot”, bautizada
así en honor a su principal impulsor, André Maginot, ministro de la Guerra
francés.
Dicha
“Línea” se trataba de un inexpugnable sistema de fortificaciones desplegado
sobre unos 400 kilómetros de frontera que se extendía desde el Rhin hasta Bélgica.
Realmente no se trataba de un concepto novedoso en la estrategia militar, sino
de potenciar al máximo con verdaderas fortalezas uno ya existente, pues ya tras
la Guerra Franco-Prusiana de 1870-71, que se saldó con la pérdida para los
franceses de la región de Alsacia-Lorena, se había iniciado una progresiva
fortificación de la frontera común.
Así,
en el caso concreto que nos ocupa, Francia se fue acorazando durante las
décadas siguientes con un escudo defensivo –la “Línea Séré de Rivières”- a lo
largo de su frontera con Alemania, mientras los germanos, al otro lado,
construían también a su vez, fortificaciones poderosas y potentes.
En
la “Línea Maginot”, la mayor parte de las fortificaciones que se construyeron
constituían, además de fortalezas inexpugnables, verdaderos cuarteles
subterráneos, dotados no sólo de las salas y torres de armas con sus polvorines
correspondientes, desde las que su guarnición pudiera, durante incluso meses,
hacer fuego contra todo enemigo que se aproximara, sino que también disponían
de centrales eléctricas autónomas, sistemas propios de ventilación, oficinas,
dormitorios, cocinas, almacenes, enfermerías, etc., llegando en algunos casos a
existir quirófanos y salas odontológicas.
En
cambio, aunque los alemanes construyeron enfrente su propio sistema defensivo
de fortificaciones y que sería conocido como la “Línea Sigfrido”, su doctrina
fue bien distinta. La “Blitzkrieg” (Guerra Relámpago) tenía por objetivo
infligir una derrota total por medio de
una única y poderosa ofensiva, la cual se conseguiría gracias a la
velocidad, la potencia de fuego y la movilidad. Había llegado la “era” de los
carros de combate frente a la de las trincheras.
Muchas
de las fortificaciones de la “Línea Maginot” entraron en combate a partir de
mayo de 1940, con motivo de la ofensiva alemana, resistiendo los potentes
ataques lanzados por la artillería y la aviación. Sin embargo el ataque
principal no fue frontal contra el inexpugnable sistema de fortificaciones,
sino que las tropas germanas invadieron Francia tras derrotar Bélgica, llegando
en poco tiempo hasta París, ciudad que fue declarada “abierta” para evitar su
destrucción.
La
“Blitzkrieg” utilizada en la invasión de Polonia, había vuelto a funcionar con
éxito. El centro de gravedad del frente occidental se alejó de la frontera
franco-alemana y la “Línea Maginot” quedó aislada. Tras la firma del Armisticio
el 22 de junio siguiente, mediante el que Alemania pasaba a ocupar dos tercios
de Francia, los defensores de las fortificaciones procedieron en los días
siguientes a rendirse y entregar sus armas, conforme a las órdenes recibidas
desde París.
El
general inglés Alan Brooke al ver por dentro una de aquellas fortalezas
escribiría en su diario: “No hay duda de
que el concepto de la Línea Maginot es una obra genial, pero sólo da una
ilusoria impresión de seguridad, y creo que los franceses habrían hecho mejor
empleando el dinero en defensas móviles que sepultarlo en tierra”.
Las fortificaciones-museos.
Estrasburgo es una hermosa ciudad francesa,
bañada por el Rhin, que cambió cuatro veces de nacionalidad entre 1870 y 1945.
Actualmente es sede del Consejo de Europa, del Parlamento Europeo y del
Eurocuerpo, motivo por el cual varios centenares de españoles, civiles y
militares, viven con sus familias en ella.
Enclavada en Alsacia, la “Línea Maginot”
discurría muy cerca de Estrasburgo, conservándose hoy día en la zona algunas de
aquellas ya históricas fortificaciones que han sido reconvertidas en museos que
bien seguro, todo lector de “ARMAS” le gustaría visitar.
Atendidas, conservadas y gestionadas, con
cariño y esmero, por asociaciones locales privadas, muestran al visitante no
sólo como era el funcionamiento de aquellas fortalezas subterráneas y la vida
de los soldados que las guarnecían, sino que se exponen toda clase de armas
ligeras y pesadas con sus correspondientes municiones, uniformes, insignias,
documentos, fotografías, etc., correspondientes a la época y a los diferentes
bandos combatientes.
Entre dichas fortificaciones merecen citarse la
casamata de infantería de Esch, en Hatten, cuyo interesante contenido ilustra
las páginas del presente artículo; el impresionante fuerte de Schoenenbourg, ubicado
en la localidad del mismo nombre, que a 30 metros de la superficie permite
recorrer 2.500 metros de instalaciones militares subterráneas perfectamente
conservadas; el fuerte Casso, sito en Rohrbach-Les-Bitche, construido con 6.000
metros cúbicos de hormigón y 500 toneladas de acero, dotado de 32 armas
automáticas y 8 piezas anticarro, capaz de albergar bajo tierra a su guarnición
de 173 hombres durante dos meses; y el museo de L’Abri, en Hatten, que por sus
características especiales será merecedor de un próximo artículo en “ARMAS”.
Todo este patrimonio se conserva y puede
visitarse gracias a la desinteresada dedicación y entrega de los miembros de
las citadas asociaciones, que agrupadas cada una de ellas en torno a su
casamata o fortificación, en el que depositan además sus colecciones
particulares, están afiliadas en la Federación de Asociaciones de la Línea
Maginot de Alsacia (FALMA).
Sobreviven
gracias a la dedicación y esfuerzo de sus miembros así como a las aportaciones
y cuotas de socios y simpatizantes, la venta de entradas, publicaciones y
recuerdos a los visitantes, además de algunos donativos y subvenciones. Todo un
ejemplo para los españoles. Sin comentarios, …, por el momento.
El
único inconveniente para los visitantes, es el calendario establecido de
visita, que normalmente queda reducido a los días festivos comprendidos entre
los meses de marzo y octubre, pero si se tiene en cuenta la climatología de la
zona y que la atención al público es realizada por los socios en sus ratos
libres, es comprensible. Para los que quieran saber más y se quieran animar a
conocerlas, se recomienda consultar su web www.lignemaginot.com .
La casamata de Esch.
Próxima a la pequeña localidad alsaciana de
Hatten, poco antes de llegar a ella, entre Haguenau y Wissembourg, y tras haber
abandonado la autopista A-35, procedente de Estrasburgo, se encuentra el
visitante, en el margen derecho de la carretera local, con la casamata de
infantería de Esch, enclavada en un extenso recinto cubierto de césped verde esmeradamente
cuidado.
Fue construida en 1931 y formaba parte del
dispositivo defensivo del sector fortificado de Haguenau, comprendido entre
Hochwald y el Rhin. Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, el 1 de septiembre
de 1939, dicha casamata estaba guarnecida por 24 hombres (1 oficial, 2
suboficiales y 21 de tropa) del 23º Regimiento de Infantería de “Forteresse”
(Fortaleza), teniendo que acudir en apoyo de las casamatas de Aschbach y de
Oberroedern, atacadas por los alemanes en mayo de 1940. Con la firma del
Armisticio fue rendido el 1 de julio y entregado al enemigo sin que llegaran a
entrar en acción sus 2 cañones de 37 mm., sus 4 ametralladoras dobles y sus 6
fusiles ametralladores.
Sin
embargo, casi cinco años después, del 7 al 21 de enero de 1945, durante la
Operación “Nordwind” fue sucesivamente tomada y retomada por alemanes y
norteamericanos, siendo objeto de durísimos combates, de todo lo cual ha
quedado evidente testimonio de ello en sus muros, tal y como puede apreciarse
en las fotografías. En 1982 la asociación se hizo cargo de la instalación y en
1986, tras su restauración, fue abierta al público.
Tras abonar 3 € el visitante puede acceder,
cámara fotográfica en ristre, al interior. Este detalle es importante ya que en
la mayoría de los museos militares españoles está sorprendentemente prohibida
la realización de fotografías. Previamente uno ha podido moverse libremente por
el exterior, observando obstáculos antitanque, alambradas, supuestos campos de
minas, puestos de ametralladoras y de observación, así como los evidentes impactos
de proyectiles de muy variado calibre sobre los recios muros de hormigón de la
casamata, que por cierto, está coronada con un imponente carro norteamericano
M-4 A3, tipo “Sherman”, al que tal y como advierte un cartel, en francés y
alemán, está prohibido subirse.
Una vez en el interior, donde se es amablemente
atendido por un miembro de la asociación que lo conserva, hay dos zonas
perfectamente diferenciadas. A la izquierda pueden contemplarse las diferentes
clases de ametralladoras y fusiles ametralladores que había de dotación así como
descubrir las instalaciones y la vida de su guarnición dentro de la casamata,
estando recreada incluso por maniquíes que visten los uniformes franceses de
entonces. Conforme a los tiempos modernos que se viven, puede accederse a un
ordenador en cuya pantalla pueden visionarse la historia de la casamata y numerosas
fotografías de época.
El ala derecha sería sin duda alguna la que más
haría las delicias de los lectores de “ARMAS”, al poder observarse en las
vitrinas, unas esplendidas y muy completas colecciones de armamento portátil
alemán, francés y norteamericano: pistolas, carabinas, fusiles, mosquetones,
fusiles ametralladores, ametralladoras, lanzagranadas, municiones de toda
clase, granadas de mano, bayonetas, dagas, etc., así como una amplia variedad
de uniformes, equipos, cascos, máscaras antigás, insignias, condecoraciones, banderas,
distintivos, carteles, documentos, fotografías, utensilios y otro largo etc.,
de lo que las fotografías que ilustran el presente artículo, dan buena fe de
ello.
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André Maginot (1877-1932).
Nacido
en París el 17 de febrero de 1877, su biografía oficial comienza con sus
estudios de Derecho y la realización del servicio militar en el 94º Regimiento
de Infantería, de guarnición en Bar-le-Duc, iniciando muy joven su carrera
política. En 1903, cuando contaba sólo 26 años de edad, fue nombrado Director
de Interior, en el gobierno general de Argelia (entonces colonia francesa), y desde
1910 fue consejero general y diputado por el Departamento (provincia) de Meuse.
En
1913 le confirieron el cargo de subsecretario de estado del Ministerio de la
Guerra. El 28 de julio de 1914 con la declaración de guerra de Austria-Hungría
a Serbia, comenzaba la “Gran Guerra”, que es como sería conocida la Primera
Guerra Mundial. Las declaraciones se extendieron rápidamente entre unos y otros
países y así, Alemania lo hizo a Francia el 3 de agosto siguiente.
El
presidente francés Raymond Poincaré ordenó la movilización de los reservistas y
Maginot, sin ampararse en su cargo, solicitó voluntariamente servir como
soldado de 2ª clase en el 44º Regimiento de Infantería Colonial.
Ascendido
a cabo, obtuvo el 2 de septiembre siguiente una citación como distinguido, y el
6 de noviembre fue condecorado con la cruz de guerra. Tres días después resultó
gravemente herido y fue promovido al empleo de sargento.
Llegó
a participar en la defensa de Verdún, terrible experiencia que le marcaría toda
su vida y que bien seguro influyó en su decidido apoyo a lo que terminaría
siendo conocida como la “Línea Maginot”.
Significar
que Verdún, la sempiterna “Puerta de
Francia”, asentada sobre un cerro en uno de los meandros del Mosa, fue en
1916, el escenario de las batallas más sangrientas que se libraron entre
franceses y alemanes, cifrando algunos historiadores en unos 360.000 las bajas
que tuvieron los primeros, y en unos 330.000 las de los segundos.
Tras
el Armisticio del 11 de noviembre de 1918, se puso fin a la guerra en el frente
occidental. Francia era una de las potencias vencedoras y Alemania era de las
perdedoras. Maginot fue recompensado con la Medalla Militar y había acumulado
seis citaciones como distinguido, reincorporándose nuevamente a la vida
política.
Entre
1922 y 1924 ostentó conjuntamente el Ministerio de la Guerra y el de Pensiones,
recayendo sobre él, el hecho histórico de haber organizado la primera ceremonia
de homenaje, en 1923, al “Soldado Desconocido”, bajo el Arco del Triunfo en
París. Asimismo, se dijo de él que “reorganizó
el Ejército francés” hasta sus fundamentos.
En
enero de 1930, tras haber desempeñado el cargo de Ministro de Colonias, fue
nombrado nuevamente Ministro de la Guerra, sucediendo a Paul Painlevé, quien
había preparado un ambicioso proyecto sobre la defensa de las fronteras
francesas frente a Alemania pero que fue rechazado.
Maginot
hizo suya dicha propuesta y la impulsaría entusiastamente, logrando la
aprobación de la primera serie de créditos para financiar la fortificación de
una serie de posiciones defensivas situadas a lo largo de las fronteras del
nordeste y sudeste.
Sin
embargo no llegaría a ver la materialización de su obra ya que el 6 de enero de
1932, falleció por enfermedad. No obstante la línea defensiva sería bautizada
con su apellido como homenaje póstumo.